Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967

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  • 8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967

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    Muestra

      ÉPOC

    ÁFRICA;

    UN

      CONTINENTE

      QUE

    LUCHA

      POR SU

      LIBE

    RACIÓN.

    FRANCIA:

    LAS

      ELECCIONES

      DE

    MARZO NUEVA

      EX

    PERIENCIA  UNITARIA.

    JAMOS

      KADAR;

    LA

      UNIDAD COMU-

    NISTA  SE  FORTALECE.

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    C O L A B O R A N

    EN

      ESTE

    N U M E R O :

    A LI

      Y A T A

    Primer Secretario  del CC

    del  Partido Comunista  Marroquí

    L O X F I  E L - H O L I

    Director  de la

      revista

      At -  Talia

    A L E X A X D R   S O B O L E V

    Doctor  en  Filosofía  [UP.-

    I D K I S S A D I A R R A

    Secretario

      político

    de la  Unión  Sudanesa  [US -  KDA]

    República de Malí

    H A L E D

      M O H I

      EL-DIN

    irio  general

      del

      Consejo

    Nacional

      de  Partidarios  de la Paz

    de la República Árabe Unida

    31 .

      D I O P

    Secretario

      general

      del Partido

    Africano  de la

      Independencia

    ?al]

    J .

      B .

      M A B K S

    Mie m b ro

      del

      Comité  Ejecutivo

    del Congreso Nacional Africano

    [Sudáfrica]

    O3IAR

      3 I U S T A F A

    M i embro  del Buró Político

    del   Comité Central

      del

      Partido

    Comunis ta  de

      Sudán

    SIEFAN  N K O M O

    M i e m b r o  de

      la Dirección

    de la Unión del Pueblo

      Africano

    de  Z i m b ab we

    F B A N C O I S

      B ILXO UX

    R O B E R T

      G A R A Y

    R A D O V A N  B I C H T A

    Doctor

      en

      Filosofía

    A L B E R T O

      FERBABI

    M .

      KABLUCK

    B O R I S   P E X K O V

    T I G A N I  BABIKEB

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    ¡Proletarios de

      todos

      los

      países, unios

    Nuestra

      Época

      « e »

      |  1967

    REVISTA  I N T E R N A C I O N A L

    AÑO  Vil  — ENERO

    S U M A R I O

      Á F R I C A :  L A  R E V O L U C I Ó N

      N A C I O N A L

      Y  S O C I A L

    Problemas

      generales  de la  revolución  africana

    ALI

      YATA

      — El neocolonialismo en  África  4

    LOTFI  EL-HOLÍ  —  Etapa actual  de la  lucha antiimperialista  en  África

      . . . .

      13

    SOBOLEV

      A. —

      Algunos problemas

      del

      progreso socialDIARRA  I. — El  partido  de

      míasas

      y la  construcción  del  socialismo  32

    MOHI  EL-DIN  H. —  Nuevo tipo  de  relaciones mutuas  37

    El desarrollo de la

      revolución

      en los

      países

    del  continente

    DIOP

     M. — La

      estructura

     y la

      situación

      de la

      clase obrera

      en

      Senegal

      40

    MARKS

      J. B, — La

      lucha

      por la

      liberación

      del Sur del

      continente

      47

    MUSTAFA  O. — El  problema  de la  democracia  en  África  51

    NKOMO  S. — La  crisis rhodesiana:  sus  causas  y su  carácter  56

    Desde

      la  tribuna  del seminario  de El  Cairo  [El  desarrollo  de la  discusión] . . . .  61

    +

      LA L U C H A P O L Í T I C A  E N L O S

      P A Í S E S

    C A P I T A L I S T A S

    BILLOUX  F. —  Hacia  las  elecciones legislativas  en  Francia  65

    +  E N LOS

      P A R T I D O S  C O M U N I S TA S

    Y

      O B R E R O S

    GARAY

      R. —

      Bajo

      el

      signo

      del

      internacionalismo proletario

      75

    +  C I E N C I A

      Y

      S O C I E D A D

    RICHTA

      R. — La

      revolución científico-técnica

      y el

      marxismo

      81

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      L A

      G U E R R A

      EN

      V I E T N A M

    PRAZSKY

      J. — Por la

      unidad

      de los

      comunistas

      del

      mundo

      en la

      lucha contra

    la agresión norteamericana  92

     

    P A G I N A S

      D E L A

      H I S T O R I A

    FERRARI  A. — Las  enseñanzas  del

     Frente

      Popular  y  América Latina  95

     

    E S C R I B E N N U E S T R O S L E C T O R E S

    KAPLUCK M. — La  democracia está  en  peligro  [Carta de  Alemania Occidental]  100

     

    L I B R O S

      Y

      R E V I S T A S

    PETKOV  B. —

      Tribuna

      del

      pensamiento marxista

      en

      Bulgaria

      103

    B A B I K E R  T. — «El  grano  y la  cizaña»  105

    Crónica

      del

      movimiento

      obrero

      y

      comunista internacional

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    ÁFRICA:

    L a   revolución nacional

      y

      socia l

    Toda

      la human idad progresista c onm emora

    este

      año el 50?  aniversario  de la Gran Revolución

    Socialista

      de  Octubre, cuyo  triunfo,  que  marca

    un   viraje  en la vida de nuestro planeta, fue una

    consecuencia natural

      de l

      proceso objetivo

      de de-

    bilitamiento

      de l

      sistema capitalista

      y de

      ascenso

    de la lucha revolucionaria del proletariado.

    La  teoría  marxista del  proceso revolucionario

    mundial siempre

      ha

      destacado

      la

      necesidad

      de

    la

      máxima  cohesión de las fuerzas revolucion a-

    rias  a escala internacional. A mediados del siglo

    pasado el Manifiesto Comunista había lanzado

    ya la consigna «¡Proletarios de todos los países,

    unios » .

    El  triunfo  de  Octubre  de  1917  situó  en un

    nuevo  escalón,

      más

      elevado,

      el

      proceso revolu-

    cionario  mundial.  Millones  de  hombres someti-

    dos al  yugo  de los imperialistas se incorporaron

    a la lucha activa por la libertad nacional. En las

    nuevas condiciones,  el  contenido internacional

    de   la  unidad  de las  fuerzas revolucionarias  ad-

    quirió una expresión más enjundiosa en el llama-

    miento:  «¡Proletarios  de  todos

      los

      países

      y

      pue-

    blos oprimidos,  uníosh.

    La unidad de los  movimientos  obrero y na-

    cional-liberador

      fu e  lograda  por vez  primera  en

    el

      curso

      de la

      lucha contra

      el

      zarismo

      y el im-

    perialismo ruso, para cristalizar después en la

    creación de la Unión de Repúblicas Socialistas

    Soviéticas,

      convertida

      en una  gran potencia

      que

    ha   conseguido derrotar  al  fascismo, debilitar  al

    imperialismo

      y asegurar las condiciones necesa-

    rias  para un ascenso sin precedentes de las fuer-

    za s  revolucionarias  del  mundo entero.

    Desde entonces  son  hitos  de  victorias  los que

    marcan   el  camino seguido  por el  desarrollo  del

    proceso revolucionario mundial:  la  creación  de l

    sistema socialista mundial, la revolución china

    y  el

      derrumbamiento

      de l

      colonialismo

      en

      Asia,

    la  consolidación

      de

      Cuba  como  primer foco

      de

    socialismo  en el  continente americano,  la  con-

    quista  de la  independencia nacional  por la ma-

    yoría de los

      países

      de

      África.

    En el proceso revolucionario mundial

      conflu-

    yen hoy

      tres torrentes fund amen tales, indepen -

    dientes e interactuantes:

      el

      sistema socialista mun_

    dial,

      el

     movimiento

      de  liberación nacional  de los

    pueblos de  Asia,  África  y

      América

      Latina y el

    movimiento

      obrero de los países capitalistas des-

    arrollados.

    El poderoso

      empuje

      de estos torrentes

      obliga

    al

      imperialismo  a ir  cediendo  una  posición tras

    otra y a  hacer sensibles concesiones. Pero  la na-

    turaleza  de l  imperialismo  no ha  cambiado,  y  éste

    sigue

      oponiendo una feroz resistencia al desarro-

    llo   revolucionario  de los  pueblos  y  aprovechando

    la  menor oportunidad para recuperar  las  posi-

    ciones perdidas.

    La acrecida agresividad de las fuerzas impe-

    rialistas

      y

      reaccionarias, encabezadas

      por ese

    gendarme internacional que se llama imperialis-

    mo  yanqui,  se

      manifiesta ante todo

      en el

      empleo

    de

      la  fuerza armada para tratar  de  aplastar  la

    lucha emancipadora  de los  pueblos.  La  guerra

    sucia  de  Vietnam,  la  intervención  en  Santo  Do-

    mingo,

      el vandálico exterminio de los patriotas

    congoleses y el golpe militar de Ghana no son

    sino los ejemplos más escandalosos de la redo-

    blada

      actividad

      del

      imperialismo

      y de la

      reacción.

    Las  fuerzas revolucionarias  del  mundo com-

    prenden cada vez mejor que para repeler los

    ataques de los imperialistas y asegurar el des-

    arrollo del

      proceso emancipador

      es

      preciso con-

    seguir la máxim a unidad de acción . En las dis-

    tintas  asambleas internacionales,  en los  congre-

    sos y los

      plenos

      de los

      partidos comunistas

      y

    obreros resuena

      con

      creciente vigor

      la

      exigencia

    de   coordinar  la  acción  de  todas  las  fuerzas  re-

    volucionarias, del  movimiento  comunista y obre-

    ro   internacional, para desarrollar con todo

      éxito

    el  proceso  revolucionario  mundial

      y

      prestar

      una

    ayuda

      eficaz

      al heroico pueblo vietnamita, que

    lucha en la primera línea de la contienda eman-

    cipadora  universal

      de

      los pueblos.

    En nuestros días ha pasado a formar

      parte

    del  frente imperialista  un  nuevo destacamento,  re-

    presentado  por  la  gran revolución  que se  está

    desarrollando

      en el  continente  africano.

    A   pesar  del  carácter

      específico

      de la  revolu-

    ción   africana,

      la

      experiencia histórica

      y las

      pri-

    meras enseñanzas derivadas

      de l

      desarrollo

      de los

    nuevos Estados  de  este continente  van  conven-

    ciendo más y más a los revolucionarios  africanos

    de

      que la

      solución

      de los

      principales problemas

    de África sólo puede

      hallarse

      siguiendo el ca-

    mino señalado por Marx,

      Engels

      y  Lenin,  confir-

    mado  y  comprobado  por la  Gran  Revolución  de

    Octubre.

    El seminario sobre el tema

      «África:

      la revolu-

    ción nacional

      y

      social», organizado conjunta-

    mente por las redacciones  de Re vista In-

    ternacional y A t

    Talla

    [Cairo}

    y

      celebrado  en la  capital  de

      la

      República

      Árabe

    Unida

      de l  24  al 29 de

      octubre

      de l

      pasado año,

    ha   estado  consagi'ado a los  problemas  de la  eta-

    pa   actual de la revolución

      africana.

      En este nú-

    mero comenzaremos

      a

      publicar

      un a

      amplia

      ex -

    posición de los materiales más importantes de

    dicho seminario.

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    P r o b l e m a s g e n e r a l e s

      de l a   revolución

      a f r i c a n a

    EL

      N E O C O L O N I A L I S M O

    en

      África

    El  África  que se  bate  y se  libera busca  su vía

    y  se  edifica,  pero

      tropieza

      con

      grandes

      dificul-

    tades.  H a  sufrido  demasiado  una  cierta idealiza-

    ción  fácil,  un cierto optimismo idílico, una cierta

    exageración   que  hacía creer  que  todo  ib a  bien,

    que

      todo

      era

      posible

      y

      hacedero,

      que

      tenía

      ex-

    peditos todos los caminos para avanzar rápida-

    mente,

      sin

      obstáculos

      ni

      emboscadas, hacia

      la

    justicia  social, la prosperidad y la felicidad.

    H a  existido  la  tendencia  a  considerar  que el

    movimiento

      de

      liberación nacional

      se  tenía  que

    desarrollar

      siempre de una forma irresistible e

    impetuosa,   sin  reveses  ni

      retrocesos,

      que la si-

    tuación  era por  doquier  y en  todo  momento  re-

    volucionaria.  De ahí que se

      hicieran conclusio-

    nes  estratégicas incorrectas  y se  adoptasen tácti-

    ca s

      que no

      podían  tener  éxito.

    H a

      hab ido

      la

      tendencia

      a no

      determinar

      co n

    precisión

      la fase del desarrollo histórico, a no

    ver

      lo que

      cada una

      de

      ellas puede

      dar y lo que

    cabría  esperar.  Por  ejemplo,  se  decretó  el  socia-

    lismo sin  disponer  de los  medios para construirlo,

    con lo  cual  se  caía  en el  riesgo  de  desacreditarlo

    ante  lo s

      ojos

      de las  masas africanas.

    Hubo  la  tendencia  a  lanzar consignas, cierto

    que

      bellas

      y  elevadas,

      pero

      que no  podían tener

    eco en las  masas  ni  movilizarlas  y  menos  aún

    podían

      concretarse porque

      no

      correspondían

      a

    las

      aspiraciones urgentes y a las necesidades in-

    media tas

      de  nuestros pueblos, como  fue,  por

    ejemplo,

      la

      consigna

      de un

      gobierno único para

    África.

    Por

      consiguiente, tenemos necesidad

      de  ajus-

    tamos

      más a la

      realidad africana

      en su

      varie-

    dad  y su  complej idad ,  de  no  temer  a  decir  la

    verdad,

      por

      amarga

      que

      sea  para nosotros,

      de

    evitar las pretensiones desmesuradas, de

      fijarnos

    nada  más que

      los  objet ivos

     que

      pueden

      se r  reali-

    ALI YATA,

    primer secretario del CC

    de l  Partido Comunista Marroquí

    zados,  procurando, claro está, abrir

      a los

     pue-

    blos

      perspectivas radiantes, cuyo logro se garan-

    tiza  con las

      leyes

      de la

      evolución social

      y de la

    lucha.

    En

      este

      sentido  se  puede

      decir

      que la  cuali-

    dad

      primordial de  toda  organización africana

    verdaderamente revolucionaria es el realismo.

    Al  formular  estas  observaciones preliminares

    no  queremos

      dar la  impresión  de una  aprecia-

    ción pesimista  en  cuanto  al  presente  y al  futuro

    inmediato

      de

      África, sino

      que

      pretendemos

     sim-

    plemente llamar  la  atención sobre  lo que, a  nues-

    tro

      entender,  constituye

      la s

      grandes debilidades

    del

      movimiento revolucionario

      y

      progresista  afri-

    cano, manifestadas

      en el

      curso

      de los

      últimos

    años.

    Y   dicho esto,  debemos  señalar  que  el princi-

    pal  rasgo característico  de  África después  de la

    Segunda Guerra Mundial

      es el

      impetuoso proceso

    de  desintegración de los principales imperios co-

    loniales que han tenido  bajo  su férula a casi

    todo

      el  continente.

    Esta desintegración no ha sido una sorpresa

    para

      los

      pueblos africanos.

      H a

      sido

      la

      coro-

    nación

      de  decenas  de  años  de  luchas,  más o

    menos duras según

      lo s

      países

      y las

      circunstan-

    cias,

      en el

      curso

      de las

      cuales

      los

      combatientes

    han  extraído  sus  propias experiencias,  con  fre-

    cuencia

      en

      condiciones

      de

      insuficiente  prepara-

    ción

      ideológica, mal informados e incluso des-

    conocedores

      de

      otros movimientos revoluciona-

    rios  mundiales,  en  par t icular  del  movimiento

    obrero internacional

      y de la

      G r a n  Revolución

    Socialista  de Octubre.

    Debemos rendir

      un

      gran

      homenaje

      a

    los  héroes

      de

      África,

      conocidos  y

      desconocidos,

    que

      han

      creado

      en

      este

      continente

      una

      admira-

    ble tradición  de  lucha  antiimperialista,  tr;

  • 8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967

    7/112

    EL ,  J í E O C O L O N I A L I S M O

      EN ÁFRICA

    que ha  arrancado  ya la  victoria  de la

      indepen-

    dencia política en numerosos países y que debe

    mantenerse  y  desarrollarse

      para

      liberar  a los

    demás países africanos  que  todavía  se  encuen-

    tran bajo

      el

      yugo extranjero.

    Pero esta victoria sólo

      ha

      sido

      posible

     mer-

    ced al  desarrollo  de las  fuerzas progresistas

    mundiales, que derrotaron al fascismo   —expre-

    sión ideológica extrema  de l  ultracolonialisrno  y

    del  racismo— ,  y gracias al nacim iento de un

    sistema socialista mundial  que  crece

      incesante-

    mente.  La  burguesía  de los  países europeos  sa-

    lió

      de la  Segunda  Guerra  Mundial  muy  debili-

    tada  y  quedó incapacitada  para  seguir mante-

    niendo su dominio tradicional sobre África.

    Simultáneamente

      apareció

      un

      nuevo  concu-

    rrente: la burguesía norteamericana y los mo-

    nopolios  internacionales asumieron

      la

      dirección

    económica

      y

      política

      del mundo capi tal is ta .

    La lucha de los pueblos africanos, abierta o

    latente,

      armada o no violenta , t r iunfó, en  con-

    secuencia,

      sobre una cierta forma de dom inio

    imperialista,

      sobre  la  administración colonia]

    directa de la Europa imperialista. Mas esta

    victoria  no puede significar la liberación nacio-

    na l

      real  y  total.

    El continente  africano  sigue siendo todavía

    una parte del mundo en el que la característica

    histórica fundamental  es la  contradicción entre

    la

      voluntad nacional  de  independencia total  de

    los

      pueblos

      africanos,  de un

      lado,

      y de

      otro

      la

    voluntad de hegemonía del imperialismo.

    Es preciso subrayar esta constante porque

    muestra  Ja co ntin uid ad de la lucha de los pue-

    blos africanos  y  porque  es el  nexo  vivo  y  polí-

    t icamente  concreto que une los combates  libra-

    dos  en  todo  el  continente.

    No se puede aprehender en su  totalidad  la

    realidad  afr icana

      si n

      detenerse también

      en los

    fenómenos  derivados

      del

      dominio  imperialista

    en su  forma clásica.  El  análisis revela,  por lo

    demás, que el

      neocolonialismo tiene

      repercusio-

    nes

      profundas

      en las estructuras coloniales clá-

    sicas,  a las que moderniza y contamina.

    La

      suplantación

      del

      imperialismo tradicional

    por el  neocolonial ismo  se  opera  más o  menos

    extensivamente.  Tenemos  la  prueba

      en la

     doc-

    trina  Eisenhower de  «taponamiento  de vacío».

    A   veces,  esa  suplantación  da  lugar  a  conflictos

    interimperialistas   violentos,

      tanto

      entre imperia-

    listas  de  diferentes  países  como  entre  grupos

    imperialistas

      opuestos de un mismo país . Ma-

    rruecos  y el Congo, por ejemplo, han conocido

    y  conocen episodios  de esa  concurrencia  im -

    perialista.

    Pero,  a  menudo ,  los  neocolonialistas  han pro-

    curado  disimular  su  acción  y su  dominio .  Un

    ejemplo  de

      ello

      es la

      operación «ComunidadFrancesa».

      La

      penetración norteamericana tam-

    bién  se efectúa por vías oscuras y por personas

    interpuestas,  tanto

      si se

      refiere

      a las

      inversio-

    nes   como  a las  intervenciones arm adas.

    El  resultado  de  esta actividad encubierta  ha

    sido

      la

      subestimación

      de l

      neocolonialismo,

      no

    sólo

      por

      parte

      de

      ciertos partidos, organizacio-

    nes

      y gobiernos africanos, sino también por

    parte  de  algunas

      fuerzas

      progresistas  de l  resto

    del mundo que, inducidos

      a

      error

      por la

      disgre-

    gación espectacular  del  imperialismo clásico,  no

    siempre

      han tenido en

      cuenta

      las

      posibilidades

    reales del nuevo imperialismo con todas las

    consecuencias

      tácticas  y  políticas  que de  ello  se

    derivan.

    Con frecuencia se deja oír la afirmación es-

    quemática  y  simplista  de que el  neocolonialis-

    mo

      es el

      reflejo

      del

      debilitamiento

      del  imperia-

    lismo,  la prueba de su incapacidad de mantener

    como

      en el

      pasado,  sobre

      la

      base exclusiva

      de

    la

      violencia, las relaciones con los

      antiguos

     paí-

    ses coloniales.

    Esta tesis, a nuestro entender,  refleja  una

    cierta  sub estim ación del imperialismo. La agre-

    sión  armada contra Vietnam, por ejemplo, se

    considera

      como debilidad del imperialismo; por

    todas

      partes se quiere ver una debilidad del

    imperialismo,  se le  quiere presentar siempre  a

    la

      defensiva,

      siendo

      así que en

      muchos casos

      ha

    pasado

      al ataque, como se ha

      visto

      en el curso

    de los dos últimos  años  en  nuestro  continente.

    La contraofensiva imperialista, que ha conduci-

    do  a

      ciertos retrocesos

      del

      movimiento revolu-

    cionario

      y

      progresista africano,

      no

      afecta

      en lo

    fundamenta l  a la

      correlación

      de

      fuerzas

      en el

    plano  mundia l ,  que sigue siendo favorable para

    el  progreso y el socialismo.

    A nuestro modo de ver, una de las causas de

    la  subest imación

      de l

      neocolon ial ismo reside

      en

    la

      fal ta

      de

      profundización

      en el  análisis  de su

    naturaleza  desde  el  ángulo  de la  teoría  marxis-

    ta ,

      a  pesar  de las  enseñanzas  ta n

      claras

      y tan

    actuales de

      Lenin  sobre

      la

      tendencia imperialis-

    ta del  capitalismo.  Ya en  1920 Lenin subrayaba

    «la  necesidad de explicar infatigable m ente y

    desenmascarar de continuo ante

      las

      grandes ma-

    sas

      trabajadoras

      de

      todos

      los

      países, sobre

      todo

    de

      los atrasados,

      el

      engaño

      que

      ut i l izan

      siste-

    máticamente

      las

      potencias  imperia ' isfas,

      ¡as

     cua-

    les,  bajo  el aspecto de Estados

      políticamente

      in-

    dependientes,  crean en realidad Estados desde

    todo punto

      de

      vista sojuzgados

      por

      ellos

      en el

    sentido

      económico, f inanciero

      y

      militar».*

    En cierta medida esto sigue siendo correcto

    hoy, cuando los pueblos africanos no conocen

    suficientemente

      la

      hegemonía nor teamer icana

      y

    cuando los

      monopolios internacionales disponen

    de   ramif icaciones aún  no  puestas del  todo  al

    descubierto.

    1

      Obras Completas,

      t.

      X X X I ,

      pág . 143. Ed.

      Carta-

    go,   Buenos

      Aires.

  • 8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967

    8/112

    ALI  Y A T A

     

    En sus

      luchas cotidianas,

      los

      pueblos

      de

      Áfri-

    ca  tienen  que  afrontar  las  múltiples  formas  del

    imperialismo,

      y el

      combate

      que

      debe librarse

    contra

      el

      neocolonialismo entraña ciertas difi-

    cultades específicas.

    Señalemos,  ante todo,  que  el  rasgo caracte-

    rístico principal del neocolonialismo no es el

    pacifismo,

      en  contraposición  al  terror  de la ad-

    ministración colonial directa, sino la prepoten-

    cia  financiera

      en la

      economía

      de l

      país

      y la

      pre-

    sión indirecta

      a

      través

      de una

      estructura

      colo-

    nial clásica o de un aparato estatal burocrático

    autóctono.  Los  medios  de  implantación  y de

    manten imien to

      del  poder neocolonialista pueden

    ser, según  los  casos, violentos  o no  violentos.

    Mientras que  antes  la  dictadura colonial  se

    imponía

      por un

      ocupante,

      una vez

      convenido

      el

    reparto  de las  posesiones coloniales entre  los

    imperialistas,

      hoy el capital imperialista  do mi n a

    parcial y  globalmente  en  muchos países  africa-

    nos ora a través de los monopolios con  ramif i -

    caciones  tentacuiares  o por intermedio de orga-

    nismos  internacionales controlados  por  EE.UU.,

    tales  como el Banco  Internacional  de Recons-

    trucción

      y

      Desarrollo,

      la

      Sociedad Financiera

    Internacional,

      el

      Fondo

      Monetario

      Internacio-

    nal ,

      la  Agencia para  el  Desarrollo Internacio-

    nal,

      etc.

    Mientras  que la  agresión  del  colonial ismo

    clásico

      era

      periférica

      y

      tenía

      que

      subyuga r

      el

    país

      militar  y  políticamente

      para

      poder

      contro-

    Mediante

      sus inversiones en

     África,

      los  ca-

    pitalistas

      de  EE.UU.,  de  Inglaterra,  de  la

    RFA y de  otras potencias extraen  colosales

    s u m a s

      c e

      lo s

      países  a fr i ca n os

      en

      f o r m a  de

    dividendos,  beneficios  e  intereses.  D e  acuer-

    do

      con los

      datos  aportados

      en la

      Conferen-

    cia de la ONU   para  el  Comercio  y el  De s a -

    rrollo,  celebrada  en  Ginebra  en  1964,  sólo

    durante

      el

      periodo comprendido entre 1950

      y

    1961

      las trans feren cia s de utilidades de la:

    e mp r e s a s  extranjeras de

     África,

      Asia y Amé-

    rica

      Latina  a los  países  inversores

      remontá-

    ronse  a  20.900  millones  de  d ó l a r e s ; d u r a n t e

    ese  mismo tiempo las inversiones privadas

    a  largo plazo fueron  ta n  sólo  de  10.300  m i-

    l lones. En realidad, este enorme «reflujo» de

    medios financieros  —c a ra c t e r í st i c o  p a r a e l

    conjunto

      de los  paises  de l  Te r ce r Mu n d o  y

    para cada

      uno de los

      tres continentes,

      y en

    pa rt i c u l a r

      p a r a Á fr i ca — ha ce

      que los

      paises

    en

      vias  de  desarrollo  no  obt e n ga n v e n t a j a

    alguna

      de las

      inversiones

      de las

      potencias

    imperial istas.

    lar su  economía,  hoy el neocolonialismo es lo

    bastante poderoso  y  dispone  de  medios sufi-

    cientes  para ambicionar ni más ni  menos  el

    control financiero

      en

      todos

      los

      niveles.

    La  creciente exportación  de  capitales, sobre

    todo  de

      EE.UU.

      y de la

      RFA,

      constituye  uno

    de los medios

      ampliamente

      utilizados por el

    neocolonialismo

      para

      someter financiera

      y

      eco-

    nómicamente

      a los

      países africanos.

    El

      rasgo distintivo

      de las inversiones

      nor te-

    americanas  es  que,  por lo

      general,

      no se  desti-

    nan   a la industria manufacturera. Lo prueba el

    análisis  de los 1.629 millones de dólares inver-

    tidos  por los  norteamericanos  en  1964:

    830   mil lones  de  dólares fueron destinados  a

    la extracción  de  hidrocarburos, sobre  todo  en

    Libia;

    350

      mil lones,

      a la

      industria minera;

    225

      millones,

      a la

      industria m anufac turera;

    pero de esta suma 192 millones se invirtieron

    en

      África  del Sur y  sólo  33  millones  en el  res-

    to de  África;

    122

      mil lones

      de

      dólares destináronse

      a

      otros

    sectores,

      en

      particular

      a la

      producción

      de

      cau-

    ch o  en  Liberia.

    El  medio principal  de la  penetración norte-

    amer icana  en  África  es el de la  «ayuda»,  que

    permite ejercer

      una

      presión política

      m ás

      fuerte

    y. al  mismo tiempo, resulta menos onerosa  y

    menos arriesgada.

      Según

      datos oficiales, desde

    1946

      has ta

      1965

      la

      < •  ayuda» norteam ericana

      a

    África

      fue de

      3.062

      millones

      de

      dólares.

    La  ayuda  europea  al  continente africano  re-

    presenta  un

      poco

      más del doble de la «ayuda»

    norteamericana,  pero  conviene señalar

      que el

    total  de la  «ayuda» occidental  a  África supone

    nada

      más que la

      quinta parte

      de la

      renta nacio-

    nal francesa.  Esto  indica  hasta  qué punto es li-

    mitada  esta ayuda cuando se trata del desarro-

    llo   de un continente tan oprimido y explotado y

    del  porvenir

      de

      tantos

     pueblos.

    La pen etración neocolonialista se opera en

    mome ntos

      en que aún  perdura  la  dominación

    colonial  directa,

      sea a

      través

      de las

      ramif icacio-

    nes   monopolistas  del  viejo colonialismo  o por

    nuevos

      conductos.

    Nuestro país, Marruecos, ofrece

      a

      este res-

    pecto varios ejemplos.  N os  limitaremos  a  citar

    uno. Bajo  el  protectorado  francés,  el  Banco  de

    París

      y de los Países

      Bajos

      predominaba en la

    mayor parte

      de la  economía

      nacional.

      Este

    B anco se ha m antenido en el país y todavía

    controla

      ciertos sectores  mineros ,  habiendo  re -

    nunciado  a su  dominio,  en  condiciones  muy

    ventajosas  para

      él, en

      otros sectores [energía

    eléctrica  y  ferrocarriles].  Ahora  opta  por la in-

    dustria  del  turismo;  con la  ayuda  de  capitales

    norteamericanos crea

      compañías  turísticas

      y

    desarrolla

      su

      actividad

      al

      nivel

      de

      seriedades

    inversionariai.

  • 8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967

    9/112

    EL,

      N E O C O L O N I A L I S M O

      EN  AFBICA

    En los

      antiguos países coloniales  existe

      un

    sector comercial  exterior muy  desarrollado.  Es-

    te

      sector

      continúa

      bajo

      el

      control

      del

      neocolo-

    nialismo,

      que

      determina

      los

      precios

      a escala in-

    ternacional,

      posee

      las

      flotas

      mercantes

      y

      dictasu

      ley en los

      mercados.

      Este  control

      no

      puede

    asegurarse

      por los

      simples medios

      de la  concu-

    rrencia  comercial.  En

      este sentido,

      el papel de

    los ban cos es muy im portante: adem ás del con-

    trol financiero general  y de la

      presión  constan-

    te, que son

      posibles merced

      a la

      política

      de l

    Banco  Internacional  de  Reconstrucción  y  Des-

    arrollo y de sus ramificaciones, asistimos a una

    penetración

      creciente del  capital  neocolonialista

    en los

      bancos

      de

      negocios

      y a una

      deterioración

    de los organismos

      estatales

      encargados de la

    edificación

      económica.

      A los

      medios menciona-

    dos hay que  añadir  la  corrupción  de los

      altos

    funcionarios

      y administradores,

      hasta

      el punto

    de  crear  una  verdadera

      clase

      de burócratas  bur-

    gueses,

      cómplices del neocolonialismo, que se

    enriquecen

      rápidamente.

    Los neocolonialistas protegen cuidadosamente

    a los

      antiguos

      colaboradores  de la  ocupación

    directa,  que

      vuelven

      a

      desempeñar

      su

      papel

      an -

    tinacional  y que constituyen la osamenta de es-

    ta clase burguesa intermediaria.

    El

      papel

      de

      estos burgueses intermediarios

    no se circuns cribe al terren o de los negocios,

    sino

      que se

      extiende am pliamen te

      a la

      esfera

    política. Numerosos ejemplos muestran

      la

      exis-

    tencia

      en

      África

      de

      clanes m ilitares, u tilizados

    en

      otros tiempos

      por el

      colonialismo  clásico,

    siempre adictos  al  neocolonialismo  y  protago-

    nistas

      de

      ciertos golpes

      de

      Estado  reaccionarios.

    La

      penetración neocolonialista

      se

      lleva

      a ca-

    bo

      también

      a

      través

      de la

      «asistencia» técnica

      y

    cultural

      extranjera,

      a

      través

      de los

     « voluntarios

    de la

      paz»  norteamericanos,

      de los

      «voluntarios

    del

      progreso» franceses

      y

      holandeses,

      de los

      bien

    conocidos  agentes

      del  «Rearme moral», etc.

    Otro instrumento

      del

      arsenal neocolonialista

    es  la

      religión,

      utilizada  como  antídoto  del pa-

    triotismo y del  nacionalismo progresista.

    Y por

      último,

      en el cuadro de la penetración

    neocolonialista merece

      una

      atención

      muy

      par-

    ticular el problema militar en África.

    En primer término, es necesario subrayar que

    los

      imperialistas no han

      incluido,

      hasta el

      pre-

    sente,  a ningún país africano en pactos o alian-

    zas

      militares tales  como

      la

      OTAN

      en

      Europa,

    la

      SEATO

      en

      Asia

      o el

      CENTO

      en el

      Cercano

    Oriente.

    Sin

      embargo, África

      se

      encuentra cercada

      po r

    los diferentes

      sistemas

      militares  agresivos,

      de

    los que

      forman parte

      la s

      flotas

      norteamericanas,

    las

      b ases instalada s en las Islas Canarias, Azo-

    res, Ascensión, etc.,

      e

      Israel,

      de un

      lado,

      y de

    Dinámica   de las

      inversiones norteamericanas

      en

    África

    [en

      millones

      de

      dólares]

    1 9 5 0

    i  3 5 9  1 9 6 0  1 9 6 2 1 9 6 4

      19156

    .Inversiones directas  de EE. UU. en  África.

    «Ayuda»

      norteamericana a los países africanos.

    E l

      presente gráfico muestra  paten-

    temente

      la

      acrecida

      expansión del

    capital norteamericano  en  África.

    La   tendencia  característica  de la

    política   e c o nóm i c a

      de

      EE.UU.

      en

    África  durante  los  últimos  años

    (desde  1962)  ha  sido  el  aumento  de

    las   inversiones privadas

      de los mo-

    nopolios, al mismo tiempo que se

    reducían las inversiones indirectas

    en concepto de  «ayuda».

    La   m a y o r  parte

      de la

      «ayuda»

      y

    de las  inversiones directas  de los

    monopolios de las potencias

      impe-

    rialistas en el continente correspon-

    de   a la  República Sudafricana  y a

    varios  países  d el  África  Tropical  y

    de l

      Norte,

      que

      hasta hace poco iban

    a

      remolque de la política  imperia-

    lista.  Por  ejemplo,  en  1964,  el 60%

    de   la  «ayuda»  de  EE.UU.  concedida

    a  África fue a parar a cinco Esta-

    dos:  Liberia,

      Nigeria,

      Túnez,

      Ma-

    rruecos

      y el

      Congo (Kinshasa).

      El

    40% de todas las inversiones

      priva-

    da s

      de la RFA en

      África corres-

    ponden

     

    la República Sudafricana

    (28%)

      y a

      Liberia

      (cerca  del  12%).

  • 8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967

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    8

    Inversiones

     directas

     de la RFA

    en

      África

    [en  millones

      de

      marcos]

    Lo s

      últ imos

      do s

      decenios

      se

      caracterizan

    por una

      penetración intensif icada

      de

      A lem a-

    nia Occidental en África. La prueba está en

    el  crecimiento ininterrumpido  de las  inver-

    siones  de los

      monopolios

      de la

      RFA.

      E n ¡a

    actualidad, por el

      ritmo

      de la  exportación

    de   capitales la RFA  ocupa  el segundo  lugar,

    después

      de

      EE.UU.

    17»

    1962

    19S4

    196S

    Una de las

      f o r m a s

      de

      ex p an s ió n econ ó m ica

    de   la RFA en

      Á f r i c a

      es la

      l lamada «ayuda

    al desarrollo». E l volumen de esta «ayu-

    da» fue de 330   millones  de  m arcos  en  1961,

    de 677  millones  en  1962,  de 387  millones  en

    1963

      y de 299

      millones

      en

      1964.

      Una  p art e

    considerable de la

      « ay ud a

      al

      desarrollo»

      es

    la

      «asistencia» militar,

      que

      Bonn utiliza

      en

    gran   escala  p ara ref orzar

      su

      influencia

      en los

    paises

      af r ican os .

    otro

      los

      puntos estratégicos,

      que son las

      secue-

    las de la  ocupación colonial. Muchas  «plazas

    fuertes»

      han

      tenido

      que ser

      abandonadas, pero

    algunas  continúan

      en pie de guerra,

      moderni-

    zadas

      por

      Estados Unidos

      o la

      OTAN.

      En el

    últ imo  período, ante las serias dificultades con

    que los  Estados Unidos tropiezan  en la  organi-

    zación noratlántica, planean

      un

      repliegue  estra-

    tégico

      hacia África

      y se

      interesan  sobre  todo

    por las

      posibilidades

      que

      ofrecen

      la s

      últimas

    posesiones españolas  de  África,  y  concretamente

    Río de Oro. Al mismo tiempo no renuncian a

    la  pretensión  de  hacerse  otra  vez con las  anti-

    guas bases atómicas

      que

      tenían

      en

      nuestro país,

    a fin de

      poseer otros puntos

      de

      apoyo

      en el

    continente

      semejantes

      a la  base  de

      Wheelus

    Field  en  Libia.

    T A T A

    Francia  e  Inglaterra todavía mantienen bases

    en

      algunas

      de las

      antiguas colonias.  Estas  po-

    tencias  han  impuesto condiciones militares  que

    les  confieren

      el

      derecho

      a  entrometerse  en los

    asuntos  internos

      de los

      nuevos

      Estados  y no

    pierden ocasión

      para

      aprovecharse

      de ese dere-

    cho. Además,  la  formación  de  oficiales africa-

    nos en las  academias militares  de las  potencias

    neocolonialistas   es una  posibilidad  de  corrup-

    ción

      ampliamente explotada.

    A   menudo,  la  amenaza mili tar  se  encubre  co n

    la  escasa cuantía numérica  de las  tropas  ex-

    t ranjeras

      en

      presencia ,

      ya que los

      medios técni-

    co s  modernos perm iten prescindir

      de

      grandes

    bases. Según  la

      Revue

      juridique  des  problémes

    d'Outremer  francesa, «la  intervención  armada

    ya

      no  necesita  de una  presencia  militar previa-

    mente organizada, por lo que se puede afirmar

    que el

      respeto

      a las

      obligaciones inscritas

      en los

    acuerdos

      de defensa requiere en mucha mayor

    m edida  la posesión de una fuerza de interven-

    ción

      que la presencia de grandes contingentes».

    Esto viene a patentizar la amenaza que para

    lo s

      Estados  afr icanos  significan

      lo s

      acuerdos

      de

    defensa»  concluidos con los imperialistas, bien

    sean  lo s  antiguos colonizadores  o los  Estados

    Unidos ,

      que  prefieren  lo s

      tratados

      secretos.  Los

    Estados

      Unidos, la República  Federal  A lemana

    e Israel también conceden asistencia técnica

    mili tar  a los  países  de  África.

    La

      tragedia congolesa

      ha

      sido

      el

      ejemplo

      de

    una de las más

      viles intervenciones im perialis-

    tas,

      llevada  a  cabo  con  mercenarios reclutados

    entre los bajos fondos de los países colonialis-

    tas, con

      revanchistas

      belgas, agentes norteame-

    ricanos

      y tropas de la ONU, que han actuado

    para salvaguardar

      y

      reforzar

      las

      posiciones neo-

    colonialistas.  En el  terreno  de las  acciones  m i-

    litares,

      a las fuerzas neocolonialistas no les fal-

    tan  recursos,  y los

      golpes

      militares  lo  con-

    f i r man .

    III

    La  serie  de  golpes  de  Estado  en  África,  a los

    que  hemos asistido  en un  corto  período  de

    tiempo, exige  un  análisis profundo.

    H ay   quien piensa  que  esos  golpes  hay que

    atribuirlos

      únicamente a factores internos de la

    vida

      de

      cada país, mientras

      que

      otros procuran

    explicarlos por la  influencia  exclusiva de las

    fuerzas  neocolonialistas. Nosotros consideramos

    que  no se puede  generalizar,  porque si bien es

    cierto  que  esos acontecimientos  se han  produ-

    cido  en un  mismo momento histórico sellado

    por la  intensificación  de la  agresividad  impe-

    rialista,  no  menos cierto  es que han  sido per-

    petrados en unas condiciones propias para cada

    país.

    A l

      mismo t iempo,

      no

      pueden dejar

      de

      l lamar

  • 8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967

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    E L

      X E O C O L O N I A L I S M O

      E N  Á F R I C A

    la

      atención ciertos factores  m uy  simples,  que

    todo  el  m u n d o

      reconoce,

      bien  se  trate  de  Gha-

    na ,

      de

      Dahomey,

      del

      Alto  Volta,

      de la  Repú-

    blica  Centroafricana,  del Congo o de Nigeria.

    1.

      En  todos

      jsitios

      ha  estado presente  la ma-

    no del

      neocolonialismo,

      más o

      menos encubier-

    ta   según cada caso.

    2. En  todos sitios  el  Poder  lo han  tomado

    los militares.

    3. Los  golpes  de  Estado  han  derribado tan-

    to  a regímenes  progresistas,  que

      habían

      abra-

    zado  la vía de  desarrollo  no  capitalista, como

    a  regímenes  que  ligaron  sus  destinos  al  neoco-

    lonialismo.

    4.

      Los  putchs  han  tenido  lugar  con una

    gran

      facilidad;

      la  reacción  de los  pueblos inte-

    resados  ha

      sido débil

      o

      nula .

    La  participación  del  neocolonialismo, cuales-

    quiera que hayan sido sus formas y su grado,

    ha  estado condicionada por el recrudecimiento

    de  la agresividad imperialista a escala interna-

    cional, fenómeno innegable  y que se  caracteriza

    por un  vocablo  harto elocuente: la escalada.

    Escalada

      en

      Vietnam

      y escalada en África. Es-

    ta

      agresividad, propia

      de la

      naturaleza

      del im-

    perialismo,

      se  explica  por su

      empeño

      en apro-

    vechar  ciertas dificultades transitorias del movi-

    miento  revoluc ionario m und ial para hacer cam-

    biar  la  correlación  de  fuerzas  a su  favor, para

    detener el desarrollo del sistema socialista mun-

    dial,  para frenar

      el

      auge

      de l

      movimiento

      de li-

    beración

      nacional.

      Pero

      cualesquiera

      que

      sean

    los

      «puntos»

      que  pueda

      marcar

      el

      imperialismo,

    no

      podrá detener

      la

      rueda

      de la

      historia.

    En algunos de esos golpes de Estado, por

    e jemplo  el de G ha na , los n eocolonialistas se

    proponían

      como

      primera tarea  poner  fin a la

    experiencia

      de l

      desarrollo

      no

      capitalista, evitar

    su  propagación y recuperar las posiciones eco-

    nómicas

      que

      habían perdido.

      En los

      otros gol-

    pes habidos en los países directamente contro-

    lados  por el  neocolonialismo,  el  propósi to  era

    eliminar

      a los

      hombres sumisos,

      pero  ya

      des-

    gastados,  ante  el  temor  de que su  ineptitud  pu-

    diese  favorecer

      el

      ascenso

      de la

      lucha

      de los

    pueblos y

      pusiera

      en

      peligro

      los

      privilegios

      im -

    perialistas  allí  adquiridos.

    Otra de las

      características

      más

      graves

      y

      alar-

    mantes de esos  putchs  es el hecho de que las

    masas populares reaccionaron

      muy

      débilmente

      y

    que los

      reaccionarios pudieron llevar

      a

      cabo

      su s

    malvados golpes sin encontrar otra resistencia

    que la de los

      auténticos militantes revolucio-

    narios.

    A

      nuestro entender,

      las

      causas

      a que

      esto

    obedece

      son de

      doble género:

    1.  Causas

      que

      calificaremos

      de

      p ro fund a s

    por  estar  vinculadas  a la  herencia  del  colonia-

    l ismo;

    2.  Causas inm ediatas ligadas directamen te

    a los  errores  y a las  debilidades  del  movimien-

    to progresista y revolucionario.

    N o hay nec esida d de detenerse en  la  des-

    cripción

      de las

      causas profundas, tales como

      la

    debilidad  de las economías africanas  —de  la

    que es

      responsable

      el

      espantoso pillaje

      colo-

    nial—,  el  bajísimo  nivel cultural de las masas,

    el

      analfabetismo,

      la  falta  de  cuadros

      nacionales.

    Es  indiscutible  que un  Estado  que se  indus-

    trializa

      seriamente, c uyo desarrollo tran scu rre

    de una

      manera  regular,

      a  pesar  de las

      grandes

    dificultades

      con que  tropieza,  y que se ha li-

    berado mucho antes  —pongamos  por caso la

    Repúbl ica

      Árabe Unida—,

      es

      menos vulnerable

    que un  Estado joven, como  Ghana.

    No es  menos evidente  que en  tres,  cinco  o

    diez  años es im pos ible superar las consecuen cias

    de

      una  explotación colonial secular.  Y hay que

    decir

      sin

      ambages que, muchas veces, esta ver-

    da d  ha sido  oscurecida  por la presunción o la

    demagogia.  A las  masas  se les  prometió,  más o

    menos  abiertamente,  que en un  período  de

    tiempo breve tendrían un nivel de vida compa-

    rable al que  tenían  sus  antiguos dominadores,  y

    l levadas  del  entus iasmo  de la  liberación  lo  cre-

    yeron. Ciertos elementos,

      a los que el  imperia-

    l ismo  había dado

      un

      mínimo

      de

      instrucción,

      es-

    cogieron

      la vía del

      arribismo

      y

      constituyen

      esa

    capa  burocrática

      cuyo

      papel

      fue

      determinante

    por el

      apoyo

      que

      prestaron

      a los

      golpistas.

      El

    resto,  es  decir,  la  gran masa  del  pueblo,  que

    había hecho grandes

      sacrificios

      en la

      lucha

      li -

    beradora y en la  edificación  de una  vida

      mejor,

    se decepcionó o se creyó engañada. Las direccio-

    nes   progresistas  y  revolucionarias, viéndose ais-

    ladas  y sin apoyo efectivo en las masas  popu-

    lares, dejaron  la  puerta abierta  a  toda clase  de

    aventuras.  Los  golpistas jugaron  una  buena car-

    ta denunciando las insuficiencias de la revolu-

    ción y  pudieron incluso  llevar  las  cosas  al ex-

    tremo, tanto  más que en  algunos Estados exa-

    cerbáronse  la s  luchas tribales.

    Nosotros, claro está, comprendemos  que la de-

    magogia desenfrenada

      a la que se han

      entregado

    los

      nuevos poderes no les llevará muy lejos.

    Los

      problemas

      no

      resueltos

      se

      plantearán

      con

    mucha mayor  fuerza,  ya que el recrudecimien-

    to de la explotación neocolonial y el  creciente

    apetito  de los nuevos burgueses no podrán con-

    ducir  más que a  acelerar  la  degradación.

    No es  menos

      cierto

      que las  masas  populares

    se ven

      ante nuevas pruebas, ante

      una

      agrava-

    ción de su miseria, que no es forzoso que vaya

    seguida

      de un

      acrecentamiento

      de su

      potencial

    revolucionario.  A l  contrario,  es e  estado  de  cosas

    implicará

      el

      pel igro

      de

      llevarlas

      a la

      desespera-

    ción,

      al

      inmóvilísimo,

      si las

      organizaciones

      y los

    partidos progresistas y revolucionarios son inca-

    paces  de  c on duc irlas hacia nuevos progresos  en

    la  comprensión  de la  nueva si tuación. De aquí la

  • 8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967

    12/112

    10

    ALI

      T A T A

    extraordinaria importancia

      de que las

      masas

     tra-

    bajadoras,

      los  pueblos africanos, sean capaces  de

    reconocer  a sus  enemigos internos  y  externos,

    En la  primera fase  de la  lucha  por la  inde-

    pendencia política,

      la

      unidad nacional velaba

      la s

    contradicciones sociales,

      lo

      cual

      era

      normal.

      Se

    pensaba que después de alcanzar el objetivo co-

    m ú n ,  la  independencia nacional, podría

      mante-

    nerse  la  unidad nacional.  Las  tesis acerca  de la

    inexistencia

      de

      clases sociales

      en

      África

      se ga-

    naron la adhesión de progresistas sinceros, que

    hablaban  de un «socialismo africano» cuya

     ori-

    ginalidad  se caracterizaría por la ausencia de la

    lucha

      de

      clases.

      Los

      hechos

      se

      encargaron

      de di-

    sipar estas ilusiones.

    Estas tesis  han  hecho mucho daño, porque

    han  permitido encubrir muchas veces  el  carácter

    antidemocrático de los regímenes neocolonialis-

    tas,  que

      se

      presentaban como partidarios del so-

    cialismo .

    La

      confusa

      ideología de ciertos dirigentes

      pro-

    gresistas

      condujo a una apreciación errónea del

    papel  de las  masas trabajadoras, papel  que es de-

    te rminante

      p ara la preservación de las conquis-

    tas  revolucionarias.  Así es  como  se  minimizó  la

    función  de la clase obrera, a la que se consi-

    deraba una clase privilegiada en comparación

    con  la  gran masa

      de

      campesinos  pobres,

      y así

    es   t amb ién como  se  desconfió  de los  sindicatos.

    Esta

      fal ta  de

      atención

      o

      esta renuncia

      a exa-

    minar los problemas de la   lucha  de  clases  es

    lo   que más ha perjudicado al movimiento

      pro-

    gresista

      y

      revolucionario africano.

      Eso ha

      sido

    lo   que ha  impedido  la  creación  o ha  frenado  el

    desarrollo  de

      verdaderos partidos

      de

      vanguardia ,

    realmente

      democráticos, capaces de asegurar la

    dirección revolucionaria  en las  organizaciones  de

    masas  y de formar ideológicamente a los

      mili-

    tantes .

    Los   golpistas  y sus  amos neocolonialistas  se

    habr ían  roto

      lo s

      dientes

      de

      haber tenido

      que en-

    frentarse  con

      organizaciones

      de

      vanguardia com-

    puestas de militantes  instruidos  en las teorías

    científicas  del socialismo, probados a través de

    lo s

      sacrificios

      hechos  por la  causa revolucionaria

    y  ligados a las grandes masas obreras y

      c a m p e -

    sinas.

    Es  evidente  que  también  se  cometieron otros

    errores, como

      son el

      culto

      a la

      personalidad,

      la

    desmesurada confianza  de  ciertos dirigentes  en

    su   popularidad,  lo s  métodos autoritarios,  las

    combinaciones oscuras.

    En suma,

      allí

      donde se han producido los gol-

    pes el

      ejército

      se ha  hecho  con el  Poder.

    El  ejército  no ha  jugado en  todos  sitios  el  mis-

    m o  papel, pero  el  proceso  de  putrefacción  del

    ejército  es con

      frecuencia

      el  m i s mo .

    Estos ejércitos han estado

      insuficientemente

      li -

    gados

      a las

      masas populares

      y mal

      controlados

    por el Estado; aceptaron en sus

      filas

      importantes

    contingentes

      de

      connacionales

      que

      habían  servi-

    do en el  ejército colonial. Muchos  dé sus

     ofi-

    ciales  se  formaron  en las  escuelas  militares  de l

    imperialismo  y seguían fuertemente influencia-

    dos

     por los

      consejeros técnicos

     occidentales.

      Mor-

    dían

      el  anzuelo  que les  lanzaban  lo s  agentes

    secretos  del imperialismo, excitando sus ambi-

    ciones personales, organizando  en  clubes  de  du -

    doso carácter encuentros  con  personajes

     corrom-

    pidos  del  antiguo régimen  o con  reaccionarios  de

    los países vecinos.

    Resumiendo,  podemos decir que  los golpes mi-

    litares

      han proporcionado al  neocolonialismo  más

    facilidades

      para actuar  en  África. Cada  uno de

    esos golpes tiene que ser considerado  como  una

    batalla  perdida por el

      movimiento

      progresista

    v

      revolucionario africano,

      como

      un  retroceso  del

    movimiento,  lo  cual  hay que  reconocer

      plena-

    mente,

      sin

      olvidar,

      a

      la

      vez,

     lo

      esencial:

      de un

    lado,

      que el

      movimiento

      general de los pueblos

    marcha hacia su liberación total y hacia el so-

    cialismo,

      y,

      de

      otro,

      que el declive del imperia-

    lismo prosigue,

      a

      pesar

      de su

      agresividad,

      y

      esto

    nos   impone  el  deber sagrado  de  intensificar  la

    lucha contra  el  imperialismo  en sus  nuevas

     for-

    mas.

      Es  preciso hacer saltar  las  posiciones logís-

    ticas  y  estratégicas  del  imperialismo, denunciar

    las  condiciones militares impuestas

      por el

      impe-

    r ia l ismo  a  ciertos Estados,  dar un  carácter  na-

    cional  a los  ejércitos africanos, desarrollar  y

    consolidar el  neut ra l ismo

      positivo de

      nuestro

    continente.

    El

      imperialismo, que se ha percatado

      bien

      de

    la importancia  que  tiene  el  patriotismo  en la lu-

    cha de

      liberación

      nacional ,

      no ha

      vacilado

      en

    crear seudo-Estados sobre

      la

      base

      de

      corporacio-

    nes

      adm inistrat ivas impuestas

      por la

      fuerza

      a

    países ya

      const i tuidos.

      A sí

      fueron dispersadas

    grandes  naciones,  surgieron Estados  de  configu-

    raciones aeométricas.  se  consolidó  la  división tri-

    bal.

    I V

    Hemos intentado demostrar

      el

      peligro

      del

      neo-

    colonialismo y su carácter profundamente anti-

    africano,  antin acion al y antipopular. E n efecto,

    África  está  en  peligro porque  el  imperialismo  no

    renuncia  a la  agresión,  y es  preciso  hacer  cons-

    tar que

      dispone

      de

      numerosas posibilidades

      de

    acción  en

      diversos  terrenos,

      y que

      sería irrealista

    no

      tomar  esto  en  consideración.

    Pero

      este

      peligro puede evitarse.

    Ante  todo, es preciso apelar a las grandes tra-

    diciones  de  lucha  antiimperialista de los pueblos

    africanos  y  desenmascarar  al  neocolonialismo,

    que se presenta  como  inofensivo. Este  trabajo  de

    esclarecimiento sólo puede

      ser

      facilitado

      por la

    proletarización

      de las

      masas africanas,

      en con-

    tacto directo con el enemigo de clase

      y

      el

     ene-

  • 8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967

    13/112

    EL  N E O C O J L O N I A L I S M O  EN AFBICA

     

    migo nacional. Este principio traza  la  línea  de

    conducta

      de los

      movimientos  progresistas,

      de los

    partidos obreros

      y de las

      organizaciones sindica-

    les de

      África.

    El  t rabajo  de  denuncia  del  neocolonialismo

    realizado

      en estos últimos años no siempre dio

    resultados

      eficaces porque

      la

      experiencia histó-

    rica de África en esta materia  era in suficien te. Y

    sabemos

      que la

      conciencia

      y la

      sagacidad

      de las

    masas maduran gracias

      a la

      experiencia históri-

    ca.

    Actualmente se tiene ya la suficiente experien-

    cia de

      lucha contra

      el

      neocolonialismo para com-

    prender cuál

      es su

      naturaleza,

      y

      señalamos

      co n

    satisfacción  los grandes avances que se han he-

    cho en la conciencia de ciertos pueblos, bien sea

    porque

      han

      extraído enseñanzas

      de su

      propia

    experiencia o  porque  han asim ilado las ense-

    ñanzas

      de los pueblos vecinos.

    Además, nuestro continente tiene

      en sus ma-

    nos una buena carta de tr iunfo: la independen-

    cia de

      nuestra clase obrera

      y su

      liberación

      de la

    dependencia

      que la

      CIOSL

      ha pretendido impo-

    ner  al proletariado

      africano.

      En esto reside la

    garant ía  del

      desarrollo

      ideológico y

      revoluciona-

    rio.

    Al mismo tiempo, hay que hacer constar que

    la  un idad

      sindical africana está

      lejos  de

      haberse

    consumado.  La Federación Sindical Panafricana

    nació

      en

      momen tos

      de

      auge

      del

      mov imien to

      de

    liberación  y de las  fuerzas  m ás  progresistas  de

    ciertos países

      africanos,

      auge

      que

      di o

      vida

      al

    Pacto

      de

      Casablanca. Pero

      el

      movimiento obrero

    de

      estos países,

      de

      escasa autonomía,

      no

      pudo

    realizar  co n  flexibilidad  su

      política porque

      cier-

    to s  gobiernos  del  grupo  de  Casablanca cambia-

    ron su rumbo, y a raíz de entonces se observa un

    cierto

      inmovilismo en el trabajo de esta  central

    a escala del continente.

    A la

      vez,

      los

      sindicatos cristianos, paralela-

    mente

      a su

      labor

      de

      proselitismo religioso, pro-

    pagan tesis  anturevolucionarias.  En ligazón con

    su s  homólogos reformistas  o  reaccionarios  eu -

    ropeos, en contacto con las llamadas misiones re-

    ligiosas

      de

      Europa

      y de

      Estados Unidos,

      que de

    hecho son neocolonialistas [en África hay alre-

    dedor de 7.300  misioneros norteamericanos], per-

    sisten en su

      obra

      de

      división

     y de

      neutralización

    de las  fuerzas  obreras.

    Por  consiguiente,

      en el

      plano sindical queda

    por hacer un gran

      trabajo

      que sólo podrá tener

    éxito a condición de que se cumpla totalmente

    ¡a  doble tarea  de  desarrollar  la  combatividad  en

    el  interior  y de  ampliar  la  unidad  a  escala  de

    todo

      el

      continente africano.

    Las

      formas

      de  organización sindical  en  Áfri-

    ca ya no

      corresponden

      a las

      necesidades reales,

    pues abarcan

      m uy

      poco

      al

      campesinado

      y no

    tienen

      en

      cuenta

      que la

      clase obrera está llama-

    da a desarrollarse en grandes proporciones de-

    bido  al  éxodo  rural  y a la  industrialización  que

    pese  a  todo está  teniendo

      lugar.

    La

      historia demuestra que,

      al

      igual

      que el co-

    lonialismo  clásico,  el  neocolonialismo  se  apoya

    sobre todo  en las

      capas

      más retrógradas, a las

    que los

      colonialistas

     han

      investido

      de

     poder  arti-

    ficial:

      jefes de tribu, feudales, dirigentes reac-

    cionarios.

    Así, pues,

      la  lucha contra  el  neocolonialismo

    debe  completarse  y

      reforzarse

      con la  lucha pon-

    tica

      y de  clase contra  los  privilegiados, agentes

    del  neocolonialismo.

    Esta lucha podrá triunfar

      si la

      unidad

      se

      rea-

    liza

      en el

      plano nacional

      de

      cada país

      y a es-

    cala continental.

    Hasta

      la

      fecha,

      se han

      hecho intentos

      de al-

    canzar  la unidad interestatal, que no han dado

    los

      resultados esperados  por  razones  que no va-

    m os

      a

      analizar detalladamente aquí,

      pero

      en las

    que sí está patente la mano del neocolonialismo.

    Nos  referimos particularmente  a los  fracasos  del

    grupo

      de

      Casablanca,

      a las

      dificultades actuales

    de

      la

      Organización

      de la

      Unidad Africana

      y a

    los  problemas de la Liga  Árabe,  que conciernen

    a

      muchos

      países

      africanos.

    Consideramos  que  la  causa  de  esta desunión

    en la  lucha contra  el  neocolonialismo reside  en

    la

      insuficiente influencia

      de las

      fuerzas

      progre-

    sistas  sobre  los  gobiernos  y en las  estructuras  n o

    democráticas

      que

      permiten

      a

      ciertos gobiernos

    ignorar  los

      puntos

      de  vista  y las  reivindicacio-

    nes populares.

    En efecto, es

      difícil

      suponer que un

      gobier-

    no  pueda aplicar  con  eficacia  una  política exte-

    rior antiimperialista

      si no

      lucha

      co n

      firmeza

      y

    decisión

      contra  el  imperialismo

      dentro

      del  pro-

    pio país. Por tanto, las fuerzas revolucionarias y

    progresistas

      de

      cada país deben obligar

      a sus

    gobiernos

      a aplicar una política antiimperialista

    consecuente

      que

      abra

      la s

      perspectivas indispen-

    sables de la unidad antiimperialista africana.

    El

      problema

      de la

      unidad

      de las

      fuerzas

      re-

    volucionarias  y

      progresistas africanas está

      plan-

    teado. Ahora

      se  hace

      indispensable pasar

      a las

    tareas concretas,

      a

      realizar,

      a

      reforzar,

      a

      elevar

    esta  unidad para afianzar la solidaridad afri-

    cana, para perfeccionar

      la

      comprensión

      de los

    problemas

      y los

      medios

      de

      lucha.

      A l

      mismo

    tiempo,

      es  necesario

      guardarse

      de

      cometer cier-

    ta s

      imprudencias  que  puedan  ser  interpretadas

    como

      ingerencias  en los

      asuntos internos

      de

      otros

    países y perjudicar, en definitiva,

     la

      lucha antiim-

    perialista   y la  unidad afr icana.

    La  solidaridad africana, ya  ahora mismo, pue-

    da y debe realizarse, de una manera apreciable

    y útil, en favor de nuestros hermanos que lu-

    chan contra  la  ocupación directa  o que son  víc-

    t imas

      de

      diversas maniobras

      del

      neocolonialis-

    mo.

    A los pueblos de las colonias portuguesas y

  • 8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967

    14/112

    12

    A L I  T A T A

    de  África  de l  Sur,  de la  Guinea «española»  y

    de  Somalia «fran cesa»  hay que  prestarles  un

    apoyo incondicional, político y material.

    Hay que  tomar medidas severas contra Por-

    tugal,  por  ejemplo prohibirle  la  utilización  de

    los  puertos.

    En

      África

      del Sur se

      tiene

      que

      prestar apoyo

    a los  pueblos africanos oprimidos  por la

      mino-

    rí a  blanca racista. Este apoyo debe  se r

      constante

    y

      en todas las formas que los casos requieran.

    Es  indispensable contribuir  co n  todos  los  medios

    posibles

      al sucesivo aislamiento del Gobierno de

    la República Sudafricana  y  ayuda r  a que  rom-

    pan los contactos con ella aquellos países que

    hoy  están ligados  a la  m i s m a  por  razones eco-

    nómicas  y  sociales.

    Sobre todo

      es

      indispensable denunciar cada

    vez  m ás  ampliamente  el  papel  de  Estados Uni-

    dos en la

      economía

      de

      África

      del Sur y su

    apoyo

      a la

      política colonial

      de

      Por tugal

      y de

    España.

    L a

      denuncia

      del

      imperialismo norteamericano

    en las  cuestiones  de l  colonialismo  y del  racismo

    virulento,

      por su

      ingerencia

      en los

      asuntos

      de

    América Latina,

     por su

      agresión contra  Vietnam,

    por sus maniobras neocolonialistas en África, por

    sus envíos de armamento a Israel contra el pue-

    blo palestino y otros pueblos árabes, por sus

    tentativas  de  concertar pactos contrarrevolucio-

    narios debe  ser un  leit-motiv

      constante,

      un a  con-

    signa  inalterable  y el  llamamiento  permanente  a

    la  lucha

      y a la

      vigilancia.

    Desde  la  terminación  de la  Segunda Guerra

    Mundia l en

      África

     se han

      producido cambios his-

    tóricos  y  decisivos,  y aún

      conocerá

      t r ans fo rma-

    ciones

      mucho  mayores,

      en

      plazos

      que

      podrán

      ser

    acortados si las  fuerxas  revolucionarias y pro-

    gresistas africanas crean

      un

      frente único,

      a

      esca-

    la nacional y continental, en colaboración con

    el movimiento obrero mundia l

      y con el

      apoyo

    del

      mundo socialista.

    Cerremos nuestras

      filas

      frente

      al

      enemigo

      co-

    m ú n ,  el  neocolonialismo.

      Cerremos

      filas

      en  tor-

    no a los

      bastiones africanos

      de la

      revolución

    frente

      a la agresión neocolonialista. Todas las

    fuerzas

      revolucionarias

      y

      progresistas africanas

    deben prestar

      el

      apoyo necesario

      a

      estos bastio-

    nes .

    ¡Triunfaremos merced  a  nues t ra  lucha  y a

    nuestra  unión

  • 8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967

    15/112

    E T A P A

      A C T U A L

    de  la

      lucha  antiimperialista

    en

      África

    África  se nos ofrece  hoy como  el campo  en que

    se   libra  un  encarnizado combate contra  el

      viejo

    y  el nuevo colonialismo. Ya no es una parte

      de l

    m u n d o  aislada, pues los pueblos han conseguido

    romper  el  telón  de  acero  con que las  potencias

    imperialistas  los habían rodeado en los últimos

    años del siglo pasado. El movimiento revolucio-

    nario africano ha salido a la palestra  mund i a l :

    nuestro

      continente está

      hoy

      ampliamente repre-

    sentado

      en la  Organización de las Naciones

      Uni_

    das, tiene estrechos vínculos con los países no

    alineados

     y ha establecido contacto con la  mayo_

    ría de los Estados del mundo. La voz de

      África

    es

      cada

      vez más

      perceptible

      en el

      campo inter-

    nacional.

      La

      revolución

      que se

     está desarrollando

    en   tierras africanas  ha  pasado  a  formar parte  de

    la  lucha

      revolucionaria mundial  y  está

      enfilada

    esencialmente contra

      el

      imperialismo, contra

      el

    viejo

      colonialismo  y el  neocolonialismo,  contra

    ¡as  bases militares imperialistas  y  racistas,

     con-

    tra el  atraso,  la  fragmentación nacional  y la

    explotación.

    Una de las tareas de la revolución africana en

    la etapa actual  es  crear  sociedades libres  con

    una  economía nacional desarrollada que utilice

    la  tecnología más moderna y lleve a estos

     paí-

    ses  a la senda del socialismo. Cualquier intento

    de separar la revolución africana del movimien-

    to

      progresista mundial,  de  tendencias socialistas,

    es   antinatural y absurdo, está en pugna con la

    realidad  viva, va contra la corriente de la his-

    toria  mundial y se halla  en  contradicción  con los

    intereses  y la  lucha  de los  pueblos  africanos.

    La revolución  africana  está

      estrechartiente

    unida a la

      lucha

      de los

      pueblos

      de

      Asia

      y Amé-

    rica

      Latina contra

      los

      mismos enemigos

      y por

    los  mismos fines.  No se debe al azar que los re-

    LOTFI

      EL  -

      HOLI,

    director de la revista

      At-Talia

    presentantes de los  pueblos  de  estos tres

     con_

    tinentes  —donde

      el

      viejo

      y el nuevo imperia-

    l ismo  tienen

      las

      posiciones

      más

      sólidas

      y

      donde

    se  libra  una  lucha particularmente encarnizada

    contra

      el

      atraso económico

      y social— se

      hayan

    reunido en  múltiples ocasiones  y a  distintos  ni-

    veles  [la

      reunión

      de

      B a nd ung

      en  1955, la Con-

    ferencia

      de Solidaridad de los pueblos de Asia

    y  África, reunida por primera vez en El Cairo

    en

      diciembre

      d,

    e

      1957,

      y la Conferencia

     Tricon.

    t inental  de Cuba del pasado

      año].

    El

      hombre africano

      de la

      calle comprende

    muy  fácilmente,  por ejemplo, que la agresión

    norteamericana   en  Vietnam constituye  una  agre-

    sión

      de la que  también  es  víctima  él  mismo  al

    igual  que el pueb o del Congo [Kinshasa] o los

    oueblos

      de

      Cuba

      y la

      República Dominicana.

    T a m b i é n  comprende perfectamente que la

     glo-

    riosa  guerra de liberación que se está desarro-

    l lando

      en  Angola ,  Mozambique  y la  Guinea

    "portuguesa" tiene el mismo carácter que la

    guerra  de  Vietnam  o que el  movimiento  de li-

    beración  del Sur de la  Península Arábiga.  De

    igual  modo se da cuenta de que los Estados co-

    lonialistas  que con la ayuda de la reacción local

    han   exportado la contrarrevolución al Congo

    C  Kinshasa]  en  1960—1961  v a  Ghana  en fe-

    brero

      de

      1966,

     son los

      mismos

      que han

      expor-

    tado  la contrarrevolución a la República

     Ara_

    be

      del

      Yemen tras

      la

      revolución

      de

      1962

     y a

    Siria  después de haberse negado este país a

     con-

    vertirse  en una  bas?  de la agresión en  1958 con-

    tra el pueblo irakí.

    La Revolución de Octubre de

      1917

      en Rusia,

      as nuevas revoluciones socialistas

     y as

     revolucio-

    nes

      progresistas de liberación nacional han ido

    contrayendo sin  cesar  la  esfera  en que  desarro_

  • 8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967

    16/112

    14

    1.OTFI  EL-HOLI

    liaban  su explotación los monopolios  imperia-

    listas.  Estas revoluciones brindaron  a los  países

    liberados

      la

      posibilidad

      de

      emprender

      la

      solu-

    ción  del  problema  de la  industrialización,  de

    implantar  el  control

      sobre

      los  recursos nacio_

    nales.  Los  países emancipados establecieron  re-

    laciones comerciales

      y

      económicas

      con los Es-

    tados socialistas,  a los que hoy día  corresponde

    aproximadamente el 38% de la producción mun

    dial.

    La  competencia económica  ha  obligado  al

    imperialismo  a  concentrar  sus esfuerzos  en  Áfri-

    ca,  para  explotar  al  máximo  los  recursos  de

    este continente;  la  mano  de  obra barata,  las  fér-

    tiles tierras  y los  inmensos recursos naturales.

    Esta

      es la

      razón

      de que

      África

      se

      haya conver-

    tido en palestra de agudos y directos choques

    entr

    e

      las  fuerzas nacionales revolucionarias  y

    las

      potencias imperialistas.  Ello  nos da, tal vez,

    la

      «explicación

      del enconamiento y 3a

      cpm_

    plejidad  de la lucha en África, de la diversidad

    de  sus  métodos  y  procedimientos.  Tenemos  que

    luchar  al  mismo tiempo contra  el  neocolonia-

    lismo y

      contra

      el  viejo imperialismo.

    Son los  propios pueblos  los  que, partiendc

    de la

      situación

      reaL  y de las  condiciones

      con-

    cretas y en dependencia de su nivel de  desarro_

    lio

      y de la  naturaleza  de su  enemigo principal,

    determinan

      las

      vías,

      los

      métodos

      y los

      procedL

    mientes

      de la

      lucha.

      En el

      cuadro

      del

      amplio

    frente  africano,  el  movimiento armado  de li-

    beración

      y los

      movimientos

      de

      resistencia

      a los

    regímenes  racistas  con  métodos pacíficos  y no

    pacíficos

      colaboran entre  sí v  establecen alian-

    zas

      a fin de acabar con el dominio de los mo-

    nopolios, encabezar  la  lucha  por el  desarrollo

    social,  llevar

      a sus

      países

      al

      socialismo

      por la

    senda  del  desarrollo progresista  y  coordinar  la s

    acciones de los revolucionarios en una serie

    de   Estados libres y progresistas.

    La revolución africana se enfrenta a la reali-

    dad

      del

     subdesarrollo

      del

     continente

      en un

      mun-

    do que está cambiando y desarrollándose con

    una celeridad sin precedentes. Al acometer el

    intento

      de

      desarrollar

      su

      economía nacional

      v

    su s  recursos de acuerdo con las exigencias de

    la época actual. África se ve abocada a la op_

    ción histórica  de uno de  estos  dos  caminos:  el

    camino  del  capitalismo tradicional  o el  camino

    del

      desarrollo

      no

      capitalista,

      que

      conduce

      al so-

    cialismo.

    La  propia vida  y la  experiencia inducen  a

    escoger  el  segundo camino,  el  cual  permite , sin

    ningún  género de dudas, aprovechar con

      m a y o r

    rapidez y

      eficacia

      la

      renta nacional

      en

      bene_

    ficio

      de

    1

      desarrollo.  Este  camino responde  ade-

    más a las exigencias de unos pueblos que du-

    rante  largo tiempo  han  sido sometidos  a una

    cruel explotación.

    Partiendo

      de las

      condiciones generales

      de la

    lucha antiimperialista  en  África  en la  etapa

    actual ,  sus características fundamentales pueden

    ser

      definidas

      en los

      siguientes términos:

    —   la  lucha  se  libra entre  los  revoluciona-

    rios

      y las  fuerzas antiimperialistas;

      la

      lucha

      se

      desenvuelve

      a

      distintos

      nive-

    les,

      por

      diferentes

      vías  y con diversos

      métodos,

    lo

      cual obedece

      a las

      distintas condiciones con-

    cretas,

      as í

      como

      a la

      distinta posición

      de las

    fuerzas  revolucionarias  f  imperialistas  en las

    diferentes  zonas  del  continente;

      el  método

      revolucionario

      antiimperialista

    africano  se  distingue  por un  nuevo rasgo:  la

    fusión   objetiva  en un  torrente único  de los  fines

    y  las  tareas  de ¡a  revolución nacional libera-

    dora y de la  revolución

      social,

      cuyas perspecti-

    vas

      son socialistas;

      la  revolución  africana  se  produce  en una

    época

      en que el

      socialismo

      es el

      factor

      deci-

    sivo  de la  contemporaneidad  y las  ideas socia-

    listas  tienen  una  enorme fuerza  de  atracción

    para

      las más  amplias  capas  sociales  y en que

    la  revolución nacional-liberadora  se  extiende  n o

    sólo

      a

      África,

      sino

      también

      a

      Asia

      y a

     Amé-

    rica  Latina.

    II

    La  conquista

      de la

      independencia

      por 39

    países

      no ha  librado  a  África  de la  explotación

    imperialista.

      Al

      contrario,

      en

      algunos países

      y

    en  ciertos  aspectos ésta

      se ha

      hecho

      aún más

    despiadada.

      La  mísera  ayuda»

      bajo condicio-

    nes

      políticas  leoninas  y el control omnímodo

      de l

    capital

      monopolista

      en los  sectores decisivos

    de   la  economía  han  venido  a  sustituir  a los

    ejércitos

      de  ocupación.

    E incremento  de las  inversiones occidentales

    en África  ha ido acompañado de una multipli-

    cación de las agresivas bases militares. Así, por

    ejemplo. E  " /n idos

      tienen bases aéreas

      y

    navales en  Marruecos,  Libia.  Liberia ,  Etiopía y

    algunos

      otros

      países.

    El  imperialismo  norteamericano

      interviene

      en

    forma

      brutal  contra  los  movimien tos  nacional-

    liberadores.

      Esta  intervención  alcanzó su punto

    culminante  en las  acciones contra  el  Congo

    -?asa].  Los

      imperialistas

      yanquis  urden

    eolpe

  • 8/20/2019 Revista Internacional - Nuestra Epoca N°1 - Enero 1967

    17/112

    E T A P A  ACTUAL,  DE

      L A

      L U C H A

      A N T I I M P E R I A L I S T A E N

      ÁFRICA

     5

    económicos,  políticos,  militares  e  ideológicos.

    Estos métodos

      y

      estos recursos descansan

      en los

    vínculos económicos,  principalmente en las «re-

    laciones

      económicas especiales»,

      los

      créditos

      y

    las  inversiones.

    El  comercio

      exterior

      de

      numerosos  países

    africanos

      nos.proporciona

      un_a clara ilustración

    de

      lo que

      representan

      en sí

      estas «relaciones