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LA SOCIEDAD DEL ESPECTÁCULO Guy Debord

Sociedad Del Espectaculo

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Sociedad Del Espectaculo

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  • L A S O C I E D A D D E L

    E S P E C T C U L O

    G u y D e b o r d

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  • 1 E dic in: Marzo de 20062 E dic in: Febrero de 2007

    Escrito originalmente en 196 4. Publicado por primera vez en 1967 . Difundido durante el Mayo Francs (196 8).

    Fu ente: www.sindominio.com

    La reproduccin total o parcial de este libro en forma idntica, modificada, o parecida esto es, plagio escrito a mquina por el sistema multigraph, mimegrafo, impreso y dems yerbas, no autorizadas por los editores, viola derechos naturales del orden burgusNo obstante, se reconoce que estos derechos irreales son los que obstaculizan la libre circulacin de informacin y se acta en fun-cin de transformar esta realidad: entonces la reproduccin total o parcial de este libro y todo el conjunto de tcnicas colectivas que se han aplicado en su produccin no est prohibida sino alentada y apoyada sobretodo cuando aporte a la revolucin social por una sociedad mejor sin explotados ni oprimidos.

    Kolectivo Editorial Ult imo RecursoRosario Santa Fe ArgentinaHecho en el depsito

    Impreso en Rosario, Argentina.3

  • Prlog o a la Cua rta edic i n ita lia na

    Este texto, aparecido como prefacio a la traduccin ita-liana de Paolo Salvadori (Vallecchi, Florencia, 1979) y que en su momento provoc intensas reacciones en Ita-lia, es ya un clsico del anlisis de la poltica terrorista en la sociedad del espectculo, pero no por ello ha perdido vigencia el contenido de su denuncia. Algunas de las te-sis aqu expuestas son analizadas ms en detalle por Gianfranco Sanguinetti en Sobre el terrorismo y el Esta-do. La presente traduccin de Luis A. Bredlow completa la reedicin de Comentarios a la sociedad del espectcu-lo (Barcelona, Anagrama, 1999) bajo una traduccin di-ferente a la publicada por esa editorial en 1990.

    De este libro, publicado en Pars a fines de 1967, han aparecido ya traducciones en una decena de pases. La ms de las veces, se pro-dujeron varias en una misma lengua, por editores que competan; y casi siempre fueron malas. Las primeras traducciones fueron in-fieles e incorrectas en todas partes, con la excepcin de Portugal y quizs de Dinamarca. Las traducciones publicadas en neerlands y en alemn son buenas a partir del segundo intento, aunque el edi-tor alemn en cuestin descuid en la impresin la correccin de una multitud de erratas. En ingls y en espaol habr que esperar el tercer intento para saber qu he escrito. No se ha visto, sin em-bargo, nada peor que en Italia, donde el editor De Donato publi-c, desde 1968, la ms monstruosa de todas, que no fue mejorada ms que parcialmente por las dos traducciones rivales que siguie-ron. Por lo dems, en aquel momento Paolo Salvadori fue a ver en

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  • sus despachos a los responsables de aquel desafuero, los golpe y les escupi literalmente a la cara: pues tal es naturalmente, la ma-nera de actuar de los buenos traductores cuando encuentran a los malos. Esto es lo mismo que decir que la cuarta traduccin italia-na, hecha por Salvadori, es por fin excelente. Esta incompetencia extrema de tantas traducciones que, excepto las cuatro o cinco mejores, no me fueron presentadas, no quiere decir que este libro sea ms difcil de entender que cualquier otro que jams haya merecido realmente ser escrito. Ese tratamiento tampoco est reservado en particular a las obras subversivas, acaso porque en este caso los falsificadores por lo menos no hayan de te-mer que el autor los demande ante los tribunales, o porque las inepcias aadidas al texto puedan favorecer las veleidades refuta-torias de los idelogos burgueses o burocrticos. No se puede me-nos que constatar que la gran mayora de las traducciones publi-cadas durante los ltimos aos, en cualquier pas que sea, e inclu-so tratndose de clsicos, estn pergeadas de la misma forma. El trabajo intelectual asalariado tiende normalmente a seguir la ley de la produccin industrial de la decadencia, conforme a la cual la ganancia del empresario depende de la rapidez de ejecucin y de la mala calidad del material utilizado. Desde que esa produccin tan resueltamente liberada de cualquier traza de miramientos para con el gusto del pblico ostenta en todo el espacio del mercado gracias a la concentracin financiera y, por consiguiente, a un equipamiento tecnolgico cada vez mejor, el monopolio de la pre-sencia no cualitativa de la oferta, ha podido especular cada vez ms descaradamente con la sumisin forzada de la demanda y con la prdida del gusto, que es momentneamente su consecuencia entre la masa de la clientela. Trtese de la vivienda, de la carne de vaca de criadero o de los frutos del espritu ignorante de un tra-ductor, la consideracin que se impone soberanamente es que a partir de ahora se puede obtener muy rpidamente y a menor cos-te lo que antes requera un tiempo bastante largo de trabajo cuali-ficado. Por lo dems es cierto que los traductores tienen poco mo-tivo para esforzarse por comprender el sentido de un libro y, sobre todo, por aprender antes la lengua en cuestin, cuando casi todos los autores actuales han escrito con tan manifiestas prisas unos li-bros que habrn pasado de moda dentro de tan breve tiempo.

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  • Para qu traducir bien lo que era intil escribir y que nadie va a leer? Por este lado de su peculiar armona el sistema espectacular es perfecto; se desmorona por todos lados. Esta prctica corriente de la mayora de los editores resulta, sin embargo, inadecuada en el caso de La sociedad del espectculo, que interesa a un pblico enteramente distinto y para otro uso. De una manera ms ntidamente delimitada que antes, existen distintas clases de libros. Muchos hay que ni siquiera se los abre; y pocos que se copian en los muros. Estos ltimos extraen su popu-laridad y su poder de conviccin precisamente del hecho de que las despreciadas instancias del espectculo no hablan de ellos o slo dicen de pasada alguna banalidad. Los individuos que habrn de jugarse la vida partiendo de cierta descripcin de las fuerzas histricas y de su empleo estn, por supuesto, ansiosos de exami-nar por s mismos los documentos en unas traducciones rigurosa-mente exactas. No cabe duda de que en las presentes condiciones de produccin supermultiplicada y de distribucin superconcen-trada de libros, la casi totalidad de los ttulos no conoce el xito o, con ms frecuencia, el fracaso sino durante unas pocas semanas que siguen a su publicacin. El grueso de la actual industria edito-rial funda sobre eso su poltica de la arbitrariedad precipitada y del hecho consumado, que bien les conviene a los libros de los que no se hablar ms que una vez y no importa cmo. Este privi-legio no existe aqu, y es del todo intil traducir mi libro deprisa y corriendo, puesto que la tarea ser siempre recomenzada por otros y las malas traducciones se vern sustituidas sin cesar por otras mejores. Un periodista francs que redact recientemente un grueso volu-men, anunciado como apto para renovar todo el debate de las ide-as, explic pocos meses despus su fracaso por el hecho de que, ms que ideas, le haban faltado lectores. Declar, por tanto, que estamos en una sociedad donde no se lee, y que si Marx publicase ahora El Capital, ira una tarde a explicar sus intenciones en algn programa literario de la televisin, y al da siguiente no se habla-ra ms del asunto. Ese divertido error delata muy a las claras el ambiente en que se origin. Evidentemente, si alguien publica en nuestros das un verdadero libro de crtica social, se abstendr se-

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  • guramente de ir a la televisin o a otros coloquios de esa clase, de manera que se hablar de l todava diez o veinte aos despus. A decir verdad, creo que no hay nadie en el mundo que sea capaz de interesarse por mi libro, salvo aquellos que son enemigos del orden existente y que actan efectivamente a partir de esta situa-cin. La certeza que tengo al respecto, bien fundada en teora, se ve confirmada por la observacin emprica de las pocas alusiones y crticas indigentes que ha suscitado entre quienes ostentan -o se estn esforzando por adquirir- la autoridad de hablar en pblico dentro del espectculo, delante de otros que callan. Estos diversos especialistas de apariencias de discusiones que se llaman todava, aunque abusivamente, culturales o polticas, han adaptado nece-sariamente su lgica y su cultura a las del sistema que los puede emplear, y no solamente porque han sido seleccionados por l, sino ante todo porque jams han sido instruidos por ninguna otra cosa. Entre quienes han citado el libro atribuyndose alguna im-portancia, no he visto hasta ahora ni uno solo que se haya atrevi-do a decir, siquiera sumariamente, de qu hablaba: en realidad, para ellos no se trataba sino de dar la impresin de que lo ignora-ban. Al mismo tiempo, todos los que le han encontrado un defec-to parecen no haberle encontrado otros, puesto que no han dicho de l nada ms. Pero cada vez el defecto preciso pareca suficiente para dejar satisfecho a su descubridor. Uno haba visto que el libro no abordaba el problema del Estado; otro haba visto que el libro no tena en cuenta la existencia de la historia; otro lo rechaz como un elogio irracional e incomunicable de la pura destruccin; otro lo conden por ser la gua secreta de la conducta de todos los gobiernos que se haban constituido desde su aparicin. Otros cin-cuenta llegaron inmediatamente a otras tantas conclusiones sin-gulares, dentro del mismo sueo de la razn. Y lo escribieran en peridicos, en libros o en panfletos compuestos ad hoc, todos em-pleaban, a falta de algo mejor, el mismo tono de impotencia capri-chosa. Por el contrario, este libro ha encontrado de momento sus mejores lectores, que yo sepa, en las fbricas de Italia. Los obreros de Italia, que hoy en da pueden servir de ejemplo a sus compae-ros de todos los pases por su absentismo, sus huelgas salvajes que no se dejan aplacar por ninguna concesin particular, su lcido rechazo del trabajo, su desprecio de la ley y de todos los partidos

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  • estatalistas, conocen el tema por la prctica lo bastante bien como para haber podido sacar provecho de las tesis de La sociedad del espectculo, aunque no hayan ledo ms que traducciones medio-cres. Las ms de las veces, los comentaristas han aparentado no com-prender a qu uso se poda destinar un libro que resulta imposible de clasificar en ninguna de las categoras de producciones intelec-tuales que la sociedad todava dominante se digna tener en cuen-ta, y que no est escrito desde el punto de vista de ninguno de los oficios especializados que ella alienta. Las intenciones del autor parecieron, por tanto, oscuras. Pero no tienen nada de misterioso. Clausewitz observ, en La campaa de Francia de 1815: "En toda crtica estratgica, lo esencial es colocarse en el punto de vista exacto de los actores; es cierto que eso es a menudo muy difcil. La gran mayora de las crticas estratgicas desapareceran por com-pleto o quedaran reducidas a nfimas diferencias de comprensin si los autores quisieran o pudieran situarse mentalmente en todas las circunstancias en las que se hallaban los actores." En 1967 quise que la Internacional Situacionista tuviera un libro de teora. La I.S. era en aquel momento el grupo extremista que ms haba contribuido al resurgimiento de la contestacin revolu-cionaria en la sociedad moderna; y era fcil ver que ese grupo que haba alcanzado ya su victoria en el terreno de la crtica terica y la haba perseguido hbilmente en el de la agitacin prctica, se estaba aproximando por entonces al punto culminante de su ac-cin histrica. Se trataba, pues, de que semejante libro estuviera presente en los tumultos que pronto sobrevendran y que habran de transmitirlo luego a la vasta continuacin subversiva que no podran menos de inaugurar. Se conoce la fuerte inclinacin que tienen los hombres a repetir intilmente fragmentos simplificados de teoras revolucionarias antiguas, cuyo desgaste se les oculta por el simple hecho de que no intentan aplicarlas a ninguna lucha efectiva por transformar las condiciones en las que verdaderamente se encuentran; de ma-nera que tampoco comprenden mucho mejor cmo esas teoras se podan emplear, con distinta fortuna, en los conflictos de otros tiempos. A pesar de eso, para quien examine framente la cuestin no puede caber ninguna duda de que quienes quieran realmente

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  • revulsionar una sociedad establecida deben formular una teora que explique fundamentalmente esa sociedad, o que por lo menos tenga visos de darle una explicacin satisfactoria. Una vez esa teo-ra se haya divulgado un poco, con tal que eso suceda en los en-frentamientos que turban el descanso pblico, e incluso antes de que haya sido exactamente comprendida, el descontento latente en todas partes se ver agravado y exasperado por la mera noticia vaga de la existencia de una condenacin terica del orden de las cosas. Y luego, cuando se empiece a librar con clera la guerra de la libertad, todos los proletarios pueden convertirse en estrategas. Una teora general calculada a este fin sin duda debe evitar, ante todo, que aparezca una teora visiblemente falsa; no debe expo-nerse, por tanto, al riesgo de quedar refutada por los aconteci-mientos. Pero tambin es preciso que sea una teora enteramente inaceptable. Es preciso que pueda declarar que el centro mismo del mundo existente es malo, ante la estupefaccin indignada de cuantos lo consideran bueno; debe haber descubierto su naturale-za exacta. La teora del espectculo satisface esos dos requisitos. El primer mrito de una teora crtica exacta es que enseguida hace que todas las dems parezcan ridculas. As en 1968, entre las otras corrientes que, en el movimiento de negacin por el cual se inici el declive de las formas de dominacin de estos tiempos, vi-nieron a defender su propio atraso y sus cortas ambiciones, ningu-na dispona de un libro de teora moderna, ni reconoca tan si-quiera algo de moderno en el poder de clase que se trataba de de-rribar; los situacionistas, en cambio fueron capaces de proponer la nica teora de la temible revuelta de mayo, la nica que daba cuenta de los nuevos agravios clamorosos que nadie haba nom-brado. Quien llora el consenso? Nosotros lo hemos matado. Cosa fatta capo ha. Quince aos antes, en 1952, cuatro o cinco personas poco reco-mendables de Pars haban decidido buscar la superacin del arte. Result que, por una feliz consecuencia de una marcha audaz por este camino, las viejas lneas de defensa, que haban quebrantado las precedentes ofensivas de la revolucin social se hallaban des-bordadas y rodeadas. Ah se descubri la ocasin de lanzar otra ofensiva. Esa superacin del arte es el "pasaje al noroeste" de la geografa de la verdadera vida, que tan a menudo se haba busca-

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  • do durante ms de un siglo, sobre todo a partir de la poesa mo-derna que se autodestrua. Los intentos anteriores, en los que tan-tos exploradores se perdieron, jams haban desembocado directa-mente en semejante perspectiva; probablemente porque todava les quedaba algo que devastar en la vieja provincia del arte, y so-bre todo porque la bandera de las revoluciones pareca antes enar-bolada por otras manos ms expertas. Pero esa causa jams haba sufrido una derrota tan completa ni haba dejado el campo de ba-talla tan desierto como en el momento en que nosotros vinimos a ocupar nuestro puesto en ese campo. Creo que recordar aquellas circunstancias es la mejor aclaracin que se puede aportar a las ideas y al estilo de La sociedad del espectculo. Y, en cuanto a esta cosa, si uno tiene a bien leerla, ver que los quince aos que dedi-qu a meditar la ruina del Estado no los pas durmiendo ni jugan-do. No hay que cambiar ni una palabra en este libro, en el cual nada se ha corregido, excepto tres o cuatro errores tipogrficos, a lo lar-go de una docena de reimpresiones que vio en Francia. Me enor-gullezco de ser un ejemplo, muy raro hoy en da, de alguien que ha escrito sin quedar desmentido enseguida por los acontecimien-tos; y no digo desmentido cien veces o mil veces, como los dems, sino ni una sola vez. No dudo de que la confirmacin que estn encontrando todas mis tesis ha de continuar hasta el final del siglo y an ms all. La razn es sencilla: he comprendido los factores constitutivos del espectculo "en el fluir de su movimiento, y por tanto sin perder de vista su lado perecedero", es decir, encarando el conjunto del movimiento histrico que pudo edificar este orden y que ahora est comenzando a disolverlo. A tal escala, los once aos transcurridos desde 1967, cuyos conflictos he conocido desde bastante cerca, no han sido ms que un momento de la continua-cin necesaria de lo que estaba escrito; aunque dentro del espect-culo mismo se llenaran con la aparicin y el relevo de seis o siete generaciones de pensadores, a cual ms definitivo. Durante este tiempo, el espectculo no ha hecho otra cosa que ajustarse ms exactamente a su concepto, y el movimiento real de su negacin no ha hecho ms que ir creciendo en extensin y en intensidad. Incumbi, en efecto, a la sociedad espectacular misma aadir algo que a este libro, segn creo, no le haca ninguna falta: unas prue-

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  • bas y unos ejemplos ms contundentes y ms convincentes. He-mos visto que la falsificacin se ha espesado y ha descendido hasta la fabricacin de las cosas ms triviales, como una bruma pegajosa que se acumula a nivel del suelo de toda la existencia cotidiana. Hemos visto que el control tcnico y policial de los hombres y de las fuerzas naturales aspira a lo absoluto, hasta la locura "telemti-ca"; un control cuyos errores van creciendo con la misma rapidez que sus medios. Hemos visto la mentira estatal desarrollndose en s y para s, habiendo olvidado su conflictivo vnculo con la ver-dad y la verosimilitud hasta tal punto que puede olvidarse a s misma y sustituirse de hora en hora, Italia ha tenido recientemen-te la ocasin de contemplar esta tcnica, en el caso del secuestro y asesinato de Aldo Moro, en el punto ms alto que jams haba al-canzado, pero que ser superado pronto, aqu o en otra parte. La versin de las autoridades italianas, agravada ms que enmendada por cien retoques sucesivos, y que todos los comentaristas se cre-yeron obligados a aceptar pblicamente, no ha sido creble ni un solo instante. Su intencin no era ser creda sino ser la nica en el escaparate, para luego ser olvidada, exactamente igual que un li-bro malo. Aquello fue una pera mitolgica con mucha tramoya, en la que unos hroes terroristas se transforman en zorros que cazan a su presa con trampas, en leones que no temen nada ni a nadie mien-tras la tengan en su poder, y en borregos que no sacan de ese gol-pe absolutamente nada que perjudique al rgimen que supuesta-mente estn desafiando. Se nos dice que tienen la suerte de habr-selas con la polica ms inepta del mundo, y que adems han lo-grado infiltrarse sin dificultad hasta sus ms altas esferas. Es una explicacin poco dialctica. Una organizacin sediciosa que pusie-ra a algunos de sus miembros en contacto con los servicios de se-guridad del Estado -a menos que los hubiera introducido ya mu-chos aos antes para que cumplieran lealmente su tarea hasta que llegara la gran ocasin de servirse de ellos-, debera contar con que sus manipuladores fueran a su vez manipulados de vez en cuando, y carecera, por tanto, se esa olmpica certeza de impuni-dad que caracteriza al jefe del estado mayor de la "brigada roja". Pero el Estado italiano lo explica mejor, con la aprobacin unni-me de quienes lo defienden. Pensaba, como cualquier otro, infil-

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  • trar a unos agentes de sus servicios especiales en las redes terroris-tas clandestinas, donde enseguida les resulta muy fcil asegurarse una rpida carrera que los lleva hasta la direccin, ante todo ha-ciendo caer a sus superiores, como hicieron, por cuenta de la Oj-rana zarista, Malinovski, quien enga incluso al astuto Lenin, o Azev, quien una vez situado a la cabeza de la "organizacin de combate" del partido socialista revolucionario llev la maestra hasta el punto de hacer asesinar l mismo al primer ministro Stolypin. Una sola coincidencia desafortunada vino a entorpecer la buena voluntad del Estado: sus servicios especiales acababan de ser disueltos. Hasta ahora ningn servicio se ha disuelto como se disuelve, por ejemplo, la carga de un buque petrolero gigante en las aguas costeras o una parte de la produccin industrial moderna en Seveso. Aquel servicio cambi simplemente de nombre, con-servando sus archivos, sus soplones y sus enlaces. El caso es que en Italia el Servicio de Informacin Militar (SIM) del rgimen fas-cista, famoso por los actos de sabotaje y los asesinatos que perpe-tr en el extranjero, bajo el rgimen cristianodemcrata se haba convertido en Servicio de Informacin de Defensa (SID). Por lo dems, cuando se program por ordenador una especie de doctri-na-robot de la "brigada roja", lgubre caricatura de lo que supues-tamente uno piensa y hace si preconiza la desaparicin de este Es-tado, un lapso del ordenador -pues hasta tal punto es verdad que esas mquinas dependen del inconsciente de quienes las progra-man- hizo que al nico pseudoconcepto que la "brigada roja" vie-ne repitiendo mecnicamente se le atribuyeran aquellas mismas siglas del SIM, que esta vez queran decir "Sociedad Internacional de las Multinacionales". Ese SID, "baado de sangre italiana", tuvo que ser disuelto recientemente porque, como el estado reconoce post festum, era este organismo el que desde 1969 haba perpetra-do directamente, la ms larga serie de matanzas que se atribuan, segn las estaciones del ao, a los anarquistas, a los neofascistas o a los situacionistas. Ahora que la "brigada roja" est haciendo exactamente el mismo trabajo, y por una vez al menos con una eficacia operativa muy superior, evidentemente no la puede com-batir porque est disuelta. En un servicio secreto que merezca ese nombre tambin la disolucin es secreta. As que no se puede dis-tinguir qu proporcin de sus efectivos ha sido destinada a un ho-

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  • norable retiro, qu otra ha sido asignada a la "brigada roja", o tal vez prestada al sha de Irn para incendiar un cine de Abadn, y qu otra ha sido discretamente exterminada por un Estado proba-blemente indignado al saber que a veces se haba ido ms lejos de lo que estaba mandado, y del que se sabe que jams vacilar en matar a los hijos de Bruto para hacer respetar sus leyes, desde que su negativa intransigente a considerar ni la menos concesin para salvar a Moro ha dado en fin la prueba de que posea todas las fir-mes virtudes de la Roma republicana. Giorgio Bocca, que pasa por ser el mejor analista de la prensa ita-liana y que en 1975 fue el primero en dejarse engaar por el In-forme verdico de Censor, arrastrando enseguida el mismo error a la nacin entera, o cuando menos a aquel estrato cualificado que escribe en los peridicos, no se dej desalentar del oficio por esa desventurada demostracin de su estolidez. Tal vez sea para su bien que sta haya quedado comprobada entonces por tan cient-fico experimento, pues de lo contrario se podra estar enteramente seguro de que fue por venalidad o por miedo por lo que escribi, en mayo de 1978, su libro Moro, una tragedia italiana, en el cual se apresura a tragarse todas las mistificaciones que se haban pues-to en circulacin, sin perderse ni una, para volver a vomitarlas acto seguido y declararlas excelentes. Un slo instante se permite mencionar el meollo de la cuestin, aunque naturalmente vol-vindolo del revs, cuando escribe lo siguiente: "Hoy en da las cosas han cambiado; respaldadas por el terror rojo, las franjas obreras extremistas pueden oponerse o tratar de oponerse a la po-ltica sindical. Quien haya asistido a una asamblea obrera de una fbrica como la de Alfa Romeo de Arese habr visto que el grupo de los extremistas, que no cuenta ms de un centenar de indivi-duos, es sin embargo capaz se colocarse en primera fila y gritar acusaciones e insultos que el partido comunista tiene que sopor-tar." Que los obreros revolucionarios insulten a los estalinistas y obtengan el apoyo de casi todos sus compaeros, eso es lo ms normal que hay en el mundo, puesto que quieren hacer una revo-lucin. Acaso no saben ellos, instruidos por una larga experien-cia, que la condicin previa es expulsar de las asambleas a los esta-linistas? Por no haberlo podido hacer fracas la revolucin en Francia en 1968 y en Portugal en 1975. Lo insensato y odioso es

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  • pretender que esas "franjas obreras extremistas" puedan alcanzar ese estadio necesario porque estuvieran "respaldadas" por los te-rroristas. Todo lo contrario es cierto: un gran nmero de obreros italianos ha escapado del encuadramiento de la polica sindical-es-talinista, y ste es el motivo por el cual se ha puesto en marcha a la "brigada roja", cuyo terrorismo ilgico y ciego no puede ser ms que un estorbo para ellos; los mass media aprovechan la ocasin para reconocer en sta, sin la menor duda, a su destacamento de avanzada y a sus inquietantes dirigentes. Bocca insina que los es-talinistas se ven forzados a soportar los insultos, que tanto han he-cho por merecer desde hace sesenta aos en todas partes, porque estn fsicamente amenazados por los terroristas que la autonoma obrera tiene supuestamente en reserva. Eso no es ms que una boccazada particularmente cochina, porque todo el mundo sabe que hasta aquel momento, y aun mucho despus, la "brigada roja" se haba abstenido cuidadosamente de atacar personalmente a los estalinistas. No elige el azar de sus periodos de actividad, ni escoge a las vctimas a su antojo, por mucho que se esfuerce por dar esa impresin. En semejante clima, se observa inevitablemente el cre-cimiento de una franja perifrica de un terrorismo sincero y de bajo nivel, ms o menos vigilado y tolerado por el momento como un vivero en el cual se puede siempre pescar por encargo a algu-nos culpables para servirlos en bandeja; pero la "fuerza de choque" de las intervenciones centrales no puede menos de estar compues-ta por profesionales, y cada detalle de su estilo lo confirma. El capitalismo italiano, y su personal gubernamental con l, se ha-lla dividido ante la cuestin del empleo de los estalinistas; cues-tin efectivamente vital y eminentemente incierta. Ciertos secto-res modernos del gran capital privado estn o han estado resuelta-mente a favor; otros, apoyados por muchos administradores del capital de las empresas semiestatales, se muestran ms bien hosti-les. El personal dirigente del Estado goza de una amplia autono-ma de maniobra, ya que las decisiones del capitn priman sobre las del armador cuando el barco se est hundiendo; pero ellos mis-mos estn divididos. El porvenir de cada clan depende de la ma-nera como sabr imponer sus razones, demostrndolas en la prc-tica. Moro crea en el "compromiso histrico", es decir, en la capa-cidad de los estalinistas de quebrantar finalmente el movimiento

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  • de los obreros revolucionarios. Otra tendencia, la que por el mo-mento est en condiciones de mandar en quienes controlan a la "brigada roja", no comparta esa creencia, o por lo menos conside-raba que a los estalinistas, por los escasos servicios que puedan prestar y que prestarn de todas formas, no hay que tratarlos con demasiados miramientos sino apalearlos ms rudamente para que no se pongan demasiado insolentes. Por lo visto, este anlisis no carecera de valor, pues cuando se secuestr a Aldo Moro, a ma-nera de afrenta inaugural al "compromiso histrico" por fin auten-tificado por un acto parlamentario, el partido estalinista continu aparentando que crea en la independencia de la "brigada roja". Se dej con vida al prisionero por cuanto tiempo se crey poder pro-longar la humillacin y el embarazo de los amigos, que tuvieron que soportar el chantaje fingiendo noblemente que no compren-dan qu esperaban de ellos unos brbaros desconocidos. Asimis-mo se acab con l inmediatamente en cuanto los estalinistas en-searon los dientes aludiendo pblicamente a ciertas maniobras oscuras; y Moro muri desengaado. En efecto, la "brigada roja" tiene otra funcin distinta y de un inters ms general, que es la de desconcertar o desacreditar a los obreros que realmente se opo-nen al Estado, y tal vez la de eliminar un da a algunos de los ms peligrosos. Esta funcin los estalinistas la aprueban, puesto que los ayuda en su pesada tarea. En cuanto al lado que los perjudica a ellos mismos, limitan sus excesos mediante insinuaciones veladas en pblico en los momentos cruciales y amenazas precisas y a voz en grito en sus constantes negociaciones ntimas con el poder es-tatal. Su arma disuasoria es que podran decir de improviso todo lo que saben acerca de la "brigada roja" desde sus orgenes. Pero na-die ignora que no pueden emplear esta arma sin romper el "com-promiso histrico" y que, por tanto, desean sinceramente poder seguir guardando sobre este tema la misma discrecin que guarda-ron en su momento sobre las hazaas del SID propiamente dicho. Que sera de los estalinistas en una revolucin? As que se los contina a atropellando, pero no demasiado. Cuando diez meses despus del secuestro de Moro la misma invencible "brigada roja" mata por primera vez a un sindicalista estalinista, el partido lla-mado comunista reacciona enseguida, pero nicamente en el te-rreno de las formas protocolarias, amenazando a sus aliados con

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  • obligarlos de ah en adelante a sealarlo como un partido, cierta-mente leal y constructivo siempre, pero que estar del lado de la mayora y ya no de un lado dentro de la mayora. La cabra siempre tira al monte, y un estalinista se encontrar siempre en su elemento en donde sea que se respira un olor a cri-men oculto de Estado Por qu habra de defenderlos la atmsfera de las discusiones de la cspide del Estado italiano, con el cuchillo en la manga y la bomba debajo de la mesa? No era por el mismo estilo que se zanjaban las divergencias, por ejemplo, entre Jrus-chef y Beria, Kadar, Nagy, Mao y Lin Piao? Por lo dems, los diri-gentes del estalinismo italiano ejercieron ellos mismos de carnice-ros en su juventud, en los tiempos de su primer compromiso his-trico, cuando junto a los otros empleados de la "Komintern" se haban encargado, en 1937, de la contrarrevolucin al servicio de la repblica democrtica espaola. Entonces era su propia "briga-da roja" la que secuestr a Andreu Nin y lo mat en otra prisin clandestina. Numerosos italianos conocen muy de cerca estas tristes eviden-cias, y otros mucho ms numerosos an las han descubierto ense-guida. Pero no se publican por ningn lado, porque stos carecen de los medios y aqullos del deseo de hacerlo. Es en este nivel del anlisis donde se justifica hablar de una poltica "espectacular" del terrorismo, y no porque los terroristas estn a veces motivados por el deseo de que se hable de ellos, como vulgarmente repite la suti-leza subalterna de tantos periodistas y profesores. Italia resume en s las contradicciones sociales del mundo entero; e intenta amal-gamar en un solo pas, a la manera que se sabe, la Santa Alianza represiva del poder de clase, el burgus y el burocrtico-totalita-rio, que est funcionando ya abiertamente en toda la superficie de la Tierra, en la solidaridad econmica y policial de todos los Esta-dos, aunque no sea, tampoco all, sin algunas discusiones y ajustes de cuentas a la italiana. Siendo por el momento el pas ms avan-zado en el deslizamiento hacia la revolucin proletaria, Italia es tambin el laboratorio ms moderno de la contrarrevolucin in-ternacional. Los otros gobiernos descendientes de la vieja demo-cracia burguesa miran con admiracin al gobierno italiano, por la impasibilidad que sabe conservar en el centro tumultuoso de to-dos los oprobios y por la tranquila dignidad con que se asienta so-

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  • bre el lodo. Es una leccin que ellos tendrn que aplicar en casa durante un largo perodo. En efecto, los gobiernos y las numerosas instancias subalternas que los secundan tienden en todas partes a volverse ms modestos. Se conforman ya con hacer pasar por tranquila y rutinaria trami-tacin de los asuntos corrientes su gestin funambulesca y espan-tada de un proceso que se est volviendo cada vez ms inslito y que ellos desesperan de poder dominar. Todo esto lo trae el aire de los tiempos; pues al igual que ellos, la mercanca espectacular se ha visto llevada a una asombrosa inversin de su tipo de justifica-cin mentirosa. sta presentaba como bienes extraordinarios, como clave de una existencia superior y aun tal vez elitista, unas cosas enteramente normales y corrientes: un automvil, un par de zapatos, un doctorado en sociologa. Hoy en da se ve obligada a presentar como normales y familiares unas cosas que efectivamen-te se han convertido en algo enteramente extraordinario. Es que esto es pan, vino, un tomate, un huevo, una casa, una ciudad? Claro que no, ya que una concatenacin de transformaciones in-ternas, econmicamente til a corto plazo para quienes detentan los medios de produccin, ha conservado los nombres y una bue-na parte de las apariencias de esas cosas, pero quitndoles el sabor y el contenido. Se asegura, sin embargo, que los diversos bienes de consumo corresponden indiscutiblemente a esas denominaciones tradicionales, y se aduce como prueba el hecho de que ya no hay comparacin posible. Como se ha procurado que muy poca gente sepa dnde encontrar las cosas autnticas all donde todava exis-ten, lo falso puede asumir legalmente el nombre de lo verdadero que se ha extinguido. Y el mismo principio que rige para la ali-mentacin y el hbitat del pueblo se extiende a todo, hasta los li-bros y las ltimas apariencias de debate democrtico que consien-ten mostrarle. La contradiccin esencial de la dominacin espectacular en crisis es que ha fracasado en lo que era su punto ms fuerte, en ciertas triviales satisfacciones materiales que, si bien excluan otras satis-facciones, se consideraban, sin embargo, suficientes para obtener la adhesin reiterada de las masas de productores-consumidores. Y es precisamente esta satisfaccin material la que la dominacin ha contaminado y ha dejado de ofrecer. La sociedad del espect-

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  • culo haba empezado en todas partes por la coaccin, el engao y la sangre; pero prometa una continuacin feliz. Se crea amada. Ahora ya no promete nada. Ya no dice: "Lo que aparece es bueno, lo que es bueno aparece." Dice simplemente: "Es as." Reconoce abiertamente que en lo esencial ya no es reformable, aunque el cambio sea su naturaleza misma, para empeorar cada cosa particu-lar. Ha perdido todas sus ilusiones generales acerca de s misma. Todos los expertos del poder y todos sus ordenadores estn reuni-dos en permanentes consultas pluridisciplinares, si no para hallar el medio de curar a la sociedad enferma, por lo menos para pro-longar su aparente supervivencia hasta donde se pueda, hasta el coma irreversible, como se hizo con Franco y con Bumedian. De manera ms rpida y ms sabia concluye una vieja cancin popu-lar de Toscana: "E la vita non la morte, / E la morte non la vita. / La canzone gi finita." Quien lea atentamente este libro ver que no ofrece ninguna clase de garantas sobre el triunfo de la revolucin, ni sobre la duracin de sus operaciones, ni sobre los arduos caminos que habr de re-correr, y menos an sobre su capacidad, a veces exaltada a la lige-ra, de aportar a cada uno la felicidad perfecta. Mi concepcin, que es histrica y estratgica, menos que ninguna puede considerar que la vida habra de ser un idilio sin dolor y sin mal, por la sola razn de que as nos agradara; ni, por tanto, que la maldad de unos cuantos propietarios y jefes sea responsable por s sola de la desdicha de la mayora. Cada uno es hijo de sus obras, y tal como la pasividad se hace la cama, as se acuesta. El resultado ms im-portante de la descomposicin catastrfica de la sociedad de clases es que, por primera vez en la historia, se halla superado el viejo problema de saber si la masa de los hombres realmente ama la li-bertad: pues ahora se vern forzados a amarla. Justo es reconocer la dificultad y la inmensidad de la revolucin que aspira a establecer y conservar una sociedad sin clases. Esta revolucin puede comenzar con bastante facilidad en donde sea que unas asambleas proletarias autnomas, sin reconocer ninguna autoridad fuera de ellas mismas ni propiedad de nadie, y colocan-do su voluntad por encima de todas las leyes y de todas las espe-cializaciones, vayan a abolir la separacin de los individuos, la economa mercantil, el Estado. Pero esa revolucin no triunfar

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  • sino a condicin de imponerse universalmente, sin dejar ninguna parcela de territorio a ninguna forma subsistente de sociedad alie-nada. Entonces se volver a ver una Atenas o una Florencia donde nadie ser excluido, extendida hasta los confines del mundo y que, tras haber derrotado a todos sus enemigos, podr por fin en-tregarse gozosamente a las verdaderas divisiones y a los enfrenta-mientos sin fin de la vida histrica. Quin puede creer todava en cualquier salida menos radical-mente realista? Bajo cada resultado y cada proyecto de un presen-te desdichado y ridculo vemos inscribirse el Men, tequel, Puris-que anuncia la cada inevitable de todas las ciudades de la ilusin. Los das de esta sociedad estn contados; sus razones y sus mritos han sido pesados y hallados ligeros; sus habitantes se han dividido en dos bandos, uno de los cuales quiere que desaparezca.

    Guy Debord (Enero de 1979)

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  • Prlog o pa ra la tercera edic i n

    Traduccin de Jos Lus Pardo publicada como prlogo a la segunda edicin castellana de "La sociedad del espec-tculo" (Valencia, Pre-textos, 1999, trad. Jos Luis Par-do).

    La sociedad del espectculo se public por primera vez en la edi-torial Buhet-Chastel de Pars en 1967. Los disturbios de Mayo la dieron a conocer. Desde 1971, el libro, del que no he cambiado ni una palabra, ha sido reeditado por las Editions Champ Libre que, tras el asesinato del editor en 1984, adoptaron el nombre de G-rard Lebovici. Las reimpresiones se sucedieron regularmente hasta 1971. Tambin la presente edicin es rigurosamente idntica a la de 1967, y esta misma regla presidir la edicin de todos mis libros en la Editorial Gallimard. No soy de los que rectifican. Una teora crtica como la contenida en este libro no precisa cam-bio alguno en tanto no desaparezcan las condiciones generales del dilatado perodo histrico que ella fue la primera en definir con exactitud. El desarrollo subsiguiente de este perodo no ha hecho ms que confirmar e ilustrar la teora del espectculo cuya exposi-cin, ahora reiterada, puede tambin considerarse como histrica en un sentido ms modesto: da testimonio de la posicin ms ex-trema durante las disputas del 68 y, por tanto, de lo que ya poda atisbarse en 1968. Los ms ilusos de entonces han tenido, mientras tanto, ocasin de enterarse, por los desengaos que han llenado su existencia, del significado de frmulas como "la negacin de la vida que se torna visible", "la prdida de cualidad" ligada a la for-ma mercanca y la "proletarizacin del mundo".

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  • Por lo dems, con el tiempo he ido acumulando algunas observa-ciones acerca de las novedades ms importantes acaecidas en el curso ulterior de este mismo proceso. En 1979, aprovechando la ocasin que me brindaba un prefacio destinado a una nueva tra-duccin italiana, me ocup de las transformaciones ocurridas en la naturaleza misma de la produccin industrial, as como en las tc-nicas de gobierno, en las cuales comenzaba a autorizarse el uso de la fuerza espectacular. En 1988, mis Comentarios sobre la socie-dad del espectculo dejaron claramente establecido que la antigua "divisin mundial del trabajo espectacular" entre los imperios ri-vales de "lo espectacular concentrado" y "lo espectacular difuso" haba concluido con una fusin que dio lugar a la forma comn de "lo espectacular integrado". Esta fusin puede glosarse sumariamente rectificando la tesis 105, la cual, refirindose a lo ocurrido en 1967, distingua entre esas dos formas antedichas, sealando prcticas opuestas en cada una de ellas. Al haber terminado en reconciliacin el Gran Cisma del poder de clase, habra que decir que las prcticas unificadas de lo espectacular integrado han conseguido, en nuestros das, "trans-formar econmicamente el mundo" y, al mismo tiempo, "transfor-mar policialmente la percepcin" (en una tesitura en la cual la po-lica en cuanto tal es algo completamente novedoso). El mundo slo pudo proclamarse oficialmente unificado porque previamente se haba producido esta fusin en la realidad econ-mico-poltica a escala mundial. Y, asimismo, si el mundo tena ne-cesidad de reunificarse rpidamente, ello se deba a la gravedad que representaba un poder separado en la situacin universal a la que hemos llegado; el mundo necesitaba participar como un slo bloque en la misma organizacin consensual del mercado mun-dial, espectacularmente falsificado y garantizado. Pero, finalmen-te, no habr unificacin. La burocracia totalitaria, "relevo de la clase dominante de la eco-noma de mercado", nunca confi demasiado en su porvenir. Te-na conciencia de ser "una forma subdesarrollada de clase domi-nante", y aspiraba a algo mejor. Haca ya tiempo que la tesis 58 haba establecido el siguiente axioma: "el espectculo hunde sus races en una economa de la abundancia, y de ella proceden los

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  • frutos que tienden a dominar finalmente el mercado del espect-culo". Esta voluntad de modernizacin y unificacin del espectculo es la que ha conducido a la burocracia rusa a convertirse repentina-mente, en 1989, a la actual ideologa de la democracia: es decir, a la libertad dictatorial del Mercado, atemperada por el reconoci-miento de los Derechos del Hombre espectador. Nadie en Occi-dente ha hecho el menor comentario crtico acerca de la significa-cin y las consecuencias de tan extraordinario acontecimiento meditico, lo que prueba por s mismo el progreso de la tcnica espectacular. Lo nico que ha podido registrarse es la apariencia de una suerte de conmocin geolgica. Se fecha el fenmeno, con-siderndolo suficientemente comprendido, y contentndose con retener una seal tan elemental como la cada del muro de Berln, tan indiscutible como el resto de las seales democrticas. Los primeros efectos de la modernizacin se detectaron en 1991, con la completa disolucin de Rusia. Ah vemos expuesto con ms claridad que en Occidente, el desastroso resultado de la evolucin general de la economa. El caos no es ms que su consecuencia. En todas partes se plantea la misma terrible pregunta, que desde hace dos siglos avergenza al mundo entero. Cmo hacer trabajar a los pobres all donde se ha desvanecido toda ilusin y ha desapa-recido toda fuerza? La tesis 111, al reconocer los primeros sntomas del crepsculo ruso a cuya explosin final acabamos de asistir, y anticipndose a la inminente desaparicin de aquello que, como diramos hoy, se borrar de la memoria del ordenador, enunciaba este juicio estra-tgico, cuya exactitud ser fcil de conceder: "La descomposicin mundial de la alianza de la mistificacin burocrtica es, en ltima instancia, el factor ms desfavorable para el desarrollo de la socie-dad capitalista". Este libro ha de leerse tomando en consideracin que se escribi deliberadamente contra la sociedad espectacular. Sin exageracin alguna.

    Guy Debord (30 de Junio de 1992)

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  • Capt ul o 1

    La sepa rac i n co ns uma da

    "Y sin duda nuestro tiempo... prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representacin a la realidad, la apariencia al ser... lo que es 'sagrado' para l no es sino la ilusin, pero lo que es profano es la verdad. Mejor an: lo sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusin,

    hasta el punto de que el colmo de la ilusin es tambin para l el colmo de lo sagrado."

    FEUERBACH, prefacio a la segunda edicin de La esencia del Cristianismo.

    1Toda la vida de las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de produccin se presenta como una inmensa acumula-cin de espectculos. Todo lo que era vivido directamente se apar-ta en una representacin.

    2Las imgenes que se han desprendido de cada aspecto de la vida se fusionan en un curso comn, donde la unidad de esta vida ya no puede ser restablecida. La realidad considerada parcialmente se despliega en su propia unidad general en tanto que seudo-mundo aparte, objeto de mera contemplacin. La especializacin de las imgenes del mundo se encuentra, consumada, en el mundo de la

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  • imagen hecha autnoma, donde el mentiroso se miente a s mis-mo. El espectculo en general, como inversin concreta de la vida, es el movimiento autnomo de lo no-viviente.

    3El espectculo se muestra a la vez como la sociedad misma, como una parte de la sociedad y como instrumento de unificacin. En tanto que parte de la sociedad, es expresamente el sector que con-centra todas las miradas y toda la conciencia. Precisamente por-que este sector est separado es el lugar de la mirada engaada y de la falsa conciencia; y la unificacin que lleva a cabo no es sino un lenguaje oficial de la separacin generalizada.

    4El espectculo no es un conjunto de imgenes, sino una relacin social entre personas mediatizada por imgenes.

    5El espectculo no puede entenderse como el abuso de un mundo visual, el producto de las tcnicas de difusin masiva de imgenes. Es ms bien una Weltanschauung que ha llegado a ser efectiva, a traducirse materialmente. Es una visin del mundo que se ha ob-jetivado.

    6El espectculo, comprendido en su totalidad, es a la vez el resulta-do y el proyecto del modo de produccin existente. No es un su-plemento al mundo real, su decoracin aadida. Es el corazn del irrealismo de la sociedad real. Bajo todas sus formas particulares, informacin o propaganda, publicidad o consumo directo de di-versiones, el espectculo constituye el modelo presente de la vida socialmente dominante. Es la afirmacin omnipresente de la elec-cin ya hecha en la produccin y su consumo corolario. Forma y

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  • contenido del espectculo son de modo idntico la justificacin total de las condiciones y de los fines del sistema existente. El es-pectculo es tambin la presencia permanente de esta justifica-cin, como ocupacin de la parte principal del tiempo vivido fue-ra de la produccin moderna.

    7La separacin misma forma parte de la unidad del mundo, de la praxis social global que se ha escindido en realidad y en imagen. La prctica social, a la que se enfrenta el espectculo autnomo, es tambin la totalidad real que contiene el espectculo. Pero la esci-sin en esta totalidad la mutila hasta el punto de hacer aparecer el espectculo como su objeto. El lenguaje espectacular est consti-tuido por signos de la produccin reinante, que son al mismo tiempo la finalidad ltima de esta produccin.

    8No se puede oponer abstractamente el espectculo y la actividad social efectiva. Este desdoblamiento se desdobla a su vez. El es-pectculo que invierte lo real se produce efectivamente. Al mismo tiempo la realidad vivida es materialmente invadida por la con-templacin del espectculo, y reproduce en s misma el orden es-pectacular concedindole una adhesin positiva. La realidad obje-tiva est presente en ambos lados. Cada nocin as fijada no tiene otro fondo que su paso a lo opuesto: la realidad surge en el espec-tculo, y el espectculo es real. Esta alienacin recproca es la esencia y el sostn de la sociedad existente.

    9En el mundo realmente invertido lo verdadero es un momento de lo falso.

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  • 10El concepto de espectculo unifica y explica una gran diversidad de fenmenos aparentes. Sus diversidades y contrastes son las apa-riencias de esta apariencia organizada socialmente, que debe ser a su vez reconocida en su verdad general. Considerado segn sus propios trminos, el espectculo es la afirmacin de la apariencia y la afirmacin de toda vida humana, y por tanto social, como simple apariencia. Pero la crtica que alcanza la verdad del espec-tculo lo descubre como la negacin visible de la vida; como una negacin de la vida que se ha hecho visible.

    11Para describir el espectculo, su formacin, sus funciones, y las fuerzas que tienden a disolverlo, hay que distinguir artificialmen-te elementos inseparables. Al analizar el espectculo hablamos en cierta medida el mismo lenguaje de lo espectacular, puesto que nos movemos en el terreno metodolgico de esta sociedad que se manifiesta en el espectculo. Pero el espectculo no es nada ms que el sentido de la prctica total de una formacin socio-econ-mica, su empleo del tiempo. Es el momento histrico que nos con-tiene.

    12El espectculo se presenta como una enorme positividad indiscu-tible e inaccesible. No dice ms que "lo que aparece es bueno, lo que es bueno aparece". La actitud que exige por principio es esta aceptacin pasiva que ya ha obtenido de hecho por su forma de aparecer sin rplica, por su monopolio de la apariencia.

    13El carcter fundamentalmente tautolgico del espectculo se deri-va del simple hecho de que sus medios son a la vez sus fines. Es el

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  • sol que no se pone nunca sobre el imperio de la pasividad moder-na. Recubre toda la superficie del mundo y se baa indefinida-mente en su propia gloria. 14La sociedad que reposa sobre la industria moderna no es fortuita o superficialmente espectacular, sino fundamentalmente espectacu-lista. En el espectculo, imagen de la economa reinante, el fin no existe, el desarrollo lo es todo. El espectculo no quiere llegar a nada ms que a s mismo.

    15Como adorno indispensable de los objetos hoy producidos, como exponente general de la racionalidad del sistema, y como sector econmico avanzado que da forma directamente a una multitud creciente de imgenes-objetos, el espectculo es la principal pro-duccin de la sociedad actual.

    16El espectculo somete a los hombres vivos en la medida que la economa les ha sometido totalmente. No es ms que la economa desarrollndose por s misma. Es el reflejo fiel de la produccin de las cosas y la objetivacin infiel de los productores.

    17La primera fase de la dominacin de la economa sobre la vida so-cial haba implicado en la definicin de toda realizacin humana una evidente degradacin del ser en el tener. La fase presente de la ocupacin total de la vida social por los resultados acumulados de la economa conduce a un deslizamiento generalizado del tener al parecer, donde todo "tener" efectivo debe extraer su prestigio inmediato y su funcin ltima. Al mismo tiempo toda realidad in-dividual se ha transformado en social, dependiente directamente del poder social, conformada por l. Solo se permite aparecer a

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  • aquello que no existe.

    18All donde el mundo real se cambia en simples imgenes, las sim-ples imgenes se convierten en seres reales y en las motivaciones eficientes de un comportamiento hipntico. El espectculo, como tendencia a hacer ver por diferentes mediaciones especializadas el mundo que ya no es directamente aprehensible, encuentra nor-malmente en la vista el sentido humano privilegiado que fue en otras pocas el tacto; el sentido ms abstracto, y el ms mistifica-ble, corresponde a la abstraccin generalizada de la sociedad ac-tual. Pero el espectculo no se identifica con el simple mirar, ni siquiera combinado con el escuchar. Es lo que escapa a la activi-dad de los hombres, a la reconsideracin y la correccin de sus obras. Es lo opuesto al dilogo. All donde hay representacin in-dependiente, el espectculo se reconstituye.

    19El espectculo es el heredero de toda la debilidad del proyecto fi-losfico occidental que fue una comprensin de la actividad domi-nada por las categoras del ver, de la misma forma que se funda sobre el despliegue incesante de la racionalidad tcnica precisa que parte de este pensamiento. No realiza la filosofa, filosofiza la realidad. Es vida concreta de todos lo que se ha degradado en uni-verso especulativo.

    20La filosofa, en tanto que poder del pensamiento separado y pen-samiento del poder separado, jams ha podido superar la teologa por s misma. El espectculo es la reconstruccin material de la ilusin religiosa. La tcnica espectacular no ha podido disipar las nubes religiosas donde los hombres situaron sus propios poderes separados: slo los ha religado a una base terrena. As es la vida ms terrena la que se vuelve opaca e irrespirable. Ya no se proyec-

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  • ta en el cielo, pero alberga en s misma su rechazo absoluto, su en-gaoso paraso. El espectculo es la realizacin tcnica del exilio de los poderes humanos en un ms all; la escisin consumada en el interior del hombre.

    21A medida que la necesidad es soada socialmente el sueo se hace necesario. El espectculo es la pesadilla de la sociedad moderna encadenada que no expresa finalmente ms que su deseo de dor-mir. El espectculo es el guardin de este sueo.

    22El hecho de que el poder prctico de la sociedad moderna se haya desprendido de ella misma y se haya edificado un imperio inde-pendiente en el espectculo slo puede explicarse por el hecho de que esta prctica poderosa segua careciendo de cohesin y haba quedado en contradiccin consigo misma.

    23Es la ms vieja especializacin social, la especializacin del poder, la que se halla en la raz del espectculo. El espectculo es as una actividad especializada que habla por todas las dems. Es la repre-sentacin diplomtica de la sociedad jerrquica ante s misma, donde toda otra palabra queda excluida. Lo ms moderno es tam-bin lo ms arcaico.

    24El espectculo es el discurso ininterrumpido que el orden presente mantiene consigo mismo, su monlogo elogioso. Es el autorretrato del poder en la poca de su gestin totalitaria de las condiciones de existencia. La apariencia fetichista de pura objetividad en las relaciones espectaculares esconde su ndole de relacin entre

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  • hombres y entre clases: una segunda naturaleza parece dominar nuestro entorno con sus leyes fatales. Pero el espectculo no es ese producto necesario del desarrollo tcnico considerado como desarrollo natural. La sociedad del espectculo es por el contrario la forma que elige su propio contenido tcnico. Aunque el espec-tculo, tomado bajo su aspecto restringido de "medios de comuni-cacin de masa", que son su manifestacin superficial ms abru-madora, parece invadir la sociedad como simple instrumentacin, sta no es nada neutra en realidad, sino la misma que conviene a su automovimiento total. Si las necesidades sociales de la poca donde se desarrollan tales tcnicas no pueden ser satisfechas sino por su mediacin, si la administracin de esta sociedad y todo contacto entre los hombres ya no pueden ejercerse si no es por in-termedio de este poder de comunicacin instantnea, es porque esta "comunicacin" es esencialmente unilateral; de forma que su concentracin vuelve a acumular en las manos de la administra-cin del sistema existente los medios que le permiten continuar esta administracin determinada. La escisin generalizada del es-pectculo es inseparable del Estado moderno, es decir, de la forma general de la escisin en la sociedad, producto de la divisin del trabajo social y rgano de la dominacin de clase.

    25La separacin es el alfa y el omega del espectculo. La institucio-nalizacin de la divisin social del trabajo, la formacin de las cla-ses, haba cimentado una primera contemplacin sagrada, el or-den mtico en que todo poder se envuelve desde el origen. Lo sa-grado ha justificado el ordenamiento csmico y ontolgico que corresponda a los intereses de los amos, ha explicado y embelleci-do lo que la sociedad no poda hacer. Todo poder separado ha sido por tanto espectacular, pero la adhesin de todos a semejante ima-gen inmvil no significaba ms que la comn aceptacin de una prolongacin imaginaria para la pobreza de la actividad social real, todava ampliamente experimentada como una condicin unitaria. El espectculo moderno expresa, por el contrario, lo que la sociedad puede hacer, pero en esta expresin lo permitido se

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  • opone absolutamente a lo posible. El espectculo es la conserva-cin de la inconsciencia en medio del cambio prctico de las con-diciones de existencia. Es su propio producto, y l mismo ha dis-puesto sus reglas: es una entidad seudosagrada. Muestra lo que es: el poder separado desarrollndose por s mismo, en el crecimiento de la productividad mediante el refinamiento incesante de la divi-sin del trabajo en fragmentacin de gestos, ya dominados por el movimiento independiente de las mquinas; y trabajando para un mercado cada vez ms extendido. Toda comunidad y todo sentido crtico se han disuelto a lo largo de este movimiento, en el cual las fuerzas que han podido crecer en la separacin no se han reen-contrado todava.

    26Con la separacin generalizada del trabajador y de su producto se pierde todo punto de vista unitario sobre la actividad realizada, toda comunicacin personal directa entre los productores. A me-dida que aumentan la acumulacin de productos separados y la concentracin del proceso productivo la unidad y la comunica-cin llegan a ser el atributo exclusivo de la direccin del sistema. El xito del sistema econmico de la separacin es la proletariza-cin del mundo.

    27Debido al mismo xito de la produccin separada como produc-cin de lo separado, la experiencia fundamental ligada en las so-ciedades primitivas a un trabajo principal se est desplazando, con el desarrollo del sistema, hacia el no-trabajo, la inactividad. Pero esta inactividad no est en absoluto liberada de la actividad pro-ductiva: depende de ella, es sumisin inquieta y admirativa a las necesidades y resultados de la produccin; ella misma es un pro-ducto de su racionalidad. No puede haber libertad fuera de la acti-vidad, y en el marco del espectculo toda actividad est negada, igual que la actividad real ha sido integralmente captada para la edificacin global de este resultado. As la actual "liberacin del

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  • trabajo", o el aumento del ocio, no es de ninguna manera libera-cin en el trabajo ni liberacin de un mundo conformado por ese trabajo. Nada de la actividad perdida en el trabajo puede reencon-trarse en la sumisin a su resultado. 28El sistema econmico fundado en el aislamiento es una produc-cin circular del aislamiento. El aislamiento funda la tcnica, y el proceso tcnico asla a su vez. Del automvil a la televisin, todos los bienes seleccionados por el sistema espectacular son tambin las armas para el reforzamiento constante de las condiciones de aislamiento de las "muchedumbres solitarias". El espectculo re-produce sus propios supuestos en forma cada vez ms concreta.

    29El origen del espectculo es la prdida de unidad del mundo, y la expansin gigantesca del espectculo moderno expresa la totalidad de esta prdida: la abstraccin de todo trabajo particular y la abs-traccin general del conjunto de la produccin se traducen per-fectamente en el espectculo, cuyo modo de ser concreto es justa-mente la abstraccin. En el espectculo una parte del mundo se representa ante el mundo y le es superior. El espectculo no es ms que el lenguaje comn de esta separacin. Lo que liga a los espectadores no es sino un vnculo irreversible con el mismo cen-tro que sostiene su separacin. El espectculo rene lo separado, pero lo rene en tanto que separado.

    30La alienacin del espectador en beneficio del objeto contemplado (que es el resultado de su propia actividad inconsciente) se expre-sa as: cuanto ms contempla menos vive; cuanto ms acepta reco-nocerse en las imgenes dominantes de la necesidad menos com-prende su propia existencia y su propio deseo. La exterioridad del espectculo respecto del hombre activo se manifiesta en que sus propios gestos ya no son suyos, sino de otro que lo representa. Por eso el espectador no encuentra su lugar en ninguna parte, porque

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  • el espectculo est en todas.

    31El trabajador no se produce a s mismo, produce un poder inde-pendiente. El xito de esta produccin, su abundancia, vuelve al productor como abundancia de la desposesin. Todo el tiempo y el espacio de su mundo se le vuelven extraos con la acumulacin de sus productos alienados. El espectculo es el mapa de este nue-vo mundo, mapa que recubre exactamente su territorio. Las mis-mas fuerzas que se nos han escapado se nos muestran en todo su podero.

    32El espectculo en la sociedad corresponde a una fabricacin con-creta de la alienacin. La expansin econmica es principalmente la expansin de esta produccin industrial precisa. Lo que crece con la economa que se mueve por s misma slo puede ser la alie-nacin que precisamente encerraba su ncleo inicial.

    33El hombre separado de su producto produce cada vez con mayor potencia todos los detalles de su mundo, y as se encuentra cada vez ms separado del mismo. En la medida en que su vida es ahora producto suyo, tanto ms separado est de su vida.

    34El espectculo es el capital en un grado tal de acumulacin que se transforma en imagen.

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  • Capt ul o 2

    La me rca nca como esp ect culo

    La mercanca no puede ser comprendida en su esencia autn-tica sino como categora universal del ser social total. Solo en este contexto la reificacin surgida de la relacin mercantil adquiere una significacin decisiva, tanto para la evolucin objetiva de la sociedad como para la actitud de los hombres hacia ella, para la sumisin de su conciencia a las formas en

    que esa reificacin se expresa...Esta sumisin se acrecienta an por el hecho de que cuanto ms aumentan la racionalizacin y mecanizacin del proceso de trabajo, ms pierde la actividad

    del trabajador su carcter de actividad, para convertirse en ac-titud contemplativa.

    LUKACS, Historia y conciencia de clase.

    35En ese movimiento esencial del espectculo, que consiste en in-corporarse todo lo que en la actividad humana exista en estado fluido para poseerlo en estado coagulado como cosas que han lle-gado a tener un valor exclusivo por su formulacin en negativo del valor vivido, reconocemos a nuestra vieja enemiga, que tan bien sabe presentarse al primer golpe de vista como algo trivial que se comprende por s mismo, cuando es por el contrario tan compleja y est tan llena de sutilezas metafsicas, la mercanca.

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  • ste es el principio del fetichismo de la mercanca, la dominacin de la sociedad por "cosas suprasensibles aunque sensibles" que se cumple de modo absoluto en el espectculo, donde el mundo sen-sible se encuentra reemplazado por una seleccin de imgenes que existe por encima de l y que al mismo tiempo se ha hecho reconocer como lo sensible por excelencia.

    37El mundo a la vez presente y ausente que el espectculo hace ver es el mundo de la mercanca dominando todo lo que es vivido. Y el mundo de la mercanca se muestra as tal como es, puesto que su movimiento equivale al distanciamiento de los hombres entre s y respecto de su producto global.

    38La prdida de cualidad, tan evidente en todos los niveles del len-guaje espectacular, de los objetos que ensalza y de las conductas que rige, no hace ms que traducir los rasgos fundamentales de la produccin real que anula la realidad: la forma-mercanca es de parte a parte la igualdad a s misma, la categora de lo cuantitati-vo. Desarrolla lo cuantitativo y no puede desarrollarse ms que en ello.

    39Este desarrollo que excluye lo cualitativo est sujeto a su vez, en tanto que desarrollo, al salto cualitativo: el espectculo significa que ha traspuesto el umbral de su propia abundancia; esto no es todava cierto localmente ms que en algunos puntos, pero s lo es ya a la escala universal que es la referencia original de la mercan-ca, referencia que su movimiento prctico, unificando la tierra como mercado mundial, ha verificado.

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  • El desarrollo de las fuerzas productivas ha sido la historia real in-consciente que ha construido y modificado las condiciones de existencia de los grupos humanos como condiciones de subsisten-cia y la extensin de estas condiciones: la base econmica de todas sus iniciativas. El sector de la mercanca ha sido, en el interior de una economa natural, la constitucin de un excedente de la sub-sistencia. La produccin de mercancas, que implica el cambio de productos diversos entre productores independientes, ha podido seguir siendo artesanal durante mucho tiempo, contenida en una funcin econmica marginal donde su verdad cuantitativa todava estaba oculta. Sin embargo, all donde encontr las condiciones sociales del gran comercio y de la acumulacin de capitales se apoder del dominio total sobre la economa. La economa entera se transform entonces en lo que la mercanca haba mostrado ser en el curso de esta conquista: un proceso de desarrollo cuantitati-vo. Este despliegue incesante del podero econmico bajo la forma de la mercanca, que ha transformado el trabajo humano en traba-jo-mercanca, en salario, desemboc acumulativamente en una abundancia donde la cuestin primaria de la subsistencia est sin duda resuelta, pero de forma que siempre reaparezca: cada vez se plantea de nuevo en un grado superior. El crecimiento econmico libera las sociedades de la presin natural que exiga su lucha in-mediata por la subsistencia, pero an no se han liberado de su li-berador. La independencia de la mercanca se ha extendido al conjunto de la economa sobre la cual reina. La economa trans-forma el mundo, pero lo transforma solamente en mundo de la economa. La seudonaturaleza en la cual se ha alienado el trabajo humano exige proseguir su servicio hasta el infinito, y este servi-cio, no siendo juzgado ni absuelto ms que por s mismo, obtiene de hecho la totalidad de los esfuerzos y de los proyectos social-mente lcitos como servidores suyos. La abundancia de mercanc-as, es decir, de la relacin mercantil, no puede ser ms que la sub-sistencia aumentada.

    41La dominacin de la mercanca fue ejercida inicialmente de una

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  • manera oculta sobre la economa, que a su vez, en cuanto base material de la vida social, segua sin percibirse y sin comprender-se, como algo tan familiar que nos es desconocido. En una socie-dad donde la mercanca concreta es todava escasa o minoritaria es la dominacin aparente del dinero la que se presenta como un emisario provisto de plenos poderes que habla en nombre de una potencia desconocida. Con la revolucin industrial, la divisin manufacturera del trabajo y la produccin masiva para el mercado mundial, la mercanca aparece efectivamente como una potencia que viene a ocupar realmente la vida social. Es entonces cuando se constituye la economa poltica, como ciencia dominante y como ciencia de la dominacin.

    42El espectculo seala el momento en que la mercanca ha alcan-zado la ocupacin total de la vida social. La relacin con la mer-canca no slo es visible, sino que es lo nico visible: el mundo que se ve es su mundo. La produccin econmica moderna extien-de su dictadura extensiva e intensivamente. Su reinado ya est presente a travs de algunas mercancas-vedettes en los lugares menos industrializados, en tanto que dominacin imperialista de las zonas que encabezan el desarrollo de la productividad. En es-tas zonas avanzadas el espacio social es invadido por una superpo-sicin continua de capas geolgicas de mercancas. En este punto de la "segunda revolucin industrial" el consumo alienado se con-vierte para las masas en un deber aadido a la produccin aliena-da. Todo el trabajo vendido de una sociedad se transforma global-mente en mercanca total cuyo ciclo debe proseguirse. Para ello es necesario que esta mercanca total retorne fragmentariamente al individuo fragmentado, absolutamente separado de las fuerzas productivas que operan como un conjunto. Es aqu por consi-guiente donde la ciencia especializada de la dominacin debe es-pecializarse a su vez: se fragmenta en sociologa, psicotecnia, ci-berntica, semiologa, etc., vigilando la autorregulacin de todos los niveles del proceso.

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  • 43Mientras que en la fase primitiva de la acumulacin capitalista "la economa poltica no ve en el proletario sino al obrero", que debe recibir el mnimo indispensable para la conservacin de su fuerza de trabajo, sin considerarlo jams "en su ocio, en su humanidad", esta posicin de las ideas de la clase dominante se invierte tan pronto como el grado de abundancia alcanzado en la produccin de mercancas exige una colaboracin adicional del obrero. Este obrero redimido de repente del total desprecio que le notifican claramente todas las modalidades de organizacin y vigilancia de la produccin, fuera de sta se encuentra cada da tratado aparen-temente como una persona importante, con solcita cortesa, bajo el disfraz de consumidor. Entonces el humanismo de la mercanca tiene en cuenta "el ocio y la humanidad" del trabajador, simple-mente porque ahora la economa poltica puede y debe dominar esas esferas como tal economa poltica. As "la negacin consu-mada del hombre" ha tomado a su cargo la totalidad de la existen-cia humana

    44El espectculo es una guerra del opio permanente dirigida a hacer que se acepte la identificacin de los bienes con las mercancas; y de la satisfaccin con la subsistencia ampliada segn sus propias leyes. Pero si la subsistencia consumible es algo que debe aumen-tar constantemente es porque no deja de contener la privacin. Si no hay ningn ms all de la subsistencia aumentada, ningn punto en el que pueda dejar de crecer, es porque ella misma no est ms all de la privacin, sino que es la privacin que ha llega-do a ser ms rica.

    45Con la automatizacin, que es a la vez el sector ms avanzado de la industria moderna y el modelo en el que se resume perfecta-

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  • mente su prctica, el mundo de la mercanca tiene que superar esta contradiccin: la instrumentacin tcnica que suprime obje-tivamente el trabajo debe al mismo tiempo conservar el trabajo como mercanca y como nico lugar de nacimiento de la mercan-ca. Para que la automatizacin, o cualquier otra forma menos ex-trema de incrementar la productividad del trabajo, no disminuya efectivamente el tiempo de trabajo social necesario a escala de la sociedad, es preciso crear nuevos empleos. El sector terciario, los servicios, es la ampliacin inmensa de las metas de la armada de distribucin y el elogio de las mercancas actuales; movilizacin de fuerzas supletorias que oportunamente encuentran, en la facti-cidad misma de las necesidades relativas a tales mercancas, la ne-cesidad de una organizacin tal del trabajo hipotecado.

    46El valor de cambio no ha podido formarse ms que como agente del valor de uso, pero esta victoria por sus propios medios ha crea-do las condiciones de su dominacin autnoma. Movilizando todo uso humano y apoderndose del monopolio sobre su satisfaccin ha terminado por dirigir el uso. El proceso de cambio se ha identi-ficado con todo uso posible, y lo ha reducido a su merced. El valor de cambio es el condotiero del valor de uso que termina haciendo la guerra por su propia cuenta.

    47Esta constante de la economa capitalista que es la baja tendencial del valor de uso desarrolla una nueva forma de privacin en el in-terior de la subsistencia aumentada, que no est ya liberada de la antigua penuria, puesto que exige la participacin de la gran ma-yora de los hombres, como trabajadores asalariados, en la prose-cucin infinita de su esfuerzo; y cada uno sabe que tiene que so-meterse o morir. Es la realidad de este chantaje, el hecho de que el consumo como uso bajo su forma ms pobre (comer, habitar) ya no existe sino aprisionado en la riqueza ilusoria de la subsistencia aumentada, la verdadera base de la aceptacin de la ilusin en el

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  • consumo de las mercancas modernas en general. El consumidor real se convierte en consumidor de ilusiones. La mercanca es esta ilusin efectivamente real, y el espectculo su manifestacin ge-neral. 48El valor de uso que estaba contenido implcitamente en el valor de cambio debe ser ahora explcitamente proclamado, en la reali-dad invertida del espectculo, justamente porque su realidad efec-tiva est corroda por la economa mercantil superdesarrollada: y la falsa vida necesita una seudojustificacin.

    49El espectculo es la otra cara del dinero: el equivalente general abstracto de todas las mercancas. Pero si el dinero ha dominado la sociedad como representacin de la equivalencia central, es de-cir, del carcter intercambiable de bienes mltiples cuyo uso se-gua siendo incomparable, el espectculo es su complemento mo-derno desarrollado donde la totalidad del mundo mercantil apare-ce en bloque, como una equivalencia general a cuanto el conjunto de la sociedad pueda ser o hacer. El espectculo es el dinero que solamente se contempla porque en l la totalidad del uso ya se ha intercambiado con la totalidad de la representacin abstracta. El espectculo no es slo el servidor del pseudo-uso, l es ya en s mismo el seudo-uso de la vida.

    50El resultado concentrado del trabajo social, en el momento de la abundancia econmica, se transforma en aparente y somete toda realidad a la apariencia, que es ahora su producto. El capital ya no es el centro invisible que dirige el modo de produccin: su acu-mulacin lo despliega hasta en la periferia bajo la forma de objetos sensibles. Toda la extensin de la sociedad es su retrato.

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  • La victoria de la economa autnoma debe ser al mismo tiempo su perdicin. Las fuerzas que ha desencadenado suprimen la necesi-dad econmica que fue la base inamovible de las sociedades anti-guas. Al reemplazarla por la necesidad del desarrollo econmico infinito no puede sino reemplazar la satisfaccin de las primeras necesidades humanas, sumariamente reconocidas, por una fabri-cacin ininterrumpida de seudonecesidades que se resumen en una sola seudonecesidad de mantener su reino. Pero la economa autnoma se separa para siempre de la necesidad profunda en la medida en que abandona el inconsciente social que dependa de ella sin saberlo. "Todo lo que es consciente se desgasta. Lo que es inconsciente permanece inalterable. Pero una vez liberado no cae a su vez en ruinas?" (Freud).

    52En el momento en que la sociedad descubre que depende de la economa, la economa, de hecho, depende de ella. Esta potencia subterrnea, que ha crecido hasta aparecer soberanamente, ha perdido tambin su poder. All donde estaba el ello econmico debe sobrevenir el yo. El sujeto no puede surgir ms que de la so-ciedad, es decir, de la lucha que reside en ella misma. Su existen-cia posible est supeditada a los resultados de la lucha de clases que se revela como el producto y el productor de la fundacin econmica de la historia.

    53La conciencia del deseo y el deseo de la conciencia conforman por igual este proyecto que, bajo su forma negativa, pretende la aboli-cin de las clases, es decir la posesin directa de los trabajadores de todos los momentos de su actividad. Su contrario es la sociedad del espectculo, donde la mercanca se contempla a s misma en el mundo que ha creado.

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  • Capt ul o 3

    Unidad y divisin en la ap ari enci a

    "Una animada polmica nueva se desarrolla en el pas en el frente de la filosofa, en relacin a los conceptos "uno se divide

    en dos" y "dos se fusionan en uno". Este debate es una lucha entre los que estn por y los que estn contra la dialctica ma-

    terialista, una lucha entre dos concepciones del mundo: la concepcin proletaria y la concepcin burguesa. Los que sos-tienen que "uno se divide en dos" es la ley fundamental de las cosas, se sitan del lado de la dialctica materialista: los que

    sostienen que la ley fundamental de las cosas es que "dos se fu-sionan en uno" estn contra la dialctica materialista. Ambos

    lados han dibujado una ntida lnea de demarcacin entre ellos y sus argumentos son diametralmente opuestos. Esta polmica refleja en el plano ideolgico la aguda y compleja lucha de cla-

    ses que se desarrolla en China y en el mundo."

    Bandera Roja de Pekn, 21 septiembre 1964.

    54El espectculo, como la sociedad moderna, est a la vez unido y dividido. Como ella, edifica su unidad sobre el desgarramiento. Pero la contradiccin, cuando emerge en el espectculo, es a su vez contradicha por una inversin de su sentido; de forma que la divisin mostrada es unitaria, mientras que la unidad mostrada est dividida.

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  • 55Es la lucha de los poderes que se han constituido para la gestin del propio sistema socioeconmico la que se despliega como con-tradiccin oficial, cuando corresponde de hecho a la unidad real; esto ocurre tanto a escala mundial como en el interior de cada na-cin.

    56Las falsas luchas espectaculares entre formas rivales de poder se-parado son al mismo tiempo reales en cuanto expresan el desarro-llo desigual y conflictivo del sistema, los intereses relativamente contradictorios de las clases o de las subdivisiones de clases que aceptan el sistema y definen su propia participacin en su poder. Del mismo modo que el desarrollo de la economa ms avanzada lo constituye el enfrentamiento de ciertas prioridades contra otras, la gestin totalitaria de la economa por una burocracia de Estado y la condicin de los pases que se han encontrado ubica-dos en la esfera de la colonizacin o semicolonizacin estn defi-nidas por considerables particularidades en las modalidades de produccin y de poder. Estas diversas oposiciones pueden darse en el espectculo segn criterios totalmente diferentes, como formas de sociedad absolutamente distintas. Pero segn su realidad efec-tiva de sectores particulares la verdad de su particularidad reside en el sistema universal que las contiene: en el movimiento nico que ha hecho del planeta su campo, el capitalismo.

    57La sociedad portadora del espectculo no domina solamente por su hegemona econmica las regiones subdesarrolladas. Las domi-na en tanto que sociedad del espectculo. Donde la base material todava est ausente, la sociedad moderna ya ha invadido especta-cularmente la superficie social de cada continente. Define el pro-grama de una clase dirigente y preside su constitucin. As como presenta los seudobienes a codiciar ofrece a los revolucionarios lo-cales los falsos modelos de la revolucin. El espectculo propio del

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  • poder burocrtico que detentan algunos pases industriales forma parte precisamente del espectculo total, como su seudonegacin general y como su sostn. Si el espectculo, contemplado en sus diversas localizaciones, pone en evidencia las especializaciones to-talitarias de la palabra y de la administracin social, stas llegan a fundirse, al nivel del funcionamiento global del sistema, en una divisin mundial de tareas espectaculares.

    58La divisin de las tareas espectaculares que conserva la generali-dad del orden existente conserva principalmente el polo dominan-te de su desarrollo. La raz del espectculo est en el terreno de la economa que se ha vuelto de abundancia, y es de all de donde proceden los frutos que tienden finalmente a dominar el mercado espectacular, a pesar de las barreras proteccionistas ideolgico-po-liciales de no importa qu espectculo local que pretenda ser au-trquico.

    59El movimiento de banalizacin que bajo las diversiones cambian-tes del espectculo domina mundialmente la sociedad moderna, la domina tambin en cada uno de los puntos donde el consumo de-sarrollado de mercancas ha multiplicado aparentemente los roles y los objetos a elegir. Las supervivencias de la religin y de la fa-milia -que sigue siendo la forma principal de herencia del poder de clase-, y por lo tanto de la represin moral que ellas aseguran, puede combinarse como una misma cosa con la afirmacin redun-dante del disfrute de este mundo, que precisamente se ha produci-do como seudodisfrute que esconde la represin. A la aceptacin beata de lo que existe puede unirse tambin como una misma cosa la revuelta puramente espectacular: esto expresa el simple hecho de que la insatisfaccin misma se ha convertido en una mercanca desde que la abundancia econmica se ha sentido capaz de exten-der su produccin hasta llegar a tratar una tal materia prima.

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  • 60Concentrando en ella la imagen de un rol posible, la vedette, re-presentacin espectacular del hombre viviente, concentra enton-ces esta banalidad. La condicin de vedette es la especializacin de lo vivido aparente, el objeto de la identificacin en la vida apa-rente sin profundidad que debe compensar el desmenuzamiento de las especializaciones productivas efectivamente vividas. Las ve-dettes existen para representar diferentes estilos de vida y de com-prensin de la sociedad, libres de ejercerse globalmente. Encarnan el resultado inaccesible del trabajo social, remedando subproduc-tos de este trabajo que son mgicamente transferidos por encima de l como su finalidad: el poder y las vacaciones, la decisin y el consumo que estn al principio y al final de un proceso indiscuti-do. All, es el poder gubernamental quien se personaliza en seudo-vedette; aqu es la vedette del consumo quien se hace plebiscitar como seudo-poder sobre lo vivido. Pero as como las actividades de la vedette no son realmente globales, tampoco son variadas.

    61El agente del espectculo puesto en escena como vedette es lo contrario al individuo, el enemigo del individuo en s mismo tan claramente como en los otros. Desfilando en el espectculo como modelo de identificacin, ha renunciado a toda cualidad autno-ma para identificarse con la ley general de la obediencia al curso de las cosas. La vedette del consumo, aun siendo exteriormente la representacin de diferentes tipos de personalidad, muestra a cada uno de estos tipos teniendo igualmente acceso a la totalidad del consumo y encontrando una felicidad semejante. La vedette de la decisin debe poseer el stock completo de lo que ha sido admitido como cualidades humanas. As las divergencias oficiales se anulan entre s por el parecido oficial, que es la presuposicin de su exce-lencia en todo. Khruchtchev se convirti en general para decidir sobre la batalla de Kursch no sobre el terreno, sino en el vigsimo aniversario, cuando se encontraba de jefe de Estado. Kennedy si-

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  • gui siendo orador hasta pronunciar su elogio sobre su propia tumba, puesto que Theodore Sorensen continu hasta ese mo-mento redactando los discursos para el sucesor en ese estilo que tanto haba servido para hacer reconocer la personalidad del desa-parecido. Las personalidades admirables en quienes se personifica el sistema son bien conocidas por no ser lo que son; han llegado a ser grandes hombres descendiendo por debajo de la ms mnima vida individual, y todos lo saben.

    62La falsa eleccin en la abundancia espectacular, eleccin que resi-de tanto en la yuxtaposicin de espectculos concurrentes y soli-darios como en la yuxtaposicin de roles (significados y conteni-dos principalmente en los objetos) que son exclusivos y estn a la vez imbricados, se desarrolla como lucha de cualidades fantasma-gricas destinadas a apasionar la adhesin a la trivialidad cuanti-tativa. As renacen falsas oposiciones arcaicas, regionalismos o ra-cismos encargados de transfigurar en superioridad ontolgica fan-tstica la vulgaridad de los lugares jerrquicos en el consumo. As se recompone la interminable serie de enfrentamientos ridculos que movilizan un inters subldico, desde el deporte de competi-cin hasta las elecciones. Donde se ha instalado el consumo abun-dante, una oposicin espectacular principal entre jvenes y adul-tos proyecta en primer plano los falsos roles; puesto que en ningu-na parte existe el adulto, dueo de su vida, y la juventud, el cam-bio de lo existente, no es en modo alguno propiedad de quienes son ahora jvenes, sino del sistema econmico, el dinamismo del capitalismo. Son las cosas las que reinan y son jvenes; las que se desplazan y se reemplazan a s mismas.

    63Es la unidad de la miseria lo que se oculta bajo las oposiciones es-pectaculares. Si las distintas formas de la misma alienacin se combaten con el pretexto de la eleccin total es porque todas ellas se edifican sobre las contradicciones reales reprimidas. Segn las

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  • necesidades del estadio particular de miseria que desmiente y mantiene, el espectculo existe bajo una forma concentrada o bajo una forma difusa. En ambos casos, no es ms que una imagen de unificacin dichosa, rodeada de desolacin y espanto, en el centro tranquilo de la desdicha.

    64El espectculo concentrado pertenece esencialmente al capitalis-mo burocrtico, aunque pueda ser importando como tcnica del poder estatal en economas mixtas ms atrasadas o en ciertos mo-mentos de crisis del capitalismo avanzado. La propiedad burocr-tica est en efecto ella misma concentrada en el sentido de que el burcrata individual no se relaciona con la posesin de la econo-ma global ms que como intermediario de la comunidad burocr-tica, en tanto que miembro de esta comunidad. Por otro lado la produccin de mercancas, menos desarrollada, se presenta tam-bin bajo una forma concentrada: la mercanca que la burocracia retiene es el trabajo social total, y lo que ella revende a la sociedad es su subsistencia en bloque. La dictadura de la economa buro-crtica no puede dejar a las masas explotadas ningn margen no-table de eleccin, puesto que ha debido elegir todo por s misma, y cualquier otra eleccin exterior, ya se refiera a la alimentacin o a la msica, es ya por consiguiente la eleccin de su destruccin to-tal. Debe acompaarse de una violencia permanente. La imagen compuesta de bien, en su espectculo, acoge la totalidad de lo que existe oficialmente y se concentra normalmente en un solo hom-bre, que es el garante de su cohesin totalitaria. Cada uno debe identificarse mgicamente con esta vedette absoluta o desapare-cer. Porque se trata del amo de su no-consumo y de la imagen he-roica de un sentido aceptable para la explotacin absoluta que es, de hecho, la acumulacin primitiva acelerada por el terror. Si cada chino debe aprender a Mao, y ser as Mao, es porque no pue-de ser otra cosa. All donde domina lo espectacular concentrado domina tambin la polica.

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  • Lo espectacular difuso acompaa a la abundancia de mercancas, al desarrollo no perturbado del capitalismo moderno. Aqu cada mercanca se justifica por separado en nombre de la grandeza de la produccin total de objetos, de la que el espectculo es el cat-logo apologtico. Afirmaciones inconciliables disputan sobre la es-cena del espectculo unificado de la economa abundante, igual que las diferentes mercancas-vedettes sostienen simultneamente sus proyectos contradictorios de organizacin de la sociedad; don-de el espectculo de los automviles requiere una circulacin per-fecta que destruye las viejas ciudades, el espectculo de la ciudad misma necesita a su vez barrios-museos. En consecuencia, la satis-faccin ya de por s problemtica que se atribuye al consumo del conjunto queda inmediatamente falsificada puesto que el consu-midor real no puede tocar directamente ms que una sucesin de fragmentos de esta felicidad mercantil, fragmentos en los que la calidad atribuida al conjunto est siempre evidentemente ausente.

    66Cada mercanca determinada lucha por s misma, no puede reco-nocer a las otras, pretende imponerse en todas partes como si fue-ra la nica. El espectculo es entonces el canto pico de esta con-frontacin, que ninguna desilusin podra concluir. El espectcu-lo no canta a los hombres y sus armas, sino a las mercancas y sus pasiones. En esta lucha ciega cada mercanca, en la medida de su pasin, realiza de hecho en la inconsciencia algo ms elevado: el devenir mundo de la mercanca que es tambin el devenir mer-canca del mundo. As, por una astucia de la razn mercantil, lo particular de la mercanca se desgasta combatiendo, mientras que la forma-mercanca va hacia su realizacin absoluta.

    67La satisfaccin que la mercanca abundante ya no puede brindar a travs de su uso pasa a ser buscada en el reconocimiento de su va-lor en tanto que mercanca: es el uso de la mercanca que se basta a s mismo; y para el consumidor, la efusin religiosa hacia la li-

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  • bertad soberana de la mercanca. Olas de entusiasmo por un de-terminado producto, apoyado y difundido por todos los medios de informacin, se propagan as con gran intensidad. Un estilo de ropa sacado de una pelcula; una revista lanza clubs, que a su vez lanzan diversas panoplias. El gadget expresa el hecho de que, en el momento en que la masa de mercancas se desliza hacia la aberra-cin, lo aberrante mismo deviene una mercanca especial. En los llaveros publicitarios, por ejemplo, que no son ya productos sino regalos suplementarios que acompaan prestigiosos objetos vendi-dos o que se producen para el intercambio en su propia esfera, se reconoce la manifestacin de un abandono mstico a la trascen-dencia de la mercanca. Quien colecciona los llaveros que han sido fabricados para ser coleccionados acumula las indulgencias de la mercanca, un signo glorioso de su presencia real entre sus fie-les. El hombre reificado exhibe con ostentacin la prueba de su intimidad con la mercanca. Como en los xtasis