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Fotografía de: Ángel Gabriel Penagos Gordillo.

REVISTA DIEZ, NÚMERO 82

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La actualidad de la ciudad de Comitán de Domínguez, Chiapas.

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Page 1: REVISTA DIEZ, NÚMERO 82

Fotografía de: Ángel Gabriel

Penagos Gordillo.

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos.

Revista catorcenal, hecha en la tierra de los cositías con la bendición de Tata Lampo.

Editor responsable: Alejandro Benito Molinari Torres

Contacto: [email protected]

3.– CHICA DE DIEZ: TERE.

6- EDITORIAL:

Hacia el 2012.

7.– ZAGUÁN:

ARENILLA: ¡Luz!

10– PATIO:

William Paxton, en Comitán.

17.– BALCONES:

Casa de Citas

Intelectuales, periodistas, madres.

Autor: Héctor Cortés Mandujano.

25.– CORREDORES:

Piedra de Toque

Regreso de Rosario Castellanos (VII de VII)

Autor: Ricardo Cuéllar Valencia.

32.– CHICA DE DIEZ: TERE.

33.– SITIO:

A través del balcón.

40.– ACTUALIDADES.

44– MOJOL.

45.– CHICA DE DIEZ: TERE.

Contenido

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos.

Comitán, ciudad que habla de vos

TERE

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos.

Comitán, ciudad que habla de vos

EL LUGAR IDEAL PARA DISFRUTAR LO MEJOR

DE LA VIDA

CENTRO TURÍSTICO

LOS ROBLES CHUCUMALTIC

Alberca y chapoteadero.

Tina de masajes.

Restaurant—bar.

Paseos a caballo.

Senderismo.

Área de camping.

Espeleoturismo.

Ingreso para nadar en la Laguna

Chuculmatic (buceo y snorkel).

Kilómetro 3.5

Carretera que conduce al Balneario

San Francisco Uninajab.

Informes:

TELS: 01 963 63 2 28 74 Y 9635963006

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Comitán, ciudad que habla de vos

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Comitán, ciudad que habla de vos

EDITORIAL HACIA EL 2012

Apenas serán doce años de la transición y el pueblo está desesperanzado. En el

2000, la mayoría estaba harta del Sistema imperante, fue tal su desesperación

que votó por La Derecha, por la clase empresarial. Cuando la lógica expresa

que las clases medias y medias bajas se ven reflejadas en partidos de izquierda,

en nuestro país, los desposeídos votaron por sus explotadores. Por esto, hoy,

existe un desánimo generalizado y medio mundo voltea a ver hacia todos lados

para ver si por ahí se cuela un rayo de luz.

Pero ahora resulta que, envueltos en la misma confusión, el pueblo está vo-

tando por los antiguos, como si alguien pensara que ―nunca se sabe lo que se

tiene hasta que se ve perdido‖. ¿O tal vez esto representa el síndrome de la mu-

jer golpeada: al final no importa si me veja, con tal de que siga conmigo?

Confusión es el signo de los tiempos. No sabemos para dónde hacernos.

¡Con uno mal y con el otro peor! Inmersos en la confusión vemos alianzas entre

dos partidos que la lógica diría antagónicos ideológicamente: PAN y PRD.

¿Cuándo se pensó que dos opuestos convivirían armoniosamente sólo por la

mera ambición de acceder al poder?

Son tiempos de confusión y no sabemos si el 2012 presagia un mejor destino

o estamos ya con un pie en el abismo. ¡Qué pena!

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Comitán, ciudad que habla de vos

ARENILLA

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¡Dios los hace y su luz Divina los junta! A veces el mundo se cubre con agua limpia.

La reunión de dos seres iluminados no es frecuente. Cuando tal suceso ocurre la

razón pierde sustento. No es fácil vislumbrar las cuerdas invisibles que desatan el

prodigio.

¿A qué hora un artista logra captar la esencia de otra artista? Acá, la modelo

tiene el arco entre sus manos y es como si tuviera el arco iris en medio del aire.

¿Cómo el artista de la lente sabe cuál es el instante donde el instrumento subli-

me está afinado? ¿En qué momento la mirada habla más que las clásicas mil pala-

bras? Es difícil responder, pero, tal vez, en esta imagen hay una huella.

Modelo: Brenda Ochoa Guillén.

Fotógrafo: Ángel Gabriel Penagos Gordillo.

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Comitán, ciudad que habla de vos

Las cajitas de Molinari

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Comitán, ciudad que habla de vos

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Comitán, ciudad que habla de vos

―Dos carros se dieron un

trancazo...Motociclista fue atropellado a mitad del

bulevar… Buscó la puerta falsa…‖

Ay, Dios, qué estresante, este periódico es pura nota roja.

Tiene razón don Mingo,

a partir de hoy sólo leeré la DIEZ. El problema es que

aún no se inventa el Internet.

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Comitán, ciudad que habla de vos

¡Espejito, espejito!...

Ay, qué coraje, con estos

aguaceros.

¡Ya se volvió a ir la luz!

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Comitán, ciudad que habla de vos

¡A ver, lorito, dame la

patita! ¡Mejor pídesela a tu

hermana!

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Comitán, ciudad que habla de vos

¡Apúrate, apúrate, ya

viene mi marido!

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Comitán, ciudad que habla de vos

¡Chin, es ámbar falso!

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Comitán, ciudad que habla de vos

Teléfono: 01-963-6326661

e-mail: [email protected]

www.universidadmnr.com.mx

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Comitán, ciudad que habla de vos

Yo no sé cómo hay quien malversa la vida…

―Abracadabra‖, de Silvio Rodríguez

La Universidad Juárez del Estado de Durango pu-

blicó en 1951 un libro que traduce textualmente su

título del francés: Stendhal por él mismo, firmado

por Henry Beyle, nombre real de este escritor

francés (1783-1842) que escribió por lo menos dos

clásicos de la literatura universal: Rojo y negro

(1830) y La cartuja de Parma (1839).

La primera la leí hace mucho por las constantes

alusiones que encontré sobre su personaje emblemá-

tico, Julián Sorel, que dio pie al escritor húngaro

Stephen Visinczey para que la reformulara, en 1965,

con el título de En brazos de una mujer madura; por

varios de los elogiosos ensayos de Stephen al estilo de

Stendhal, en Verdad y mentiras en la literatura, sobre todo,

disfruté La cartuja…, una gran historia de amor.

Stendhal por él mismo conjunta fragmentos de varios de

sus libros, de diarios y de cartas y, al final, de opiniones que

hombres ilustres han vertido sobre el personaje que en sí

mismo fue Beyle, quien no se guardaba de opinar con clari-

dad sobre temas espinosos. Cristo y la Iglesia, dice, pudie-

ron ―casarse‖ porque eran de sexos distintos (p. 76): ―No

debe haber divorcio, porque el matrimonio es un misterio,

¡y qué misterio! El emblema de la unión de Jesucristo con

su Iglesia. ¿Y en qué se convertiría este misterio si la Iglesia

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Comitán, ciudad que habla de vos

hubiese tenido un nombre del género

masculino?‖

Al hombre no le interesaba (p.

168) “corregir su estilo. Por muchas

tachaduras que llevasen sus escritos,

puede decirse que estaban siempre es-

critos de un tirón‖. En una carta a

Balzac le cuenta que escribió La cartu-

ja (p. 140) “en sesenta o setenta días”.

No le interesaba, según los retratos

que de él hacen, imponer sus puntos de

vista (p. 166): ―Usted es un gato: yo soy

un ratón, decía con frecuencia para

terminar las discusiones‖.

Este desinterés por proclamarse

buen autor, fue también una declara-

ción reiterada de Dino Buzzati (1906-

1972), autor muy apreciado por Bor-

ges y autor de una novela que le dio

justa celebridad: El desierto de los

tártaros (1940). Buzzati estudió leyes

presionado por su familia, pero se de-

dicó al periodismo desde antes de ter-

minar su carrera y hasta su muerte.

Pese a su fama como cuentista, al éxito

de sus novelas y a la celebridad que le

trajo El desierto… él siguió declaran-

do, cuando lo elogiaban por su labor

literaria, ―sólo soy un periodista‖.

El Premio Nobel de Literatura

2000, Gao Xingjian, cuyas portadas

son pinturas suyas regularmente, de-

claró su sorpresa cuando le fue otorga-

do el codiciado galardón por sus li-

bros, porque en realidad él estaba inte-

resado más en pintar que en escribir.

Rulfo decía de sí mismo ―soy un aficio-

nado‖. En fin.

***

Hace años conocí en Tuxtla a Sandra

Félix, ahora famosa directora teatral,

cuando participé con ella en el monta-

je de La dama boba, de Elena Garro.

Sandra me contó de su admiración por

esta autora y de cómo, cuando la cono-

ció y le dijo que trabajaba en esa obra

suya, la Garro le pregunto como si ella

nada tuviera que ver con en el hecho:

―¿Y de qué se trata?‖ Algo natural en

una persona que afirmó siempre que

escribía sus libros sin revisarlos, sin re-

leerlos nunca.

Elena Garro es una gran escrito-

ra. Es, digo, porque aunque muerta

desde 1998, dejó material suficiente

como para seguirla leyendo. Al mar-

gen de lo buenas que puedan ser Y Ma-

tarazo no llamó (que está a la altura,

me parece, del Sostiene Pereira, de Ta-

bucci), la bizarra Inés y la un tanto

deshilvanada Testimonios sobre Maria-

na (por citar sólo tres de las varias), es-

cribió en este género un indiscutible

clásico: Los recuerdos del porvenir.

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Comitán, ciudad que habla de vos

En su libro de cuentos La semana de colores hay también bri-

llantes piezas (―La culpa es de los tlaxcaltecas‖, ―La semana

de colores‖, ―El día que fuimos perros‖…) que no dejan de

aparecer en antologías y es, por decirlo pronto, la mejor dra-

maturga de nuestro país, con obras breves que resisten el paso

del tiempo, y un Felipe Ángeles y Una dama boba que, sin pa-

recerse, muestran que la mujer no sólo tocaba una nota. No

creo con sinceridad que después de ella alguien pueda escri-

bir algo tan loco, tan bello y tan profundo como Un hogar

sólido (que tiene lazos de hermandad temática con Pedro

Páramo).

He leído muchos libros de esta mujer. Me

sorprendió, sin embargo, hallarme con el

volumen Revolucionarios mexicanos (Seix Ba-

rral, 1997), un libro de artículos, publica- dos origi-

nalmente en la revista Por qué, en 1968, que cuenta y

analiza desde la vida, ideas y resistencia de Ricardo Flores

Magón (Porfirio Díaz como enemigo a vencer) hasta la llegada

a la presidencia y muerte de Francisco I. Madero. Lo suyo no

es la objetividad, claro.

Sobre Díaz cita a Flores Magón, quien escribió en Regene-

ración (p. 13): “Consideremos a su padre, Chepe, amansador

de oficio. A los caballos que no cedían pronto a su manejo los

mataba. A otros los castigaba con una estrella de acero, fija en

la punta de su látigo. Deliberadamente dirigía el instrumento

de tortura a la barriga. Ésta, como todos lo saben, es la parte

más sensible del animal‖.

El héroe esencial de la Garro es Francisco I. Madero y lo

pone por encima de todos (p. 93): ―Zapata jefaturó la rebelión

de Morelos con el grito lanzado por los Flores Magón en 1908:

¡Tierra y Libertad! Ese día, 8 de junio de 1911, Zapata exigía

del señor Madero, que ni siquiera era todavía Presidente, que

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las tierras guardadas durante siglos se

entregaran en 24 horas. Francisco I.

Madero no inspiraba terror, por eso se

le exigía todo y ¡al instante! Tampoco

era demagogo y explicó a Zapata que

el problema agrario era digno de un

estudio‖.

Madero, dice (p. 100), ―empezó su

lucha política como hombre muy rico y

cuando fue asesinado era un hombre

muy pobre. Su dinero lo invirtió en

hacer la Revolución‖. Lo atacaron no

sólo los que debieran estar a su lado,

sino también, faltaba más, los intelec-

tuales (p. 112) ―para cobrar su gratifi-

cación dada por el grupo porfirista‖ y

los infaltables periodistas (p. 182): ―La

Cámara había discutido en una tor-

mentosa sesión una partida de 30 mil

pesos destinados a Cecilio Ocón, que

era director del periódico La Tribuna‖.

Ocón fue, entre otros, el asesino de

Gustavo Madero, hermano del presi-

dente. Aprovecha que éste, ciego (un

ojo de vidrio y el otro lastimado con

un pincho de espada) está rodeado de

enemigos y lo golpea. Gustavo se de-

fiende (p. 154) ―y Ocón le da un tiro en

la mandíbula‖. Luego lo acribillaron.

―Un canalla se acercó a darle el tiro de

gracia. Otro le arrancó el ojo de vidrio

que circuló de mano en mano‖.

Leo de la serie Ronda de clásicos mexi-

canos (Joaquín Mortiz-Planeta, 2002)

1915, de Manuel Gómez Morin (pensé

que era Morín, pero el libro omite el

acento en casi todas las menciones), un

ensayo bastante tibio, retórico, sobre el

compromiso de los intelectuales con los

postulados de la Revolución. Se lo en-

vía a José Vasconcelos y éste le contes-

ta con durísimas críticas a la genera-

ción 1915, que da título al breve volu-

men (p. 66-67): ―A ustedes les faltó

proclamar que Carranza era un ban-

dido: eso lo hicimos nosotros desde el

destierro. Usted todavía no dice que

Obregón es el nuevo Santa Anna y que

la reelección es una infamia: eso lo es-

tamos diciendo nosotros desde el des-

tierro. No veo que en el grupo de

Ramón López Velarde etcétera haya

surgido nada nuevo: veo en él un gru-

po que se tapó las orejas para no oír el

clamor del instante y se puso a hacer

retórica en la política y en el arte: ca-

rrancismo. No han sido ustedes rebel-

des. Yo les reconozco mucho talento

pero nunca he podido verles lo revolu-

cionario‖.

Incluso contra sí mismo arremete

(p. 67): “Al pueblo sólo se llega con ac-

titudes definidas, con actitudes concre-

tas. Yo soy el más mal escritor de

México y sin embargo soy el más leído

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en la América‖.

También, como Elena Garro, elogia a

Madero (p. 68): ―no se limitó a escribir su Sucesión

Presidencial: lo puso en obra: levantó la opinión: lo

único que a Madero le falta para que México lo reconozca co-

mo genio es el haber sido asesino: no lo fue, por eso lo olvida-

mos‖.

***

Tomé, para un curso que impartí hace poco, como ejemplos

de novelas que usan como mecanismo narrativo el cómic (no

como agregado, sino como parte sustantiva) Fantomas contra

los vampiros multinacionales, de Julio Cortázar, y ni modo, pe-

se a lo mal escrita, La ley del amor, de Laura Esquivel. Como

ésta fue combatida en su momento no sólo por sus obvios de-

fectos de escritura y concepción, sino porque parecía plagio de

Un dios para Cordelia (Océano, 1995), de Malú Huacuja del

Toro, leí esta novela de imaginación y agudeza. Y sí, parece

que doña Laura copió mal la historia inventada por Malú.

Al margen del nudo central (el amor eterno, la permanen-

cia de un espíritu en distintos cuerpos) Huacuja del Toro suel-

ta duros golpes a la hipocresía femenina que supone la mater-

nidad y el matrimonio ñoño. La mamá de Cordelia descubre

que su marido la engaña con su mejor amiga y su decisión es

embarazarse (p. 19-20), ―una idea que aqueja a los ejemplares

de su tipo: creer que ser madres las hace diferentes, y no igua-

les, a todas las mujeres que alguna vez, o muchas, han desea-

do forzar a un hombre a que las ame […] usualmente estas

mujeres terminan pensando que viven junto a un dios. Una fi-

gura mítica justifica interminables sacrificios […] Otras se-

rían tal vez más hermosas y más jóvenes, pero nunca las ma-

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dres de los hijos de un dios‖.

Los hombres se casan, sugiere en otra parte, para no seguir pagan-

do por saciar su deseo. Las mujeres que aceptan con pasividad ese me-

canismo de violación institucionalizada también tienen hijos nomás

porque coger produce embarazos (p. 129): ―En su sistema de ideas, los

hijos no representaban más responsabilidad que la de parirlos sanos y

mantenerlos vivos hasta que aprendieran a ayudarles con las tareas del

hogar, que eran interminables‖.

Otra idea sobre la maternidad (p. 183): ―Aquellas mujeres no pa-

recían estar jamás contentas, y muy probablemente nunca lo estaban.

Daba la impresión de que parían hijos para maltratarlos, no para

criarlos ni, mucho menos, para educarlos, pues siempre andaban gol-

peándolos, pellizcándolos o insultándolos. En todas las calles, autobuses

colectivos, comedores y colas se escuchaban amenazas, golpes, berridos

de niños‖.

Cordelia, falsa estrella de la música, tiene claro por qué la admiran

(p. 186): “Lo que pasa es que tengo el cuerpo que las señoras tenían an-

tes de meterse a la máquina del tiempo que las envejece: el matrimonio.

Soy su pasado. Por eso me adoran. Y, para las muchachas, soy su futu-

ro, porque no creen que lo que les pasa a sus mamás va a ocurrirles

también a ellas‖.

Le dicen a Cordelia que no visite a una mujer que ella conocía muy

bien (p. 188):

―—No vas a reconocerla, porque tuvo esa metamorfosis.

―—¿Qué metamorfosis?

―—Esa que dijiste de las mariposas que se convierten en gusanos.

―—No comprendo.

―—Se casó.‖

Contactos: [email protected]

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PIEDRA DE TOQUE

Regreso

de

Rosario

Castellanos (último de VII)

Ricardo Cuéllar Valencia

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Comitán, ciudad que habla de vos

ROSARIO CASTELLANOS

CUESTIONA A OCTAVIO PAZ

Según la lectura de Andrea Reyes es

posible poner en evidencia una dife-

rencia crítica de Castellanos con Paz.

Sostiene:

Un suceso importante que reco-

nocí al organizar los ensayos rescata-

dos de Castellanos en orden cronoló-

gico fue la coincidencia de varios tex-

tos particularmente polémicos que

fueron publicados en los pocos meses

al principio de 1971 entre su nombra-

miento como embajadora de México

en Israel y su salida del país al final

de marzo. Parece ser un momento de

mucha reflexión y el deseo de resumir

algunas lecciones antes de irse. Por

ejemplo, en enero de 1971, Castella-

nos se valió de su ―ética humanista‖

para aclarar sus diferencias con una

de las personas más prestigiosas del

mundo literario mexicano, Octavio

Paz. En el ensayo, ―Indagación sobre

el ser nacional: la tristeza del mexica-

no‖, comentó que una lectora le había

escrito con admiración sobre los escri-

tos de Octavio Paz sobre ―el mexicano

y su máscara‖, y le pidió su impresión

del tema. La autora no citó El laberin-

to de la soledad directamente ni men-

cionó el nombre del autor después de

la introducción, pero era obvio para

quien hubiera leído el texto que el ar-

gumento fue para contradecirlo ro-

tundamente. No era poca cosa, consi-

derando que Paz era probablemente

el escritor mexicano de más renombre

y poder en el mundo literario de aquel

entonces. Sin embargo, Castellanos

empleó ironía y humorismo para des-

mitificar su filosofía, y planteó un

acercamiento al ser nacional mucho

más racional. Su punto fundamental

fue de desmentir la aseveración de

Paz de que el silencio, o la soledad, o

la tristeza imperaban sobre el mexica-

no irremediablemente.

Primero, se rehusó a aceptar

ninguna teoría que afirmara que los

mexicanos eran muy distintos de otros

miembros de la raza humana: ―Por lo

pronto, vamos a mandar al diablo ese

dogma tan socorrido como falso

(pero, ay, tan satisfactorio para nues-

tra vanidad) de que somos peculiares

y únicos‖ (Indagación sobre el ser na-

cional: la tristeza del mexicano" 643-

4). Castellanos sospechaba que tal

creencia era simplemente el deseo de

justificarse en lugar de buscar la ver-

dadera clarificación de su propia si-

tuación. Describió el método utilizado

por unos filósofos de elevar los defec-

tos de la gente a cualidades eternas, y

de hacerse pasar por cultos por la ela-

boración. Ofreció el ejemplo de la su-

puesta tristeza del mexicano, que se

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explicaba por la traición de la Malin-

che o tal vez por el triste fin de Maxi-

miliano tan guapo, ― interpretacio-

nes contradictorias de acontecimien-

tos no relacionados en la historia,

aunque hacían buen melodrama. Tal

distorsión histórica conducía fácil-

mente a una conclusión fatalista: ―Si

sumamos esta serie de factores tene-

mos como resultado que somos tristes

y que como, además, estamos tristes,

no damos una‖ (645). La autora con-

sideraba ridículo y pretencioso ese

juego de ―máscaras‖, y exigió una

nueva interpretación del mexicano

que aceptara la realidad de que era

un ser vivo que podía cambiar:

Creo que, en el nivel en que pade-

cemos el problema es moral pero en

sus principios es intelectual. Cuando

nos atrevamos a conocernos y a califi-

carnos con el adjetivo exacto y a arros-

trar todas las implicaciones que conlle-

va, cuando nos aceptamos, no como

una imagen predestinada sino como

una realidad perfectible, estaremos co-

menzando a nacer. (645-6)

Esta afirmación de ser

―perfectible‖ fue precisamente el ar-

gumento de Castellanos: que el silen-

cio del pueblo mexicano no era

―predestinado‖, que el uso de ―el ad-

jetivo exacto‖, el poder de la palabra,

podía empezar a cambiar la situación,

y que no había nada de la esencia

mexicana que no se podía mejorar.

En febrero de 1971, Castellanos

dio el discurso sobre ―La abnegación:

una virtud loca‖, que mencioné el

otro día, el ―grito‖ que Elena Ponia-

towska señaló como un día clave en la

causa de la mujer en México. No lo

voy a repetir aquí, pero fue parte de

ese momento de mucha reflexión an-

tes de salir del país. En marzo, faltan-

do sólo semanas para partir a Israel,

la autora volvió su atención a la im-

portancia de cumplir con la ética de

representar la verdad, aunque existía

el temor de la censura. Citó a don Da-

niel Cosío Villegas, quien, en un edito-

rial del día anterior, identificó el te-

mor general en el público sobre la ar-

bitrariedad de las fuerzas del poder.

Castellanos escribió que Cosío Ville-

gas:

Afirma que nada es “más urgente que

nuestras autoridades traten de medir

hasta qué punto está grabada, profun-

da, inconmoviblemente en la concien-

cia de cada ciudadano mexicano la no-

ción de que pende sobre su cabeza la

espada de Damocles de un poder ofi-

cial tan fuerte y tan arbitrario que en

cualquier momento puede desencade-

narse sobre él un terror capaz de exter-

minar su persona, su familia y sus bie-

nes”. (Censura y autocensura: el niño

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos.

Comitán, ciudad que habla de vos

que pone el coco . . ." 678)

Castellanos reconocía el temor ge-

neral de un poder oficial arbitrario

descrito por su colega, aunque eso no

le quitaba la urgencia de exigir más

de sí misma y de los demás intelectua-

les. Señaló el recato, la prudencia, con

que demasiados de los escritores res-

pondían a la posibilidad de correr un

riesgo con su obra:

Únicamente pusimos en evidencia

nuestra pusilanimidad, pero si somos

pusilánimes, más vale que vayamos sa-

biéndolo y no que vivamos engañados

pensando que si estuviéramos respiran-

do una “atmósfera de libertad” sería-

mos los voceros del pueblo. Pero aquí

el vocero del pueblo es el rumor anóni-

mo que esparce nadie sabe cómo pero

sí con qué eficacia, mentiras, exagera-

ciones, amenazas, tanto más temibles

cuanto más veladas.

Si alguien, como por ejemplo, Ele-

na Poniatowska, hubiera atendido esos

rumores, ¿habría publicado su magní-

fico documental sobre La noche de

Tlatelolco? Claro que no. Sin embargo,

el libro está allí, en los escaparates y

vendiéndose como pan caliente.

(Censura y autocensura: el niño que

pone el coco . . ." 679)

Y concluye:

A veces, yo tengo la impresión de que

los mexicanos ― que tal vez no hemos

salido aún de la infancia — nos encan-

ta, como decía Sor Juana, poner el co-

co para luego tenerle miedo. Y lo que

al principio era juego se va transfor-

mando en realidad. Y por miedo a in-

currir en la reprobación de una censu-

ra (que como no existe oficialmente la

sentimos funcionar en todas partes) y

que, como todas las censuras carece de

imaginación, aplicamos la imaginación

propia a autocensurarnos hasta el pun-

to de que la palabra más inocente e in-

significante nos parece cargada de do-

bles o triples intenciones. Y la tacha-

mos. Y nos hundimos. (Censura y au-

tocensura: el niño que pone el coco . .

." 679-680)

Pero Castellanos misma no se

hundía, ni tachaba sus palabras sobre

la realidad de su vida en México.

Aun en Israel como embajadora

del gobierno mexicano, la autora no

permitió que el cargo le impusiera

una actitud ―pusilánime‖ sobre la res-

ponsabilidad de decir la verdad sobre

su país. Pocos meses después de llegar

en 1971, en un artículo sobre el gusto

de recibir la valija diplomática con

periódicos, revistas e información re-

ciente de México, la autora mencionó

las pocas noticias que había recibido

de la nueva masacre: ―de los hechos

del 10 de junio teníamos muy vaga

noción‖, y reforzó su apoyo por los

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que exigían la verdad sobre los dos

atentados, el de 68 y el nuevo de 71.

Reclamó saber:

Algo respecto a unos halcones que vo-

laron después “de dar a la caza alcan-

ce” y de los que nadie ha vuelto a sa-

ber. Sobre ellos preguntan, en voz alta

y libre, las más responsables, las más

exigentes, las más dignas conciencias

de México. Y esa voz la escuchamos, y

de ella nos hacemos eco, desde el sitio

al que hemos sido destinados. (La vali-

ja periodística: un cordón umbilical"

80-81)

Era evidente que su compromiso con

la verdad superaba su obligación

hacia el gobierno de Echeverría.

El texto más profundo que escri-

bió Rosario Castellanos sobre la ma-

sacre en 68 fue el poema, ―Memorial

de Tlatelolco‖, que aportó al libro tan

importante de Elena Poniatowska, La

noche de Tlatelolco. Su denuncia de

los hechos y de la censura de informa-

ción fue contundente. Los sobrevi-

vientes que erigieron la Estela de Tla-

telolco en 1993 para conmemorar ―a

los compañeros caídos‖ decidieron in-

corporar una estrofa del poema en el

monumento,

— precisamente la parte que señalaba

el silencio de los medios de comunica-

ción, su obediencia a la ―línea‖ dicta-

da por las autoridades ☼:

¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día si-

guiente, nadie.

La plaza amaneció barrida; los periódi-

cos

dieron como noticia principal

el estado del tiempo.

Y en la televisión, en la radio, en el cine

no hubo ningún cambio de programa,

ningún anuncio intercalado ni un

minuto de silencio en el banquete.

(Pues prosiguió el banquete.) (Obras II:

poesía, teatro y ensayo 186-7)

La denuncia valía mucho cuando

la escribió, conmocionaba a los sobre-

vivientes que erigieron la Estela en

1993, y sigue siendo relevante en la

actualidad.

…………………………………………

Hasta los volúmenes que ahora

se han publicado, los editores de su

obra habían excluido la gran mayoría

de las observaciones de Castellanos

sobre la vida política y social en Méxi-

co. Sin embargo, por toda su carrera

literaria la autora insistió en reflejar

la realidad del país, y resistió cual-

quier esfuerzo por restringir la liber-

tad de expresión o de falsificar la ima-

gen de México con el ―patrioterismo‖.

Dado su obvio interés por entrar

en el diálogo político de aquellos años,

el rehusar de considerar esta parte de

sus ensayos es revelador. El hecho de

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que la participación de mujeres como

intelectos en la sociedad es todavía

punto de disparidad, aunque menos

que antes, acentúa la importancia y

originalidad de lo que logró Rosario

Castellanos en las páginas editoriales

de Excélsior de 1963-1974, y lo que

significa su producción ensayística.

Ahora podemos reconocer que,

además de sus obras de ficción, poesía

y teatro, Castellanos aportó una voz

progresista, internacionalista y com-

prometida al debate nacional. Estos

ensayos son parte imprescindible de

la batalla ante la opinión pública de

México en que Rosario Castellanos

fue siempre una intelectual insobor-

nable, quien merece ser recordada pa-

ra siempre en las letras mexicanas.

San Cristóbal de las Casas, Chiapas,

el 21 de mayo de 2011

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A nosotros, las revistas y los periódicos de CINCO

nos dan mucha risa ¡y mucha pena!

TERE

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El hombre camina por las calles de Co-

mitán. Cuando llega a la esquina del

templo de San José encuentra unas cin-

tas que impiden el acceso de vehículos.

Pregunta el porqué y un guardia le dice

que están grabando el capítulo de una

telenovela. Los camiones de Televisa

ocupan toda la cuadra. La tarde está

nublada, un viento frío arrastra algu-

nas hojas secas.

Mientras el hombre observa, dos

niñas corren y pasan por debajo de las

cintas rojas que tienen el mensaje

prohibido el paso. Llegan hasta un

portón generoso en dimensiones, se pa-

ran de puntas -por encima de los guar-

dias– y, ansiosas, miran hacia el inte-

rior de la casa, propiedad de Roberto

Albores Guillén, ex gobernador de

Chiapas. El portón tiene una de las

hojas abiertas, la protegen dos guar-

dias. En el fondo se aprecia el patio y

ahí hay un movimiento inusual de

técnicos con cámaras, parasoles e infi-

nidad de cables.

El hombre se acerca a otro guardia

y pregunta. ―Sí, jefe, están grabando

una telenovela. Mañana van a estar

temprano en el Café de la Casa de la

Cultura. Llegue usted para darse un ta-

co de ojo‖. Dice que las actrices son be-

llas. Él acaba de ver a dos que entraron

a la casa y dicen que son mujeres muy

diferentes a las que hay en el pueblo. El

hombre sonríe, ante tal comentario.

En la banqueta del frente hay un

grupo de curiosos, con celulares y libre-

tas. Tal vez esperan la salida de los ac-

tores para ver si tienen suerte y logran

el autógrafo y la foto con el famoso, con

la famosa, para luego subirla al face-

book.

Un señor que está en el grupo se

avienta el clásico chiste con filo: ―La te-

lenovela se ha de llamar En las puertas

del infierno‖, se sabe que el apodo de

don Roberto Albores es Satanás, aun-

que luego se popularizó más el mote

que le impuso Marcos, el guerrillero de

La Selva.

El hombre va a donde están los

guardias y mira que uno de los balco-

nes tiene abiertas las puertas, se acerca

y, maravillado, descubre que una de las

paredes está tapizada de caricaturas.

Los trazos de caricaturistas nacionales

y estatales adornan esa pared blanca.

¡Quién lo diría! Por lo regular, las cari-

caturas son temidas por los políticos ya

que se reconoce la fuerza que tiene el

dibujo que busca la risa del lector a

través de la ironía y del sarcasmo. El

trabajo de los cartonistas caricaturiza

al personaje y al cargo que ostenta.

Pues, ¡insólito!, don Roberto colecciona

dichos cartones y los tiene colgados en

un lugar privilegiado de su casa. Es,

bendito Dios, un homenaje permanente

al talento de los creadores que conti-

núan la senda de Posada.

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Cartón de Enrique Alfaro.

El productor sale (dicen que es el Güero Castro, tal vez descendiente de

aquel actor y productor de cine que produjo aquellas películas de ficheras, tan

famosas de fines de los años setentas e inicio de los ochentas). Dos muchachas

se acercan y él les dice: ―¡Qué hay, chicas!‖, ellas se acercan y algo le piden. Él

dice que no es posible.

El hombre se acerca a una persona de la producción y pregunta acerca de

los actores: ―Susana González y Jorge Salinas son los principales‖, dice y

agrega que a partir de agosto se exhibirá en el canal 2 de Televisa. De acá irán

al ―Chiflón‖ para continuar con las grabaciones. El técnico aclara que la tele-

novela se llama: La que no podía amar, con lo que borra el dicho del viejo que

bromeó con el apodo de don Roberto. Parece que el equipo de producción tu-

vo suerte porque las nubes se han alejado y el sol brilla en una tarde de oro.

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Estamos llenos de cultura.

¿Cuándo venís a

Comitán a

llenarte de luz?

Consejo Ciudadano de Cultura Municipal

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Honorable Ayuntamiento

de Comitán

y

Universidad

Mariano N. Ruiz

¿Te gusta escribir? El Centro Comiteco de Creación Literaria es

¡para vos! Ser parte del Centro no tiene algún costo económico. Lo

auspicia el Honorable Ayuntamiento de Comitán 2011-2012.

Sesionamos los miércoles en la sede del Centro, frente al Santuario del

Niñito Fundador.

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S Presentación de la novela El abrazo de Ixtab, a las seis de la tarde, del

viernes 1 de julio, en la Sala de Exposiciones Temporales, del

Centro Cultural Rosario Castellanos.

Los comentarios estuvieron a cargo del poeta y narrador Mario Escobar

Gálvez y del Director General de DIEZ. La poeta Marvey Altuzar fungió

como moderadora.

Al término de los comentarios, intervino el maestro Óscar Palacios, au-

tor de la novela. Él insistió en el feliz pretexto para estar en la ciudad de

Comitán e hizo una sinopsis de la trama y refirió las motivaciones que

tuvo para escribirla.

Palacios ha presentado su novela en varios estados de la república y en

distintas ciudades de Chiapas.

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Después de la presentación de la novela, los asistentes disfrutaron de bocadillos y

del vino de honor que fueron ofrecidos por el Notario Gerardo Pensamiento. La

poeta Marvey Altuzar hizo notar que el notario se ha distinguido como un

mecenas para cuestiones referentes al arte en la ciudad.

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CRÓNICAS DE ADOBE

Alejandra Laguna Irecta participó en el programa del martes 5 de julio.

Ale es conductora de Radio IMER. En 1997 condujo el programa

―Eróticos Anónimos‖, ella tenía 17 años de edad.

En el programa trató el tema: ―Importancia de la mujer en los medios de

comunicación comitecos‖.

Se recordó a la primera locutora en la radio de Comitán: Coco Saborío.

En la foto: Paty Espinosa, Genaro Aguilar y Alejandra.

Paty se prepara para ir a estudiar su carrera profesional.

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Todos los martes, de tres a cuatro de la tarde: www.imer.gob.mx

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Sí, se colgó

porque llevaba

ocho meses sin

gota de agua.

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En la DIEZ te damos armonía

Te esperamos en el número 83

TERE