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Vida del Siervo de Dios Don Manuel Domingo y Sol, Apóstol de las vocaciones, Fundador de la Hermandad de Sacerdotes Operarios del Corazón de Jesús escrita por D. Antonio Torres Tortosa 1934 PROTESTA La hacemos de sumiso y rendido acatamiento a las declaraciones y Decretos de la Iglesia Católica, Y en especial de Urbano VIII Y de su Confirmación de 5 de julio de 1634. Y en consecuencia, es nuestra intención y deseo que a ninguno de los hechos que referimos se otorgue otra autoridad que la puramente humana, y cine al calificativo de santo, o cualquier otro equivalente, que aplicamos a Don Manuel, no se le dé otro valor que el que tiene vulgarmente hablando; sin que -sea nuestra voluntad prevenir el juicio, único infalible, de la Santa Sede. El Autor. LICENCIA DE LA HERMANDAD IMPRIMI POTEST:

Sacerdotes Operarios Diocesanos · Archicofradías del Sagrado Corazón de Jesús y ... sólo de la vida y obras del preclaro Fundador de los Operarios Diocesanos, sino del tiempo

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  • Vida del Siervo de Dios

    Don Manuel Domingo y

    Sol, Apstol de las

    vocaciones, Fundador de

    la Hermandad de

    Sacerdotes Operarios del

    Corazn de Jess

    escrita por D. Antonio Torres

    Tortosa

    1934

    PROTESTA

    La hacemos de sumiso y rendido acatamiento a

    las declaraciones y Decretos de la Iglesia

    Catlica, Y en especial de Urbano VIII Y de su

    Confirmacin de 5 de julio de 1634. Y en

    consecuencia, es nuestra intencin y deseo que

    a ninguno de los hechos que referimos se

    otorgue otra autoridad que la puramente humana,

    y cine al calificativo de santo, o cualquier

    otro equivalente, que aplicamos a Don Manuel,

    no se le d otro valor que el que tiene

    vulgarmente hablando; sin que -sea nuestra

    voluntad prevenir el juicio, nico infalible,

    de la Santa Sede.

    El Autor.

    LICENCIA DE LA HERMANDAD

    IMPRIMI POTEST:

  • PETRUS RUIZ DE LOS PAOS,

    Director Generalis.

    LICENCIA DEL ORDINARIO

    Nihil obstat:

    El Censor,

    Lic. CRISTBAL FALOMIR,

    Cannigo.

    IMPRMASE

    Tortosa, 25 de enero de 1934.

    + FLIX, OBISPO DE TORTOSA.

    Por mandato de su Excelencia Reverendsima

    el Obispo, mi Seor,

    Lic. PEDRO MONSERRAT, Pbro.

    Pro-Secret. Cancel.

    Al Clero secular espaol

    A nadie podamos dedicar esta biografa sino

    a los benemritos sacerdotes de nuestra patria,

    ya que fue la vida de Don Manuel una vida

    eminentemente sacerdotal y tpicamente

    espaola.

    Semejantes, por muchos conceptos, las actuales

    circunstancias a aquellas en que hubo de

    comenzar Don Manuel su animoso y fecundo

    apostolado-tiempos de ruinas y asolamientos, de

    persecuciones sectarias, de ensayos laicistas,

    y por consiguiente, de obligada y dificultosa

    labor restauradora en el orden religioso y

    social -aun por este concepto viene a resultar

    para la clase sacerdotal espaola un oportuno y

    perfecto modelo de lo que todos y cada uno de

    cuantos a la misma pertenecemos estamos

    obligados a ser para responder a la altsima

    misin que nos incumbe.

    Cultivo esmerado y fidelidad inalterable a

    la propia vocaci6n; estimacin altsima de la

    dignidad sacerdotal y conciencia plena de sus

    tremendas responsabilidades; viva y operante

  • conviccin de la necesidad y de la urgencia de

    restaurar en Jesucristo instituciones y

    personas; amor ferventsimo y adhesin sin

    reservas a la Iglesia y al Papa; desinters

    admirable y generosidad sin tasa, ni reservas

    para aplicarse a las ms variadas

    manifestaciones del apostolado sacerdotal;

    actividad santa, hija de un celo tan ardoroso,

    que siempre le traa insatisfecho y, a la par,

    tan abnegado y resuelto, que jams se arredraba

    ante ningn gnero de dificultades...; todo eso

    y muchas cosas ms podrn ver, sacando de ello

    estmulo y provecho, los sacerdotes espaoles

    con la lectura de la Vida de Don Manuel, que

    tan entraablemente los am y tan

    infatigablemente trabaj por el bien de ellos.

    Gran figura sacerdotal, sobre todo para

    nuestros tiempos, la excelsa y providencial de

    Don Manuel! Parece como escogido por la mano de

    Dios para ejemplar y dechado de sacerdotes

    consagrados a la accin sacerdotal" y, como

    derivacin y complemento de la misma, a la

    Accin Catlica, tan encarecida y

    perseverantemente recomendada por S. S. Po

    XI...

    No hay campo de apostolado que l no

    cultivara: ministerios parroquiales en aldeas y

    ciudades; ctedras de Instituto; periodismo y

    difusin de la buena prensa; misiones

    populares; congregaciones piadosas de jvenes;

    establecimiento de crculos de estudio y de

    recreo; bibliotecas; escuelas dominicales;

    Juventudes Catlicas; Congresos Catlicos;

    conferencias e instituciones sociales para

    patronos y obreros; multiplicacin y

    perfeccionamiento de las vocaciones

    sacerdotales; afn santsimo de que stas,

    rebosando de los mbitos de sus Colegios, se

    transformasen muchas de ellas en vocaciones

    religiosas y apostlicas... Como base de todo,

    el ms perseverante cultivo de la propia vida

    interior; y como punto principalsimo de apoyo

    para el personal esfuerzo -en busca, del

    imprescindible auxilio divino, mediante la

  • oracin y el sacrificio- el apostolado

    infatigable de la direccin espiritual de almas

    consagradas a la perfeccin en el siglo y en el

    claustro y la fundacin de institutos de

    religiosas, dedicadas unas a, la vida

    contemplativa, y otras a la vida mixta; y,

    finalmente, como contrapeso a la divina

    justicia, de tantas maneras y tan

    universalmente vulnerada y escarnecida, el

    establecimiento de asociaciones eucarsticas -

    Camareras del Santsimo, Adoracin Nocturna,

    Archicofradas del Sagrado Corazn de Jess y

    Templos de Reparacin- impregnadas todas ellas

    del ms acendrado espritu de adoracin y

    desagravio.

    Rasgo singularmente atractivo y simptico de

    la apostlica personalidad de Don Manuel lo

    constituye el empeo que mostr, pensando en el

    bien de su patria, para fomentar, aparte otras

    devociones genuinamente nacionales, la de los

    Santos Patronos y Protectores de Espaa, por l

    siempre tan ardiente y prcticamente amada.

    Tales son los motivos que tenemos para

    dedicar esta Biografa al respetable Clero de

    nuestra patria, esperando que como en vida fue

    campen insigne de cuanto a su

    perfeccionamiento y auxilio se refiere, as a

    hora les puede servir de aliento la relacin de

    sus virtudes, persuadidos como estamos de que

    le form l Seor para ser prototipo, modelo y

    ahogado de los ministros de su santa Iglesia.

    PROLOGO

    ramos muchos los que esperbamos con

    impaciencia esta VIDA de Don Manuel Domingo y

    Sol que ahora se publica. Le ambamos y le

    admirbamos; mas por eso mismo era mayor el

    deseo de volver a contemplar su figura

    venerable, de or de nuevo sus palabras llenas

  • de dulzura, de sentirlo ms cerca de nosotros,

    por la evocacin de su vida y de sus obras.

    Justas razones aconsejan de ordinario la

    demora en la publicacin de libros semejantes.

    Con la muerte suele llegar la hora de las

    alabanzas, pero no la de la verdad completa. Es

    preciso dejar que las aguas se decanten y que

    el tiempo reduzca los elogios a sus justos

    lmites, o que los consolide y refrende.

    Adems, nuestra vida no es una unidad aislada o

    un compartimiento estanco, y menos an lo son

    las vidas de los varones insignes que, por su

    mayor radio de accin y por el vuelo de sus,

    empresas, acaso suscitaron recelos, envidias,

    enemistades y persecuciones. Para conocer estas

    vidas plenamente es menester referirlas a otras

    vidas, situarlas en su ambiente propio, y en

    este ambiente, que es el fondo del cuadro,

    quiz no faltaron sombras. Esperar a que el

    tiempo, sin ocultarlas, las disimule un tanto

    en la lejana era prudencia y era piedad.

    Afortunadamente para nuestro Don Manuel no

    sucede as. Su nombre crece con el tiempo, y su

    figura, respetada por los aos, se yergue sobre

    el paisaje lejano con grandeza cada da mayor.

    Su vida hubiera podido escribirse a raz de su

    muerte con la misma Seguridad que ahora, aunque

    no con la misma facilidad, porque no era fcil

    reunir todos los materiales, principalmente las

    cartas, que, como reliquia, conservaban sus

    afortunados poseedores. De aqu la obligada

    dilacin.

    Pero ahora ya estn vencidos los obstculos.

    Incoado el proceso para su Beatificacin, tiene

    su memoria consagracin, en cierto modo,

    oficial. Dar a conocer su vida no es

    adelantarse al juicio de la Iglesia, sino

    cooperar a su inapelable resolucin; que, al

    fin, para que Dios glorifique a sus siervos y

    mediante ellos manifieste su poder, el camino

    que de ordinario escoge la Providencia es que

    los hombres los conozcan y, conocindolos,

    confen en su valimiento e imploren su

    intercesin.

  • Tienen tambin las vidas de los Santos de

    nuestros das -permtasenos usar este nombre

    como expresin de nuestra admiracin y siempre

    con acatamiento al juicio de la Iglesia- un

    altsimo valor educativo y apologtico. Las

    historias de muchos Santos antiguos se reducen,

    con frecuencia, a la narracin de sus virtudes

    heroicas, de sus milagros, de sus grandes

    empresas. Por falta de noticias o por

    menosprecio de lo anecdtico y de los

    pormenores secundarios, se esquematiz su vida,

    idealizndola tal vez, pero casi siempre

    deshumanizndola. Y as les contemplamos en las

    cumbres, pero no les vemos escalar, da por

    da, la spera pendiente. De donde viene a

    suceder que nos persuadimos de que su santidad

    es como una planta de desaparecidas pocas

    geolgicas, o puro don del Cielo; algo, en fin,

    inasequible para quienes vivimos en un siglo en

    que los progresos de orden material y las

    luchas polticas y sociales impiden el libre

    vuelo de las almas hacia Dios. Por eso, vidas

    como sta de Don Manuel son altamente

    ejemplares y alentadoras. Ellas nos manifiestan

    cmo la Iglesia sigue siendo en nuestros das,

    no menos que en los tiempos antiguos, fecunda

    Madre de Santos.

    Estas vidas sern tanto ms provechosas

    cuanto ms ricas sean en pormenores y mejor nos

    muestren la complicada urdimbre de las acciones

    y reacciones que forzosamente han de producirse

    en el contacto o en el choque de las almas

    grandes con la dura realidad. Por fortuna, para

    escribir la VIDA de Don Manuel hay materiales

    abundantsimos. La Hermandad de Sacerdotes

    Operarios Diocesanos, con filial diligencia,

    recogi desde el primer da todos los recuerdos

    de su Padre y Fundador. Cada uno de estos

    recuerdos es como una voz que nos llega de

    lejos. Un papel amarillento por los arios, unas

    palabras, por sencillas que parezcan, nos

    recuerdan un latido del corazn, una

    preocupacin, una lucha. Documentos oficiales,

    sermones, cartas y escritos ntimos de Don

  • Manuel, frases recogidas de labios de quienes

    le trataron, informaciones publicadas en la

    prensa, todo fue reunido, ordenado y catalogado

    con solcito afn.

    Y para que nada falte, se ha conservado el

    espritu del Venerable Fundador. Ese espritu

    vive con perenne lozana en las Constituciones

    de la Hermandad, en los Colegios de Vocaciones

    Eclesisticas y en toda la obra de Don Manuel,

    y, de manera especial, en la tradicin

    piadosamente guardada y transmitida por los que

    desde el principio fueron testigos de su vida.

    Preparados ya los materiales y llegada la hora

    de darlos a la luz pblica, slo faltaba el

    artfice que, beneficiando tan rica cantera,

    nos diese, al fin, la biografa que

    esperbamos.

    ------------

    Apresurmonos a aadir que Don Manuel ha

    hallado, en don Antonio Torres, el bigrafo que

    mereca. La obediencia puso la pluma en su

    mano, y el cario ha hecho lo dems. Un cario,

    huelga decirlo, muy bien hermanado con la

    competencia, con la laboriosidad, con una

    slida cultura, y con un cabal conocimiento no

    slo de la vida y obras del preclaro Fundador

    de los Operarios Diocesanos, sino del tiempo en

    que vivi.

    El autor no ha tenido necesidad de llenar

    lagunas con hiptesis ingeniosas ni con

    estudiadas digresiones, ni, para enaltecer la

    persona de Don Manuel, le ha sido preciso tejer

    largos panegricos, ya que, disponiendo de

    copiosa informacin, le bastaba dejar que

    hablasen los documentos. Y eso ha hecho. A lo

    largo del libro, ni por un instante se

    interrumpe nuestra comunicacin con el

    protagonista de la historia. El mismo es quien,

    con sus escritos y principalmente con sus

    innumerables cartas, nos va diciendo sus planes

    y, proyectos, refirindonos sus preocupaciones

    y sus afanes, narrndonos las vicisitudes y

    etapas de sus obras, y descubrindonos, sin

    quererlo ni pensarlo, su alma nobilsima y sus

  • excelsas cualidades. Y cuando no es l mismo

    quien habla, Son personas que con l

    convivieron o que le trataron, y multitud de

    documentos que, encuadrados en un plan sencillo

    y armnico, ,nos dibujan con admirable relieve

    su fisonoma espiritual.

    Y ser, cierto, regalado deleite para sus

    admiradores esta continua presencia de Don

    Manuel, que, reviviendo en cada una de las

    paginas de este libro, sigue hablndonos con su

    paternal y casera llaneza, en la que la muerte,

    sin embargo, puso una plcida serenidad que se

    eleva sobre los hombres y las cosas y sobre las

    ruindades y miserias de la vida.

    Tan amplia y completa es la informacin que

    por ventura alguno pensar que la

    sobreabundancia misma de noticias daa al

    inters del relato; que la multitud de

    pormenores oculta las lneas fundamentales;

    que, en resumen, la narracin ocupa demasiadas

    pginas para que stas sean ledas con inters

    en tiempos de ftiles libros de aventuras y de

    ensayos comprimidos.

    Mas, a nuestro ver, no ha sido el menor

    acierto del autor el mtodo usado para componer

    este libro. Quiz algn da pueda escribirse

    una VIDA de Don Manuel ms popular, ms del

    gusto de personas que quieren leer muy de

    prisa, y aun ms novelesca; que a tanto hemos

    llegado, que, aun en las historias de los

    Santos, se va notando cierta propensin a

    darles inters y amenidad - introduciendo en

    ellas elementos novelescos. Pero esta primera

    biografa no poda ser sino como es: una

    fotografa, no un estudio artstico. La

    fotografa no selecciona pormenores sino que

    los recoge todos, cada uno segn su importancia

    y con su luz propia, y de ah resulta el

    parecido con el modelo. En esto se diferencia

    del retrato artstico, en el que el artista,

    para obtener ciertos efectos estticos,

    vigoriza unos rasgos y suprime o atena otros,

    siempre con riesgo de transformar, o acaso

    deformar el modelo, y de darnos como

  • temperamento de ste el suyo propio. Un retrato

    artstico es bueno para exornar las paredes de

    un saln; mas para evocar el recuerdo del ser

    amado preferimos la fotografa sin retoques, en

    la que no se hayan borrado arrugas ni puesto

    sombras o luces caprichosas.

    Tanta es la veneracin del autor hacia Don

    Manuel, que aun en el elogio es siempre parco,

    como quien est persuadido de que la verdadera

    virtud no necesita ditirambos ni ponderaciones.

    El mejor homenaje a la virtud es reconocerla y

    respetarla tal como ella es.

    Esta misma veneracin le ha sealado un

    lmite en su tarea de reconstruccin histrica.

    El objeto primero de la historia son los

    hechos. Deducir de stos las ideas y

    preocupaciones de quien los ejecuta, penetrar

    en su espritu y seguir sus movimientos, trazar

    el itinerario de la formacin de su

    personalidad, sealar la trayectoria resultante

    de todas esas fuerzas que actan en nuestra

    vida interior es algo que, salindose del campo

    del historiador, entra en el del psiclogo.

    Penetrar en este campo es ocasionado a

    sustituir la historia con las conjeturas.

    Porque quin es capaz de escudriar la

    compleja actividad de nuestras facultades y de

    conocer los misteriosos caminos de la gracia y

    de las dems influencias divinas? Y esta

    dificultad crece cuando se trata de almas

    santas que, recatando pdicamente sus dones

    porque saben el peligro de sacarlos a pblica

    plaza, slo nos dejan ver fugaces resplandores,

    insuficientes para que a su luz contemplemos en

    toda su magnfica realidad los panoramas del

    mundo interior. Caben los ensayos psicolgicos

    en las novelas y aun en ciertas biografas;

    pero en la agiografa cristiana, en la que

    tiene tan principal parte el elemento

    sobrenatural, tales ensayos psicolgicos, tan

    del gusto de nuestros das y de algunos

    autores, requieren mucho tino y discrecin para

    que no vengan a parar en engaosos

    subjetivismos o en una suplantacin de

  • personalidad.

    No se ha abstenido el autor de asomarse a la

    vida interior de Don Manuel, pero siempre

    guiado por los hechos y sin avanzar un paso ms

    de lo que stos consienten. Por lo dems, son

    tantos los que refiere, y tienen lenguaje tan

    elocuente, que, por lo comn, hacen intil todo

    comentario. Hablan ellos por si mismos.

    En lo que s ha puesto suma diligencia es en

    ordenarlos, en ilustrarlos con noticias

    complementarias, en restablecer con sobrias

    pinceladas el ambiente en que se desarrollaron,

    en dibujar aqu y all lindos medallones de

    otras personas que se movieron en la rbita de

    atraccin del personaje central. La composicin

    de biografas como sta requiere largo trabajo

    oscuro y silencioso, de ms mrito que

    lucimiento. Don Antonio Torres no ha escatimado

    el trabajo y lo ha hecho an ms meritorio

    renunciando a toda exhibicin personal, para

    que su libro, desde el principio al fin, sea

    tributo de veneracin al Padre inolvidable. El

    lenguaje mismo es como a tal obra corresponda:

    grave sin afectacin, sin alardes preciosistas,

    terso y noble. Todo en ella da la impresin de

    una obra acabada: hasta la ntida y esmerada

    impresin y las ,abundantes y escogidas

    ilustraciones grficas.

    No ser sta la nica VIDA que se escriba

    del esclarecido Fundador de los Sacerdotes

    Operarios Diocesanos; pero s ser la vida-

    tipo, a la cual hayan de ajustarse las dems.

    Ningn monumento mejor poda erigirse a la

    memoria de Don Manuel Domingo Y Sol para

    conmemorar el XXV aniversario de su nacimiento.

    S, de su nacimiento, porque en el lenguaje

    de la Iglesia el Dies natalis de los Santos no

    es aquel en que nacieron a la vida perecedera,

    sino aquel en que, a travs de la muerte,

    entraron en la vida de la inmortalidad.

    Bien quisiramos, a ejemplo de los antiguos

    miniadores, dibujar a la cabecera de este libro

    una graciosa vieta que simbolizase toda la

    vida de Don Manuel Domingo y Sol; pero vidas

  • tan llenas y multiformes como la suya, se

    resisten a toda sntesis.

    Es un santo! -deca la voz comn. He ah

    una sntesis, que es a la vez un elogio de

    subidos quilates. Pero, con decir mucho, an no

    dice lo suficiente, porque la santidad es el

    denominador comn de todos los siervos de Dios,

    y en stos, como en las estrellas del cielo,

    hay diferencias y variedad de matices.

    Adems, este elogio se repite con excesiva

    frecuencia y no siempre con la plenitud de

    sentido que de suyo tiene. En ocasiones elogiar

    la santidad es una sutil reticencia para

    insinuar la falta de otras cualidades. Es un

    santo! -se deca de Don Manuel-. Nadie dudaba

    de su virtud, pero acaso ms de uno pensaba:

    puede ser un varn en verdad extraordinario

    este sacerdote que no deja su vulgar paraguas,

    que vieja rodeado de paquetes y bultos de todas

    clases y que, como de Santa Teresa decan

    aquellas buenas monjas de Madrid, come y

    duerme como los dems y habla sin ceremonias?

    Algo, ciertamente, haba en l que al punto

    le conquistaba afecto y admiracin. Aquella

    apacibilidad de su rostro, aquel sereno y dulce

    mirar, aquella exquisita cortesa, seoril y

    paterna] aun tiempo; aquella conversacin

    efusiva y discreta, grave y jovial y aun, a

    veces, con suaves ironas que siempre daban en

    el blanco. aquella piedad, en fin, tan

    sencilla, tan modesta y sin afectacin., eran

    como destellos de un espritu nada vulgar. Pero

    aqu se detenan muchos. Es que se puede medir

    a simple vista la profundidad de los grandes

    ros y basta, para conocer la longitud de su

    curso, calcular la distancia en lnea recta

    entre el lugar de su nacimiento y el de su

    desembocadura? Tampoco era suficiente para

    conocer una vida tan profunda como la de Don

    Manuel un trato superficial y pasajero, ni sus

    partidas de nacimiento y defuncin bastan para

    medir la longitud de una existencia que, como

    los ros, se desviaba hacia un lado y hacia

    otro, es decir, hacia donde quiera que vea una

  • obra en que pudiera glorificar a Dios. Aun

    muchos que crean conocerle, descubrirn, al

    leer esta VIDA, cualidades que no haban

    sospechado y una actividad que les llenar de

    admiracin.

    Sean un ejemplo sus cartas y sus sermones.

    Si se imprimiesen, llenaran muchos volmenes.

    Concedamos que no fue Don Manuel ni un escritor

    clsico, ni un erudito, ni un pensador genial.

    Pero tena clarsima inteligencia y saba

    manejar la pluma con muy gentil garbo. En sus

    cartas, acaso el ms fiel espejo de su alma,

    hay, como en las de Santa Teresa de Jess,

    espontaneidad, candor, frescura de ingenio,

    sana alegra, oportunidad, y, sobre todo,

    discrecin suma para dosificar afectos,

    consejos, advertencias y reprensiones.

    No fue un orador, en el sentido moderno de

    esta palabra; pero en sus sermones hay orden,

    vigorosa argumentacin, transparencia de

    pensamiento, uncin persuasiva, a veces novedad

    en la exposicin, y un estilo fcil, animado,

    insinuante y siempre acomodado a las ideas y a

    las circunstancias. Con igual desembarazo

    andaba por los caminos llanos que se elevaba de

    un vuelo a las cumbres de la asctica y de la

    mstica. Aduendose de los corazones, les

    comunicaba sus propios afectos, y con

    elocuencia ya dulce, ya arrebatadora, los

    llevaba hacia Dios. Qu le faltaba para ser un

    gran predicador?

    Con admirable clarividencia conoci las

    necesidades de su tiempo y las busc remedio

    conveniente. Los aos que dedic a la formacin

    cristiana de la juventud constituyen un hermoso

    CAPTULO de la historia de la Accin Catlica;

    y si este nombre, aplica do a aquellos tiempos,

    resulta menos propio, digamos que fue un

    precursor de la actual organizacin de las

    Juventudes Catlicas. Los frutos que consigui

    y los planes que acariciaba nos permiten

    adivinar hasta dnde hubiera llegado si otras

    dos obras-que en realidad son una sola-: los

    Colegios de Vocaciones Eclesisticas y la

  • Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos,

    no hubieran absorbido su atencin y su tiempo.

    Ocupado en estas obras, no pudo dedicarse ya

    tan de lleno a un apostolado personal; pero,

    pensando en los millares de sacerdotes que en

    sus Colegios y por sus Operarios haban de

    educarse, bien pudo decir con el hroe del

    Romancero: Si yo no gan batallas, hijos

    engendr que las ganaran.

    Empresas como stas no se ejecutan por quien

    no tenga, como ahora se dice, grandes

    cualidades de organizador. Don Manuel las

    tena. Optimista por temperamento y por

    persuasin, no se arredraba ante los

    obstculos. Conocedor de los hombres, saba

    ganarse cooperadores, colocar a cada uno en su

    puesto y pedirle el esfuerzo que poda rendir.

    Tena esa prudencia a lo divino que, con

    ilimitada confianza en la amorosa Providencia

    de Dios, pone muy alta la mira de sus

    pensamientos, pero a la vez proporciona

    sabiamente los medios a los fines para que cada

    hora produzca su fruto., De. esta manera, como

    quien de antemano seala en un mapa las etapas

    de un viaje, va recorriendo su camino con

    rpida lentitud y sin desandar nunca lo andado.

    Y cuando, en su ancianidad, los aos y los

    achaques le obliguen al descanso, podr

    consolarse en su forzosa inaccin pensando que

    no ha sido un siervo intil; en pos de s deja,

    con los jirones de su salud y de su vida, una

    obra magnfica, que ser esplndido florn de

    la corona de la Iglesia.

    Mas la prudencia en el planear y en el

    ejecutar no poda eximirle del rudo trabajo que

    tan vastas empresas exigan. No es la suya una

    actividad bulliciosa ni agitada ni a saltos e

    intermitencias, sino mansa, callada,

    perseverante y tenaz. Una actividad que se

    reparte entre multitud de obras, porque para

    las almas grandes ningn campo est acotado si

    en l puede germinar la planta del reino de

    Dios. Y as, Don Manuel confiesa, predica, da

    clases, redacta artculos, prepara fiestas,

  • organiza peregrinaciones, escribe millares de

    cartas, edifica Conventos, dota a religiosas,

    levanta Colegios, funda y consolida su

    Hermandad, hace largos y frecuentes viajes,

    busca colaboradores o los forma, ruega, suplica

    y si es preciso, importuna; y todo esto, sin

    dar importancia a lo que hace, sin aires de,

    innovador, con una naturalidad que parece

    hallarlo todo fcil, y con una fe y constancia

    que convierten en realidad lo que hubiera

    podido tomarse, por quimera o sueo

    irrealizable.

    ***

    Una buena parte de los triunfos logrados por

    Don Manuel corresponde a su corazn, que, noble

    como era por su condicin nativa, no supo amar

    sino cosas nobles y noblemente. Sus obras

    nacan en el corazn y de all1pasaban al

    cerebro. Por eso no hay en ellas ni en su

    desenvolvimiento sequedad ni rigidez. Amaba y

    se haca amar. Un afecto llano y comprensivo

    que, rebosando de su corazn, se expanda por

    su semblante y por todos sus actos, borraba

    distancias y levantaba hasta s aun a los de

    ms humilde condicin. Las almas que vuelan en

    las regiones superiores no siempre aciertan a

    descender a ras de tierra. Como Moiss, cuando

    descendi del Sina, llevan en su frente el

    resplandor de lo divino. En Don Manuel este

    resplandor se transforma en bondad atrayente;

    hay siempre en l calor de humanidad. En su

    trato y en su correspondencia aflora una

    ternura que no sabe disimularse. Aun detrs de

    la reprensin se adivina una sonrisa benvola e

    indulgente.

    Este amor halla ingeniosos medios de

    manifestarse. Unas veces es la frase delicada,

    otras el cuidado solcito de los enfermos o

    atribulados, otras la limosna generosa, el

    obsequio discreto, hasta la inocente estampita,

    que para l es un medio de apostolado. Tiene la

    santa pasin de dar. Da cuanto l tiene y

  • cuanto recibe: su patrimonio familiar, su

    trabajo, su tiempo, su afecto. Y tal era su

    gracia y gentileza para poner alas -as deca

    l grficamente- a cuanto caa en sus manos,

    que el ms pequeo obsequio suyo se estimaba

    como inapreciable regalo.

    En su corazn haba espacio para todos los

    grandes amores. Am con particular cario a la

    tierra en que naci y de ello dio en Tortosa

    pruebas reiteradas; pero senta tambin -y no

    ser inoportuno recordarlo en las

    circunstancias actuales- un amor cordial y

    ardoroso haca Espaa. Estos dos amores

    tuvieron felicsima expresin en dos devociones

    que se es forz en propagar: la devocin al

    ngel Custodio de Tortosa y la devocin al

    ngel Custodio de Espaa. Proyecto suyo -que

    estuvo en vas de ejecucin- fue el erigir en

    el Cerro de los ngeles un monumento al ngel

    tutelar de nuestra nacin, que hubiera sido un

    hermoso smbolo de la unidad espaola. Desde el

    Cielo se gozar en ver al Sagrado Corazn de

    Jess imperando sobre Espaa, desde ese mismo

    Cerro que l quiso santificar convirtindolo en

    centro de una devocin en que se unan la

    piedad y el patriotismo.

    ***

    Por si alguno pensare que hemos humanizado

    con exceso la figura de Don Manuel, aadiremos

    a todo lo dicho que, sobre las cualidades que

    hemos enumerado, hubo en su vida algo que era

    como la forma substancial de todas ellas: un

    encendido amor de Dios, que, nacido en l con

    la infancia y creciendo con los aos,

    alimentado con la meditacin, con el recuerdo

    de la presencia de Dios, con las visitas al

    Sagrario, con jaculatorias, que aun durante el

    sueo no se interrumpen, con los Sacramentos y

    con todos los divinos recursos de una piedad

    siempre activa y vigilante, era blsamo en sus

    palabras, paz y serenidad en su rostro,

    elocuencia en sus sermones, fuerza en sus

  • trabajos y motor primero y eficacsimo en todas

    sus acciones.

    El amor de Dios era en Don Manuel devocin

    al Sagrado Corazn de Jess, a la Eucarista, a

    la Santsima Virgen, a la Iglesia; era espritu

    reparador, anhelo de salvar almas y de formar y

    multiplicar los sacerdotes santos. Era toda su

    vida. Y esta ser la principal enseanza del

    libro que presentamos al lector: mostrar cmo

    el amor de Dios puede prender en un alma,

    sobrenaturalizar una vida y hacerla

    maravillosamente fecunda.

    La lectura de esta biografa sugerir

    comparaciones y semejanzas con otros siervos de

    Dios. Son puntos de coincidencia que realzan la

    figura de Don Manuel Domingo y Sol sin quitarle

    su relieve propio. Perteneci al esclarecido

    linaje de los creadores. Fue astro que brill

    con luz propia. Luz de estrella, suave y

    amorosa, que desde el cielo nos llama y nos

    gua...

    Agustn Rodrguez.

    INTRODUCCION

    Al publicar la VIDA Y VIRTUDES DEL

    REVERENDSIMO DOCTOR DON MANUEL DOMINGO Y SOL,

    bien quisiramos que hubieran alcanzado de Dios

    favorable despacho los votos que, a raz de la

    muerte de Don Manuel, formulara una de las

    religiosas del convento de Concepcionistas de

    Benicarl, por l fundado: Rogaremos -deca-

    para que el encargado de escribir la vida de

    Mosn Sol est altamente inspirado, para que

    salga digna de tal santo, y su lectura mueva

    los corazones a la virtud, como a su paso por

    la tierra los atraa hacia Jess, con sus

    palabras y su presencia, nuestro Padre.

    La empresa que la obediencia nos hubo de

  • confiar era, si ciertamente honrosa, ardua en

    grado sumo. Por realizarla lo menos

    imperfectamente que nos ha sido posible no

    hemos escatimado diligencias ni esfuerzos.

    Plegue al Seor bendecirlos para bien de

    nuestros lectores.

    Una de las mayores dificultades estriba en

    la multiplicidad y riqueza de los variados

    matices que componen e integran la compleja

    personalidad de Don Manuel. Son tantos los

    aspectos de la misma, y tan atrayentes y

    sugestivos todos ellos, que no es fcil

    discernir a primera vista el rasgo predominante

    de su fisonoma moral. Lo ensay todo y se

    ejercit con xito en todos los ministerios

    sacerdotales. Confesor y Director de espritus,

    Vicario de monjas y Fundador de conventos de

    religiosas, Catequista, Regente de parroquias

    en una comarca rural primero, en la capital de

    su dicesis despus; Periodista, Catedrtico

    del Instituto, Propagandista de buenas

    lecturas, Educador de la juventud secular en la

    Congregacin de San Luis, Fomentador de

    Asociaciones piadosas por las parroquias,

    Apstol de las Vocaciones eclesisticas

    mediante el establecimiento de los Colegios de

    San Jos, Propagador del culto eucarstico con

    la ereccin de Templos de Reparacin, etc.,

    etc... Sintese latir en el fondo de todas y

    cada una de estas empresas una especie de

    fiebre ardorosa, e irreprimible afn de no

    dejar sin cultivo ninguno de los campos de

    gloria de Dios. El fuego del amor divino que

    inflamaba el corazn de Don Manuel le forzaba a

    ejercitarse en cada uno de ellos con

    ferventsimo entusiasmo. Iba Dios premiando

    este insaciable celo de su fidelsimo siervo

    con abrirle cada da nuevos y ms dilatados

    horizontes, hasta sealarle como vocacin

    definitiva -para cultivar en uno slo todos los

    dems apostolados y unificar todas sus otras

    mltiples empresas- la de ser Fundador en su

    Iglesia de una Congregacin dedicada a formar

    sacerdotes santos.

  • ------

    La Hermandad de Sacerdotes Operarios

    Diocesanos, culminacin de todas las dems

    empresas de Don Manuel, ser siempre por la

    sublimidad de su objeto y la trascendencia de

    sus resultados, su ms alto timbre de gloria.

    Por lo mismo, al escribir su biografa, sin

    dejar de estudiar los dems aspectos de su

    multiforme personalidad, ha sido nuestro

    principal intento y cuidado dar la mayor

    extensin posible a todo lo que atae a la

    fundacin de la Hermandad, a su naturaleza y

    fines, y a las cualidades y dotes de que deben,

    segn Don Manuel, hallarse adornados sus

    Operarios.

    --------

    Por lo dems, en la ejecucin de nuestro

    trabajo hemos procurado armonizar en lo posible

    el orden cronolgico de la vida de Don Manuel

    con el del sucesivo desenvolvimiento de las

    diferentes obras de celo por l realizadas,

    agrupando todo lo relativo a cada una de ellas

    de modo que se pueda tener una visin de

    conjunto de la misma. Y decimos en lo posible,

    porque no siempre resulta labor fcil, ya que

    con frecuencia no se halla cada una de ellas

    totalmente desligada de las dems, y llenando

    por s sola una determinada etapa de la vida de

    Don Manuel.

    No ha sido, en cambio, liviano el esfuerzo que

    hemos tenido que hacer para ordenar, catalogar

    y clasificar el ingente montn de documentos

    manuscritos o impresos pertenecientes a Don

    Manuel. La copia o el extracto de los mismos

    hacase sobremanera fatigosa, y en no pocas

    ocasiones imposible de realizar ntegramente,

    por el carcter, con frecuencia ilegible, de la

    caligrafa de Don Manuel, particularmente la

    empleada en sus apuntes o borradores. Por

    aadidura, el hecho de no llevar, por lo comn,

    fecha sus cartas, nos ha obligado a una mproba

    labor de averiguacin de las de mayor inters,

    al menos.

    Ha sido, en cambio, una inapreciable fortuna

  • para nosotros la costumbre que tena de

    conservar, aunque sin orden ni concierto,

    amontonados y mezclados unos con otros, casi

    todos los esquemas de sus sermones, plticas y

    proyectos; los borradores de una buena parte de

    sus1 cartas y casi todas las que recibi; y el

    que muchos de sus corresponsales, por la

    veneracin y estima que le profesaban, hicieran

    otro tanto con gran nmero de las suyas. Unas y

    otras han servido de principalsima fuente para

    redactar la presente biografa.

    ------------

    Hemos utilizado tambin las Monografas

    autgrafas de Don Manuel sobre algunas de sus

    empresas. En 1888 escribi la Crnica de la

    fundacin del convento de Vinaroz. Comenz a

    redactar los que l titula Anales o Crnica o

    Historia de los Colegios de Vocaciones

    Eclesisticas de San Jos y de la Hermandad de

    Sacerdotes Operarios Diocesanos. Pero slo

    dej anotado, y esto con hartas lagunas, lo

    relativo a los Colegios de Tortosa y Valencia.

    Es ms: como haban ya transcurrido varios

    aos a partir de la fecha de dichas fundaciones

    cuando l puso manos a la labor de

    historiarlas, y escriba de memoria, dejaba en

    blanco muchos nombres y fechas, y no pocas

    veces se equivocaba en las que pona.

    Al trasladarse definitivamente Don Manuel de

    su casa pairal al Colegio de San Jos de

    Tortosa, en 1894, destruy una porcin

    considerable de los documentos que guardaba. l

    mismo pareca despus arrepentido de haberlo

    hecho. El 16 de mayo de aquel ao escriba a

    don Andrs Serrano: Hoy he logrado dar fin al

    registro de mis cartas y papeles trados de mi

    casa. He quemado dos quintales, y me duele. He

    guardado algunas todava. No deban rasgarse,

    porque forman una Crnica. He rasgado todas las

    de mi poca de Instituto y de los das de la

    revolucin de septiembre del 68, mi larga

    correspondencia con Trelles, las de la campaa

    del santo billete de la rifa, etc., etc... Era

    todo un tesoro.

  • Puso, en cambio, y por fortuna nuestra,

    especial cuidado en ir anotando todo lo

    concerniente a la fundacin del Colegio de

    Roma. En 1897 tena ya redactada una crnica de

    la misma. Me dijo usted -escriba el 17 de

    marzo a don Benjamn Miana- que no me dej ah

    ningunos papeles. No encuentro la crnica del

    Colegio de Tortosa y la del de Roma, y como si

    quisiera creer que me la llev cuando fui.

    Sentira vivamente la prdida1. Referase sin

    duda Don Manuel al Diario que llevaba, y que

    se conserva, de todos los. trmites y

    peripecias porque hubo de pasar aquella

    laboriossima y gloriosa fundacin. Eran

    lacnicas y sucintas indicaciones, a propsito

    para servir de gua en una ms extensa y

    detallada relacin ulterior.

    Para secundar los deseos de Don Manuel,

    ocurrisele a don Benjamn Miana la feliz idea

    de escribirla. Don Manuel, al saberlo, se

    llen, de gozo. Una buena noticia me da usted

    en su ltima-le deca el 22 de septiembre de

    1901-. Precisamente hace tiempo quera

    encargarlo a usted o a Juan Calatayud, y tema

    por sus ocupaciones, y veo han entrado ustedes

    por el camino de darme gusto. Si le parece,

    puede enviarme los borradores de un par de

    pliegos, y pondr mi V. B. si me place la

    entonacin, que no dudo por esto que ser de

    mano maestra, y se los devolver, y luego,

    apenas los tenga usted terminados, se

    litografan. En Valencia me perdieron los

    extensos apuntes que tena de aquel Colegio, y

    crea que ha sido una lstima. Y el 7 de

    octubre: Recibidas las hojas de la Crnica.

    Creo que mis preliminares llegaron hasta la

    instalacin del Colegio y definitiva ruptura

    del P. Martn, y me parece altera el hilo de

    algunos hechos. No obstante, Jess se lo pague,

    y deseo y quiero que lo contine tan aprisa

    como le sea posible. Y ya no le dej en paz

    hasta que vio terminado el trabajo. Fueron

    tambin incluidas en la Crnica de don Benjamn

    las plticas que Don Manuel acostumbraba

  • dirigir a los alumnos del Colegio de Roma, en

    los primeros aos del mismo, al principio de

    cada curso.

    Y ya que del Colegio de Roma hablamos, nadie

    extraar que hayamos alargado al relatar la

    fundacin y desarrollo del mismo. Cuando la

    Hermandad escriba su historia -deca don Juan

    Bautista Calatayud en el extraordinario

    dedicado por el Correo I. Josefino a la

    muerte del Cardenal Vives-, la parte mas

    interesante y gloriosa, juzgo que ha de ser la

    dedicada a narrar los trances variadsimos de

    la fundacin del Colegio Espaol. Durante los

    aos de nuestra venturosa permanencia en l,

    ,extractamos la Memoria escrita por don

    Benjamn; y luego, algn tiempo despus,

    aprovechando la coyuntura de vivir de asiento

    en Tortosa, que nos permita utilizar con el

    mismo objeto los papeles de Don Manuel, hubimos

    de redactar una voluminosa Historia del

    Pontificio Colegio Espaol de Roma. As,

    cuando nos fue confiado el encargo de escribir

    la biografa de Don Manuel, dudamos si sera

    mejor desglosar de ella, en lo posible, la

    parte relativa al Colegio de Roma, y publicar

    como obra aparte la historia de ste. Pero,

    como de cualquier manera, semejante historia no

    haba de poder salir a la luz pblica en muchos

    aos, por razones de elemental discrecin y

    prudencia, resolvimos adoptar el sistema de

    entremezclar con la historia de Don Manuel, la

    de aquella fundacin suya, relatando con alguna

    extensin lo ms principal de ella.

    Ocasin es sta para advertir, de paso, que

    no ha sido tampoco nuestro intento escribir la

    historia de la Hermandad, ni era ello hacedero

    por motivos anlogos a los alegados respecto de

    la del Colegio Espaol. Nos hemos limitado a

    referir sucintamente, lo ms imprescindible.

    Da, llegar en que semejante empeo pueda

    realizarse, y no ser, ciertamente, sin grande

    honor de la Hermandad, cuyo beneficioso y

  • trascendental influjo en la marcha y progreso

    de los Seminarios de nuestra patria, resultar

    bien patente.

    La circunstancia de vivir todava muchas de

    las personas de quienes se hace mencin en la

    VIDA de Don Manuel, o de vivir an quienes las

    conocieron, nos ha obligado a sustituir en

    muchos casos sus nombres propios con iniciales

    que no corresponden, a los mismos.

    Bien hubiramos deseado, en las citas que

    hacemos de cartas y documentos, anotar con

    precisin el lugar de donde estn tomados. El

    no hallarse todava definitivamente

    catalogados, lo ha hecho imposible. Slo

    diremos que, salvo error material de

    trascripcin, todas son exactas, y que hemos

    procurado guardar la mayor fidelidad al

    trasladarlas.

    Aun a riesgo de que se nos califique de

    prolijos, no hemos escatimado las citas tomadas

    de las cartas de Don Manuel, porque en ellas, y

    a veces en una sola frase, en una palabra, en

    un rasgo, se pinta l a s propio con mayor

    verdad, viveza y encanto que podramos hacerlo

    nosotros en largos captulos. Otro tanto sucede

    con ciertas expresiones y modismos tortosinos

    por l usados cuando escriba o hablaba con sus

    paisanos o con sus ms familiares Operarios.

    Y a lo dicho, con ser bien poco, nada

    queremos aadir, sino que ah tienes, lector

    amigo, y sobre todo vosotros, la legin

    incontable de sus admiradores y devotos, que

    con tan vivas ansias la habis estado deseando

    y esperando, la VIDA de Don Manuel.

    Tal como ha salido de nuestras manos os la

    ofrecemos, alentados con la esperanza de que,

    disimulando con vuestra generosa discrecin las

    deficiencias nuestras, os dignaris dispensarle

    favorable acogimiento; porque lo merece, con

    creces, de justicia la. excelsa y simptica

    personalidad del benemrito Fundador de la

    Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos.

    PARTE PRIMERA

  • VIDA Y EMPRESAS

    CAPTULO I

    Nacimiento.- Patria.- Familia.- Niez

    (1836-1848)

    En la casa que lleva el nmero 18 de la

    calle del Santo ngel, de la hidalga y

    religiosa ciudad de Tortosa, a las tres de la

    maana del da 1. de abril de 1835, naci Don

    Manuel2. Fueron sus padres Francisco Domingo

    Ferr y Josefa Sol Cid.

    Era aquel da Viernes Santo; fecha, a la

    verdad, que parece providencialmente escogida,

    por hallarse tan en consonancia con el espritu

    predominantemente compasivo y reparador de los

    dolores y angustias de Jess, que haba de

    constituir el rasgo ms saliente y

    caracterstico de la vida de aquel nio, que en

    tal da vino a la luz de este mundo. Recibi la

    de la gracia, por el bautismo, el siguiente,

    Sbado Santo, luego de terminada la solemnidad

    litrgica de la bendicin de la pila, en la

    parroquia de la Catedral, actuando de ministro

    el prroco de la misma, don Gabriel Duch, y de

    padrino el reverendo don Francisco Navarro,

    comensal de la Catedral de Tortosa.

    Fue Don Manuel el penltimo de los

    doce hijos que como otros tantos frutos de

    bendicin, otorg Dios a aquellos padres,

    modelos de esposos cristianos3, que,

    perteneciendo socialmente a la clase de payeses

  • acomodados4, espiritualmente figuraban en el

    grupo de las familias ms distinguidas por su

    prctica y tradicional religiosidad.

    Es Tortosa la metrpoli de la frtil y,

    sobre toda ponderacin, pintoresca y amena

    comarca que lleva su nombre. Punto enlace entre

    Valencia y Catalua, tienen sus naturales como

    lema de su especial etnologa, y lo proclaman

    con noble orgullo, el de: Ni catalns ni

    valencins: tortosns! Ufnanse, y con razn,

    de los gloriosos fastos de su historia, y de

    haber merecido para su ciudad el honroso ttulo

    de Fidelissima et Exemplaris, y recientemente

    el de Muy Noble y Humanitaria, que ostenta su

    escudo.

    Bien pudiera aplicrseles a ellos lo que uno

    de nuestros clsicos dijo de los leoneses: que

    no hay hombres ms moridos de amores por su

    tierra. Si no todos saben expresarlo en la

    misma forma, todos piensan al igual que uno de

    sus ms fervorosos y entusiastas folkloristas

    contemporneos5:

    Quina desgracia sera

    no haber nascut tortos!

    Tortosino de corazn, enamorado de su ciudad

    natal, fue siempre Don Manuel, en cuyo espritu

    reflejbanse a maravilla las propiedades

    peculiares de su cielo y de su suelo.

    Fue suave, dulce y apacible, como su clima;

    equilibrado, como el sosegado curso de las

    aguas del Ebro, que baa y cie sus seculares

    muros; alegre, como la clara y sonriente luz

    del sol que fecunda sus huertas ubrrimas; de

    espritu emprendedor y expansivo, optimista,

    abierto a todos los horizontes del bien, amplio

    y generoso, como las extensas vegas que a

    Tortosa circundan y engalanan; firme y

    perseverante, como las enhiestas montaas que

    la separan y comunican con Aragn; de alma

    nativamente piadosa, como genuino retoo de las

    generaciones patriarcales que la habitaron.

    Ciudad, Tortosa, de cristiansimo abolengo,

  • de religiosas costumbres, hasta en su aspecto

    urbano y monumental, de iglesias y conventos,

    de viejas casonas solariegas y graves y

    seoriales palacios -de los Piols, los

    Miravalls, los Grs, los Villora, los

    Tamart...-, de estrechas y empinadas calles,

    produce en el espritu del que la visita la

    impresin de un pueblo saturado de un

    aristocrtico y noble misticismo. De

    inquebrantable lealtad para con la Patria,

    siempre sirvieron a sta los tortosinos con una

    generosidad sin reservas. Hermosa y

    acertadamente los defini en este sentido el

    autor del Himne tortos e infatigable

    cronista de sus heroicas gestas, Federico

    Pastor y Lluis:

    Som los mateixos que-ls Reys portaven

    a la vanguardia contra-ls muslins,

    y les muralles prim assaltaven.

    Som los de sempte! Som tortosins!

    La vida social de Tortosa se nutri

    perennemente de la savia de la fe.

    Evangelizada, segn cuentan antiguas

    tradiciones, desde los albores mismos del

    cristianismo, por San Rufo, su primer Obispo,

    bautizado y discpulo de San Pablo, con el que

    vino a Espaa, conserv inmaculada y

    floreciente su fe, vigorizada, siglos despus,

    por la predicacin de San Vicente Ferrer, y

    mantenida a travs de los tiempos gracias a los

    apostlicos desvelos de los religiosos de

    diversas rdenes -Franciscanos, Recoletos,

    Carmelitas, Mercedarios, Capuchinos, Dominicos,

    Trinitarios Calzados, Jesuitas...- que se

    fueron en ella estableciendo, y por virtud del

    ejemplo y las santas plegarias de las

    angelicales moradoras de sus observantes

    conventos de monjas. Presida la vida del hogar

    la patriarcal figura del jefe de familia,

    respetado, obedecido y venerado; y

    desenvolvase la vida social al calor del

    benfico influjo de los innumerables gremios-el

  • de la Derrama, el de los sastres, de los

    labradores de Santiago, de los alpargateros y

    cordeleros, tejedores, tintoreros, herreros, el

    de calafates, etc... colocados cada uno de

    ellos bajo la especial advocacin de algn

    Santo: San Jos, San Pedro, San Telmo, Santa

    Luca, la Santsima Trinidad, San Homobono...,

    etc., etc.

    Eran el ms galano Ornato de la ciudad y

    demostracin del espritu religioso de Tortosa

    las numerosas hornacinas de Vrgenes y Santos

    venerados en sus calles y sobre -la fachada de

    las casas, a la altura del primer piso, como

    las ya desaparecidas de la Mare de Deu de

    Solicr, de Vimparol, de Font de Quinto, del

    Miracle o de la Brecha; y las aun hoy

    existentes de Sant Domingo, Sant Dominguet,

    dels Angels, Sant Vicent, Santa Ana, de la Mare

    de Deu del Ros, Sant Josep, de la Virgen de la

    Aldea, de la Providencia, de la Font de la

    Salud, y otras innumerables advocaciones. Todos

    los aos -hasta no hace muchos- en el da

    correspondiente a la fiesta del Patrono de la

    calle, los vecinos de la misma cantaban el

    rosario, con acompaamiento de msica, delante

    de la imagen.

    Pero el rasgo culminante de la religiosidad

    tortosina es sin disputa la devocin de los

    hijos de Tortosa a su excelsa. Patrona, la

    Virgen de la Cinta, as llamada por la que, en

    prenda de su predileccin hacia ellos, se dign

    entregarles por sus mismas manos, depositndola

    en las de un santo capelln de la Catedral, a

    quien se apareci en sta la noche precedente

    al da de la Encarnacin del ao 1178. A partir

    de aquella faustsima fecha, no hay tortosino

    que no adore en su Madre la Santsima Virgen de

    la Cinta y no la entone con el corazn en los

    labios la estrofa del himno popular6:

    Es la Cinta nostra Reina,

    nostra Mare, nostre tresor:

    Estimem-la, adorem-la,

    jurem defensar-la hasta la mort.

  • Cridem sempre ab veu plena:

    Nostra Cinta sobre tot!

    Fue en este ambiente tan saturado de

    religiosidad donde se form el espritu de Don

    Manuel.

    Apenas nacido, apresurse su madre terrena a

    presentarlo y ofrecerlo a su Madre del Cielo,

    la Virgen Santsima de la Cinta, siguiendo la

    antigua y piadosa costumbre de todas las,

    madres tortosinas.

    Otra alta proteccin tuvo Don Manuel desde

    su infancia: la del Santo ngel Patrono de

    Tortosa y su comarca, bajo cuyas

    providentsimas alas se puede decir que naci,

    por hallarse la Capilla de este popular Abogado

    de la Ciudad a unos pocos pasos de la casa

    natalicia de Don Manuel, y a la vista de ella.

    Por aquellos aos de la niez de nuestro

    biografiado andaban los tortosinos,

    interrumpido su habitual sosiego, en perpetua y

    hervorosa exaltacin poltica, a causa de la

    guerra civil7.

    En medio de estas agitaciones y

    turbulencias, la familia de Don Manuel, exenta

    de todo apasionamiento poltico, llevaba una

    vida tranquila, de profunda Piedad y de honrado

    trabajo.

    Entre los papeles de Don Manuel hllanse

    algunos documentos acreditativos del ambiente

    de religiosidad que se respiraba en aquel

    cristiano hogar. Por ellos . nos es dado

    conocer que los miembros del mismo lo eran de

    mltiples asociaciones piadosas: tales, entre

    otras, la Cofrada de la Santa Cinta, la de San

    Juan y la Corte de Mara. Perteneci, adems,

    el padre a la Adoracin y Vela perpetua al

    Santsimo Sacramento del Altar establecida en

    la Catedral desde 1831, para rogar por las

    necesidades de la Santa Iglesia, de la

    Monarqua espaola y de Tortosa.

    Descbrense asimismo en estos documentos

    indicios patentes de la devocin que la familia

    de Don Manuel profesaba a San Jos, a la Virgen

  • de la Aldea, a Santo Domingo y muy

    particularmente al Santo ngel Patrono de

    Tortosa; de la honesta moderacin de sus

    ganancias en los negocios a que se dedicaban y

    de su cristiana y esplndida caridad para con

    los pobres, de los cuales singularmente la

    madre de Don Manuel era amantsima. Tena la

    casa puertas a dos calles, y a los que

    calificaban de excesivas sus larguezas para con

    los menesterosos, sola responderles: Las

    limosnas salen por una puerta y entran por

    otra. Muchas de ellas hacalas en secreto. En

    cierta tienda de comestibles tena dada orden

    de que a determinada pobre la surtiesen, a

    cuenta de ella, de, cuanto necesitare y

    pidiera; exigiendo en casos tales el ms

    riguroso silencio acerca de la persona que

    proporcionaba el socorro.

    De la acendrada devocin de sus padres al

    Santo ngel de Tortosa brot en Don Manuel la

    robusta y perenne que profes al Angelical

    Patrono de su ciudad querida, bajo cuya bendita

    sombra haba nacido, y en obsequio del cual

    aprendera a cantar desde su niez aquella

    sencilla estrofa de los populares Gozos:

    De este barrio los vecinos

    dan mil gracias al Seor,

    porque el ngel Protector

    les dirige en sus caminos.

    La conviccin de esta anglica y bienhechora

    influencia, sin cesar experimentada, era sin

    duda la que inspiraba a uno de los hermanos de

    Don Manuel los nobles y piadosos sentimientos

    que vibran en un fragmento de la nica carta de

    familia a l dirigida que hemos podido

    encontrar.

    Lleva la fecha de 9 de mayo de 1863, cuando

    se hallaba Don Manuel, ya sacerdote, cursando

    los estudios del doctorado en Valencia. El

    hombre que no falta a su deber -le dice su

    hermano Francisco en nombre propio y de todos

    los de casa- y cumple con sus obligaciones,

  • cada cual las de su estado, siempre est

    apreciado de todo el mundo, y Dios le tiene una

    senderita reservada para guiarlo en, todas sus

    tareas y necesidades... En fin, lo que deseamos

    de corazn por momentos es el estar todos

    juntos en nuestra casa, frente a la capilla del

    Santo ngel, al que tanta devocin todos

    tenemos. Recibe los miles afectos de nuestra

    madre8 y tus hermanos que desean verte ms que

    escribirte...

    Era tan extremada y exquisita la solicitud

    por Don Manuel de su santa madre, que le haca

    vivir en el internado del Seminario aun durante

    el verano; y declaraba el propio Don Manuel que

    disfrutaba all de ms amplia libertad de

    movimientos que en su propio hogar.

    Por lo dems, sus mayores travesuras se

    reducan a alguna que otra, escapatoria

    clandestina al Ebro, en compaa de los fmulos

    del Seminario, para zambullirse en sus

    tranquilas aguas. La de nadar fue siempre,

    hasta su vejez, una aficin en l

    arraigadsima. Una de las veces que atraves a

    nado el ro, de una a otra orilla, y por el

    sitio de mayor anchura, deca luego a sus

    amigos: Si lo supiera mi madre, no volva a

    veranear fuera de casa.

    En tan apacible y piadoso hogar fue

    desarrollndose fsica y moralmente Don Manuel.

    Llevbale consigo su madre a las funciones

    religiosas, y preferentemente a las del

    Convento de las Claras. Andando los tiempos, en

    su primera pltica de Vicario, a las monjas del

    mismo, decales Don Manuel que al recibir del

    Prelado semejante nombramiento, se le

    presentaba la santidad de aquel lugar, para m

    -declaraba- respetable cual ninguno: sin duda

    son las impresiones que recib en mi infancia,

    al visitar el umbral de este claustro, nico

    que visit hasta despus de mi ordenacin.

    Y en un sermn de Nochebuena, en la iglesia

    de la Pursima, evocando los lejanos tiempos de

    su infancia, exclamaba: Sobre cincuenta aos

    hace que, conducido por una mano cariosa,

  • vena yo a estas horas a este templo, para ver

    al nuevo angelito, que me decan brotaba esta

    noche, a los pies de la Virgen...

    El 18 de octubre de 1845 recibi Don Manuel

    el Sacramento de la Confirmacin9, y en 1848, a

    las doce de su edad, por vez primera la Sagrada

    Comunin. Con qu inefable gozo tomara Jess

    Sacramentado posesin de aquella alma; y qu

    raudal de bendiciones y de gracias derramara,

    en tan fausta ocasin, sobre aquel inocente

    jovencito, que l tena predestinado para

    apstol celossimo y reparador infatigable de

    su amor eucarstico!...

    CAPTULO II

    Vida de seminarista.-Ordenacin

    sacerdotal

    (1851-1860)

    Al suave calor de los edificantes ejemplos y

    cristianas enseanzas de sus padres, con

    espontneo impulso y lozana brot en -el

    corazn de Don Manuel, ya de suyo nativamente

    inclinado al bien y a la virtud, la exquisita y

    delicada flor de la vocacin sacerdotal.

    Una vez instruido convenientemente en las

    primeras letras, estudi las Humanidades con

    don Jos Sena, catedrtico de Latn y

    Castellano en el Colegio de San Matas10. Y el

    1. de octubre de 1851 ingres Don Manuel en

    calidad de alumno interno en el Seminario Menor

    de Tortosa, instalado a la sazn en el

    histrico y artstico palacio, que es actual

    mansin del Colegio de San Luis Gonzaga. Curs

    all tres aos de Filosofa; y en el edificio

  • de la calle de Moncada11, antigua residencia de

    Jesuitas y sede hoy del Instituto Nacional,

    siete de Teologa y uno de Derecho Cannico.

    Los tres ltimos como alumno externo y todos

    con excelentes calificaciones.

    Durante todo el tiempo de los estudios de

    Don Manuel en el Seminario, fue Rector del

    mismo el Padre Dominico, exclaustrado, Fr.

    Buenaventura Grau, varn ilustre por su

    sabidura y venerable por sus extraordinarias

    virtudes, que le granjearon merecida fama de

    santidad. Bajo su direccin y la de otros

    reputados y benemritos profesores, fue

    adquiriendo Don Manuel aquel copioso caudal de

    conocimientos en las ciencias sagradas y aquel

    acendrado, espritu eclesistico de que haba

    de dar despus tan esplndidas muestras.

    Fueron tales su conducta disciplinar y su

    espiritual aprovechamiento, que uno de sus

    contemporneos, el reverendo don Ramn Arnau,

    siendo ya Arcipreste de San Mateo, [deca

    muchas veces: Don Manuel, cuando seminarista,

    era ya un modelo y muy activo y celoso. Y el

    ilustre seor Cannigo Magistral y Gobernador

    Eclesistico que fue de la Dicesis de Tortosa,

    don ngelo Sancho, deca de l que era un

    ngel.

    Evocando recuerdos de sus tiempos de

    estudiante de Filosofa, escriba Don Manuel

    desde Roma en 1891 a una religiosa del convento

    de San Juan de Tortosa: Roma 12 de abril,

    fiesta del Buen Pastor.- Mi pobrecita Dominga:

    He sabido por una palomita que aun vives. Hoy,

    pues, fiesta del Buen Pastor, va una bendicin

    para la ovejita de San Juan. Ya he pedido hoy

    al verdadero Buen Pastor que se cuide de ella,

    y que desde all, del Tabernculo, hoy, da de

    tantos recuerdos para m, le enve a mi Dominga

    una miradita de piedad y me la cure de sus

    malicos, y la conserve para amar, y sufrir y

    hacerle compaa, y pueda yo encontrarla sana,

    salva y santa. Esto le he dicho desde aqu, ya

    que no he podido, este ao visitar a mi Corazn

    de Jess de San Juan, al cual haca 39 aos que

  • visitaba, sin faltar ni uno, excepto el que

    estudi en Valencia. Y all, a los 16 aos,

    empec a saberle decir cosas; y all hubo aos

    que en esta novena tuve muchas amarguras y...

    cuntos recuerdos del Buen Pastor!!! Y este

    ao he tenido que, pasarlo aqu, solitario,

    orando Y esperando y padeciendo y alegrndome

    algn ratito, aunque pocos...

    Junto con el amor al Corazn de Jess,

    comenz a profesar Don Manuel, desde su

    juventud, una tiernsima y filial devocin a la

    Virgen Santsima. Poseemos un documento

    autgrafo suyo en latn, bien demostrativo de

    ello. En un trocito de papel, el ao 1855,

    estudiando el primer curso de Teologa,

    escribi a la Virgen este ingenuo y sentido

    Mensaje en favor de s propio y de sus padres y

    hermanos:

    A Mara.- Amadsima Madre: Yo, Manuel

    Domingo, lleno de confianza en tu proteccin y

    amor maternal para con los hombres, trayndote

    a la memoria tu amor a la Eucarista y a la

    Trinidad Santsima, e invocando los misterios y

    prerrogativas de tu Concepcin Inmaculada, tu

    Natividad, tu Maternidad divina, tu Virginal

    Pureza, tus Dolores, tu Muerte, tu Asuncin, tu

    dulcsimo Nombre de Mara, y el de Jess, tu

    Hijo; a los Santos Jos, Joaqun y Ana, a los

    ngeles y Santos del cielo y justos de la

    tierra, humildemente expongo, te suplico, y,

    por lo anteriormente dicho, con todas mis

    fuerzas te conjuro para que a m y a los

    infrascritos, a los cuales pongo al amparo de

    tu proteccin (bajo los ttulos de la Pursima

    y del Carmelo), nos ayudes, nos protejas en

    todas nuestras necesidades, y en especial a la

    hora de nuestra muerte nos salves y conserves;

    de suerte que, si as no lo hicieres, tendr

    derecho a quejarme de Ti, y dar por borrada de

    la historia aquella celebrrima sentencia de

    que ninguno de cuantos se han puesto bajo tu

    amparo e invocado tu ayuda haya sido jams

    abandonado. Y esta demanda la repetir todos

    los aos el da 16 de julio y en las

  • festividades de la Asuncin, de la Madre del

    Amor Hermoso, etc., etc. -Tortosa, 16 de julio

    de 1855. Manuel Domingo.- Jess, Mara y

    Jos12.

    Debajo de este mensaje, dentro de un

    corazn, cuyo vrtice arrancaba de su propio

    nombre, escribi los de sus padres y hermanos.

    Al final del curioso documento, como prueba de

    devota constancia, fue sealando los aos en

    que cumpli su propsito, de repetir la

    frmula. El ltimo de que consta es el de 1885.

    De la Virgen del Carmen, en cuya fecha

    redact este espiritual desafo a la Virgen,

    fue Don Manuel devotsimo de por vida. Cmo

    habis pasado el da del Carmen- -escriba a

    unas hijas.

    espirituales que se hallaban veraneando.-

    Cuntos recuerdos tengo del da del Carmen en

    mi corazn!. .. El ao 54 tom el hbito. En

    otros dos aos tuve los dos ms grandes

    disgustos que

    he sufrido. En cambio, en otros he tenido

    consuelos. Ddmelos vosotras tambin, siendo

    muy buenas y amndome mucho al Corazn de Jess

    y a su divina Madre ...

    Durante el mes de mayo, el piadoso

    seminarista multiplicaba las demostraciones de

    su amoroso entusiasmo hacia su Madre del Cielo.

    A los dieciocho aos de edad, el 1. de mayo

    de 1854, comenz la devota costumbre de

    escribir al principiar el mes de Mara una

    lista de obsequios espirituales que cada da

    del mismo haba de ofrecerle. Se han conservado

    algunas de ellas. Las titula: Guirnalda de

    flores, reunida por m, Manuel Domingo,

    grandsimo pecador, para ofrecer a la Virgen

    Mara en la hora de mi muerte. Al lado de cada

    obsequio iba poniendo luego una cruz como seal

    de haberlo practicado. He aqu algunos: Mandar

    decir una Misa por el alma del Purgatorio que

    fue ms devota de Mara; .al vestirse y

    desnudarse, pedir la bendicin de la Virgen y

    rezar de rodillas un Miserere; hacer un favor

    a quien nos ha ofendido y leer un libro

  • piadoso, privndome del recreo; rezar una

    parte del Rosario, privndome del recreo, y

    rezar siete Ave-maras con los brazos en cruz;

    rezar tres De profundis, con las. manos bajo

    las rodillas, por el alma del Purgatorio que

    fue ms, devota de Mara, y siete Padrenuestros

    a San Jos para que nos alcance de Mara la

    gracia de que nos visite en la hora de la.

    muerte; tres actos de, contricin, besando

    cada vez el crucifijo;. ayunar; dar

    limosnas; un Miserere con los brazos en

    cruz:. dejarse un plato o parte de l;

    rogar por la fe catlica; por la prosperidad

    de las misiones; por la unin de los

    prncipes cristianos para ayudar a la Santa

    Sede; hacer tres cruces con la. lengua en la

    tierra, etc. El 15 de junio, ofrecimiento de

    la guirnalda para la hora de la muerte.

    Continu esta prctica mariana aun siendo ya

    sacerdote, escogiendo desde entonces como fecha

    para hacer el ofrecimiento, la del 2 de junio,

    aniversario de su ordenacin.

    La ndole de los obsequios pone bien de

    manifiesto cun despierta y ejercitada estaba

    ya su alma en el cultivo de la vida espiritual.

    Tombase la molestia de sacar l mismo

    copias de estas listas. para repartirlas entre

    sus compaeros y estimularlos a que practicasen

    idnticos obsequios a la Santsima Virgen.

    Aparte estas. ocasiones extraordinarias, en

    todo tiempo era fervoroso propagador entre

    ellos de la devocin a la Virgen. Tena ya alma

    y obras de apstol. El Prior de la Casa de la

    Misericordia de Barcelona, don Bernardo Vergs,

    escriba a raz de la muerte de Don Manuel: El

    Apstol Santiago dice que se consiguen otras

    tantas coronas, cuantas son las almas que se

    ganan para el cielo. Cuntas coronas habr

    conseguido nuestro amado Dr. Don Manuel Domingo

    y Sol? Se alaban las obras de celo que

    emprendi, siendo sacerdote, pero yo quiero

    recordar lo que haca a los quince, aos de

    edad, estando de interno en el Colegio de San

    Matas. En aquella poca ya llamaba la atencin

  • por su piedad, y reparta estampas, libritos y

    oraciones impresas y se vala de esas

    industrias para fomentar la devocin a la Madre

    de Dios. Yo era entonces tambin colegial, y

    tenla unos cinco aos menos que l, y aun

    recuerdo que me preguntaba con frecuencia si

    era devoto de la Santsima Virgen. Mira-me

    deca-que ser devoto de la Santsima Virgen es

    medio seguro para ir al cielo. Y para que no

    me olvidara del encargo de amarla mucho, me

    regalaba con muy hermosas estampitas. . Oh, y

    como se grabaron estas palabras en mi memoria!

    La devocin a Mara es una seal de

    predestinacin; medio seguro para ir al cielo.

    No lo he olvidado nunca, y muchas, muchsimas

    veces, lo he predicado; y, cosa rara!, casi

    siempre, al hablar de tan piadosa materia,

    acuda a mi memoria el recuerdo del Dr. Sol.

    El propio Don Manuel corrobora la verdad de

    estas palabras, revelando discretamente,

    atribuyndolo a otro, su afn de santo

    proselitismo, y confesando los fervores de su

    juvenil devocin a la Virgen en estas frases

    por l dirigidas a sus colegiales de Tortosa:

    Si no podis prometer a la Virgen grandes

    cosas, prometedle una: que propagaris su

    culto. Oh, hijos mos! Hace muy pocos, anos,

    era, ayer, yo me encontraba como vosotros.

    Anhelbamos. la venida del Mes de Mayo en el

    Seminario, que en mi poca fue cuando se

    introdujo; y todos los das, y cada ao con ms

    fervor, se repeta... Entonces yo experiment

    lo que vale la devocin a la Virgen Santsima.

    Algunos de mis compaeros introducan algunas

    prcticas de devocin, entre otras el ayuno del

    Sbado, y conseguanse grandes resultados en la

    mejora de otros compaeros.

    No poda faltar en Su vida de piadoso

    seminarista el que fue despus rasgo

    principalsimo del espritu sacerdotal de Don,

    Manuel: su amor a la Eucarista. A juzgar por

    lo que reza una nota en latn sobre sus

    Communiones anni ... se infiere que

    comulgaba dos veces por semana, escogiendo para

  • ello con preferencia las festividades del

    Seor, las de la Virgen y de los Santos de su

    predileccin, aparte las fechas

    extraordinarias, como los das en que se

    preparaba para los exmenes o daba gracias por

    el feliz xito de ellos, etc.

    El ambiente espiritual y moral de 4os

    Seminarios, muy deficiente a la sazn y muy

    anmico, debido en gran parte a las con

    mociones polticas, hace resaltar con

    caracteres de mayor encomio y de ms subido

    valor la vida de fervorosa piedad de Don

    Manuel. No es posible comprender -deca ste

    ms tarde a los Operarios- cmo estaba la

    formacin de los jvenes en mi poca, y algo

    anterior, y bastante posteriormente, en

    estudios, en piedad, en disciplina y vigilancia

    y pruebas de vocacin. Y a los ordenandos de

    su Colegio de Tortosa, en una pltica:

    Formacin de espritu. Cun de lamentar es

    que, en ciertos Seminarios no se piense en

    esto... Aqu mismo ha habido pocas en que una

    pltica, y nada ms. Ni se saba qu era el

    Kempis. Los ejercicios para rdenes eran un

    juguete; los anuales no se establecieron hasta

    Vilamitjana. Efectivamente: en octubre de

    1863, este celossimo Prelado, desde el Boletn

    Eclesistico, recomendaba a su clero: que no

    mirasen con desdn la santa prctica de los

    Ejercicios anuales a los seminaristas y las

    diligencias ms exquisitas que se emplean a fin

    de preservarlos en todos, los tiempos de los

    peligros del siglo y formarlos en la virtud

    desde los primeros aos.

    El instrumento de que se vali el Seor para

    ir moldeando en el troquel de la virtud el alma

    de Don Manuel, fue un religioso exclaustrado de

    alto espritu. De l hace mencin Don Manuel en

    carta a una religiosa: Yo tambin sufr de

    escrpulos -le dice- cuando estaba en el

    Seminario con mosn Cinto Dolz. Tenamos los

    dos por confesor al Padre Antonio Sena,

    Cartujo; y ambos entretenamos tanto al pobre y

    paciente Padre, que mientras el uno se

  • confesaba, el otro le haca la horchata...13

    Sobre su espritu de aplicacin y

    laboriosidad declar ms de una vez con santa

    ingenuidad el mismo Don Manuel a sus colegiales

    de Tortosa, exhortndolos a ella: Os digo, en

    verdad, que desde tercero de Filosofa no s lo

    que es sobrar tiempo; no se lo que es no

    tener nada en que ocuparse.

    El 26 de marzo de 1852, recibi Don Manuel

    la Prima Clerical Tonsura de manos de su

    Obispo, el doctor don Damin Gordo y Sez, en

    la capilla del palacio episcopal de Tortosa; y

    en la del suyo de Tarragona, el Prelado de

    aquella archidicesis doctor don Jos Domingo

    Costa y Borrs, le orden de Menores y

    Subdicono el 18 y 19 de diciembre de 1857. El

    24 de septiembre de 1859 el Obispo de Vich,

    doctor don Juan Jos Castaer y Ribas, le

    confiri el sagrado orden del Diaconado en la

    iglesia de Nuestra Seora de la Piedad de

    aquella ciudad.

    Del fervor con que practic los Ejercicios

    Espirituales para disponerse a recibirlo,

    podemos formarnos alguna idea por los apuntes

    que escribi, trazndose a s propio normas

    para hacerlos fructuosamente.

    Por los claustros14 -dice- no esforzar la

    voz. En los actos de comunidad ni fuera de

    ellos, no hacer gestos, ni proferir palabras

    inoportunas, sino guardar una gravedad completa

    en todas las cosas. Cada hora del reloj,

    hacer la Comunin espiritual y hacer examen de

    haber guardado silencio en toda la hora...

    Mortificaciones: No levantar la vista, ni

    hablar sin necesidad. Privarme de toda bebida

    que no sea necesaria. Tener presente siempre

    y recitar el Age quod agis. Al fin de los

    Ejercicios, ofrecerlos a los pies de Jess,

    poniendo a Mara de la Merced por intercesora.

    Prxima ya su ordenacin sacerdotal, he aqu

    sus humildes disposiciones de espritu respecto

    de ella, reflejadas en carta que por entonces

    escribiera a un to suyo:

    Yo, querido to, contino en sta, cursando

  • el 7. de Teologa y disponindome para el

    Presbiterado. Pienso pedir Ordenes para las

    prximas Temporas. No s si me hallo con

    fuerzas y luces suficientes para ascender al

    ltimo escaln del Santuario, pero la pureza de

    intencin es lo nico que parece animarme a tan

    grande empresa. Afortunadamente la pureza de

    intencin iba en l acompaada de la pureza de

    vida. Aos adelante, oyendo a una persona

    piadosa lamentarse de los muchos pecados por

    ella cometidos en su vida pasada, declarle

    confidencialmente Don Manuel: Yo, no los he

    hecho en mi vida pasada. Mas me duelen los de

    la presente.

    Como si hubiera querido prepararse para el

    sacerdocio con un acto especial de devocin

    mariana, el 30 de marzo de 1860, habiendo ya

    tiempo atrs recibido la investidura del santo

    hbito de la Virgen de los Dolores de la

    Venerable Congregacin de la misma en Tortosa,

    profes, en ella, como siervo e hijo legtimo

    de la Adolorida Madre.

    Buena prueba son tambin de su intensa y

    activa vida espiritual y de la excelente y

    edificante preparacin para el sacerdocio, lo s

    siguientes Propsitos de los Ejercicios que

    practic antes de recibirlo:

    J. M. J. - Dios te ve, - Dios te mira, -

    Dios te ha de juzgar.

    Siendo tan alta, tan sublime, la dignidad

    del sacerdote, resuelvo no rebajarla, ni en

    visitas intiles, ni en paseos pblicos, ni en

    conversaciones particulares, ni dando demasiada

    franqueza a los inferiores: sino modestia,

    silencio y palabras oportunas, aun con la

    familia.

    *

    Conozco que para mantener el espritu

    eclesistico, esto es, la modestia, la

    inclinacin y prontitud a desempear nuestro

    ministerio, es necesario estar desprendido de

    todo, y por tanto resuelvo: 1. no comer ni

  • beber sino por necesidad; 2. no disfrutar en

    vestidos, muebles, fiestas, etc; 3. no

    trabajar para que nos estimen.

    Conociendo lo desprendido que debe estar el

    sacerdote de todas las cosas, y lo feo que

    resulta el ser interesado, adems de no tener

    apego a muebles y vestidos, procurar, con

    anuencia de mi Director, en las festividades

    principales quedarme sin nada.

    *

    He conocido cunto vale el buen ejemplo, y

    as, adems de la presencia de Dios habitual de

    Dios en todas las cosas, y del cuidado en las

    palabras y conversaciones, en el andar, comer y

    rer, procurar tener presencia de Dios actual

    mientras est en la iglesia y especialmente en

    las funciones religiosas.

    *

    Conozco que me es necesario el prepararme y

    dar gracias despus de la Misa, y para ello

    procurar por nada omitirlo y si no puedo

    inmediatamente, procurar prevenirlo, o

    arreglarlo despus, y pedirme cuenta en la

    oracin del cuidado que haya puesto en ella.

    *

    Conozco que es necesaria mucha pureza de

    intencin, para que as sacrifiquemos con gusto

    la vida; y as, antes de empezar alguna obra,

    en especial el trabajo de la predicacin, me

    pondr en la presencia de Dios y se lo ofrecer

    todo, rogando a Mara Santsima.

    *

    Conozco cun fcil es, atendida la ndole de

    nuestro corazn, el faltar a la fidelidad que

    debemos a Dios, y, por lo tanto, procurar ir

    con mucho cuidado en evitar las causas que nos

    disipan, rompiendo con todo, aunque en ello

  • aparezca la gloria de Dios; y procurar,

    adems, en todas las ocasiones dudosas de

    peligro,, pedir la anuencia del Director.

    *

    Conozco el temor continuo con que debo estar

    de no tener la ciencia suficiente, y por lo

    tanto, procurar rogar todos los das a Dios me

    d las luces necesarias, procurando estudiar

    con constancia y mtodo y que mis

    conversaciones sean de cosas tiles,

    preguntando lo que ms me convenga en todo.

    *

    Por aquellos mismo das, entre los obsequios

    diarios de la Guirnalda del mes de mayo de

    aquel ao, apuntaba Don Manuel los, de llevar

    encima la imagen de Mara y apretarla a menudo

    contra el pecho diciendo: Yo os entrego para

    siempre, Virgen Santa, mi corazn; ser

    puntual en la oracin; recogimiento de los

    sentidos; mortificacin interior;

    mortificacin de la vista; comuniones

    espirituales; lectura de libros piadosos;

    llevar un rato el instrumento de mortificacin

    (el cilicio); estar algunos ratos sin

    recostarme en la silla, y otros por el estilo,

    que revelan el ejercicio habitual de una vida

    prctica y slidamente interior. Su

    preocupacin por la salvacin de las almas se

    trasparenta en otros obsequios, hechos en favor

    de los infieles, de las almas del Purgatorio y

    de los pecadores. Del celo que mostr en la

    enseanza del Catecismo a los nios durante los

    ltimos aos de su carrera, diremos ms

    adelante.

    Con tan excelente preparacin y tan copioso

    caudal de virtudes, recibi Don Manuel el

    Presbiterado el 2,de junio de 1860, en la

    iglesia del Jess, extramuros de Tortosa, de

    manos de su Prelado el Ilustrsimo y

    Reverendsimo doctor don Miguel Jos Pratmans.

  • El da 9 de aquel mismo mes tuvo la inefable y

    ansiada dicha de consagrar y elevar en sus

    manos, en la iglesia de San Blas., prxima a su

    casa, el Cuerpo del Seor en su primera Misa,

    que celebr con toda pompa y esplendor,

    conforme dese siempre despus y procur que

    hicieran todos los noveles sacerdotes. Para

    asociar a los pobres a su fiesta, distribuy

    entre ellos abundantes limosnas. Predicle en

    tan fausta ocasin su gran amigo, Lectoral

    entonces de la Catedral de Tortosa y ms tarde

    egregio Cardenal de la Santa Iglesia, don

    Benito Sanz y Fors. Pero la nota de ms

    relieve del solemne acto, la constituy el

    edificante espectculo que a todos ofreci -y

    que algunos de los all presentes recuerdan

    todava con viva emocin- con su juvenil y

    extraordinaria hermosura, su interesante

    figura, su angelical modestia y su gravedad en

    el altar, el misacantano. Pareci a todos la

    primera Misa de un sacerdote Santo!...

    CAPTULO III

    Indiferencia santa.- Primicias del

    celo sacerdotal: La Catequesis.

    Misionero Diocesano.

    (1860-1861)

    Cosa es en verdad algo extraa el que Don

    Manuel, dotado de un espritu tan despierto y

    hervoroso, llegara al sacerdocio sin haberse

    formado un ideal concreto en punto a preferir

    estos o aquellos ministerios en su futura vida

    sacerdotal. As aconteci, sin embargo. No

    acariciaba propsito ni aspiracin alguna

  • determinada. En un apunte autobiogrfico, l

    mismo lo declara y se maravilla de ello: Mi

    ordenacin. Inexplicable indiferencia para todo

    cargo o empleo. Dejarme a las eventualidades de

    la Providencia. Repulsin a todo beneficio

    colativo. Inclinacin a compaerismo. Afecto a

    la dignidad sacerdotal.

    Con ser tan breves estas lneas, encierran

    ya en embrin los, que haban de ser rasgos

    caractersticos de su futuro, amplio,

    variadsimo apostolado. Santo sacerdote deseaba

    l ser; y nada ms que sacerdote, dentro de la

    jerarqua eclesistica. En esta misma vaguedad

    de sus deseos, en la tendencia a la libertad de

    movimientos, rehuyendo cargos y beneficios que

    se la limitasen, en la propensin a aunar sus

    esfuerzos con los de otros, est sin duda el

    germen de la vocacin que ya instintivamente

    presenta, dado su carcter vehemente, activo y

    santamente ambicioso, dentro del campo del

    apostolado sacerdotal. Quera no atarse a nada,

    para poder acometerlo todo. Pretenda ser una

    especie de guerrillero espiritual, para

    despertar su celo multiforme en toda suerte de

    empresas por la gloria de Dios y bien de las

    almas. En una de sus plticas a los Operarios,

    historiando el interior proceso evolutivo de su

    propio espritu sacerdotal, al interpretar el

    de sus hijos, se expresa de esta manera: El

    Seor, en su misericordia, quiso llamarnos para

    sacerdotes suyos. En este estado queramos

    servirle. Como, gracias a Dios, no tenamos

    an, antes de nuestra ordenacin, ninguna mira

    humana, ni aun de esas que son lcitas, nos

    preocupaba menos lo que en otros poda

    constituir un pensamiento fijo de destino u

    ocupacin determinada. Le servamos en nuestras

    obras espontneas de celo. Mas a pesar de

    nuestra indiferencia y sinceridad de corazn,

    ni nos dejaban satisfechos nuestros voluntarios

    ministerios, ni nos llenaban bastante los que

    se presentaban a nuestra vista que pudieran

    sernos prescritos por la obediencia a nuestro

    Prelado. En el fondo de nuestra alma

  • despertaban mayores aspiraciones, y una

    ambicin santa pareca querernos lanzar al

    mismo tiempo a todos los campos. Al pensar en

    las necesidades de algunas parroquias y en la

    indolencia de algunos prrocos, nuestro corazn

    se excitaba al deseo del cultivo de aquellas

    almas necesitadas, no sin dejar de intimidarnos

    las ingratitudes y peligros que lleva consigo

    este paternal ministerio (milicia sedentaria).

    Y nos venan al pensamiento aquellos pobrecitos

    infieles...

    Entre los campos que nos rodeaban veamos la

    conveniencia de un asiduo confesonario para el

    fomento de la piedad, mediante una asidua

    direccin; pero en esta ocupacin, muy

    agradable a Dios, si va acompaada de la

    gravedad y pureza de intencin que requiere, y

    se est a la mira de los peligros que

    ofrece,.no bastaba para henchir las velas de

    nuestros deseos. Y nos compadecamos de los

    pobrecitos jvenes, lanzados a todos los

    peligros de la edad de las ilusiones, almas tan

    amadas de Jess, y sin embargo, tan poco

    atendidas; y con todo, no podamos disponer en

    favor de e os ms que del medio de una accin

    individual, impotente para precaverlos y

    formarlos en la piedad; y hubiramos querido

    tener en nuestra mano medios para atender a

    todo, y aunar los esfuerzos piadosos de todos

    los que pensbamos del mismo modo y unirnos y

    ayudarnos para establecer asociaciones,

    librndolas as del peligro de la instabilidad.

    Tal era nuestro instinto santo. Y tal vez, tal

    vez, al calor, de estos piadosos deseos brot

    en nuestra mente la idea de algn Instituto

    religioso en donde pudieran verse colmadas

    aquellas aspiraciones...; pero, con todo, la

    incertidumbre de nuestro llamamiento, la vista

    de nuestra poquedad, o tal vez de nuestra

    cobarda, la situacin de la familia... Y as

    hubiramos pasado los das y los aos, sin

    norte fijo, en la vaguedad de nuestros deseos

    ...

    En las alternativas e incertidumbres de los

  • albores de su sacerdocio, opt Don Manuel por

    entregarse a las eventualidades de la

    Providencia, como l dice. Y, pues eran tan

    puras, tan desinteresadas y tan generosas sus

    miras, Dios le fue conduciendo con su mano de

    campo en campo, a travs de los que Don Manuel

    confiesa que atraan su corazn, y fulos

    cultivando, uno en pos de otro, hasta llegar a

    encontrar, con la fundacin de la Hermandad,

    tal como l la concibi desde el principio, el

    instrumento para trabajar en todos a la vez,

    segn ms adelante veremos.

    ***

    La primera obra de celo en que se ejercit, y

    por virtud de la cual naci en l una santa

    aficin a fomentar otras muchas, fue la

    enseanza del catecismo, que le puso en

    providencial contacto con el alma de los nios

    y de los jvenes, y le fue ocasin de erigirse

    en Director de espritus.

    Ya sacerdote, continu dedicado a los

    estudios acadmicos. Como alumno externo del

    Seminario, matriculse en Derecho Cannico en

    el curso de 1861 a 1862. El nico cargo

    ministerial que se le confi fue el de ir a

    decir Misa los domingos y das festivos a la

    capilla rural del Carmen, sita en el trmino de

    Tortosa y distante hora y media de la ciudad.

    Aparte de esta incumbencia y la asistencia a

    las clases del Seminario, se consagr por este

    tiempo con redoblada solicitud a sus antiguos

    fervores de catequista. El cannigo don

    Salvador Lpez cuenta a este propsito: Desde

    mi juventud, ms bien dicho, desde mi pubertad,

    conoc al Doctor Sol, antes de ser ordenado de

    Presbtero. Como preparacin al alto ministerio

    sacerdotal ya se ocupaba entonces enseando en

    la iglesia de San Antonio el Catecismo bajo la

    direccin de don Benito Sanz y Fors.

    Efectivamente, el 13 de abril de 1858, el

    obispo de Tortosa, don Gil Esteve Toms,

    instituy la Asociacin de la Doctrina

  • Cristiana, a la cual quedaban adscritos todos

    los sacerdotes, y los seminaristas desde la

    Prima Clerical Tonsura. El Prelado mismo era

    Presidente de la Junta Central.

    Fue el alma de la Asociacin, y

    especialmente encargado de preparar el acto de

    la primera Comunin de los nios, el entonces

    joven Lectoral del Cabildo de Tortosa, y ya

    celebrrimo e infatigable apstol de la vida de

    piedad en la capital de la dicesis, don Benito

    Sanz y Fors, universalmente querido y

    venerado, y vida e insaciablemente escuchado

    como orador sagrado por los fieles todos de

    Tortosa, y en interminables y amensimas

    charlas particulares por sus amigos, entre los

    cuales, en primera lnea, figuraba ya Don

    Manuel, discpulo suyo en las aulas del

    Seminario y asiduo acompaante de l en sus

    cotidianos paseos. Cmo acertaron a