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Vida del Siervo de Dios
Don Manuel Domingo y
Sol, Apstol de las
vocaciones, Fundador de
la Hermandad de
Sacerdotes Operarios del
Corazn de Jess
escrita por D. Antonio Torres
Tortosa
1934
PROTESTA
La hacemos de sumiso y rendido acatamiento a
las declaraciones y Decretos de la Iglesia
Catlica, Y en especial de Urbano VIII Y de su
Confirmacin de 5 de julio de 1634. Y en
consecuencia, es nuestra intencin y deseo que
a ninguno de los hechos que referimos se
otorgue otra autoridad que la puramente humana,
y cine al calificativo de santo, o cualquier
otro equivalente, que aplicamos a Don Manuel,
no se le d otro valor que el que tiene
vulgarmente hablando; sin que -sea nuestra
voluntad prevenir el juicio, nico infalible,
de la Santa Sede.
El Autor.
LICENCIA DE LA HERMANDAD
IMPRIMI POTEST:
PETRUS RUIZ DE LOS PAOS,
Director Generalis.
LICENCIA DEL ORDINARIO
Nihil obstat:
El Censor,
Lic. CRISTBAL FALOMIR,
Cannigo.
IMPRMASE
Tortosa, 25 de enero de 1934.
+ FLIX, OBISPO DE TORTOSA.
Por mandato de su Excelencia Reverendsima
el Obispo, mi Seor,
Lic. PEDRO MONSERRAT, Pbro.
Pro-Secret. Cancel.
Al Clero secular espaol
A nadie podamos dedicar esta biografa sino
a los benemritos sacerdotes de nuestra patria,
ya que fue la vida de Don Manuel una vida
eminentemente sacerdotal y tpicamente
espaola.
Semejantes, por muchos conceptos, las actuales
circunstancias a aquellas en que hubo de
comenzar Don Manuel su animoso y fecundo
apostolado-tiempos de ruinas y asolamientos, de
persecuciones sectarias, de ensayos laicistas,
y por consiguiente, de obligada y dificultosa
labor restauradora en el orden religioso y
social -aun por este concepto viene a resultar
para la clase sacerdotal espaola un oportuno y
perfecto modelo de lo que todos y cada uno de
cuantos a la misma pertenecemos estamos
obligados a ser para responder a la altsima
misin que nos incumbe.
Cultivo esmerado y fidelidad inalterable a
la propia vocaci6n; estimacin altsima de la
dignidad sacerdotal y conciencia plena de sus
tremendas responsabilidades; viva y operante
conviccin de la necesidad y de la urgencia de
restaurar en Jesucristo instituciones y
personas; amor ferventsimo y adhesin sin
reservas a la Iglesia y al Papa; desinters
admirable y generosidad sin tasa, ni reservas
para aplicarse a las ms variadas
manifestaciones del apostolado sacerdotal;
actividad santa, hija de un celo tan ardoroso,
que siempre le traa insatisfecho y, a la par,
tan abnegado y resuelto, que jams se arredraba
ante ningn gnero de dificultades...; todo eso
y muchas cosas ms podrn ver, sacando de ello
estmulo y provecho, los sacerdotes espaoles
con la lectura de la Vida de Don Manuel, que
tan entraablemente los am y tan
infatigablemente trabaj por el bien de ellos.
Gran figura sacerdotal, sobre todo para
nuestros tiempos, la excelsa y providencial de
Don Manuel! Parece como escogido por la mano de
Dios para ejemplar y dechado de sacerdotes
consagrados a la accin sacerdotal" y, como
derivacin y complemento de la misma, a la
Accin Catlica, tan encarecida y
perseverantemente recomendada por S. S. Po
XI...
No hay campo de apostolado que l no
cultivara: ministerios parroquiales en aldeas y
ciudades; ctedras de Instituto; periodismo y
difusin de la buena prensa; misiones
populares; congregaciones piadosas de jvenes;
establecimiento de crculos de estudio y de
recreo; bibliotecas; escuelas dominicales;
Juventudes Catlicas; Congresos Catlicos;
conferencias e instituciones sociales para
patronos y obreros; multiplicacin y
perfeccionamiento de las vocaciones
sacerdotales; afn santsimo de que stas,
rebosando de los mbitos de sus Colegios, se
transformasen muchas de ellas en vocaciones
religiosas y apostlicas... Como base de todo,
el ms perseverante cultivo de la propia vida
interior; y como punto principalsimo de apoyo
para el personal esfuerzo -en busca, del
imprescindible auxilio divino, mediante la
oracin y el sacrificio- el apostolado
infatigable de la direccin espiritual de almas
consagradas a la perfeccin en el siglo y en el
claustro y la fundacin de institutos de
religiosas, dedicadas unas a, la vida
contemplativa, y otras a la vida mixta; y,
finalmente, como contrapeso a la divina
justicia, de tantas maneras y tan
universalmente vulnerada y escarnecida, el
establecimiento de asociaciones eucarsticas -
Camareras del Santsimo, Adoracin Nocturna,
Archicofradas del Sagrado Corazn de Jess y
Templos de Reparacin- impregnadas todas ellas
del ms acendrado espritu de adoracin y
desagravio.
Rasgo singularmente atractivo y simptico de
la apostlica personalidad de Don Manuel lo
constituye el empeo que mostr, pensando en el
bien de su patria, para fomentar, aparte otras
devociones genuinamente nacionales, la de los
Santos Patronos y Protectores de Espaa, por l
siempre tan ardiente y prcticamente amada.
Tales son los motivos que tenemos para
dedicar esta Biografa al respetable Clero de
nuestra patria, esperando que como en vida fue
campen insigne de cuanto a su
perfeccionamiento y auxilio se refiere, as a
hora les puede servir de aliento la relacin de
sus virtudes, persuadidos como estamos de que
le form l Seor para ser prototipo, modelo y
ahogado de los ministros de su santa Iglesia.
PROLOGO
ramos muchos los que esperbamos con
impaciencia esta VIDA de Don Manuel Domingo y
Sol que ahora se publica. Le ambamos y le
admirbamos; mas por eso mismo era mayor el
deseo de volver a contemplar su figura
venerable, de or de nuevo sus palabras llenas
de dulzura, de sentirlo ms cerca de nosotros,
por la evocacin de su vida y de sus obras.
Justas razones aconsejan de ordinario la
demora en la publicacin de libros semejantes.
Con la muerte suele llegar la hora de las
alabanzas, pero no la de la verdad completa. Es
preciso dejar que las aguas se decanten y que
el tiempo reduzca los elogios a sus justos
lmites, o que los consolide y refrende.
Adems, nuestra vida no es una unidad aislada o
un compartimiento estanco, y menos an lo son
las vidas de los varones insignes que, por su
mayor radio de accin y por el vuelo de sus,
empresas, acaso suscitaron recelos, envidias,
enemistades y persecuciones. Para conocer estas
vidas plenamente es menester referirlas a otras
vidas, situarlas en su ambiente propio, y en
este ambiente, que es el fondo del cuadro,
quiz no faltaron sombras. Esperar a que el
tiempo, sin ocultarlas, las disimule un tanto
en la lejana era prudencia y era piedad.
Afortunadamente para nuestro Don Manuel no
sucede as. Su nombre crece con el tiempo, y su
figura, respetada por los aos, se yergue sobre
el paisaje lejano con grandeza cada da mayor.
Su vida hubiera podido escribirse a raz de su
muerte con la misma Seguridad que ahora, aunque
no con la misma facilidad, porque no era fcil
reunir todos los materiales, principalmente las
cartas, que, como reliquia, conservaban sus
afortunados poseedores. De aqu la obligada
dilacin.
Pero ahora ya estn vencidos los obstculos.
Incoado el proceso para su Beatificacin, tiene
su memoria consagracin, en cierto modo,
oficial. Dar a conocer su vida no es
adelantarse al juicio de la Iglesia, sino
cooperar a su inapelable resolucin; que, al
fin, para que Dios glorifique a sus siervos y
mediante ellos manifieste su poder, el camino
que de ordinario escoge la Providencia es que
los hombres los conozcan y, conocindolos,
confen en su valimiento e imploren su
intercesin.
Tienen tambin las vidas de los Santos de
nuestros das -permtasenos usar este nombre
como expresin de nuestra admiracin y siempre
con acatamiento al juicio de la Iglesia- un
altsimo valor educativo y apologtico. Las
historias de muchos Santos antiguos se reducen,
con frecuencia, a la narracin de sus virtudes
heroicas, de sus milagros, de sus grandes
empresas. Por falta de noticias o por
menosprecio de lo anecdtico y de los
pormenores secundarios, se esquematiz su vida,
idealizndola tal vez, pero casi siempre
deshumanizndola. Y as les contemplamos en las
cumbres, pero no les vemos escalar, da por
da, la spera pendiente. De donde viene a
suceder que nos persuadimos de que su santidad
es como una planta de desaparecidas pocas
geolgicas, o puro don del Cielo; algo, en fin,
inasequible para quienes vivimos en un siglo en
que los progresos de orden material y las
luchas polticas y sociales impiden el libre
vuelo de las almas hacia Dios. Por eso, vidas
como sta de Don Manuel son altamente
ejemplares y alentadoras. Ellas nos manifiestan
cmo la Iglesia sigue siendo en nuestros das,
no menos que en los tiempos antiguos, fecunda
Madre de Santos.
Estas vidas sern tanto ms provechosas
cuanto ms ricas sean en pormenores y mejor nos
muestren la complicada urdimbre de las acciones
y reacciones que forzosamente han de producirse
en el contacto o en el choque de las almas
grandes con la dura realidad. Por fortuna, para
escribir la VIDA de Don Manuel hay materiales
abundantsimos. La Hermandad de Sacerdotes
Operarios Diocesanos, con filial diligencia,
recogi desde el primer da todos los recuerdos
de su Padre y Fundador. Cada uno de estos
recuerdos es como una voz que nos llega de
lejos. Un papel amarillento por los arios, unas
palabras, por sencillas que parezcan, nos
recuerdan un latido del corazn, una
preocupacin, una lucha. Documentos oficiales,
sermones, cartas y escritos ntimos de Don
Manuel, frases recogidas de labios de quienes
le trataron, informaciones publicadas en la
prensa, todo fue reunido, ordenado y catalogado
con solcito afn.
Y para que nada falte, se ha conservado el
espritu del Venerable Fundador. Ese espritu
vive con perenne lozana en las Constituciones
de la Hermandad, en los Colegios de Vocaciones
Eclesisticas y en toda la obra de Don Manuel,
y, de manera especial, en la tradicin
piadosamente guardada y transmitida por los que
desde el principio fueron testigos de su vida.
Preparados ya los materiales y llegada la hora
de darlos a la luz pblica, slo faltaba el
artfice que, beneficiando tan rica cantera,
nos diese, al fin, la biografa que
esperbamos.
------------
Apresurmonos a aadir que Don Manuel ha
hallado, en don Antonio Torres, el bigrafo que
mereca. La obediencia puso la pluma en su
mano, y el cario ha hecho lo dems. Un cario,
huelga decirlo, muy bien hermanado con la
competencia, con la laboriosidad, con una
slida cultura, y con un cabal conocimiento no
slo de la vida y obras del preclaro Fundador
de los Operarios Diocesanos, sino del tiempo en
que vivi.
El autor no ha tenido necesidad de llenar
lagunas con hiptesis ingeniosas ni con
estudiadas digresiones, ni, para enaltecer la
persona de Don Manuel, le ha sido preciso tejer
largos panegricos, ya que, disponiendo de
copiosa informacin, le bastaba dejar que
hablasen los documentos. Y eso ha hecho. A lo
largo del libro, ni por un instante se
interrumpe nuestra comunicacin con el
protagonista de la historia. El mismo es quien,
con sus escritos y principalmente con sus
innumerables cartas, nos va diciendo sus planes
y, proyectos, refirindonos sus preocupaciones
y sus afanes, narrndonos las vicisitudes y
etapas de sus obras, y descubrindonos, sin
quererlo ni pensarlo, su alma nobilsima y sus
excelsas cualidades. Y cuando no es l mismo
quien habla, Son personas que con l
convivieron o que le trataron, y multitud de
documentos que, encuadrados en un plan sencillo
y armnico, ,nos dibujan con admirable relieve
su fisonoma espiritual.
Y ser, cierto, regalado deleite para sus
admiradores esta continua presencia de Don
Manuel, que, reviviendo en cada una de las
paginas de este libro, sigue hablndonos con su
paternal y casera llaneza, en la que la muerte,
sin embargo, puso una plcida serenidad que se
eleva sobre los hombres y las cosas y sobre las
ruindades y miserias de la vida.
Tan amplia y completa es la informacin que
por ventura alguno pensar que la
sobreabundancia misma de noticias daa al
inters del relato; que la multitud de
pormenores oculta las lneas fundamentales;
que, en resumen, la narracin ocupa demasiadas
pginas para que stas sean ledas con inters
en tiempos de ftiles libros de aventuras y de
ensayos comprimidos.
Mas, a nuestro ver, no ha sido el menor
acierto del autor el mtodo usado para componer
este libro. Quiz algn da pueda escribirse
una VIDA de Don Manuel ms popular, ms del
gusto de personas que quieren leer muy de
prisa, y aun ms novelesca; que a tanto hemos
llegado, que, aun en las historias de los
Santos, se va notando cierta propensin a
darles inters y amenidad - introduciendo en
ellas elementos novelescos. Pero esta primera
biografa no poda ser sino como es: una
fotografa, no un estudio artstico. La
fotografa no selecciona pormenores sino que
los recoge todos, cada uno segn su importancia
y con su luz propia, y de ah resulta el
parecido con el modelo. En esto se diferencia
del retrato artstico, en el que el artista,
para obtener ciertos efectos estticos,
vigoriza unos rasgos y suprime o atena otros,
siempre con riesgo de transformar, o acaso
deformar el modelo, y de darnos como
temperamento de ste el suyo propio. Un retrato
artstico es bueno para exornar las paredes de
un saln; mas para evocar el recuerdo del ser
amado preferimos la fotografa sin retoques, en
la que no se hayan borrado arrugas ni puesto
sombras o luces caprichosas.
Tanta es la veneracin del autor hacia Don
Manuel, que aun en el elogio es siempre parco,
como quien est persuadido de que la verdadera
virtud no necesita ditirambos ni ponderaciones.
El mejor homenaje a la virtud es reconocerla y
respetarla tal como ella es.
Esta misma veneracin le ha sealado un
lmite en su tarea de reconstruccin histrica.
El objeto primero de la historia son los
hechos. Deducir de stos las ideas y
preocupaciones de quien los ejecuta, penetrar
en su espritu y seguir sus movimientos, trazar
el itinerario de la formacin de su
personalidad, sealar la trayectoria resultante
de todas esas fuerzas que actan en nuestra
vida interior es algo que, salindose del campo
del historiador, entra en el del psiclogo.
Penetrar en este campo es ocasionado a
sustituir la historia con las conjeturas.
Porque quin es capaz de escudriar la
compleja actividad de nuestras facultades y de
conocer los misteriosos caminos de la gracia y
de las dems influencias divinas? Y esta
dificultad crece cuando se trata de almas
santas que, recatando pdicamente sus dones
porque saben el peligro de sacarlos a pblica
plaza, slo nos dejan ver fugaces resplandores,
insuficientes para que a su luz contemplemos en
toda su magnfica realidad los panoramas del
mundo interior. Caben los ensayos psicolgicos
en las novelas y aun en ciertas biografas;
pero en la agiografa cristiana, en la que
tiene tan principal parte el elemento
sobrenatural, tales ensayos psicolgicos, tan
del gusto de nuestros das y de algunos
autores, requieren mucho tino y discrecin para
que no vengan a parar en engaosos
subjetivismos o en una suplantacin de
personalidad.
No se ha abstenido el autor de asomarse a la
vida interior de Don Manuel, pero siempre
guiado por los hechos y sin avanzar un paso ms
de lo que stos consienten. Por lo dems, son
tantos los que refiere, y tienen lenguaje tan
elocuente, que, por lo comn, hacen intil todo
comentario. Hablan ellos por si mismos.
En lo que s ha puesto suma diligencia es en
ordenarlos, en ilustrarlos con noticias
complementarias, en restablecer con sobrias
pinceladas el ambiente en que se desarrollaron,
en dibujar aqu y all lindos medallones de
otras personas que se movieron en la rbita de
atraccin del personaje central. La composicin
de biografas como sta requiere largo trabajo
oscuro y silencioso, de ms mrito que
lucimiento. Don Antonio Torres no ha escatimado
el trabajo y lo ha hecho an ms meritorio
renunciando a toda exhibicin personal, para
que su libro, desde el principio al fin, sea
tributo de veneracin al Padre inolvidable. El
lenguaje mismo es como a tal obra corresponda:
grave sin afectacin, sin alardes preciosistas,
terso y noble. Todo en ella da la impresin de
una obra acabada: hasta la ntida y esmerada
impresin y las ,abundantes y escogidas
ilustraciones grficas.
No ser sta la nica VIDA que se escriba
del esclarecido Fundador de los Sacerdotes
Operarios Diocesanos; pero s ser la vida-
tipo, a la cual hayan de ajustarse las dems.
Ningn monumento mejor poda erigirse a la
memoria de Don Manuel Domingo Y Sol para
conmemorar el XXV aniversario de su nacimiento.
S, de su nacimiento, porque en el lenguaje
de la Iglesia el Dies natalis de los Santos no
es aquel en que nacieron a la vida perecedera,
sino aquel en que, a travs de la muerte,
entraron en la vida de la inmortalidad.
Bien quisiramos, a ejemplo de los antiguos
miniadores, dibujar a la cabecera de este libro
una graciosa vieta que simbolizase toda la
vida de Don Manuel Domingo y Sol; pero vidas
tan llenas y multiformes como la suya, se
resisten a toda sntesis.
Es un santo! -deca la voz comn. He ah
una sntesis, que es a la vez un elogio de
subidos quilates. Pero, con decir mucho, an no
dice lo suficiente, porque la santidad es el
denominador comn de todos los siervos de Dios,
y en stos, como en las estrellas del cielo,
hay diferencias y variedad de matices.
Adems, este elogio se repite con excesiva
frecuencia y no siempre con la plenitud de
sentido que de suyo tiene. En ocasiones elogiar
la santidad es una sutil reticencia para
insinuar la falta de otras cualidades. Es un
santo! -se deca de Don Manuel-. Nadie dudaba
de su virtud, pero acaso ms de uno pensaba:
puede ser un varn en verdad extraordinario
este sacerdote que no deja su vulgar paraguas,
que vieja rodeado de paquetes y bultos de todas
clases y que, como de Santa Teresa decan
aquellas buenas monjas de Madrid, come y
duerme como los dems y habla sin ceremonias?
Algo, ciertamente, haba en l que al punto
le conquistaba afecto y admiracin. Aquella
apacibilidad de su rostro, aquel sereno y dulce
mirar, aquella exquisita cortesa, seoril y
paterna] aun tiempo; aquella conversacin
efusiva y discreta, grave y jovial y aun, a
veces, con suaves ironas que siempre daban en
el blanco. aquella piedad, en fin, tan
sencilla, tan modesta y sin afectacin., eran
como destellos de un espritu nada vulgar. Pero
aqu se detenan muchos. Es que se puede medir
a simple vista la profundidad de los grandes
ros y basta, para conocer la longitud de su
curso, calcular la distancia en lnea recta
entre el lugar de su nacimiento y el de su
desembocadura? Tampoco era suficiente para
conocer una vida tan profunda como la de Don
Manuel un trato superficial y pasajero, ni sus
partidas de nacimiento y defuncin bastan para
medir la longitud de una existencia que, como
los ros, se desviaba hacia un lado y hacia
otro, es decir, hacia donde quiera que vea una
obra en que pudiera glorificar a Dios. Aun
muchos que crean conocerle, descubrirn, al
leer esta VIDA, cualidades que no haban
sospechado y una actividad que les llenar de
admiracin.
Sean un ejemplo sus cartas y sus sermones.
Si se imprimiesen, llenaran muchos volmenes.
Concedamos que no fue Don Manuel ni un escritor
clsico, ni un erudito, ni un pensador genial.
Pero tena clarsima inteligencia y saba
manejar la pluma con muy gentil garbo. En sus
cartas, acaso el ms fiel espejo de su alma,
hay, como en las de Santa Teresa de Jess,
espontaneidad, candor, frescura de ingenio,
sana alegra, oportunidad, y, sobre todo,
discrecin suma para dosificar afectos,
consejos, advertencias y reprensiones.
No fue un orador, en el sentido moderno de
esta palabra; pero en sus sermones hay orden,
vigorosa argumentacin, transparencia de
pensamiento, uncin persuasiva, a veces novedad
en la exposicin, y un estilo fcil, animado,
insinuante y siempre acomodado a las ideas y a
las circunstancias. Con igual desembarazo
andaba por los caminos llanos que se elevaba de
un vuelo a las cumbres de la asctica y de la
mstica. Aduendose de los corazones, les
comunicaba sus propios afectos, y con
elocuencia ya dulce, ya arrebatadora, los
llevaba hacia Dios. Qu le faltaba para ser un
gran predicador?
Con admirable clarividencia conoci las
necesidades de su tiempo y las busc remedio
conveniente. Los aos que dedic a la formacin
cristiana de la juventud constituyen un hermoso
CAPTULO de la historia de la Accin Catlica;
y si este nombre, aplica do a aquellos tiempos,
resulta menos propio, digamos que fue un
precursor de la actual organizacin de las
Juventudes Catlicas. Los frutos que consigui
y los planes que acariciaba nos permiten
adivinar hasta dnde hubiera llegado si otras
dos obras-que en realidad son una sola-: los
Colegios de Vocaciones Eclesisticas y la
Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos,
no hubieran absorbido su atencin y su tiempo.
Ocupado en estas obras, no pudo dedicarse ya
tan de lleno a un apostolado personal; pero,
pensando en los millares de sacerdotes que en
sus Colegios y por sus Operarios haban de
educarse, bien pudo decir con el hroe del
Romancero: Si yo no gan batallas, hijos
engendr que las ganaran.
Empresas como stas no se ejecutan por quien
no tenga, como ahora se dice, grandes
cualidades de organizador. Don Manuel las
tena. Optimista por temperamento y por
persuasin, no se arredraba ante los
obstculos. Conocedor de los hombres, saba
ganarse cooperadores, colocar a cada uno en su
puesto y pedirle el esfuerzo que poda rendir.
Tena esa prudencia a lo divino que, con
ilimitada confianza en la amorosa Providencia
de Dios, pone muy alta la mira de sus
pensamientos, pero a la vez proporciona
sabiamente los medios a los fines para que cada
hora produzca su fruto., De. esta manera, como
quien de antemano seala en un mapa las etapas
de un viaje, va recorriendo su camino con
rpida lentitud y sin desandar nunca lo andado.
Y cuando, en su ancianidad, los aos y los
achaques le obliguen al descanso, podr
consolarse en su forzosa inaccin pensando que
no ha sido un siervo intil; en pos de s deja,
con los jirones de su salud y de su vida, una
obra magnfica, que ser esplndido florn de
la corona de la Iglesia.
Mas la prudencia en el planear y en el
ejecutar no poda eximirle del rudo trabajo que
tan vastas empresas exigan. No es la suya una
actividad bulliciosa ni agitada ni a saltos e
intermitencias, sino mansa, callada,
perseverante y tenaz. Una actividad que se
reparte entre multitud de obras, porque para
las almas grandes ningn campo est acotado si
en l puede germinar la planta del reino de
Dios. Y as, Don Manuel confiesa, predica, da
clases, redacta artculos, prepara fiestas,
organiza peregrinaciones, escribe millares de
cartas, edifica Conventos, dota a religiosas,
levanta Colegios, funda y consolida su
Hermandad, hace largos y frecuentes viajes,
busca colaboradores o los forma, ruega, suplica
y si es preciso, importuna; y todo esto, sin
dar importancia a lo que hace, sin aires de,
innovador, con una naturalidad que parece
hallarlo todo fcil, y con una fe y constancia
que convierten en realidad lo que hubiera
podido tomarse, por quimera o sueo
irrealizable.
***
Una buena parte de los triunfos logrados por
Don Manuel corresponde a su corazn, que, noble
como era por su condicin nativa, no supo amar
sino cosas nobles y noblemente. Sus obras
nacan en el corazn y de all1pasaban al
cerebro. Por eso no hay en ellas ni en su
desenvolvimiento sequedad ni rigidez. Amaba y
se haca amar. Un afecto llano y comprensivo
que, rebosando de su corazn, se expanda por
su semblante y por todos sus actos, borraba
distancias y levantaba hasta s aun a los de
ms humilde condicin. Las almas que vuelan en
las regiones superiores no siempre aciertan a
descender a ras de tierra. Como Moiss, cuando
descendi del Sina, llevan en su frente el
resplandor de lo divino. En Don Manuel este
resplandor se transforma en bondad atrayente;
hay siempre en l calor de humanidad. En su
trato y en su correspondencia aflora una
ternura que no sabe disimularse. Aun detrs de
la reprensin se adivina una sonrisa benvola e
indulgente.
Este amor halla ingeniosos medios de
manifestarse. Unas veces es la frase delicada,
otras el cuidado solcito de los enfermos o
atribulados, otras la limosna generosa, el
obsequio discreto, hasta la inocente estampita,
que para l es un medio de apostolado. Tiene la
santa pasin de dar. Da cuanto l tiene y
cuanto recibe: su patrimonio familiar, su
trabajo, su tiempo, su afecto. Y tal era su
gracia y gentileza para poner alas -as deca
l grficamente- a cuanto caa en sus manos,
que el ms pequeo obsequio suyo se estimaba
como inapreciable regalo.
En su corazn haba espacio para todos los
grandes amores. Am con particular cario a la
tierra en que naci y de ello dio en Tortosa
pruebas reiteradas; pero senta tambin -y no
ser inoportuno recordarlo en las
circunstancias actuales- un amor cordial y
ardoroso haca Espaa. Estos dos amores
tuvieron felicsima expresin en dos devociones
que se es forz en propagar: la devocin al
ngel Custodio de Tortosa y la devocin al
ngel Custodio de Espaa. Proyecto suyo -que
estuvo en vas de ejecucin- fue el erigir en
el Cerro de los ngeles un monumento al ngel
tutelar de nuestra nacin, que hubiera sido un
hermoso smbolo de la unidad espaola. Desde el
Cielo se gozar en ver al Sagrado Corazn de
Jess imperando sobre Espaa, desde ese mismo
Cerro que l quiso santificar convirtindolo en
centro de una devocin en que se unan la
piedad y el patriotismo.
***
Por si alguno pensare que hemos humanizado
con exceso la figura de Don Manuel, aadiremos
a todo lo dicho que, sobre las cualidades que
hemos enumerado, hubo en su vida algo que era
como la forma substancial de todas ellas: un
encendido amor de Dios, que, nacido en l con
la infancia y creciendo con los aos,
alimentado con la meditacin, con el recuerdo
de la presencia de Dios, con las visitas al
Sagrario, con jaculatorias, que aun durante el
sueo no se interrumpen, con los Sacramentos y
con todos los divinos recursos de una piedad
siempre activa y vigilante, era blsamo en sus
palabras, paz y serenidad en su rostro,
elocuencia en sus sermones, fuerza en sus
trabajos y motor primero y eficacsimo en todas
sus acciones.
El amor de Dios era en Don Manuel devocin
al Sagrado Corazn de Jess, a la Eucarista, a
la Santsima Virgen, a la Iglesia; era espritu
reparador, anhelo de salvar almas y de formar y
multiplicar los sacerdotes santos. Era toda su
vida. Y esta ser la principal enseanza del
libro que presentamos al lector: mostrar cmo
el amor de Dios puede prender en un alma,
sobrenaturalizar una vida y hacerla
maravillosamente fecunda.
La lectura de esta biografa sugerir
comparaciones y semejanzas con otros siervos de
Dios. Son puntos de coincidencia que realzan la
figura de Don Manuel Domingo y Sol sin quitarle
su relieve propio. Perteneci al esclarecido
linaje de los creadores. Fue astro que brill
con luz propia. Luz de estrella, suave y
amorosa, que desde el cielo nos llama y nos
gua...
Agustn Rodrguez.
INTRODUCCION
Al publicar la VIDA Y VIRTUDES DEL
REVERENDSIMO DOCTOR DON MANUEL DOMINGO Y SOL,
bien quisiramos que hubieran alcanzado de Dios
favorable despacho los votos que, a raz de la
muerte de Don Manuel, formulara una de las
religiosas del convento de Concepcionistas de
Benicarl, por l fundado: Rogaremos -deca-
para que el encargado de escribir la vida de
Mosn Sol est altamente inspirado, para que
salga digna de tal santo, y su lectura mueva
los corazones a la virtud, como a su paso por
la tierra los atraa hacia Jess, con sus
palabras y su presencia, nuestro Padre.
La empresa que la obediencia nos hubo de
confiar era, si ciertamente honrosa, ardua en
grado sumo. Por realizarla lo menos
imperfectamente que nos ha sido posible no
hemos escatimado diligencias ni esfuerzos.
Plegue al Seor bendecirlos para bien de
nuestros lectores.
Una de las mayores dificultades estriba en
la multiplicidad y riqueza de los variados
matices que componen e integran la compleja
personalidad de Don Manuel. Son tantos los
aspectos de la misma, y tan atrayentes y
sugestivos todos ellos, que no es fcil
discernir a primera vista el rasgo predominante
de su fisonoma moral. Lo ensay todo y se
ejercit con xito en todos los ministerios
sacerdotales. Confesor y Director de espritus,
Vicario de monjas y Fundador de conventos de
religiosas, Catequista, Regente de parroquias
en una comarca rural primero, en la capital de
su dicesis despus; Periodista, Catedrtico
del Instituto, Propagandista de buenas
lecturas, Educador de la juventud secular en la
Congregacin de San Luis, Fomentador de
Asociaciones piadosas por las parroquias,
Apstol de las Vocaciones eclesisticas
mediante el establecimiento de los Colegios de
San Jos, Propagador del culto eucarstico con
la ereccin de Templos de Reparacin, etc.,
etc... Sintese latir en el fondo de todas y
cada una de estas empresas una especie de
fiebre ardorosa, e irreprimible afn de no
dejar sin cultivo ninguno de los campos de
gloria de Dios. El fuego del amor divino que
inflamaba el corazn de Don Manuel le forzaba a
ejercitarse en cada uno de ellos con
ferventsimo entusiasmo. Iba Dios premiando
este insaciable celo de su fidelsimo siervo
con abrirle cada da nuevos y ms dilatados
horizontes, hasta sealarle como vocacin
definitiva -para cultivar en uno slo todos los
dems apostolados y unificar todas sus otras
mltiples empresas- la de ser Fundador en su
Iglesia de una Congregacin dedicada a formar
sacerdotes santos.
------
La Hermandad de Sacerdotes Operarios
Diocesanos, culminacin de todas las dems
empresas de Don Manuel, ser siempre por la
sublimidad de su objeto y la trascendencia de
sus resultados, su ms alto timbre de gloria.
Por lo mismo, al escribir su biografa, sin
dejar de estudiar los dems aspectos de su
multiforme personalidad, ha sido nuestro
principal intento y cuidado dar la mayor
extensin posible a todo lo que atae a la
fundacin de la Hermandad, a su naturaleza y
fines, y a las cualidades y dotes de que deben,
segn Don Manuel, hallarse adornados sus
Operarios.
--------
Por lo dems, en la ejecucin de nuestro
trabajo hemos procurado armonizar en lo posible
el orden cronolgico de la vida de Don Manuel
con el del sucesivo desenvolvimiento de las
diferentes obras de celo por l realizadas,
agrupando todo lo relativo a cada una de ellas
de modo que se pueda tener una visin de
conjunto de la misma. Y decimos en lo posible,
porque no siempre resulta labor fcil, ya que
con frecuencia no se halla cada una de ellas
totalmente desligada de las dems, y llenando
por s sola una determinada etapa de la vida de
Don Manuel.
No ha sido, en cambio, liviano el esfuerzo que
hemos tenido que hacer para ordenar, catalogar
y clasificar el ingente montn de documentos
manuscritos o impresos pertenecientes a Don
Manuel. La copia o el extracto de los mismos
hacase sobremanera fatigosa, y en no pocas
ocasiones imposible de realizar ntegramente,
por el carcter, con frecuencia ilegible, de la
caligrafa de Don Manuel, particularmente la
empleada en sus apuntes o borradores. Por
aadidura, el hecho de no llevar, por lo comn,
fecha sus cartas, nos ha obligado a una mproba
labor de averiguacin de las de mayor inters,
al menos.
Ha sido, en cambio, una inapreciable fortuna
para nosotros la costumbre que tena de
conservar, aunque sin orden ni concierto,
amontonados y mezclados unos con otros, casi
todos los esquemas de sus sermones, plticas y
proyectos; los borradores de una buena parte de
sus1 cartas y casi todas las que recibi; y el
que muchos de sus corresponsales, por la
veneracin y estima que le profesaban, hicieran
otro tanto con gran nmero de las suyas. Unas y
otras han servido de principalsima fuente para
redactar la presente biografa.
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Hemos utilizado tambin las Monografas
autgrafas de Don Manuel sobre algunas de sus
empresas. En 1888 escribi la Crnica de la
fundacin del convento de Vinaroz. Comenz a
redactar los que l titula Anales o Crnica o
Historia de los Colegios de Vocaciones
Eclesisticas de San Jos y de la Hermandad de
Sacerdotes Operarios Diocesanos. Pero slo
dej anotado, y esto con hartas lagunas, lo
relativo a los Colegios de Tortosa y Valencia.
Es ms: como haban ya transcurrido varios
aos a partir de la fecha de dichas fundaciones
cuando l puso manos a la labor de
historiarlas, y escriba de memoria, dejaba en
blanco muchos nombres y fechas, y no pocas
veces se equivocaba en las que pona.
Al trasladarse definitivamente Don Manuel de
su casa pairal al Colegio de San Jos de
Tortosa, en 1894, destruy una porcin
considerable de los documentos que guardaba. l
mismo pareca despus arrepentido de haberlo
hecho. El 16 de mayo de aquel ao escriba a
don Andrs Serrano: Hoy he logrado dar fin al
registro de mis cartas y papeles trados de mi
casa. He quemado dos quintales, y me duele. He
guardado algunas todava. No deban rasgarse,
porque forman una Crnica. He rasgado todas las
de mi poca de Instituto y de los das de la
revolucin de septiembre del 68, mi larga
correspondencia con Trelles, las de la campaa
del santo billete de la rifa, etc., etc... Era
todo un tesoro.
Puso, en cambio, y por fortuna nuestra,
especial cuidado en ir anotando todo lo
concerniente a la fundacin del Colegio de
Roma. En 1897 tena ya redactada una crnica de
la misma. Me dijo usted -escriba el 17 de
marzo a don Benjamn Miana- que no me dej ah
ningunos papeles. No encuentro la crnica del
Colegio de Tortosa y la del de Roma, y como si
quisiera creer que me la llev cuando fui.
Sentira vivamente la prdida1. Referase sin
duda Don Manuel al Diario que llevaba, y que
se conserva, de todos los. trmites y
peripecias porque hubo de pasar aquella
laboriossima y gloriosa fundacin. Eran
lacnicas y sucintas indicaciones, a propsito
para servir de gua en una ms extensa y
detallada relacin ulterior.
Para secundar los deseos de Don Manuel,
ocurrisele a don Benjamn Miana la feliz idea
de escribirla. Don Manuel, al saberlo, se
llen, de gozo. Una buena noticia me da usted
en su ltima-le deca el 22 de septiembre de
1901-. Precisamente hace tiempo quera
encargarlo a usted o a Juan Calatayud, y tema
por sus ocupaciones, y veo han entrado ustedes
por el camino de darme gusto. Si le parece,
puede enviarme los borradores de un par de
pliegos, y pondr mi V. B. si me place la
entonacin, que no dudo por esto que ser de
mano maestra, y se los devolver, y luego,
apenas los tenga usted terminados, se
litografan. En Valencia me perdieron los
extensos apuntes que tena de aquel Colegio, y
crea que ha sido una lstima. Y el 7 de
octubre: Recibidas las hojas de la Crnica.
Creo que mis preliminares llegaron hasta la
instalacin del Colegio y definitiva ruptura
del P. Martn, y me parece altera el hilo de
algunos hechos. No obstante, Jess se lo pague,
y deseo y quiero que lo contine tan aprisa
como le sea posible. Y ya no le dej en paz
hasta que vio terminado el trabajo. Fueron
tambin incluidas en la Crnica de don Benjamn
las plticas que Don Manuel acostumbraba
dirigir a los alumnos del Colegio de Roma, en
los primeros aos del mismo, al principio de
cada curso.
Y ya que del Colegio de Roma hablamos, nadie
extraar que hayamos alargado al relatar la
fundacin y desarrollo del mismo. Cuando la
Hermandad escriba su historia -deca don Juan
Bautista Calatayud en el extraordinario
dedicado por el Correo I. Josefino a la
muerte del Cardenal Vives-, la parte mas
interesante y gloriosa, juzgo que ha de ser la
dedicada a narrar los trances variadsimos de
la fundacin del Colegio Espaol. Durante los
aos de nuestra venturosa permanencia en l,
,extractamos la Memoria escrita por don
Benjamn; y luego, algn tiempo despus,
aprovechando la coyuntura de vivir de asiento
en Tortosa, que nos permita utilizar con el
mismo objeto los papeles de Don Manuel, hubimos
de redactar una voluminosa Historia del
Pontificio Colegio Espaol de Roma. As,
cuando nos fue confiado el encargo de escribir
la biografa de Don Manuel, dudamos si sera
mejor desglosar de ella, en lo posible, la
parte relativa al Colegio de Roma, y publicar
como obra aparte la historia de ste. Pero,
como de cualquier manera, semejante historia no
haba de poder salir a la luz pblica en muchos
aos, por razones de elemental discrecin y
prudencia, resolvimos adoptar el sistema de
entremezclar con la historia de Don Manuel, la
de aquella fundacin suya, relatando con alguna
extensin lo ms principal de ella.
Ocasin es sta para advertir, de paso, que
no ha sido tampoco nuestro intento escribir la
historia de la Hermandad, ni era ello hacedero
por motivos anlogos a los alegados respecto de
la del Colegio Espaol. Nos hemos limitado a
referir sucintamente, lo ms imprescindible.
Da, llegar en que semejante empeo pueda
realizarse, y no ser, ciertamente, sin grande
honor de la Hermandad, cuyo beneficioso y
trascendental influjo en la marcha y progreso
de los Seminarios de nuestra patria, resultar
bien patente.
La circunstancia de vivir todava muchas de
las personas de quienes se hace mencin en la
VIDA de Don Manuel, o de vivir an quienes las
conocieron, nos ha obligado a sustituir en
muchos casos sus nombres propios con iniciales
que no corresponden, a los mismos.
Bien hubiramos deseado, en las citas que
hacemos de cartas y documentos, anotar con
precisin el lugar de donde estn tomados. El
no hallarse todava definitivamente
catalogados, lo ha hecho imposible. Slo
diremos que, salvo error material de
trascripcin, todas son exactas, y que hemos
procurado guardar la mayor fidelidad al
trasladarlas.
Aun a riesgo de que se nos califique de
prolijos, no hemos escatimado las citas tomadas
de las cartas de Don Manuel, porque en ellas, y
a veces en una sola frase, en una palabra, en
un rasgo, se pinta l a s propio con mayor
verdad, viveza y encanto que podramos hacerlo
nosotros en largos captulos. Otro tanto sucede
con ciertas expresiones y modismos tortosinos
por l usados cuando escriba o hablaba con sus
paisanos o con sus ms familiares Operarios.
Y a lo dicho, con ser bien poco, nada
queremos aadir, sino que ah tienes, lector
amigo, y sobre todo vosotros, la legin
incontable de sus admiradores y devotos, que
con tan vivas ansias la habis estado deseando
y esperando, la VIDA de Don Manuel.
Tal como ha salido de nuestras manos os la
ofrecemos, alentados con la esperanza de que,
disimulando con vuestra generosa discrecin las
deficiencias nuestras, os dignaris dispensarle
favorable acogimiento; porque lo merece, con
creces, de justicia la. excelsa y simptica
personalidad del benemrito Fundador de la
Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos.
PARTE PRIMERA
VIDA Y EMPRESAS
CAPTULO I
Nacimiento.- Patria.- Familia.- Niez
(1836-1848)
En la casa que lleva el nmero 18 de la
calle del Santo ngel, de la hidalga y
religiosa ciudad de Tortosa, a las tres de la
maana del da 1. de abril de 1835, naci Don
Manuel2. Fueron sus padres Francisco Domingo
Ferr y Josefa Sol Cid.
Era aquel da Viernes Santo; fecha, a la
verdad, que parece providencialmente escogida,
por hallarse tan en consonancia con el espritu
predominantemente compasivo y reparador de los
dolores y angustias de Jess, que haba de
constituir el rasgo ms saliente y
caracterstico de la vida de aquel nio, que en
tal da vino a la luz de este mundo. Recibi la
de la gracia, por el bautismo, el siguiente,
Sbado Santo, luego de terminada la solemnidad
litrgica de la bendicin de la pila, en la
parroquia de la Catedral, actuando de ministro
el prroco de la misma, don Gabriel Duch, y de
padrino el reverendo don Francisco Navarro,
comensal de la Catedral de Tortosa.
Fue Don Manuel el penltimo de los
doce hijos que como otros tantos frutos de
bendicin, otorg Dios a aquellos padres,
modelos de esposos cristianos3, que,
perteneciendo socialmente a la clase de payeses
acomodados4, espiritualmente figuraban en el
grupo de las familias ms distinguidas por su
prctica y tradicional religiosidad.
Es Tortosa la metrpoli de la frtil y,
sobre toda ponderacin, pintoresca y amena
comarca que lleva su nombre. Punto enlace entre
Valencia y Catalua, tienen sus naturales como
lema de su especial etnologa, y lo proclaman
con noble orgullo, el de: Ni catalns ni
valencins: tortosns! Ufnanse, y con razn,
de los gloriosos fastos de su historia, y de
haber merecido para su ciudad el honroso ttulo
de Fidelissima et Exemplaris, y recientemente
el de Muy Noble y Humanitaria, que ostenta su
escudo.
Bien pudiera aplicrseles a ellos lo que uno
de nuestros clsicos dijo de los leoneses: que
no hay hombres ms moridos de amores por su
tierra. Si no todos saben expresarlo en la
misma forma, todos piensan al igual que uno de
sus ms fervorosos y entusiastas folkloristas
contemporneos5:
Quina desgracia sera
no haber nascut tortos!
Tortosino de corazn, enamorado de su ciudad
natal, fue siempre Don Manuel, en cuyo espritu
reflejbanse a maravilla las propiedades
peculiares de su cielo y de su suelo.
Fue suave, dulce y apacible, como su clima;
equilibrado, como el sosegado curso de las
aguas del Ebro, que baa y cie sus seculares
muros; alegre, como la clara y sonriente luz
del sol que fecunda sus huertas ubrrimas; de
espritu emprendedor y expansivo, optimista,
abierto a todos los horizontes del bien, amplio
y generoso, como las extensas vegas que a
Tortosa circundan y engalanan; firme y
perseverante, como las enhiestas montaas que
la separan y comunican con Aragn; de alma
nativamente piadosa, como genuino retoo de las
generaciones patriarcales que la habitaron.
Ciudad, Tortosa, de cristiansimo abolengo,
de religiosas costumbres, hasta en su aspecto
urbano y monumental, de iglesias y conventos,
de viejas casonas solariegas y graves y
seoriales palacios -de los Piols, los
Miravalls, los Grs, los Villora, los
Tamart...-, de estrechas y empinadas calles,
produce en el espritu del que la visita la
impresin de un pueblo saturado de un
aristocrtico y noble misticismo. De
inquebrantable lealtad para con la Patria,
siempre sirvieron a sta los tortosinos con una
generosidad sin reservas. Hermosa y
acertadamente los defini en este sentido el
autor del Himne tortos e infatigable
cronista de sus heroicas gestas, Federico
Pastor y Lluis:
Som los mateixos que-ls Reys portaven
a la vanguardia contra-ls muslins,
y les muralles prim assaltaven.
Som los de sempte! Som tortosins!
La vida social de Tortosa se nutri
perennemente de la savia de la fe.
Evangelizada, segn cuentan antiguas
tradiciones, desde los albores mismos del
cristianismo, por San Rufo, su primer Obispo,
bautizado y discpulo de San Pablo, con el que
vino a Espaa, conserv inmaculada y
floreciente su fe, vigorizada, siglos despus,
por la predicacin de San Vicente Ferrer, y
mantenida a travs de los tiempos gracias a los
apostlicos desvelos de los religiosos de
diversas rdenes -Franciscanos, Recoletos,
Carmelitas, Mercedarios, Capuchinos, Dominicos,
Trinitarios Calzados, Jesuitas...- que se
fueron en ella estableciendo, y por virtud del
ejemplo y las santas plegarias de las
angelicales moradoras de sus observantes
conventos de monjas. Presida la vida del hogar
la patriarcal figura del jefe de familia,
respetado, obedecido y venerado; y
desenvolvase la vida social al calor del
benfico influjo de los innumerables gremios-el
de la Derrama, el de los sastres, de los
labradores de Santiago, de los alpargateros y
cordeleros, tejedores, tintoreros, herreros, el
de calafates, etc... colocados cada uno de
ellos bajo la especial advocacin de algn
Santo: San Jos, San Pedro, San Telmo, Santa
Luca, la Santsima Trinidad, San Homobono...,
etc., etc.
Eran el ms galano Ornato de la ciudad y
demostracin del espritu religioso de Tortosa
las numerosas hornacinas de Vrgenes y Santos
venerados en sus calles y sobre -la fachada de
las casas, a la altura del primer piso, como
las ya desaparecidas de la Mare de Deu de
Solicr, de Vimparol, de Font de Quinto, del
Miracle o de la Brecha; y las aun hoy
existentes de Sant Domingo, Sant Dominguet,
dels Angels, Sant Vicent, Santa Ana, de la Mare
de Deu del Ros, Sant Josep, de la Virgen de la
Aldea, de la Providencia, de la Font de la
Salud, y otras innumerables advocaciones. Todos
los aos -hasta no hace muchos- en el da
correspondiente a la fiesta del Patrono de la
calle, los vecinos de la misma cantaban el
rosario, con acompaamiento de msica, delante
de la imagen.
Pero el rasgo culminante de la religiosidad
tortosina es sin disputa la devocin de los
hijos de Tortosa a su excelsa. Patrona, la
Virgen de la Cinta, as llamada por la que, en
prenda de su predileccin hacia ellos, se dign
entregarles por sus mismas manos, depositndola
en las de un santo capelln de la Catedral, a
quien se apareci en sta la noche precedente
al da de la Encarnacin del ao 1178. A partir
de aquella faustsima fecha, no hay tortosino
que no adore en su Madre la Santsima Virgen de
la Cinta y no la entone con el corazn en los
labios la estrofa del himno popular6:
Es la Cinta nostra Reina,
nostra Mare, nostre tresor:
Estimem-la, adorem-la,
jurem defensar-la hasta la mort.
Cridem sempre ab veu plena:
Nostra Cinta sobre tot!
Fue en este ambiente tan saturado de
religiosidad donde se form el espritu de Don
Manuel.
Apenas nacido, apresurse su madre terrena a
presentarlo y ofrecerlo a su Madre del Cielo,
la Virgen Santsima de la Cinta, siguiendo la
antigua y piadosa costumbre de todas las,
madres tortosinas.
Otra alta proteccin tuvo Don Manuel desde
su infancia: la del Santo ngel Patrono de
Tortosa y su comarca, bajo cuyas
providentsimas alas se puede decir que naci,
por hallarse la Capilla de este popular Abogado
de la Ciudad a unos pocos pasos de la casa
natalicia de Don Manuel, y a la vista de ella.
Por aquellos aos de la niez de nuestro
biografiado andaban los tortosinos,
interrumpido su habitual sosiego, en perpetua y
hervorosa exaltacin poltica, a causa de la
guerra civil7.
En medio de estas agitaciones y
turbulencias, la familia de Don Manuel, exenta
de todo apasionamiento poltico, llevaba una
vida tranquila, de profunda Piedad y de honrado
trabajo.
Entre los papeles de Don Manuel hllanse
algunos documentos acreditativos del ambiente
de religiosidad que se respiraba en aquel
cristiano hogar. Por ellos . nos es dado
conocer que los miembros del mismo lo eran de
mltiples asociaciones piadosas: tales, entre
otras, la Cofrada de la Santa Cinta, la de San
Juan y la Corte de Mara. Perteneci, adems,
el padre a la Adoracin y Vela perpetua al
Santsimo Sacramento del Altar establecida en
la Catedral desde 1831, para rogar por las
necesidades de la Santa Iglesia, de la
Monarqua espaola y de Tortosa.
Descbrense asimismo en estos documentos
indicios patentes de la devocin que la familia
de Don Manuel profesaba a San Jos, a la Virgen
de la Aldea, a Santo Domingo y muy
particularmente al Santo ngel Patrono de
Tortosa; de la honesta moderacin de sus
ganancias en los negocios a que se dedicaban y
de su cristiana y esplndida caridad para con
los pobres, de los cuales singularmente la
madre de Don Manuel era amantsima. Tena la
casa puertas a dos calles, y a los que
calificaban de excesivas sus larguezas para con
los menesterosos, sola responderles: Las
limosnas salen por una puerta y entran por
otra. Muchas de ellas hacalas en secreto. En
cierta tienda de comestibles tena dada orden
de que a determinada pobre la surtiesen, a
cuenta de ella, de, cuanto necesitare y
pidiera; exigiendo en casos tales el ms
riguroso silencio acerca de la persona que
proporcionaba el socorro.
De la acendrada devocin de sus padres al
Santo ngel de Tortosa brot en Don Manuel la
robusta y perenne que profes al Angelical
Patrono de su ciudad querida, bajo cuya bendita
sombra haba nacido, y en obsequio del cual
aprendera a cantar desde su niez aquella
sencilla estrofa de los populares Gozos:
De este barrio los vecinos
dan mil gracias al Seor,
porque el ngel Protector
les dirige en sus caminos.
La conviccin de esta anglica y bienhechora
influencia, sin cesar experimentada, era sin
duda la que inspiraba a uno de los hermanos de
Don Manuel los nobles y piadosos sentimientos
que vibran en un fragmento de la nica carta de
familia a l dirigida que hemos podido
encontrar.
Lleva la fecha de 9 de mayo de 1863, cuando
se hallaba Don Manuel, ya sacerdote, cursando
los estudios del doctorado en Valencia. El
hombre que no falta a su deber -le dice su
hermano Francisco en nombre propio y de todos
los de casa- y cumple con sus obligaciones,
cada cual las de su estado, siempre est
apreciado de todo el mundo, y Dios le tiene una
senderita reservada para guiarlo en, todas sus
tareas y necesidades... En fin, lo que deseamos
de corazn por momentos es el estar todos
juntos en nuestra casa, frente a la capilla del
Santo ngel, al que tanta devocin todos
tenemos. Recibe los miles afectos de nuestra
madre8 y tus hermanos que desean verte ms que
escribirte...
Era tan extremada y exquisita la solicitud
por Don Manuel de su santa madre, que le haca
vivir en el internado del Seminario aun durante
el verano; y declaraba el propio Don Manuel que
disfrutaba all de ms amplia libertad de
movimientos que en su propio hogar.
Por lo dems, sus mayores travesuras se
reducan a alguna que otra, escapatoria
clandestina al Ebro, en compaa de los fmulos
del Seminario, para zambullirse en sus
tranquilas aguas. La de nadar fue siempre,
hasta su vejez, una aficin en l
arraigadsima. Una de las veces que atraves a
nado el ro, de una a otra orilla, y por el
sitio de mayor anchura, deca luego a sus
amigos: Si lo supiera mi madre, no volva a
veranear fuera de casa.
En tan apacible y piadoso hogar fue
desarrollndose fsica y moralmente Don Manuel.
Llevbale consigo su madre a las funciones
religiosas, y preferentemente a las del
Convento de las Claras. Andando los tiempos, en
su primera pltica de Vicario, a las monjas del
mismo, decales Don Manuel que al recibir del
Prelado semejante nombramiento, se le
presentaba la santidad de aquel lugar, para m
-declaraba- respetable cual ninguno: sin duda
son las impresiones que recib en mi infancia,
al visitar el umbral de este claustro, nico
que visit hasta despus de mi ordenacin.
Y en un sermn de Nochebuena, en la iglesia
de la Pursima, evocando los lejanos tiempos de
su infancia, exclamaba: Sobre cincuenta aos
hace que, conducido por una mano cariosa,
vena yo a estas horas a este templo, para ver
al nuevo angelito, que me decan brotaba esta
noche, a los pies de la Virgen...
El 18 de octubre de 1845 recibi Don Manuel
el Sacramento de la Confirmacin9, y en 1848, a
las doce de su edad, por vez primera la Sagrada
Comunin. Con qu inefable gozo tomara Jess
Sacramentado posesin de aquella alma; y qu
raudal de bendiciones y de gracias derramara,
en tan fausta ocasin, sobre aquel inocente
jovencito, que l tena predestinado para
apstol celossimo y reparador infatigable de
su amor eucarstico!...
CAPTULO II
Vida de seminarista.-Ordenacin
sacerdotal
(1851-1860)
Al suave calor de los edificantes ejemplos y
cristianas enseanzas de sus padres, con
espontneo impulso y lozana brot en -el
corazn de Don Manuel, ya de suyo nativamente
inclinado al bien y a la virtud, la exquisita y
delicada flor de la vocacin sacerdotal.
Una vez instruido convenientemente en las
primeras letras, estudi las Humanidades con
don Jos Sena, catedrtico de Latn y
Castellano en el Colegio de San Matas10. Y el
1. de octubre de 1851 ingres Don Manuel en
calidad de alumno interno en el Seminario Menor
de Tortosa, instalado a la sazn en el
histrico y artstico palacio, que es actual
mansin del Colegio de San Luis Gonzaga. Curs
all tres aos de Filosofa; y en el edificio
de la calle de Moncada11, antigua residencia de
Jesuitas y sede hoy del Instituto Nacional,
siete de Teologa y uno de Derecho Cannico.
Los tres ltimos como alumno externo y todos
con excelentes calificaciones.
Durante todo el tiempo de los estudios de
Don Manuel en el Seminario, fue Rector del
mismo el Padre Dominico, exclaustrado, Fr.
Buenaventura Grau, varn ilustre por su
sabidura y venerable por sus extraordinarias
virtudes, que le granjearon merecida fama de
santidad. Bajo su direccin y la de otros
reputados y benemritos profesores, fue
adquiriendo Don Manuel aquel copioso caudal de
conocimientos en las ciencias sagradas y aquel
acendrado, espritu eclesistico de que haba
de dar despus tan esplndidas muestras.
Fueron tales su conducta disciplinar y su
espiritual aprovechamiento, que uno de sus
contemporneos, el reverendo don Ramn Arnau,
siendo ya Arcipreste de San Mateo, [deca
muchas veces: Don Manuel, cuando seminarista,
era ya un modelo y muy activo y celoso. Y el
ilustre seor Cannigo Magistral y Gobernador
Eclesistico que fue de la Dicesis de Tortosa,
don ngelo Sancho, deca de l que era un
ngel.
Evocando recuerdos de sus tiempos de
estudiante de Filosofa, escriba Don Manuel
desde Roma en 1891 a una religiosa del convento
de San Juan de Tortosa: Roma 12 de abril,
fiesta del Buen Pastor.- Mi pobrecita Dominga:
He sabido por una palomita que aun vives. Hoy,
pues, fiesta del Buen Pastor, va una bendicin
para la ovejita de San Juan. Ya he pedido hoy
al verdadero Buen Pastor que se cuide de ella,
y que desde all, del Tabernculo, hoy, da de
tantos recuerdos para m, le enve a mi Dominga
una miradita de piedad y me la cure de sus
malicos, y la conserve para amar, y sufrir y
hacerle compaa, y pueda yo encontrarla sana,
salva y santa. Esto le he dicho desde aqu, ya
que no he podido, este ao visitar a mi Corazn
de Jess de San Juan, al cual haca 39 aos que
visitaba, sin faltar ni uno, excepto el que
estudi en Valencia. Y all, a los 16 aos,
empec a saberle decir cosas; y all hubo aos
que en esta novena tuve muchas amarguras y...
cuntos recuerdos del Buen Pastor!!! Y este
ao he tenido que, pasarlo aqu, solitario,
orando Y esperando y padeciendo y alegrndome
algn ratito, aunque pocos...
Junto con el amor al Corazn de Jess,
comenz a profesar Don Manuel, desde su
juventud, una tiernsima y filial devocin a la
Virgen Santsima. Poseemos un documento
autgrafo suyo en latn, bien demostrativo de
ello. En un trocito de papel, el ao 1855,
estudiando el primer curso de Teologa,
escribi a la Virgen este ingenuo y sentido
Mensaje en favor de s propio y de sus padres y
hermanos:
A Mara.- Amadsima Madre: Yo, Manuel
Domingo, lleno de confianza en tu proteccin y
amor maternal para con los hombres, trayndote
a la memoria tu amor a la Eucarista y a la
Trinidad Santsima, e invocando los misterios y
prerrogativas de tu Concepcin Inmaculada, tu
Natividad, tu Maternidad divina, tu Virginal
Pureza, tus Dolores, tu Muerte, tu Asuncin, tu
dulcsimo Nombre de Mara, y el de Jess, tu
Hijo; a los Santos Jos, Joaqun y Ana, a los
ngeles y Santos del cielo y justos de la
tierra, humildemente expongo, te suplico, y,
por lo anteriormente dicho, con todas mis
fuerzas te conjuro para que a m y a los
infrascritos, a los cuales pongo al amparo de
tu proteccin (bajo los ttulos de la Pursima
y del Carmelo), nos ayudes, nos protejas en
todas nuestras necesidades, y en especial a la
hora de nuestra muerte nos salves y conserves;
de suerte que, si as no lo hicieres, tendr
derecho a quejarme de Ti, y dar por borrada de
la historia aquella celebrrima sentencia de
que ninguno de cuantos se han puesto bajo tu
amparo e invocado tu ayuda haya sido jams
abandonado. Y esta demanda la repetir todos
los aos el da 16 de julio y en las
festividades de la Asuncin, de la Madre del
Amor Hermoso, etc., etc. -Tortosa, 16 de julio
de 1855. Manuel Domingo.- Jess, Mara y
Jos12.
Debajo de este mensaje, dentro de un
corazn, cuyo vrtice arrancaba de su propio
nombre, escribi los de sus padres y hermanos.
Al final del curioso documento, como prueba de
devota constancia, fue sealando los aos en
que cumpli su propsito, de repetir la
frmula. El ltimo de que consta es el de 1885.
De la Virgen del Carmen, en cuya fecha
redact este espiritual desafo a la Virgen,
fue Don Manuel devotsimo de por vida. Cmo
habis pasado el da del Carmen- -escriba a
unas hijas.
espirituales que se hallaban veraneando.-
Cuntos recuerdos tengo del da del Carmen en
mi corazn!. .. El ao 54 tom el hbito. En
otros dos aos tuve los dos ms grandes
disgustos que
he sufrido. En cambio, en otros he tenido
consuelos. Ddmelos vosotras tambin, siendo
muy buenas y amndome mucho al Corazn de Jess
y a su divina Madre ...
Durante el mes de mayo, el piadoso
seminarista multiplicaba las demostraciones de
su amoroso entusiasmo hacia su Madre del Cielo.
A los dieciocho aos de edad, el 1. de mayo
de 1854, comenz la devota costumbre de
escribir al principiar el mes de Mara una
lista de obsequios espirituales que cada da
del mismo haba de ofrecerle. Se han conservado
algunas de ellas. Las titula: Guirnalda de
flores, reunida por m, Manuel Domingo,
grandsimo pecador, para ofrecer a la Virgen
Mara en la hora de mi muerte. Al lado de cada
obsequio iba poniendo luego una cruz como seal
de haberlo practicado. He aqu algunos: Mandar
decir una Misa por el alma del Purgatorio que
fue ms devota de Mara; .al vestirse y
desnudarse, pedir la bendicin de la Virgen y
rezar de rodillas un Miserere; hacer un favor
a quien nos ha ofendido y leer un libro
piadoso, privndome del recreo; rezar una
parte del Rosario, privndome del recreo, y
rezar siete Ave-maras con los brazos en cruz;
rezar tres De profundis, con las. manos bajo
las rodillas, por el alma del Purgatorio que
fue ms, devota de Mara, y siete Padrenuestros
a San Jos para que nos alcance de Mara la
gracia de que nos visite en la hora de la.
muerte; tres actos de, contricin, besando
cada vez el crucifijo;. ayunar; dar
limosnas; un Miserere con los brazos en
cruz:. dejarse un plato o parte de l;
rogar por la fe catlica; por la prosperidad
de las misiones; por la unin de los
prncipes cristianos para ayudar a la Santa
Sede; hacer tres cruces con la. lengua en la
tierra, etc. El 15 de junio, ofrecimiento de
la guirnalda para la hora de la muerte.
Continu esta prctica mariana aun siendo ya
sacerdote, escogiendo desde entonces como fecha
para hacer el ofrecimiento, la del 2 de junio,
aniversario de su ordenacin.
La ndole de los obsequios pone bien de
manifiesto cun despierta y ejercitada estaba
ya su alma en el cultivo de la vida espiritual.
Tombase la molestia de sacar l mismo
copias de estas listas. para repartirlas entre
sus compaeros y estimularlos a que practicasen
idnticos obsequios a la Santsima Virgen.
Aparte estas. ocasiones extraordinarias, en
todo tiempo era fervoroso propagador entre
ellos de la devocin a la Virgen. Tena ya alma
y obras de apstol. El Prior de la Casa de la
Misericordia de Barcelona, don Bernardo Vergs,
escriba a raz de la muerte de Don Manuel: El
Apstol Santiago dice que se consiguen otras
tantas coronas, cuantas son las almas que se
ganan para el cielo. Cuntas coronas habr
conseguido nuestro amado Dr. Don Manuel Domingo
y Sol? Se alaban las obras de celo que
emprendi, siendo sacerdote, pero yo quiero
recordar lo que haca a los quince, aos de
edad, estando de interno en el Colegio de San
Matas. En aquella poca ya llamaba la atencin
por su piedad, y reparta estampas, libritos y
oraciones impresas y se vala de esas
industrias para fomentar la devocin a la Madre
de Dios. Yo era entonces tambin colegial, y
tenla unos cinco aos menos que l, y aun
recuerdo que me preguntaba con frecuencia si
era devoto de la Santsima Virgen. Mira-me
deca-que ser devoto de la Santsima Virgen es
medio seguro para ir al cielo. Y para que no
me olvidara del encargo de amarla mucho, me
regalaba con muy hermosas estampitas. . Oh, y
como se grabaron estas palabras en mi memoria!
La devocin a Mara es una seal de
predestinacin; medio seguro para ir al cielo.
No lo he olvidado nunca, y muchas, muchsimas
veces, lo he predicado; y, cosa rara!, casi
siempre, al hablar de tan piadosa materia,
acuda a mi memoria el recuerdo del Dr. Sol.
El propio Don Manuel corrobora la verdad de
estas palabras, revelando discretamente,
atribuyndolo a otro, su afn de santo
proselitismo, y confesando los fervores de su
juvenil devocin a la Virgen en estas frases
por l dirigidas a sus colegiales de Tortosa:
Si no podis prometer a la Virgen grandes
cosas, prometedle una: que propagaris su
culto. Oh, hijos mos! Hace muy pocos, anos,
era, ayer, yo me encontraba como vosotros.
Anhelbamos. la venida del Mes de Mayo en el
Seminario, que en mi poca fue cuando se
introdujo; y todos los das, y cada ao con ms
fervor, se repeta... Entonces yo experiment
lo que vale la devocin a la Virgen Santsima.
Algunos de mis compaeros introducan algunas
prcticas de devocin, entre otras el ayuno del
Sbado, y conseguanse grandes resultados en la
mejora de otros compaeros.
No poda faltar en Su vida de piadoso
seminarista el que fue despus rasgo
principalsimo del espritu sacerdotal de Don,
Manuel: su amor a la Eucarista. A juzgar por
lo que reza una nota en latn sobre sus
Communiones anni ... se infiere que
comulgaba dos veces por semana, escogiendo para
ello con preferencia las festividades del
Seor, las de la Virgen y de los Santos de su
predileccin, aparte las fechas
extraordinarias, como los das en que se
preparaba para los exmenes o daba gracias por
el feliz xito de ellos, etc.
El ambiente espiritual y moral de 4os
Seminarios, muy deficiente a la sazn y muy
anmico, debido en gran parte a las con
mociones polticas, hace resaltar con
caracteres de mayor encomio y de ms subido
valor la vida de fervorosa piedad de Don
Manuel. No es posible comprender -deca ste
ms tarde a los Operarios- cmo estaba la
formacin de los jvenes en mi poca, y algo
anterior, y bastante posteriormente, en
estudios, en piedad, en disciplina y vigilancia
y pruebas de vocacin. Y a los ordenandos de
su Colegio de Tortosa, en una pltica:
Formacin de espritu. Cun de lamentar es
que, en ciertos Seminarios no se piense en
esto... Aqu mismo ha habido pocas en que una
pltica, y nada ms. Ni se saba qu era el
Kempis. Los ejercicios para rdenes eran un
juguete; los anuales no se establecieron hasta
Vilamitjana. Efectivamente: en octubre de
1863, este celossimo Prelado, desde el Boletn
Eclesistico, recomendaba a su clero: que no
mirasen con desdn la santa prctica de los
Ejercicios anuales a los seminaristas y las
diligencias ms exquisitas que se emplean a fin
de preservarlos en todos, los tiempos de los
peligros del siglo y formarlos en la virtud
desde los primeros aos.
El instrumento de que se vali el Seor para
ir moldeando en el troquel de la virtud el alma
de Don Manuel, fue un religioso exclaustrado de
alto espritu. De l hace mencin Don Manuel en
carta a una religiosa: Yo tambin sufr de
escrpulos -le dice- cuando estaba en el
Seminario con mosn Cinto Dolz. Tenamos los
dos por confesor al Padre Antonio Sena,
Cartujo; y ambos entretenamos tanto al pobre y
paciente Padre, que mientras el uno se
confesaba, el otro le haca la horchata...13
Sobre su espritu de aplicacin y
laboriosidad declar ms de una vez con santa
ingenuidad el mismo Don Manuel a sus colegiales
de Tortosa, exhortndolos a ella: Os digo, en
verdad, que desde tercero de Filosofa no s lo
que es sobrar tiempo; no se lo que es no
tener nada en que ocuparse.
El 26 de marzo de 1852, recibi Don Manuel
la Prima Clerical Tonsura de manos de su
Obispo, el doctor don Damin Gordo y Sez, en
la capilla del palacio episcopal de Tortosa; y
en la del suyo de Tarragona, el Prelado de
aquella archidicesis doctor don Jos Domingo
Costa y Borrs, le orden de Menores y
Subdicono el 18 y 19 de diciembre de 1857. El
24 de septiembre de 1859 el Obispo de Vich,
doctor don Juan Jos Castaer y Ribas, le
confiri el sagrado orden del Diaconado en la
iglesia de Nuestra Seora de la Piedad de
aquella ciudad.
Del fervor con que practic los Ejercicios
Espirituales para disponerse a recibirlo,
podemos formarnos alguna idea por los apuntes
que escribi, trazndose a s propio normas
para hacerlos fructuosamente.
Por los claustros14 -dice- no esforzar la
voz. En los actos de comunidad ni fuera de
ellos, no hacer gestos, ni proferir palabras
inoportunas, sino guardar una gravedad completa
en todas las cosas. Cada hora del reloj,
hacer la Comunin espiritual y hacer examen de
haber guardado silencio en toda la hora...
Mortificaciones: No levantar la vista, ni
hablar sin necesidad. Privarme de toda bebida
que no sea necesaria. Tener presente siempre
y recitar el Age quod agis. Al fin de los
Ejercicios, ofrecerlos a los pies de Jess,
poniendo a Mara de la Merced por intercesora.
Prxima ya su ordenacin sacerdotal, he aqu
sus humildes disposiciones de espritu respecto
de ella, reflejadas en carta que por entonces
escribiera a un to suyo:
Yo, querido to, contino en sta, cursando
el 7. de Teologa y disponindome para el
Presbiterado. Pienso pedir Ordenes para las
prximas Temporas. No s si me hallo con
fuerzas y luces suficientes para ascender al
ltimo escaln del Santuario, pero la pureza de
intencin es lo nico que parece animarme a tan
grande empresa. Afortunadamente la pureza de
intencin iba en l acompaada de la pureza de
vida. Aos adelante, oyendo a una persona
piadosa lamentarse de los muchos pecados por
ella cometidos en su vida pasada, declarle
confidencialmente Don Manuel: Yo, no los he
hecho en mi vida pasada. Mas me duelen los de
la presente.
Como si hubiera querido prepararse para el
sacerdocio con un acto especial de devocin
mariana, el 30 de marzo de 1860, habiendo ya
tiempo atrs recibido la investidura del santo
hbito de la Virgen de los Dolores de la
Venerable Congregacin de la misma en Tortosa,
profes, en ella, como siervo e hijo legtimo
de la Adolorida Madre.
Buena prueba son tambin de su intensa y
activa vida espiritual y de la excelente y
edificante preparacin para el sacerdocio, lo s
siguientes Propsitos de los Ejercicios que
practic antes de recibirlo:
J. M. J. - Dios te ve, - Dios te mira, -
Dios te ha de juzgar.
Siendo tan alta, tan sublime, la dignidad
del sacerdote, resuelvo no rebajarla, ni en
visitas intiles, ni en paseos pblicos, ni en
conversaciones particulares, ni dando demasiada
franqueza a los inferiores: sino modestia,
silencio y palabras oportunas, aun con la
familia.
*
Conozco que para mantener el espritu
eclesistico, esto es, la modestia, la
inclinacin y prontitud a desempear nuestro
ministerio, es necesario estar desprendido de
todo, y por tanto resuelvo: 1. no comer ni
beber sino por necesidad; 2. no disfrutar en
vestidos, muebles, fiestas, etc; 3. no
trabajar para que nos estimen.
Conociendo lo desprendido que debe estar el
sacerdote de todas las cosas, y lo feo que
resulta el ser interesado, adems de no tener
apego a muebles y vestidos, procurar, con
anuencia de mi Director, en las festividades
principales quedarme sin nada.
*
He conocido cunto vale el buen ejemplo, y
as, adems de la presencia de Dios habitual de
Dios en todas las cosas, y del cuidado en las
palabras y conversaciones, en el andar, comer y
rer, procurar tener presencia de Dios actual
mientras est en la iglesia y especialmente en
las funciones religiosas.
*
Conozco que me es necesario el prepararme y
dar gracias despus de la Misa, y para ello
procurar por nada omitirlo y si no puedo
inmediatamente, procurar prevenirlo, o
arreglarlo despus, y pedirme cuenta en la
oracin del cuidado que haya puesto en ella.
*
Conozco que es necesaria mucha pureza de
intencin, para que as sacrifiquemos con gusto
la vida; y as, antes de empezar alguna obra,
en especial el trabajo de la predicacin, me
pondr en la presencia de Dios y se lo ofrecer
todo, rogando a Mara Santsima.
*
Conozco cun fcil es, atendida la ndole de
nuestro corazn, el faltar a la fidelidad que
debemos a Dios, y, por lo tanto, procurar ir
con mucho cuidado en evitar las causas que nos
disipan, rompiendo con todo, aunque en ello
aparezca la gloria de Dios; y procurar,
adems, en todas las ocasiones dudosas de
peligro,, pedir la anuencia del Director.
*
Conozco el temor continuo con que debo estar
de no tener la ciencia suficiente, y por lo
tanto, procurar rogar todos los das a Dios me
d las luces necesarias, procurando estudiar
con constancia y mtodo y que mis
conversaciones sean de cosas tiles,
preguntando lo que ms me convenga en todo.
*
Por aquellos mismo das, entre los obsequios
diarios de la Guirnalda del mes de mayo de
aquel ao, apuntaba Don Manuel los, de llevar
encima la imagen de Mara y apretarla a menudo
contra el pecho diciendo: Yo os entrego para
siempre, Virgen Santa, mi corazn; ser
puntual en la oracin; recogimiento de los
sentidos; mortificacin interior;
mortificacin de la vista; comuniones
espirituales; lectura de libros piadosos;
llevar un rato el instrumento de mortificacin
(el cilicio); estar algunos ratos sin
recostarme en la silla, y otros por el estilo,
que revelan el ejercicio habitual de una vida
prctica y slidamente interior. Su
preocupacin por la salvacin de las almas se
trasparenta en otros obsequios, hechos en favor
de los infieles, de las almas del Purgatorio y
de los pecadores. Del celo que mostr en la
enseanza del Catecismo a los nios durante los
ltimos aos de su carrera, diremos ms
adelante.
Con tan excelente preparacin y tan copioso
caudal de virtudes, recibi Don Manuel el
Presbiterado el 2,de junio de 1860, en la
iglesia del Jess, extramuros de Tortosa, de
manos de su Prelado el Ilustrsimo y
Reverendsimo doctor don Miguel Jos Pratmans.
El da 9 de aquel mismo mes tuvo la inefable y
ansiada dicha de consagrar y elevar en sus
manos, en la iglesia de San Blas., prxima a su
casa, el Cuerpo del Seor en su primera Misa,
que celebr con toda pompa y esplendor,
conforme dese siempre despus y procur que
hicieran todos los noveles sacerdotes. Para
asociar a los pobres a su fiesta, distribuy
entre ellos abundantes limosnas. Predicle en
tan fausta ocasin su gran amigo, Lectoral
entonces de la Catedral de Tortosa y ms tarde
egregio Cardenal de la Santa Iglesia, don
Benito Sanz y Fors. Pero la nota de ms
relieve del solemne acto, la constituy el
edificante espectculo que a todos ofreci -y
que algunos de los all presentes recuerdan
todava con viva emocin- con su juvenil y
extraordinaria hermosura, su interesante
figura, su angelical modestia y su gravedad en
el altar, el misacantano. Pareci a todos la
primera Misa de un sacerdote Santo!...
CAPTULO III
Indiferencia santa.- Primicias del
celo sacerdotal: La Catequesis.
Misionero Diocesano.
(1860-1861)
Cosa es en verdad algo extraa el que Don
Manuel, dotado de un espritu tan despierto y
hervoroso, llegara al sacerdocio sin haberse
formado un ideal concreto en punto a preferir
estos o aquellos ministerios en su futura vida
sacerdotal. As aconteci, sin embargo. No
acariciaba propsito ni aspiracin alguna
determinada. En un apunte autobiogrfico, l
mismo lo declara y se maravilla de ello: Mi
ordenacin. Inexplicable indiferencia para todo
cargo o empleo. Dejarme a las eventualidades de
la Providencia. Repulsin a todo beneficio
colativo. Inclinacin a compaerismo. Afecto a
la dignidad sacerdotal.
Con ser tan breves estas lneas, encierran
ya en embrin los, que haban de ser rasgos
caractersticos de su futuro, amplio,
variadsimo apostolado. Santo sacerdote deseaba
l ser; y nada ms que sacerdote, dentro de la
jerarqua eclesistica. En esta misma vaguedad
de sus deseos, en la tendencia a la libertad de
movimientos, rehuyendo cargos y beneficios que
se la limitasen, en la propensin a aunar sus
esfuerzos con los de otros, est sin duda el
germen de la vocacin que ya instintivamente
presenta, dado su carcter vehemente, activo y
santamente ambicioso, dentro del campo del
apostolado sacerdotal. Quera no atarse a nada,
para poder acometerlo todo. Pretenda ser una
especie de guerrillero espiritual, para
despertar su celo multiforme en toda suerte de
empresas por la gloria de Dios y bien de las
almas. En una de sus plticas a los Operarios,
historiando el interior proceso evolutivo de su
propio espritu sacerdotal, al interpretar el
de sus hijos, se expresa de esta manera: El
Seor, en su misericordia, quiso llamarnos para
sacerdotes suyos. En este estado queramos
servirle. Como, gracias a Dios, no tenamos
an, antes de nuestra ordenacin, ninguna mira
humana, ni aun de esas que son lcitas, nos
preocupaba menos lo que en otros poda
constituir un pensamiento fijo de destino u
ocupacin determinada. Le servamos en nuestras
obras espontneas de celo. Mas a pesar de
nuestra indiferencia y sinceridad de corazn,
ni nos dejaban satisfechos nuestros voluntarios
ministerios, ni nos llenaban bastante los que
se presentaban a nuestra vista que pudieran
sernos prescritos por la obediencia a nuestro
Prelado. En el fondo de nuestra alma
despertaban mayores aspiraciones, y una
ambicin santa pareca querernos lanzar al
mismo tiempo a todos los campos. Al pensar en
las necesidades de algunas parroquias y en la
indolencia de algunos prrocos, nuestro corazn
se excitaba al deseo del cultivo de aquellas
almas necesitadas, no sin dejar de intimidarnos
las ingratitudes y peligros que lleva consigo
este paternal ministerio (milicia sedentaria).
Y nos venan al pensamiento aquellos pobrecitos
infieles...
Entre los campos que nos rodeaban veamos la
conveniencia de un asiduo confesonario para el
fomento de la piedad, mediante una asidua
direccin; pero en esta ocupacin, muy
agradable a Dios, si va acompaada de la
gravedad y pureza de intencin que requiere, y
se est a la mira de los peligros que
ofrece,.no bastaba para henchir las velas de
nuestros deseos. Y nos compadecamos de los
pobrecitos jvenes, lanzados a todos los
peligros de la edad de las ilusiones, almas tan
amadas de Jess, y sin embargo, tan poco
atendidas; y con todo, no podamos disponer en
favor de e os ms que del medio de una accin
individual, impotente para precaverlos y
formarlos en la piedad; y hubiramos querido
tener en nuestra mano medios para atender a
todo, y aunar los esfuerzos piadosos de todos
los que pensbamos del mismo modo y unirnos y
ayudarnos para establecer asociaciones,
librndolas as del peligro de la instabilidad.
Tal era nuestro instinto santo. Y tal vez, tal
vez, al calor, de estos piadosos deseos brot
en nuestra mente la idea de algn Instituto
religioso en donde pudieran verse colmadas
aquellas aspiraciones...; pero, con todo, la
incertidumbre de nuestro llamamiento, la vista
de nuestra poquedad, o tal vez de nuestra
cobarda, la situacin de la familia... Y as
hubiramos pasado los das y los aos, sin
norte fijo, en la vaguedad de nuestros deseos
...
En las alternativas e incertidumbres de los
albores de su sacerdocio, opt Don Manuel por
entregarse a las eventualidades de la
Providencia, como l dice. Y, pues eran tan
puras, tan desinteresadas y tan generosas sus
miras, Dios le fue conduciendo con su mano de
campo en campo, a travs de los que Don Manuel
confiesa que atraan su corazn, y fulos
cultivando, uno en pos de otro, hasta llegar a
encontrar, con la fundacin de la Hermandad,
tal como l la concibi desde el principio, el
instrumento para trabajar en todos a la vez,
segn ms adelante veremos.
***
La primera obra de celo en que se ejercit, y
por virtud de la cual naci en l una santa
aficin a fomentar otras muchas, fue la
enseanza del catecismo, que le puso en
providencial contacto con el alma de los nios
y de los jvenes, y le fue ocasin de erigirse
en Director de espritus.
Ya sacerdote, continu dedicado a los
estudios acadmicos. Como alumno externo del
Seminario, matriculse en Derecho Cannico en
el curso de 1861 a 1862. El nico cargo
ministerial que se le confi fue el de ir a
decir Misa los domingos y das festivos a la
capilla rural del Carmen, sita en el trmino de
Tortosa y distante hora y media de la ciudad.
Aparte de esta incumbencia y la asistencia a
las clases del Seminario, se consagr por este
tiempo con redoblada solicitud a sus antiguos
fervores de catequista. El cannigo don
Salvador Lpez cuenta a este propsito: Desde
mi juventud, ms bien dicho, desde mi pubertad,
conoc al Doctor Sol, antes de ser ordenado de
Presbtero. Como preparacin al alto ministerio
sacerdotal ya se ocupaba entonces enseando en
la iglesia de San Antonio el Catecismo bajo la
direccin de don Benito Sanz y Fors.
Efectivamente, el 13 de abril de 1858, el
obispo de Tortosa, don Gil Esteve Toms,
instituy la Asociacin de la Doctrina
Cristiana, a la cual quedaban adscritos todos
los sacerdotes, y los seminaristas desde la
Prima Clerical Tonsura. El Prelado mismo era
Presidente de la Junta Central.
Fue el alma de la Asociacin, y
especialmente encargado de preparar el acto de
la primera Comunin de los nios, el entonces
joven Lectoral del Cabildo de Tortosa, y ya
celebrrimo e infatigable apstol de la vida de
piedad en la capital de la dicesis, don Benito
Sanz y Fors, universalmente querido y
venerado, y vida e insaciablemente escuchado
como orador sagrado por los fieles todos de
Tortosa, y en interminables y amensimas
charlas particulares por sus amigos, entre los
cuales, en primera lnea, figuraba ya Don
Manuel, discpulo suyo en las aulas del
Seminario y asiduo acompaante de l en sus
cotidianos paseos. Cmo acertaron a