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    Segunda sección: El trabajo

    (traducción libre no autorizada por el autor, para usointerno, no está autorizada su reproducción)

    Capítulo 5: «Siempre más allá»[Intervención en una reunión de jóvenes trabajadores de Comunión y Liberación,

    Bérgamo, 1o. de mayo de 1987] 

    En el pasado «Meeting» de Rímini terminé mi intervención deseándoles que nunca sequedaran quietos y tranquilos1: era una invitación a que no se dejasen definir por lamentalidad dominante. Ésta, con el pretexto de que ella parte de la consideración delhombre tal y como es, tiene en la práctica un programa eminentemente reductivo; de esemodo, quienes ostentan el poder y no lo utilizan con la consciencia de prestar un servicioauténtico a los hombres como criaturas de Dios, más bien se dedican a realizar sus propios proyectos. Esta reducción es particularmente evidente en el trabajo, al que se leconsidera normalmente como un factor de producción, una prestación inevitable, undestino ineludible de esclavitud, y también como un derecho (ciertamente justo) que sellega a convertir en pretensión, o por el contrario, como un deber que se asume de formamoralista.En todo caso, la fatiga del trabajo se queda sin sentido, como le sucede a un hombre quecamina con los ojos vendados.Sin embargo, el trabajo es una necesidad del hombre, y es preciso comprender por quélos anteriores aspectos –derecho, deber, factor de producción, prestación inevitable para poder comer– son parciales. Sólo cuando nos referimos a la palabra necesidad  nos resulta posible plantear la cuestión certeramente. La palabra necesidad   hace referencia a un

    1 Cf. GIUSSANI, L.: Dio ha bisogno degli uomini, en «La bestia, Parsifal & Superman». Il libro dal Meeting 85, a cargo de E. Neri, Ed. Meeting per l’amicizia fra i popoli, Rímini, 1986, 165-175.

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    fenómeno constitutivo de toda persona viva, del ser humano que tiene su raíz en eseimpulso profundo que lleva dentro y al que la Biblia llama corazón.Sólo siguiendo este impulso profundo la persona se realiza por entero. Comparemos lanecesidad de trabajo con otras necesidades: la amistad, la diversión, la contemplación dela belleza, el arte o la naturaleza… Todas ellas son, aparentemente, aspectos particulares

    del deseo humano, pero su característica común es que tienden a la realización de la persona en su totalidad.La palabra necesidad   implica e indica, pues, el motor íntimo del que forman parteconstitutiva –como dice nuestro libro «El Sentido Religioso»– ese conjunto deexigencias, de deseos y de evidencias cargadas de perspectivas que empujan al hombre asu realización como persona.Uno de los hombres más grandes que ha habido en la historia de Occidente, cuandotodavía era un joven estudiante que lideraba en París a un grupo de estudiantes de laSorbona, oyó decir un día que otro español, como él, andaba predicando de plaza en plaza. Lleno de curiosidad, ya que la gente había hecho correr el rumor de que estabaloco (pertenecía a una familia noble de alto rango y ahora iba por las calles como un

    mendigo hablando de Jesucristo y anunciando el Evangelio), propuso a sus amigos ir paraarmar jaleo durante una de sus predicaciones.Cuando iban a entrar en la plaza en la que Ignacio de Loyola –ex capitán del ejércitoespañol– estaba hablando, el joven estudiante, que iba a la cabeza del grupo, quedófulminado por unas palabras, una frase del Evangelio que Ignacio de Loyola repetía convoz fuerte y clara. La frase era ésta: «¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo sise pierde a sí mismo?, y ¿qué puede dar el hombre a cambio de sí mismo?»2.Desde ese momento, la vida de aquel joven cambió y llegó a convertirse en el mayoraventurero de la historia; dio la vuelta al mundo dejando detrás de sí a más de un millónde cristianos: era Francisco Javier.Este es precisamente el concepto de necesidad a que nos referimos: la necesidad esaquello que da a entender la naturaleza de los deseos que mueven al hombre y que nacende su corazón.Los deseos que nacen de verdad del corazón, los que verdaderamente lo constituyen, sondeseos que no tienen límite, son infinitos; su horizonte es como un ángulo abierto alinfinito, porque, partiendo de cualquier punto, apuntan a la realización total de la persona.Esta es justamente la naturaleza del trabajo; esto es tan cierto que cuando a la persona nose le trata como es, el trabajo empieza a volverse mucho más pesado, y llega a hacerseinsoportable. El hombre tiene que decir «yo» con un poco del amor que le tiene Aquelque le ha creado, porque, si el hombre ha sido hecho a imagen de Dios, no hay nada quele haga imitar mejor a Dios que el quererse bien a sí mismo. Nosotros arruinamos el amor a nosotros mismos, en el que se refleja el misterio del amora Dios, cuando nos empeñamos sólo en nuestros intereses particulares: así nuestra vidaqueda totalmente determinada por la reacción, de manera que, aun cuando conseguimosmuchas de las cosas que deseamos, nos quedamos casi siempre insatisfechos. El hombrese siente insatisfecho si no percibe la correspondencia que hay entre la respuesta a unanecesidad concreta y la totalidad de su persona, si no progresa hacia su destino.Aquello que hace que los deseos del corazón del hombre sean infinitos es el hecho de queel hombre no se puede reducir por entero a sus componentes biológicos, químicos y

    2 Mt 16, 26; Mc 8, 36-37.

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    físicos. No todo lo que el hombre es nace de su padre y de su madre; posee algo que nacedirectamente de Dios y que tiene que ver con todas sus necesidades, también lasmateriales, y que produce en él un hambre y una sed que ninguna cosa material puedencolmar.Por eso el sentido religioso, es decir, esa apertura al infinito de la que hablamos,

    fundamenta, explica, sostiene y dilata –potenciándola ilimitadamente– cada una de lasnecesidades del hombre. En cada necesidad está contenida esta perspectiva que superatodas las metas que progresivamente parece marcarse el hombre, y por eso se sienteempujado a ir siempre más allá. Este «siempre más allá» es su relación con el infinito, esla relación con Dios, que no puede eludirse en la relación del hombre con la mujer, con lafamilia o con el trabajo. En consecuencia, el sentido religioso es el factor último de todaslas necesidades humanas y, por consiguiente, también de esa necesidad específica que sellama trabajo.

    1. El sentido religioso produce la unidad en la persona que trabaja

    Gracias al sentido religioso, el hombre adquiere y mantiene un compromiso total con larealidad, incluso cuando afronta una mera necesidad particular, y es mediante estecompromiso, mediante este descubrimiento, que la necesidad nos abre paso hacia nuestrodestino.De este modo se descubre poco a poco el significado para el que está hecho el corazóndel hombre, y entonces también el cansancio puede abrazarse y colmarse de sentido. Encambio, cuando te tratan de otra manera, resulta desesperante ir todas las mañanas atrabajar. No cabe duda de que se puede luchar para ganar cinco mil pesos más al mes, yes justo hacerlo, pero un hombre no se satisface sólo con esto, aún limitándonos a sudimensión de asalariado. Al subrayar la importancia del sentido religioso estamosadoptando una postura que considera al hombre que trabaja en su integridad, nofragmentado, no tratado como si fuese una cosa.Por eso, todo gobierno que actúe sobre la convivencia humana desde un punto de vistatecnocrático comete un delito contra el hombre, porque el hombre no se puede reducirexclusivamente a los factores propios de un análisis técnico o a funciones con unaespecífica finalidad productiva: todo se sitúa en su lugar sólo cuando se considera a la persona en su totalidad.

    2. El sentido religioso produce unidad entre los hombres que trabajan

    En consecuencia, lo único que puede unir verdaderamente a los hombres es el sentidoreligioso, no sólo porque nos recuerda que todos tenemos el mismo origen y el mismodestino, sino también porque en él nos descubrimos iguales, portadores de un conjunto deexigencias y evidencias originales que constituyen el corazón de todos. Por eso loshombres se pueden reconocer unidos únicamente mediante el sentido religioso. Entonces,y sólo entonces, empresarios y desempleados pueden tener un ámbito de diálogo ycolaboración no ficticio, un punto de encuentro que no es abstracto.Éste es el origen más profundo de la capacidad de compartir. No es abstracto que se junten empresarios y desempleados, porque en el sentido religioso todos nos descubrimoshermanos e intuimos que estamos de hecho en el mismo camino. Ya no podemos

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    desinteresarnos del otro, o interesarnos tan sólo por ellos a causa de un puro cálculo pragmático. Incluso tras realizar un cálculo estrictamente pragmático no podemos dejarde interesarnos radicalmente por los demás.La palabra  yo  se vuelve unitaria y unificante cuando el hombre descubre el destinoinfinito al que le empuja cualquier necesidad natural, un destino de realización total de

    nuestra persona. Pues no existe nada tan unitario, indivisible e irreductible dentro de larealidad como lo que significa la palabra yo.

    3. El sentido religioso crea un movimiento

     Nosotros estamos unidos porque hemos descubierto este sentido religioso, esta dimensióninfinita de nuestras necesidades. Ninguno de nosotros puede permitirse el lujo de vivir teniendo como criterio de suactividad solamente el espacio angosto de sus propias necesidades. El sentido religiosonos permite estar juntos y nos obliga a vivir la vida en convivencia.Por eso el descubrimiento del sentido religioso crea un movimiento  que muestra con

    evidencia ante todos cómo el protagonista de la historia y de la existencia es el hechohumano en su integridad original: el hecho humano en su corazón, tal como lo refleja lamirada de una madre llena de amor hacia su hijo, la mirada de un hombre que piensa ensu mujer con amor natural y limpio, o el gozo y la alegría con la que se piensa en losamigos. Así ha nacido nuestro movimiento de Comunión y Liberación.Pero la afirmación que me importa destacar no se refiere sólo a nuestro movimiento,quiere ser una observación de orden general: el sentido religioso y, por tanto, laconciencia de este origen común de nuestras necesidades, es lo único que puede unir a loshombres, lo único que puede crear dentro de la sociedad (a la que el poder tiende amantener estática y bajo control) algo irresistiblemente móvil, algo irresistiblementecreativo, algo que no se queda quieto y aturdido. Por esta razón, un movimiento inspirasiempre un poco de miedo a quien no le gusta que le molesten. Pues los movimientoscreados en la sociedad por el sentido religioso son experiencias de unidad entre loshombres, que no viven de abstracciones, sino que desean construir y cambiar a lasociedad y sus estructuras, para hacer de la sociedad una realidad más acorde con laimagen verdadera del hombre y con la verdadera medida de sus exigencias.El sentido religioso crea en la sociedad una dinámica que continuamente desafía todo loque tiende a reducir al hombre a programas preestablecidos o análisis mecanicistas. Losanálisis y los programas son muy importantes; pero lo que más importa es saber cuál es lafunción para la que deben servir. El factor principal y decisivo es el hombre. Pero no elhombre en teoría, diseñado en el escritorio, sino el hombre que soy yo, el hombre queeres tú.El movimiento que nace del sentido religioso es, por tanto, un factor eminentemente progresivo y progresista (en su mejor significado), exigente, crítico en el sentido profundo del término (la palabra crítica en su principal acepción semántica quiere decir«saber captar el valor», y exige que el valor se explique, se exprese, se destaque).Esta es la razón por la que nuestro primer deber es construir lugares, ámbitos en los quese cultive la imagen verdadera del hombre. El valor de nuestros grupos, donde quiera queestén, estriba en construir ámbitos en los que el hombre sea tratado por lo que

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    verdaderamente es. Porque es necesario comprometerse con el otro de acuerdo a lo que elotro es por su propia naturaleza y no conforme a una idea preconcebida.

    4. El sentido religioso mueve a construir obras, crea un movimiento de obras

    El sentido religioso, es decir, el verdadero sentimiento que el hombre cultiva de símismo, tiene una concreción sorprendente (como testimonia hoy la Madre Teresa): noexiste santo que no haya construido obras. Pues un movimiento que nazca del sentidoreligioso no puede dejar de afrontar en concreto las necesidades con las que se encuentra,ya que buscar al hombre quiere decir toparse con sus necesidades concretas (el hombre,de hecho, existe en el interior de una trama de necesidades). Así nace la idea de la obra; porque los hombres no pueden estar unidos si no es creando obras.La primera obra, recordémoslo siempre, no reside en la capacidad de crear nuevasestructuras, sino en que te realices en tu ambiente de trabajo: lo que equivale a desarrollaruna fina sensibilidad ante las necesidades comunes o individuales y a usar la inteligenciay las energías propias para ayudar al ambiente –formado por hombres– en el que está

    cada uno: la primera obra es crear un movimiento allí donde estás. La invención denuevas formas de trabajo está íntimamente ligada al despertar de la imaginación y lacreatividad, del modo más profundo e intenso que nos sea posible. Pero esta actitud sólo puede nacer de un asombro, de una devoción y de un amor por lo que el hombre es.De ese modo, la fábrica sigue siendo la fábrica, pero ya no lo es como lo era antes. Dondehaya una presencia que esté determinada por esta pasión hacia el hombre y que seexprese en forma de generosidad, constancia, imaginación y disponibilidad, el ambientede trabajo ya no es igual. He oído a cientos de ustedes decir: «Ahora voy al trabajo conun gusto que nunca hubiera esperado tener, que antes ni soñaba»; eso quiere decir que túya no vas a tu trabajo «de antes», sino que realizas un «trabajo nuevo», un trabajo máshumano que no deja fuera ningún aspecto, ningún factor. No hay nada más concreto que el amor, porque la concreción, si se sitúa fuera o más alládel ámbito del amor, no es más que un prejuicio que se traduce en un programa y, por lomismo, se vuelve prejuicio, es decir, una ideología que está buscando vías de escape y barre con quien encuentra a su paso. Un grupo humano que se reúne teniendo presente,aunque sea confusamente, la imagen del hombre tal como Dios lo ha creado, adquiere lacapacidad de inventar lo nuevo, supera todo esquema, no permanece prisionero de los programas de moda y encuentra siempre espacio para que nazca una flor o una hojanueva.Cuando la gente se reúne de este modo, se hace verdaderamente creativa, se vuelveverdaderamente protagonista en el mundo. Nosotros queremos ser protagonistas en elmundo del trabajo, no representando categorías, roles, intereses o corporaciones, sinorepresentando al hombre.La novedad que ha creado Comunión y Liberación es ésta. Es algo tan sencillo que parece irrelevante. Así que no nos cansemos de reconocernos unidos dentro del mundodel trabajo, en la familia, en el pueblo, en el barrio, en la sociedad entera;reencontrémonos, reconozcámonos unidos como representantes del hombre.

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    El Papa, en su reciente discurso en la UNESCO, habló de una cultura primaria y de unacultura secundaria3. Dijo que la cultura primaria es el uso del mundo para realizar eldestino de la persona, mientras que la cultura secundaria se detiene en conocer y usar losaspectos particulares que forman el mundo. Nuestra posición debe ser la primera.El trabajo es un aspecto de la cultura que puede incluso ser sinónimo suyo, porque en el

    trabajo el hombre manifiesta y realiza su ideal: es la expresión con la que el hombreafirma y abraza todas las cosas que se le ponen delante para llevarlas hacia ese ideal.Por eso, la verdad del trabajo está en lo que el Papa llama la cultura primaria, porque eluso del mundo está en función del destino de felicidad que tiene cada individuo. Pero para satisfacer este deseo de felicidad no debemos esperar al fin del mundo o al fin denuestra vida.La consciencia de que estamos realizando la verdad de nuestra persona y caminandohacia nuestro destino llena también de consuelo, de fortaleza y de gozo a nuestro trabajocotidiano; hace ya posible en este mundo una amistad y, por tanto, una convivencia en paz y una realización de nosotros mismos que de otra forma no se podrían experimentar.La vida sigue siendo una continua guerra si no tiende a esta paz; ésta es, en el fondo, la

    traducción de la frase del Evangelio: «El que me sigue tendrá la vida eterna y el ciento por uno ya aquí»4.Comprobar lo que decimos no es algo que podamos dejar para el final de nuestra vida,cuando lleguemos a nuestro destino, sino que nos espera cada día: en una verdad, en ungusto por vivir y en una capacidad de convivir que fuera de este camino no son posibles.El sentido religioso, si se reconoce, si tratamos de vivirlo con humildad, representa elcamino de la persona, del yo, del hombre; el camino de todo ser al que una madre da lavida con dolor.

    3 JUAN PABLO II: La vita umana è cultura, alocución en la UNESCO, 2 de junio de 1980, en «Latraccia», 1980, 473.4 Cf. Mt 19, 29; Mc 10, 29-30.

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    Capítulo 6: El amor a Cristo, raíz del trabajo[Apuntes de una conversación con novicios de los Memores Domini,

    Milán, 15 de noviembre de 1998] 

    Es la primera vez en muchos años que oigo cantar, que escucho de nuevo esos hermosos«comentarios bíblicos» compuestos por el padre Cocagnac5. Tales cantos puedenservirnos para meditar cuando nuestro ánimo esté, de alguna manera, abrumado. Estecanto es precioso6: en él se expresa lo que la Biblia dice, la palabra de Dios, la actitud deDios hacia el hombre, una expresividad que no existe en tus miedos o en tu presunción, nien los juicios que haces de Dios cuando consideras que te ha abandonado en tu debilidad,esa debilidad por la que sigues equivocándote y te sientes humillado.

    En cualquier caso, percibo un extravío en la forma en que la gente se pone frente a larealidad, en la forma de estar ante el propio destino y, por tanto, ante Dios; se trata de unmalestar en el ánimo de la mayor parte de la gente con la que me encuentro; el mismomalestar que percibo en la mayor parte de ustedes cuando iniciamos una relación. Pero loque me da una claridad mayor al mirarlos a ustedes y tenerlos presentes, es que nosotroshemos superado este malestar en nuestra vida por amor de Dios, por la gracia de Dios.En consecuencia, no les hablamos a ustedes para defender nuestras ideas o para hacerlosesclavos de ellas; les hablamos como «hombres», hombres como ustedes, según toda lariqueza que Dios nos ha otorgado a los hombres.Hablar en estos términos significa hablar «idealmente» de la vida, es decir, identificar lafinalidad de la vida y el camino para alcanzarla. Esta finalidad nosotros no la podemos pensar ni imaginar, sino que se nos da; la salvación de nuestra distracción, de lacontradicción que vivimos y de nuestra falta de generosidad, es un don. También lasalvación nos es dada. Se nos da la vida y el perdón del mal cometido, y se nos da el serelegidos de nuevo, el renacer: todo se nos da, porque Dios es todo en todos 7, y no hay posibilidad de hacer excepción alguna a esta fórmula que utilizó san Pablo (vuelvan a leerlos Ejercicios de la Fraternidad del año pasado8, porque creo que son la expresión másavanzada de nuestro modo de concebir la vida, de nuestra manera de percibir).«No existe ningún ideal –escribía Malraux– por el que podamos sacrificarnos, porqueconocemos la mentira de todos nosotros [todos los hombres son mentirosos: esto lo diceclaramente también la Biblia y, especialmente, los salmos9], nosotros que no sabemosqué es la verdad»10.

    5 Cf. Il libro dei canti, Jaca Book, Milán 1976, 520-521. 6  Se refiere al canto Chant de pénitence, en ibidem. 7 1 Cor 15, 28.8 Tú o de la amistad, apuntes de las meditaciones de L. Giussani para los Ejercicios de la Fraternidad,Rímini, 1997.9 Cf. Sal 51, 5; Is 59, 3; Jer 6, 13; 8, 10; 9, 4.10 «Il n’est pas d’idéal auquel nous puissions nous sacrifier, car de tous nous connaissons les mensognes,nous qui ne savons point ce qu’est la vérité» (MALRAUX, A.: La Tentation de l’Occident , BernardGrasset, París, 1926, 216).

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    El alma de un hombre cualquiera de hoy se refleja en esta afirmación. Porque apenas unhombre se habitúa a pensar sobre sí mismo y a percibirse a sí mismo, apenas se inclinaintelectualmente para darse explicación de las cosas –de muchas cosas o de algunas, delas cosas que percibe el gusto, la utilidad y la necesidad, o de aquellas en las que estáobligado a pensar–, comprende que el valor de todo lo que decimos tiene que ver con esta

    frase.Tampoco nosotros nos hemos sacrificado aún del todo a un ideal; aunque sí nos hemossacrificado, porque la consciencia de la vocación –en el sentido cristiano de la palabra–,implica un sacrificio, al margen de que entendamos como entendamos el sacrificio, almargen de que seamos o no verdaderamente conscientes de ello, al margen de que en elambiente en el que estamos intentemos afirmar sólo nuestros propios pareceres (aunqueseguir una compañía pueda darnos la impresión de que ya nos hemos sacrificado por unideal).Pero sacrificarse por un ideal quiere decir sacrificar la vida por ese ideal, por tanto,implica sacrificar lo que proviene del instinto, y sacrificar lo que hacemos cada día y cadahora. Por eso la Biblia, al hablar de Dios, se detiene con frecuencia –especialmente en el

    Deuteronomio y los libros más antiguos– sobre la necesidad de que el hombre piense enDios cuando está en casa y cuando sale de casa... (como dice el capítulo sexto delDeuteronomio11 y también san Pablo12).«No existe un ideal por el que nos podamos sacrificar [la única relación que podemostener con el ideal es a través de un sacrificio, porque el ideal es el sentido de lo quehacemos y el significado de lo que hacemos no lo podemos tener sin sacrificar nuestraforma de actuar; piensen lo que significa esto para mí, que ya estoy viejo: me hace veruna vida que se arrastra, una vida que retomo todos los días por la mañana, peroarrastrándola, como cuando uno va a un sitio peligroso, donde se tiene miedo o no sequiere ser visto, y uno se mueve con dificultad y se queda como bloqueado], porqueconocemos la mentira de todos [de todos: también la mía y la tuya; si no se tiene estaconsciencia, también se hace falso lo que les dices a los demás, y por tanto juegas con losdemás y los engañas]». Me acuerdo que la primera vez que leí esta frase me hizo pensarmucho: «porque conocemos la mentira de todos, nosotros que no sabemos qué es laverdad».

    Sin embargo, ¡nosotros sí sabemos lo que es la verdad! «Yo soy la verdad y la vida»13,dijo un hombre, el único que lo ha dicho en la historia. Nosotros conocemos la verdad, pero también llevamos encima el peso de nuestra mezquindad y de nuestra ambigüedad:es como si en nuestra vida faltara ese ímpetu –ese ímpetu que es recreado tres veces aldía, por la mañana, al mediodía y por la tarde, cuando rezamos el  Angelus –, ese ímpetuque al mediodía emerge nuevamente del mar de niebla donde se encontraba por lamañana, y por la noche aflora de la niebla de la tarde.Ayer por la noche esta frase me hizo pensar también en el Salmo octavo... A propósito:cuando al leer el breviario sintamos en un determinado momento que el corazón y lamente se abren y entienden lo que decimos, ese día no será nefasto, ni un día triste ennuestra vida, no será un día fácil de olvidar, ya que los salmos hablan del hombre, del

    11 Cf. Deut 6, 6-9.12 Cf. Rm 14, 8; 1 Cor 10, 31; 1 Tes 5, 10.13 Jn 14, 6.

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    hombre «hombre», con todos sus sentimientos, sus contradicciones y sus complejascircunstancias (así pues, tengan presente que todo lo que les decimos y les pedimos hacer,ha traspasado antes nuestra humanidad, cambiando nuestra humanidad en la verdad y enel afecto, en la inteligencia y en el corazón).Leamos de nuevo el Salmo octavo: «Señor, Dios nuestro, / qué admirable es tu nombre

    en toda la tierra: / ensalzaste tu majestad sobre los cielos [tu majestad se ensalza másallá de lo visible]. / De la boca de los niños de pecho / has sacado una alabanza contratus enemigos [parece algo vano, porque los niños y los lactantes no sienten la lucha quehay entre la palabra de Dios, la revelación de Dios, la presencia de Dios y lo que apareceante ellos (no saben que estas apariencias son los adversarios). Pero el hombre adultoentiende a Dios y su poder en la lucha contra los adversarios, si conserva «la boca de losniños de pecho», un corazón de niño, porque lo percibe en sí mismo (el problemafundamental de la gnoseología y de la filosofía, de una filosofía humana, consiste endescribir qué es el conocimiento, ya que el problema del conocimiento es la relaciónentre uno mismo y la realidad: según se conciba el conocimiento, se concibe la relaciónentre uno mismo y la realidad). Se podría sintetizar: «Con la defensa de la sencillez en

    nuestra madurez afirmas tu poder contra tus adversarios»],  / para reprimir al adversario y al rebelde. / Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, / la luna y las estrellas quehas creado, / ¿qué es el hombre, [¿qué es realmente el hombre?] para que te acuerdes deél, / el ser humano para darle poder?  [esto lo digo siempre que me dispongo a realizaruna acción en la que tengo que ser ayudado, ¡cuando uno es viejo siempre es así! El niñono conoce este sufrimiento, este sacrificio por el ideal, es decir, por el sentido de lo quehace. «No existe un ideal por el que podamos sacrificarnos»14: no podemos descubrir elsentido de la vida porque todo lo que nos dice la mentalidad moderna como tal es unamentira].»Lo hiciste poco inferior a los ángeles [poco inferior a Ti: «a los ángeles» es una fórmula bíblica para expresar la «manifestación de Dios». El ángel es la manifestación de Dios],lo coronaste de gloria y dignidad   [de gloria y dignidad: no sólo a los reyes y a los presidentes de las repúblicas; no a los jefes de Estado mayor o a los profesoresuniversitarios. Has coronado de gloria y dignidad a cada yo: de gloria en la realidad quecambia, en la realidad que va tomando forma, en la evolución y dignidad (le haces percibir su dignidad y los demás deben mirarle según esta dignidad, por muy pequeño ymaltrecho que sea un hombre). ¿Y por qué? ¿Por qué lo hiciste así? ¿Por qué lo hascoronado de gloria y dignidad?]. [Porque] le diste el mando sobre las obras de tus manos  [poder sobre la realidad, sobre el cosmos; esta es la intuición y el resumen de todo lo quese puede decir acerca de la historia: «le diste poder sobre las obras de tus manos», sobrela creación], todo lo sometiste bajo sus pies». ¿Entienden ustedes de dónde vino la degradación del hombre? ¡De aquí! El hombre, alverse con este poder, lo degrada todo, tiende a degradarlo todo: «yo soy la medida detodo», dirán de la razón, confundiendo la razón con una pretensión suya, con una pretensión, y dirán: «la ciencia va contra la Iglesia» (en cambio, la ciencia sólo va contrala Iglesia cuando no es ciencia, sino un prejuicio que se vierte encima de la realidadeclesial y lo que Dios dice).

    14 MALRAUX, A.: La tentation…, cit., 216.

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    En este Salmo se define el destino del hombre, el sentido de su vida (el sentido de su vidaes la relación con quien lo crea: «De la boca de los niños de pecho has sacado unaalabanza contra tus enemigos»).¿Por qué Dios le da este valor al pequeño gesto, al instante que pasa, al esfuerzo delhombre que trata de expresarse? Porque el hombre es relación con Él.

    Hemos dicho otras veces que el cosmos alcanza un determinado punto de evolución en elque se convierte en autoconsciencia15: ese punto se llama «yo». El yo es laautoconsciencia del mundo, del cosmos y de sí. Y entonces el cosmos, tal y como es, esla disposición del contexto en el que se vive la relación con Dios, la relación con elMisterio.Por tanto, ya podrán ustedes entender que hablar de trabajo es algo realmente interesantesi por trabajo entendemos lo que deberíamos entender (y, sin embargo, la mayor parte denosotros no lo entiende ni siquiera un poco). El trabajo es algo grande, al igual que esa pequeña realidad que es el hombre que dice: «Señor, ¿qué es el hombre para que teacuerdes de él?». Entre todos los seres del cosmos, el hombre es como una centésima,una milésima, una diez milésima de los seres que existen. Pero la grandeza del hombre – 

    su dignidad y su gloria– depende del hecho de que el hombre, cada hombre, es relacióncon el infinito. Y para vivir esta relación, para realizar su persona –porque la felicidad esel final de este proceso que es la penetración en lo eterno– el hombre debe hacer suyotodo lo que Dios ha hecho.Llega así un momento en que uno reza todos los días el Salmo octavo de David.

    Quería decir ahora qué es el trabajo para un cristiano y cómo Cristo usó esta palabra. Siusamos esta palabra prescindiendo de Cristo, todo decae o acaba siendo violencia: laviolencia del poder, que llega a sufrirse sin posibilidades de recuperación.La profundización en la palabra "trabajo" es tal vez el principio del cambio que debemosasumir en la sociedad en que vivimos: cambio en cómo nos tratamos a nosotros mismos, porque Cristo, Dios, nos ofrece una posibilidad de cambio a través de la sociedad en quevivimos. No es la sociedad el instrumento que nos trasmite la fuerza de Dios, sino la granPresencia que la Iglesia nos da continuamente mediante los sacramentos y las expresionesde fe del pueblo cristiano. «Dios, Tú eres mi fuerza y mi canto»16, fuerza y canto: potencia operativa y creadora; y, por tanto, fuente de alegría y, antes aún, de leticia –  porque la alegría es algo que se da en determinados momentos, mientras que la leticia esuna alegría que se convierte en algo constante, en el substrato de cada día–.Para un cristiano el trabajo es el aspecto más concreto, más árido y concreto, másfatigoso y concreto, del amor a Cristo.El amor a Cristo –más que cualquier otra relación– nos reclama el hecho de que el amores un juicio de la inteligencia que arrastra consigo toda nuestra sensibilidad, toda lasensibilidad humana. Si no es así, todo juicio resulta mezquino, como el de los jueces denuestra época; pero también como el que hacemos los sacerdotes desde el púlpito, cuandosomos moralistas e insistimos siempre en cómo deben ser las cosas y, por tanto, no juzgamos los hechos según su tensión hacia el bien y la justicia, según esa tensión quehace al hombre moral: acentuamos sólo el resultado negativo y la traición, quereprochamos a los demás, pero no a nosotros mismos.

    15 Cf. GIUSSANI, L.: «Tu» (o dell’amicizia), Rizzoli Bur, Milán, 1997, 329.16 Es 15, 2; Sal 117, 14; Is 12, 2.

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    El amor a Cristo es un juicio de la inteligencia. El amor –no sólo «el amor a Cristo»– esun juicio, implica un juicio. El juicio es el reconocimiento de la verdad, es elreconocimiento del ser. El juicio es la mirada al ser con la percepción de un niño: elresultado es la admiración por la realidad que aparece ante mis ojos. Si esto se mantiene,entonces se entiende la mirada del hombre sobre todas las cosas, su relación con todo.

    Las certezas nacen de ahí, las evidencias que dan certeza nacen de ahí. De lo contrario,nuestras convicciones serán dictadas por el poder, es decir, nacerán de algo extraño anosotros mismos, algo que reduce el valor de las cosas y lo cambia según suconveniencia: pues el poder sólo quiere súbditos, sólo quiere esclavos.Por eso, el trabajo nos obliga a ser más cristianos, a reconsiderar nuestro amor a Cristo, a plantearnos cómo vivimos, a pensar en la utilidad de nuestras vidas y para qué se nos datodo.El trabajo es el aspecto más concreto –más árido y fatigoso (¡pero concreto!)– de nuestroamor a Cristo: concreto quiere decir existencial, quiere decir que está integrado en lo quenos rodea, en la circunstancias.Me he detenido en la afirmación de que el amor a Cristo (pero no sólo a Cristo, sino

    también a tu compañero, a lo que te gustaría hacer con otras personas o el amor de unamadre hacia su hijo) es un juicio de la inteligencia que arrastra consigo toda lasensibilidad humana.Así, mientras que la sensibilidad humana indica la exigencia satisfecha de la promesa quees la vida, de la promesa que constituye nuestra estructura original; del mismo modo lainteligencia indica el reconocimiento de que Jesús es Dios, es el reconocer a Dios hechohombre. Si existe un hombre que es Dios (como se lee en el evangelio de Navidad ocomo nos lo recuerda el  Angelus), entonces expresar una necesidad o una situacióndeterminada en el diálogo con este hombre –es decir, la oración– representan lasinceridad y la seriedad de ser hombres.«La inteligencia arrastra consigo toda la sensibilidad humana»: ¡frente a este hombre lainteligencia no puede no arrastrar consigo toda mi sensibilidad! También le deberíasuceder –lo debes admitir– a tu sensibilidad que no se mueve, ¡que no se mueve entreotras cosas porque no la reprendes! Eres pasivo, en última instancia eres pasivo, y esperasque la compañía te sustituya, esperas que las fórmulas y las cosas que nos decimos tesustituyan. Pero esto no es posible, eres tú el que... Bueno, no puedo ponerme ahora arecordar lo qué es la libertad: lean los Ejercicios de la Fraternidad del año pasado 17.Hablo del trabajo en cuanto que es el aspecto más concreto, árido y fatigoso de nuestroamor a Cristo; y hablo de esto porque en el retiro anterior se ocuparon de la memoria deCristo, del valor de la memoria de Cristo; por tanto, intervengo bajo el supuesto de quehablar de la memoria supuso para ustedes ya un reclamo real.

    Por su naturaleza el amor a Cristo apacigua el deseo que domina nuestra vida, el deseo dela felicidad; pero el amor a Cristo satisface este deseo de forma que lo hace verdadero, talcomo se constata en el hecho de que nuestro deseo de felicidad se convierte en deseo deque todos los hombres lleguen a ser felices.Mi madre era muy religiosa. Sólo después comprendí todo lo que me había dado y elagradecimiento tan grande que le debía a Dios por habérseme manifestado a través deella: porque todas las noches, cuando venía a arroparme en la cama –lo recuerdo desde

    17 Tú o de la amistad, cit., 17s.

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    los cinco años y hasta que me fui al seminario a los diez años–, ni una sola noche dejó dedecirme: «Acordémonos de los pobres...», «Acordémonos de lo que ha pasado en Japón»,«Piensa en la guerra que hay en China...». Me llamaba la atención incluso siendo mayor,durante los primeros años del seminario, cuando nadie hablaba de China, ni muchomenos de los pobres (eso sí, decían: «a los pobres hay que darles limosna»).

    El amor a Cristo, por su naturaleza, ordena y apacigua el deseo que domina nuestra vida,es decir, satisface el deseo que constituye nuestra vida como una promesa indiscutible.Porque la promesa es la naturaleza de nuestro corazón: inteligencia y afectividad (juicioque arrastra consigo toda la sensibilidad del corazón).La realidad que se presenta ante tus ojos, el ser de la realidad, te impacta: es evidente queesta persona está ante ti, es evidente que esta persona te quiere, porque se inclina hacia ti –cuando mi tía me cuidaba, ¡yo sentía que era parte de mi madre!–. Yo tenia una tíasoltera que era muy inteligente. A los cincuenta años se dio cuenta de que ya no secasaría e hizo un grupo de solteras en la parroquia que «compuso» la vida de muchagente. «Compuso», es decir, ordenó y apaciguó la vida de muchas personas, porque

    cuando el hombre afirma lo que está en el fondo de su existencia, descansa, como dice unsalmo de las Completas: «En paz me acuesto y enseguida me duermo»18.Entonces, ¿qué es el trabajo para ser algo tan definitivo y decisivo (he dicho que eltrabajo es el aspecto más concreto del amor a Cristo)? Piensen en los que esta mañana sefueron a trabajar a la Pirelli o a la Fiat, personas que pasaron ocho horas allí (estánintentando organizar una huelga que un determinado sindicato desaconseja porque diceque la huelga va contra el gobierno: ahora, lo primero es salvar al gobierno, después,resolver el problema del desempleo, preocuparse por la justicia... ¡Pero no me refiero aesa justicia que se entiende como un instrumento para eliminar a los adversarios!).El trabajo es la expresión total de la persona. Si lo que hemos dicho antes es justo, esdecir, si el hombre es relación con el infinito, con lo eterno, con el Misterio –se puededecir «relación con el Misterio», porque esta expresión explica mejor la realidad, laverdad de lo que digo–, entonces el trabajo afecta verdaderamente a todo, a todas lasexpresiones de la persona, pues todo lo que expresa a la persona como relación con elinfinito se llama «trabajo».Así, lo que hace el albañil al poner ladrillos o el minero al cavar un túnel es relación conDios: por eso los trabajadores tienen que ser respetados, por eso deben ser objeto de una justicia real y también de amor, es decir, de ayuda. ¿Por qué? Porque son trabajadores y, por tanto, están llamados a amar a Cristo.¿Por qué existe semejante vínculo entre amar a Cristo y el trabajo? Porque el trabajo es laforma más expresiva de la personalidad humana, de la relación que el hombre tiene conDios (Jesús define a Dios como el eterno trabajador)19.En la carta a los Efesios, san Pablo escribe: «No dejo de dar gracias a Dios por ustedes,recordándolos en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padrede la gloria [el generador de gloria], les conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerlo perfectamente  [¡este es también nuestro deseo!]. Ilumine los ojos de sucorazón [los ojos de la mente, que después, como consecuencia, se convierten incluso enojos físicos que ven lo que los demás no ven, también las apariencias]  para que conozcan

    18 Sal 4, 9.19 Cf. Jn 5, 17.

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    cuál es la esperanza a la que han sido llamados por Él; cuál la riqueza de la gloriaotorgada por Él en herencia a los santos  [qué tesoro de gloria encierra nuestroseguimiento a los santos: "Miren todos los días el rostro de los santos y obtenganconsuelo de sus palabras"20, escribió el padre Villa en una pared de la casa en la que vivió poco tiempo, en una parroquia del centro de Milán, la de San Bábila]  y cuál la soberana

    grandeza de su poder   [o mejor, de su Presencia. Cuál la extraordinaria grandeza de su poder para conmigo],  para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza poderosa que [el Misterio] desplegó en Cristo  [en el hombre Cristo],resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su diestra en los cielos [Cristo, con sumuerte y resurrección, da significado al hombre entero, al hombre con todos sus límites,desde que es niño y tiene que crecer igual que cualquier animal, hasta que es adulto y se pierde en sus propias ideas],  por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación y de todo cuanto tiene nombre, no sólo en este mundo sino también en elvenidero. Bajo sus pies sometió todas las cosas y lo constituyó Cabeza suprema de la Iglesia, que es su Cuerpo, la Plenitud del que lo es todo en todo»21.A Cristo, que construye en el tiempo su cuerpo, que dilata su cuerpo en el tiempo (porque

    lo engrandece con la fuerza que le da el Misterio –el Misterio de su Espíritu–, porque elMisterio lo tomó y lo introdujo en la naturaleza misma de Dios: Dios se hizo hombre), aeste Cristo, Dios hecho hombre, le fueron sometidas todas las cosas (¡todo!) y puestas bajo sus pies. Y el Misterio «lo constituyó Cabeza suprema de la Iglesia [que es el lugardonde todo participa de alguna forma en su cuerpo, mediante la consciencia activa delhombre al que Él llama, mediante el bautizado, mediante el hombre que ha conocido aCristo].  Bajo sus pies sometió todas las cosas y le constituyó Cabeza suprema de la Iglesia, que es su Cuerpo [la Iglesia es el cuerpo de Cristo], la Plenitud del que lo es todoen todo». La Iglesia es el lugar de Aquel que lo llena todo en todo, que posee el dominio,el señorío sobre toda la historia. Por eso, decimos que el sentido de la historia es la gloriade este hombre, el que todos den gloria a este hombre: porque el cuerpo de este hombrees la plenitud del que lo llena todo en todo.La plenitud de todas las cosas es como un río que lleva al mar y el mar donde todoconfluye es Cristo: en la historia todo confluye en Él. ¿Cómo confluye en Él? Este ríogigantesco empieza como un riachuelo y se hace cada vez más grande asimilando todaslas cosas: es como el cauce que empieza en una fuente y tiene tres centímetros de ancho,después treinta, después cuarenta y después cien mil. La Iglesia es, en la historia, elinstrumento necesario para que todos los hombres lleguen a Cristo. De esta forma, partiendo de unos pocos y mediante un dinamismo misterioso, pero que puedeconstatarse, y que se llama testimonio de la fe, la Iglesia le ha dado a Cristo toda suhistoria.Si el trabajo es la expresión del hombre en las cosas, entonces el amor a Cristo tiene quever con él, está en su raíz, porque todas las cosas son de Cristo. Esto se verá a final delmundo, el último día, pero el método de Dios, el plan de Dios prevé que ese día esté precedido por la historia de la Iglesia como cuerpo de Cristo, prevé que esté precedido por la historia del cuerpo de Cristo en el tiempo.

    20  Didache, IV, 2, en I padri apostolici, Città Nuova Editrice, Milán, 1978, 32. 21 Ef 1, 16-23.

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    ¿De qué manera contribuimos en la construcción de la Iglesia, para que lleve a cabo eldeber que tiene y realice su tarea? ¿Cómo contribuimos a hacer más rico el cuerpo deCristo, a dar gloria a Cristo, que es la finalidad y el sentido de la vida de todo hombre queha sido llamado (el único criterio que el hombre debe seguir, no obstante todas susdebilidades y deserciones)? ¿Cómo contribuimos con ello? En la medida en que vivimos

    cada acción (en cada acto nos expresamos, porque el sujeto adecuado de una acción es laconsciencia que uno tiene de sí mismo) según la mentalidad de Cristo y no según lamentalidad del mundo. La mentalidad mundana es la expresión del instinto, de unareacción, o bien, la expresión del poder, de una posesión. La diferencia entre una relación justa del hombre y la mujer y una relación no adecuada y mentirosa, radica aquí. Lamentira consiste en que la relación no se concibe según la mentalidad de Cristo: Cristo nosignifica nada en esa relación, no tiene nada que ver con ella, sólo cuentan el instinto o elcálculo, por lo que dicha relación se convierte siempre –¡siempre!– en violencia.En la medida en que el hombre vive la fe en Cristo, vive la memoria de Cristo en todo loque hace; en esa medida, la Iglesia vive, renace, se dilata y, dilatándose, acoge a otros,como verán al meditar sobre la misión.

    Durante estos meses he recibido muchas cartas que decían: «¿Qué utilidad tiene lavirginidad?», «¿Dónde está el ciento por uno?», «Además, sin hijos –dicen las mujeres–,si no se tienen hijos, no se es verdaderamente una mujer». A pesar de la apariencia deverdad que contienen estos juicios, son juicios que manifiestan un tipo de inteligencia queno ha tenido la gracia de tener como objeto el hecho cristiano, el acontecimientocristiano: no lo han visto.Igual que yo, la primera vez que fui a Brasil en barco, en un momento determinado,después de pasar por Gibraltar, vi algo en lo alto, un triángulo en lo alto y pregunté alcapitán: «Capitán, ¿qué es eso?». «Es la cumbre del volcán de Tenerife» (después, al pasar a la vuelta lo vi desde el avión). Bordeamos toda la isla y llegamos cerca del volcána las ocho de la tarde; cuando le había preguntado aquello al capitán eran las ocho de lamañana: ¡tardamos doce horas en ver ese dichoso volcán!22. Pero ninguno de miscompañeros de viaje había visto aquel triángulo que despuntaba entre la niebla y queapareció después entre las seis y las ocho de la tarde.

    En cualquier caso, lo que quería decirles es que el nexo entre el trabajo y Cristo es unnexo objetivo, porque todo lo que existe es de Cristo: Él es el Señor,  Rex universi; enCristo todo se hace uno –¡uno!–, como canta la liturgia de Cristo Rey. Christe cunctoramdominator alme23: oh Cristo, fecundo Señor de todo.La fecundidad de la vida del hombre no depende necesariamente de que se realice en él laexperiencia que tiene el gato con la gata, o el perro con la perra (o el toro con la vaca, por poner un ejemplo más digno), sino de que se convierta en generador de criaturasencaminadas hacia su plenitud, hacia su felicidad. La fecundidad humana consiste enrevelar el sentido de la vida, en educar al sentido de la vida, en dar testimonio del sentidoque tiene la vida (siendo Cristo el sentido de la vida, ese Cristo que se hace presente en elmundo mediante la dilatación de su cuerpo en la historia).

    22 Cf. GIUSSANI, L.: Si può (veramente?!) vivere così?, Rizzoli Bur, Milán, 1996, 137.23 «Christe canctorum», Himno de la dedicación del templo, en  Analecta Hymnica Medii Aevi, vol. 27, acargo de C. Blume, Leipzig 1897, 265. 

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    ¿Se acuerdan del ejemplo de los niños que se acercan a los pies de Jesús? 24. Los más pequeños ven una mano que acaricia su cabeza, y ven un vestido rojo, una túnica roja, pero no ven la cara de la persona que está ahí. Sin embargo, después de muchos años,cuando sean viejos, recordarán esos momentos. Las vestiduras de Cristo somos nosotros,ahora, en este paso rapidísimo que es la vida: «La vida del hombre es un soplo»25, dice el

    Salmo 89. «La vida del hombre es un soplo»: cuando tengan setenta o setenta y seis añosesto se les hará evidente (¡mientras se está en medio no se entiende, porque parece quetodo está presente ante uno!).Siendo, por tanto, el trabajo la expresión de la relación de la persona con las cosas y conla realidad presente, lo que nos hace capaces de trabajar es el amor a Cristo.Es algo totalmente distinto cuando uno va al trabajo por amor a Cristo, cuando unotrabaja haciendo memoria de Cristo: se tiene una atención a todo, una finura en todos losdetalles, una paciencia en el tiempo, un respeto, por tanto, al tiempo que requieren lascosas, y está ausente la murmuración, porque uno no se lamenta de las circunstanciasdesagradables. Es más, se reaviva en uno el sentido de fraternidad incluso hacia quien leroba la casa, hacia el poderoso, hacia el señor, hacia el jefe (¡quienes viven así deberían

    usar más esta solidaridad entre ellos; por ejemplo, contra los sindicatos que no se muevendemasiado por el valor de la persona, sino por un juicio en función de su partido político!).El amor a Cristo se da en la medida en que uno percibe esta misión en el trabajo, en lamedida en que uno siente esta naturaleza del trabajo.La relación con Dios es relación con Cristo, porque el Misterio se ha revelado en esehombre y muchas de las cosas que ese hombre nos dijo son haces de luz en la oscuridaddel Misterio (pero no se nos ha revelado todo; y no sólo eso, porque, por ejemplo, le preguntaron a Cristo: «¿Cuándo vendrá ese día, el último día?». «Nadie conoce el día nila hora, ni siquiera el Hijo del Hombre»26. El Misterio no se agota al comunicarse. Lafinalidad de Dios al crear al hombre fue crear a alguien que lo reconociera; creó unarelación familiar, una relación que las primeras páginas de la Biblia describen conhermosas pinceladas: «Dios bajaba a hablar con ellos al caer la tarde»)27.Si amamos a Cristo, trabajamos mejor porque comprendemos. Los trabajadores que ibanconmigo en los trenes, desde el seminario de Venegono hasta Milán, cuando empecé«Gioventù Studentesca» (bajaba incluso tres veces al día, hora y media para venir y otrahora y media para volver, por tanto, cuando venía tres veces al día era tremendo) 28, nocomprendían (por eso se hicieron comunistas: ¡los comunistas desean el poder igual queun cristiano desea el Paraíso!, ¡y ahora en Italia han llegado al poder! No han llegadoellos solos: han llegado con la ayuda incluso de los católicos, y esto ha sucedido porquealgunas asociaciones católicas estaban más determinadas por el sentido de laorganización que por el deseo de recuperar su relación con Cristo y la relación de lasociedad con Cristo).En todo caso, la verdad del trabajo depende de la relación con Cristo: la verdad decualquier relación. El trabajo es la expresión del hombre que usa, que manipula lo que

    24 Cf. Tú o de la amistad , op. cit ., 31. 25 Sal 89, 9.26 Cf. Mt 24, 36; Mc 13, 32.27 Gen 3, 8.28 Cf. «Tu» (o dell’amicizia), cit., 52s.

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    tiene a su alrededor; en primer lugar su propio cuerpo, su mujer, sus hijos, su madre y su padre, todo es trabajo porque es expresión del yo.Si esta expresión del yo se vive en Su memoria, entonces todo es diferente, todo estádestinado a ser diferente.Cuántas veces me dicen: «un compañero de trabajo, sorprendido por lo que digo o hago,

    o por mi actitud, me ha dicho “¿por qué eres así?”». Ésta es la pregunta que todos sehacen antes de convertirse al cristianismo: «¿Por qué son así?».Por eso, el trabajo, en cualquier acepción, es proporcional al amor a Cristo. Pero tambiénes verdad lo contrario: el amor a Cristo regenera todo nuestro trabajo. El amor a Cristo, por tanto, no es verdadero si no interviene de alguna forma en la gran kermesse –porllamarle de algún modo– que es nuestro trabajo. No se puede amar el trabajo si no se amaa Cristo: se soporta el trabajo, se tolera, nos adaptamos a él («porque tengo que ganar elsueldo a fin de mes»).

    Así que cuando hablen o hablemos de la «casa» y de la «regla», sepan que estamoshablando del trabajo: eso es el trabajo. Levantarse por la mañana, rezar Laudes y ver esas

    caras –cuatro, cinco, seis, diez caras–, verlas tan decaídas o sin motivo para empezar eldía (porque en la mayor parte de nosotros sucede así), o no verlas siquiera porque novinieron (y esto es peor todavía): soportar o tolerar esto, es un trabajo; hay que vencer unkatéchon, un obstáculo (porque para ir a trabajar a las ocho de la mañana a la fábrica¡tienes que superar el obstáculo de salir de casa a las siete!).Es el amor a Cristo lo que explica todo esto y hace que la relación con los hombres y conlas cosas sea amorosa y no sólo «tolerable». Amorosa indica una manera de expresarnosque nunca habríamos previsto, que nunca habríamos imaginado. El amor a Cristo lo hace posible todo y todo lo simplifica.El amor a Cristo es un juicio de la inteligencia –decía antes– que arrastra consigo toda lasensibilidad humana. Es un juicio sobre la relación que tengo con determinadas personaso determinados ambientes o lugares de la Iglesia donde se entiende que Cristo está presente, porque todo cambia en su nombre, porque les sucede algo a quienes van allí. El juicio de la inteligencia es: «aquí está Cristo»; esto impacta nuestra persona, nuestrahistoria, y despierta una evidencia y un gusto, una certeza y un gusto cierto, proporcionala nuestra manera de hacer las cosas: empieza a hacer verdaderas nuestras relaciones.Ir luego a la universidad para enseñar o aprender, o ir a la fabrica donde eres el director,el subdirector o uno cualquiera, es realizar un trabajo cuyo objeto adecuado es el amor aCristo. Porque Cristo es el sentido de todo y la memoria de Cristo es el trasfondo de todarealización, de toda creación. Cuando nuestros dedos plasman –como los de Dios plasman el cielo y las estrellas– lo que hacemos, entonces hacemos presente a Cristo enlo que hacemos. Por eso vale la pena ir a trabajar.Es necesario que a todo lo que lean u oigan sobre el trabajo le añadan esta premisa:trabajar es hacer presente a Cristo. He insistido en ello porque no es habitual oír hablar deque el trabajo es el aspecto más concreto, aunque árido, árido y fatigoso, ¡de nuestroamor a Cristo!Muchachos: tenemos que decir que Cristo es tan interesante que ya no podemoseliminarlo, no es posible eliminarlo: una vez que entra en nuestra vida, una vez que laimpacta, una vez que nos abre un poco los ojos con un mínimo de sorpresa, la vida está

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    llamada a despertarse entera en virtud de este primer impulso. Porque si no existieseCristo, sería una criatura finita29. ¿Quién lo decía? San Gregorio Nacianceno.En el Siglo IV, Mario Victorino, el último gran escritor, lo decía de otra forma: «Cuandoencontré a Cristo me descubrí hombre»30. O también aquella frase que escribí en unaimagen –un rostro de Cristo de Carracci– cuando estaba en el seminario: «Creo que no

     podría vivir si no volviera a oírle hablar»

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    .Tenemos que pedirle a la Virgen la gracia de creer verdaderamente y con alegría profunda, porque no hay ninguna verdad más evidente que ésta en nuestra vida y porquela evidencia arrastra consigo todo el flujo de la sensibilidad humana. Por eso no se puedeconocer sin afecto: sin afecto no se da el conocimiento, sino sólo la proyección de nuestro prejuicio, de un juicio previo sobre las cosas. Lo que hace a la inteligencia capaz deaferrar algo es la sorpresa que las cosas producen en nosotros (para el niño es así). Comodice el Salmo: «Porque Tú me has formado, me has tejido en el seno de mi madre»32,también nosotros debemos pensar en Dios así. Cuando el padre Cocagnac nos hace cantar«Oh, si tu savais combien je t’aime, tu retournerais Jerusalem»,  «volverías a mí,Jerusalén, si supieras cuanto te amo», ¡en vez de excusarnos debe prevalecer el apego a

    Cristo!Pero para poder hablar así debemos concebir todas nuestras relaciones como ofrecimientoa Cristo. Entonces nuestra relación con todo se convierte en parte de las vestiduras deCristo, del cuerpo de Cristo que se dilata en la historia. Cristo está presente para esto,totalmente presente y ¡no sólo a través de la Eucaristía! La Eucaristía es el gran signo, elMisterio que se identifica con el signo; pero todo el contexto humano tiene este objeto.La Eucaristía es la culminación de nuestra relación con el sentido de la vida, con elMisterio, pero toda la vida humana tiene este mismo objeto.Por esta relación el hombre extiende la mano, toma las cosas y plasma en ellas Su huella;y, entonces, los demás al pasar por allí y ver el mundo plasmado de esta forma tandistinta, se sorprenden y preguntan: «¿qué es esto? No hay ningún lugar del mundo dondeexista una “empresa” que actúe de este modo!».

    Capítulo 7: Ahí donde Dios me puso

    29 Cf. SAN GREGORIO NACIANCENO: «Carmina» II/I, carme LXXIV, vv. 4-12 en Patrologia Graeca,XXXVII, Paris, 1862, 1421s.30 VICTORINO, M.: In epist. ad Ephesios, libro II, cap. 4, v. 14, en Marii Victorini Opera exegetica, vol.II, ed. F. Gori, Vindobane, 1986, 16.31 Cf. MÖHLER, A.J.: Dell'unita della Chiesa, Tipografia e libreria Pirotta e C., Milán, 1850, 52.32 Sal 139 (138), 13ss.

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     1. La utilidad de la vida[Intervención en una asamblea sobre el trabajo realizada en 1971]

    Como es claro, mi intervención expresa un nivel de preocupación que tiene una raízsemejante a la de las plantas: no se ve, pero toda la planta depende de ella.

    1) En primer lugar quiero pedirles que recuperemos el verdadero concepto de trabajo.Cuando uno trabaja, ¿qué quiere decir que uno es un trabajador? La respuesta quellevamos dentro es la misma que podría darnos cualquiera, porque como cristianos nologramos obtener el concepto verdadero de trabajo a partir de nuestra experiencia, sinoque lo alcanzamos gracias a una «palabra» que hemos escuchado, gracias a una palabraque nos viene de hace dos mil años. Sólo entonces el hombre descubre que esa palabraexplica su experiencia de un mejor modo que todo lo que podría decir él mismo. Alverificar esto, nuestro ser cristianos nos permite gustar del «ciento por uno ya aquí».En el Evangelio, Jesucristo define al misterio que hace todas las cosas, que es el Padre,como «el trabajador» («mi Padre trabaja siempre»)33.Pues bien, el Dios viviente se deja conocer a través de lo que hace, y el mundo es Su actofundamental.De ese modo, Dios hace que todas las cosas vayan de acuerdo con su designio, pues eltrabajo es precisamente esa energía por la que las cosas cambian según un propóstio. Así,el mundo es como un trozo de fierro sobre el que un gran herrero plasma su obra. Este esel trabajo. Todo trabajo, en la medida en que pierde la consciencia de ello, navega en laoscuridad y pone todo en riesgo.La realidad entera es como una sola cosa que se encuentra en movimiento, como unanueva vida en el seno materno.El trabajo es el cambio que el mundo está sufriendo desde sus inicios (ha sido creado paraello) a fin de construir un propósito. Todo  el mundo: nuestros pensamientos ysentimientos, la relación entre el hombre y la mujer, la naturaleza…34. Todo es el kosmos(del griego, “orden”) que sale del caos. Pero el orden es un designio realizado, el plan deDios.Afirmar que el mundo difiere de lo que hemos dicho por una sola pizca es, por una parte,una fantasía sin fundamento y, por otra, una presunción llena de incógnitas irresolubles.El trabajo es el que hace el Padre, un trabajo del cual el hombre es colaborador, “co-trabajador”, («hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza»)35. El sentido y lautilidad de la vida es participar de esa actividad para cumplir Su designio; por ello podemos afirmar que el sentido y utilidad de la vida es el trabajo. Fuera de este ámbitotodo es un cáncer.Con este fin Dios eligió entre toda la humanidad, entre todos los hombres que ha llamado

    a colaborar con Él, a un pueblo, para que fuese el camino por el que todos entendiésemoslo que antes dijimos. Fuera de él no es que todo sea mal, sino oscuridad (obsérvese cómoen el libro de Job y en los Salmos se ridiculiza la pretensión del hombre de poner lascosas en orden).

    33 Jn 5, 17.34 Cf. Rm 8, 19-23.35 Gen 1, 26.

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    Es por esto que decimos que el trabajo consiste en participar de la actividad por la queDios realiza su designio (el Reino), que es el Misterio.El ritmo y la modalidad de este designio lo conoce sólo el Padre; ambas cuestiones soninconmensurables para nuestra mente. Sin embargo, el reconocimiento de nuestraimpotencia es lo que nos llena de tranquilidad, apoyados en esa roca sobre la cual

     podemos construir.El designio y el Reino de Dios tienen un instrumento: Dios vino a la tierra a trazar uncamino; Dios vino a traernos un catalizador de todas nuestras fuerzas; ese centroalrededor del cual todas las cosas se apoyan sin saberlo, eso que le da consistencia a todo,se llama Jesucristo, y su presencia es un hecho que prosigue entre nosotros: es lacomunión cristiana.Por ello, para nosotros el trabajo es sólo uno: realizar la comunión cristiana en el mundo.Tener otro tipo de trabajo es para nosotros una traición a la consciencia que nos fue dada:es perder la fe, es relegarla a abstracción, una abstracción a la que le falta esa capacidadde roernos que tiene la verdad (porque no existe la fe abstracta, la fe es la concepción denuestra carne y de nuestros huesos, de nuestro corazón y de nuestro espíritu, de las cosas

    que podemos ver…).Si no convertimos este primer punto en mentalidad nuestra, entonces ¿qué es lo quecreamos? Una realidad sin consciencia de su fin (y si para los demás esto puede serexcusable, para nosotros no, porque Dios nos ha elegido justamente para cumplir estafunción: ser Camino, Verdad y Vida).En consecuencia: realizar la comunión cristiana quiere decir hacer una santa comunión,en la que es lo mismo levantarse por la noche a rezar el breviario, que ser enfermera y pasar los instrumentos al cirujano o poner tornillos en una fábrica («ya sea que coman, yasea que beban…»)36.Sin esta globalidad conceptual que nos caracteriza, ¿qué podría ponernos en contacto para colaborar con el resto del mundo? Si no tenemos una concepción así de global,sucumbimos a la alienación, como el resto de los hombres, y nuestro ideal queda sinrostro frente al mundo. En cambio, es necesario poner nuestra esperanza en la única cosaque poseemos, en nuestra única riqueza («Yo no poseo otra cosa que Cristo, y Cristocrucificado»)37, esa es la riqueza que envuelve toda nuestra vida.

    2. Colaboramos con la actividad del Padre a través de todo lo que somos, con todos losfactores de nuestra personalidad:a.

     

    nuestras dotes, temperamento y capacidades; b.  nuestra historia particular, con todas las inclinaciones que ésta supone;c.  el ambiente preciso en que estamos, incluidas las solicitudes con que las que el

    mismo nos invita a hacer ciertas cosas; sólo si entendemos esto podremos entender elvalor de las llamadas «competencias»: ¿por qué sirvo para esto y me gustan ciertascosas?

    De esto se deduce que el primer punto que vimos – que para nosotros el trabajo es sólouno: realizar la comunión cristiana en el mundo– no elude tal acentuación de lascircunstancias, simplemente las pone en su lugar, indicándonos que ellas son sólo el

    36 1 Cor 10, 31.37 I Cor 2. 2.

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    modo con el que se expresa lo esencial. Esto es importante ante todo porque nos permiteafirmar que nada de lo que hacemos es inútil.Siempre que uno tiene que tomar decisiones fuertes, puede pasársela diciendo: «pero»,«si», «¿estará bien?», «¿será este el camino justo?». Pero lo que hace a las cosas perfectasy lo que nos permite adherirnos a la verdad es el designio de Dios y no nuestras propias

     previsiones.Por ello, debemos seguir todas las indicaciones de nuestro temperamento, de nuestrahistoria y de nuestro ambiente social, con toda su urgencia relativa, pero también contoda libertad, porque lo importante va más allá de eso. Lo que hacemos es siempre profundamente útil.Cuando uno piensa que debería de haber estudiado otra cosa en vez de lo que estudió, oque debería haber elegido tal trabajo en vez de tal otro, no importa… Siempre que algo sehaya convertido ya en un hecho, ¡no perdamos el vigor vital por los «qué habría pasadosi…»! Todo es una aproximación y, sin embargo, todo es extremadamente útil. Nadaimporta más en el mundo que la «nueva criatura».38 Por una parte todo lo que hacemos es útil, sin importar el modo en el que nos

    encontremos dentro de ello. Lo cual no significa que uno no pueda o no deba buscar elcambio en aquellas situaciones que a final de cuentas sean extremas, pero aún esto debehacerse sin angustia, sin ansiedad, sin el «¡y si hubiese hecho…!». El problema es que túrealmente no eres; por tanto, busca ser  ahí donde estás, y ya verás…Por otra parte, el concepto de trabajo expuesto nos hace sumamente sensibles a cualquiersugerencia de Dios por leve que sea, nos da una gran atención para poder aprovechar todala riqueza de nuestras inclinaciones del modo en que éstas se desarrollan, es decir, denuestras «competencias». Por lo mismo, nos da una enorme libertad frente a lo quehacemos y, al mismo tiempo, nos provee de una atención extrema para valorizar todas lascapacidades que tenemos a la mano. Así, por ejemplo, hemos insistido siempre en elconcepto de movimiento, de enlace y de amistad, porque esto potencia nuestrarealización.Si tú y yo tenemos la misma percepción de las cosas, de algún modo estamos llamados ahacer las cosas juntos, dependiendo de la disponibilidad que halla. Porque al intentarestar unidos, colaboramos más con la Santa Madre Iglesia e intervenimos más en lasociedad. Si la sociedad tiene miedo de esto, es porque no entiende bien lo que quieredecir o porque tiene preocupaciones diversas (busca ordenar, busca el poder, etc.).Mientras que nuestra posición, que subraya lo aproximado que son todas las cosas (suincapacidad plena), debe disponerse sin embargo a utilizar toda la riqueza que Dios nosda sin transigir en nada.

    3) El trabajo –como colaboración en el designio de Dios, como mi aportación específica,enriquecida con todas las características con las que Dios me ha dotado– debe derealizarse ahí donde estoy, ahí donde Dios me puso. Debo ser (primer punto) y deboutilizar todo aquello que está (segundo punto), ahí donde estoy (tercer punto).El primer punto designa sintéticamente toda la nueva mentalidad, la revolución cultural de la que cada uno de nosotros es tendencialmente un actor. Es la nueva consciencia, laconsciencia diversa que tenemos de nosotros mismos; mi ser cristiano es ser una cosasola con Cristo junto a los hermanos con los que el Padre ha llamado.

    38 Cf. Gal 6, 15.

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    Esta afirmación tiene una practicidad extrema ahí donde estoy trabajando o con mi mujery con mis hijos, pues tiende a transformarlo todo. Es una consciencia que me lleva a juzgarlo todo, sin darme tregua. Es algo sugestivo, aunque incómodo.El núcleo de toda mi energía ahí donde estoy, eso que me hace diferente de los demás,que me provoca a una actitud diversa de acuerdo con el designio de Dios, también me

    lleva a producir una realidad social diversa, comenzando por mi compañero de trabajo.El núcleo de mi personalidad no es algo que debo hacer o una iniciativa específica (la planilla, la huelga o una comisión interna), aunque de todos modos son cosas que debanhacerse. El núcleo de todo es la fe. Mi ser, la consciencia nueva de mí mismo, es laconsciencia de pertenecer al hecho de Cristo, la relación de comunión que tengo con elotro. El verdadero sujeto nuevo que cambia al mundo (cuyos ritmos de realización sóloconoce el Padre) es tu relación de comunión con esos dos, con esos veinticuatro o conesos diez mil que están dentro de tu fábrica.Los primeros cristianos convirtieron al mundo cuando despertaron en él este juicio:«¡Mira cómo se aman!». No se trata de que cambies tu fábrica, sino de que cambies tu ser  junto con esos que el

    Padre te da. Es claro que cuando uno es  en un lugar, entonces habla, reflexiona, actúa,etc. según ese modo diverso de ser. De tal suerte que todo ello sucede como unaconsecuencia. El problema es que tendemos a dar por descontado «que somos cristianosy, por tanto, estamos en comunión y que lo que debemos hacer es una consecuencia deello». Por esto, nuestras relaciones siguen siendo iguales a las de todos los demás y nocreamos el «hecho nuevo», sino alternativas semejantes a las que proponen loscomunistas y los fascistas, pues son alternativas que tienen la misma naturaleza que lasque hacen ellos.En cambio, uno podría sentirse un «pobre Cristo», pero tener claro que lo que cuenta enla vida es el hecho de Cristo, que lo importante es llevar adelante este hecho a través demi reconocimiento comprometido junto con quienes entienden estas mismas cosas.Entonces buscarán cambiar las relaciones que guardan entre ustedes, y al mismo tiempocambiarán las relaciones que tienen con los demás. Esta es la caridad, no en su sentidomoralista, sino como reconocimiento del hecho de Jesucristo. Así, la caridad entre maridoy mujer está en reconocer la presencia de Cristo entre el hombre y la mujer, que es algoaún más profundo que la atracción afectiva que los llevó a estar juntos. La unidad, laestabilidad de su relación, no viene del afecto (en ese nivel naturalista todos sienten lanecesidad del divorcio).En términos de método lo importante no es meter el acelerador en las cosas que hacemos,sino reconocer antes nuestra sujeción en relación al Padre, lo importante es meditar en elhecho de Cristo, lo importante es la memoria del hecho de Cristo. Es en esto en lo quedebemos profundizar; y eso hará que nuestras acciones crezcan de un modo diversoautomáticamente. Por el contrario, si nos esforzamos en meter el acelerador para cambiarnuestras acciones, corremos el riesgo de alterar el valor cristiano de la cuestión, es decir,corremos el riesgo de asumir una posición voluntarista y moralista, y por tanto podemosvolver nuestra conciencia un tanto farisaica. El resorte que nos empuja hacia adelante esalgo que parece no tener nada que ver con el trabajo: es la  fe en Cristo.

    2. Para que seas libre[Intervención en el congreso de Comunión y Liberación sobre el mundo del trabajo, 1971]

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    El significado de un encuentro como éste, es que puede convertir nuestra timidez envalor, a través del valor de otros y con la gracia de alguna obra buena ya en acto. Las palabras de nuestros compañeros despiertan en nosotros la esperanza y así nuestraconsciencia tiene menos excusas para permanecer adormilada.Uno de nosotros usó en su intervención una frase que podría intitular la presente

    meditación como un buen símbolo del motivo que nos anima: «no sabíamos lo necesarioque era Cristo para el mundo». Cristo es indispensable para el mundo, no para el Paraísoo para el alma, es indispensable para el mundo porque es indispensable para vivir. Nosotros vivimos y sentimos las necesidades reales de todos, las necesidades corporalesy de salud, la necesidad de ser respetados y de vivir con justicia.Entonces nos percatamos de que todos –sindicatos, intelectuales y partidos– arrancan delas mismas necesidades, que son todas verdaderas, pero lo hacen para decir una granmentira. ¿Cuál es esa mentira? La mentira es que no existe sólo la necesidad de recibir elsalario, contar con el aguinaldo o hacer que nuestra voz unida sea oída en la fábrica, sinoque la vida es una, y que es ella la que tiene dentro todas estas necesidades y otras más.Aquello que indica la vida concreta en su totalidad y unidad, es la palabra «persona».

    Todas las políticas, todos los sindicalismos, todas las ideologías… ponen enconsideración sólo una u otra necesidad, lo que nos reduce a segmentos y deja a nuestra persona hundida en el malestar y, al final, no nos libera.En suma, se subrayan multitud de verdades, pero todas ellas en función de una granmentira: el desmembramiento de la persona.La palabra «liberación», por el contrario, no puede no referirse más que a la persona. La palabra «libre» tiene sólo un sujeto: la persona.  No son libres los bolsillos ni lasestructuras de relación: o la persona es liberada o es desmembrada. Este es el complejofenómeno que ninguna política logra tener en consideración, que ninguna política lograríaconsiderar, porque las ideologías que gobiernan a estos partidos, a estas accionessindicales y a estos movimientos políticos, no nacen de una experiencia humanacompleta, sino que son fruto del intelectualismo; no es casualidad que sus dirigentes seantodos intelectuales.Recientemente, en una asamblea de sindicalistas, un profesor de sociología presentó undiscurso, completamente repleto de citas de Lenin y Marx, y la frase sobre la que centrósu intervención –una intervención pletórica de llamados a la acción– fue aquella famosaexpresión de Lenin: «ha llegado la hora en la que ya no debemos escuchar más música, porque la música provoca que nos den ganas de acariciar la cabeza de los niños y, encambio, ha llegado la hora de cortárselas»39.¿Qué padre o qué madre puede tener alguna esperanza de liberación dentro de estascondiciones? No hay liberación en tales condiciones: todos hablan de liberación delhombre, pero no existe en ellos el concepto del hombre, no reconocen que existo yo, queexistes tú, que existe tu mujer, que existen tus hijos y que existe tu compañero de trabajo.La concreción de la vida es dada por la palabra «persona», porque es la persona la queengloba, la que conjunta y da unidad a todas las necesidades. Cristo le decía a Satanás:«no sólo de pan vive el hombre»40. Nosotros queremos una liberación en serio, no nos contentamos con remediar ciertosasuntos para, en el fondo, dejar las cosas como estaban. Nos acusan de abstractos porque

    39 Cf. GORKI, M.: Lenin, Riuniti, Roma, 1975, 67s.40 Mt 4, 4; Lc 4, 4.

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    ni siquiera esperan que la liberación sea posible. Por ello, como no esperan la liberación,arremeten con toda su pasión, con toda su rabia, con todo el furor de sus acciones, paraobtener resultados que sólo en parte tienen que ver con lo que el hombre espera.Por ello, en uno u otro caso, podemos estar con ellos para colaborar; pero hay un saltoque nosotros nos sentimos obligados a dar, justamente por el nivel de seriedad con el que

    deseamos la liberación del hombre: nuestra propia liberación.El salto de la fe tiene un impulso profundamente humano, sumamente concreto, y laesperanza que nosotros ponemos en este salto se funda en la consciencia de que no podemos eludir ni siquiera la más banal de las necesidades de la vida cotidiana.«Repitan lo mismo que yo he hecho por ustedes»41, dijo alguien antes, citando una fraseque sintetiza un mandamiento del Evangelio.Otro más dijo: «Nosotros vamos hacia nuestros compañeros como un hecho que ha sidocreado en su propia empresa y no como un discurso».Como un hecho. Repitan lo que yo he hecho. Debiéramos crear el hecho cristiano. Larealidad de la Iglesia en el mundo pasa a través de ese hecho, que puede ser mínimo, quees nuestra presencia en la fábrica, en la empresa, ahí donde estamos. Todo el trabajo

     posterior, el trabajo de estudio o de investigación, se funda sobre la Iglesia comoesperanza nuestra, es decir, como instrumento que Él nos ha dejado para continuar suRedención: la liberación del mundo.Precisamente por ello todo esto no es para nosotros un dogma, porque de ninguna manera podemos llevarlo a cabo como resultado de nuestro trabajo. Los otros nos acusan dedogmatismo, de integrismo, pero ¡intenten ir en contra de sus opiniones! No podránentrar en la Universidad Estatal a menos que sean de su misma opinión, ni podrán hacerseescuchar en las asambleas de la fábrica.Sólo podremos ser eficaces en la medida en que nuestra esperanza –y, por lo tanto, todanuestra acción– se apoye sobre un hecho único y cierto, que es el misterio de Dios entrenosotros, el misterio que nos hace libres, plenos de escucha y prestos a ayudar al biendondequiera que lo veamos. San Pablo decía a los cristianos de Tesalónica: «examínenlotodo y quédense con lo valioso»42, lo que constituye la mejor definición de crítica quehaya leído jamás.Por lo tanto, ninguna realidad humana queda excluida al afirmar que la Iglesia es nuestraesperanza y que nuestro método de acción consiste en crear el hecho. Afirmar esto no esuna simpleza, sino la realización de nuestra identidad: este es nuestro rostro, nuestrateoría y nuestro modo de actuar en el mundo. Así, puesto que nuestro objetivo tiene en la persona su meta global, entonces el núcleo de una presencia que libere pasa a través de tu  persona.«El amor de Cristo nos apremia a pensar que, si uno murió por todos, es como si todoshubiesen muerto. Y murió por todos, para que ya no vivan para sí mismos, sino paraaquel que murió y resucitó por ellos»43. «Que ya no vivan para sí mismos»: esto sólo puede suceder si se funda en una realidad más grande que nosotros –Dios–, de otro modo,es inevitable que se pierda.

    41 Cf. Lc 22, 19.42 Tes 5, 21.43 Cf. 2 Cor 5, 14-15.

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    «Por lo tanto, de ahora en adelante, ya no conoceremos según la carne, aunque anteshayamos conocido a Jesucristo con los ojos de la carne»44. No ver ya según los ojos de la carne es algo que se refiere a ti, quiere decir que tengasuna consciencia nueva: pero no existe una consciencia colectiva, porque quien actúa erestú, porque el que está en tu empresa eres tú. El núcleo de todo es por ello tu persona:

    incluso dentro de una empresa de treinta mil personas, porque un hombre con estaconsciencia hace distintas las cosas, mientras que quinientos cristianos que no la poseenno hacen presente nada aunque estén dentro de una empresa de mil personas.Cierto que lo que estamos diciendo, eso en lo que nos estamos embarcando, no es fácil,no es una proyección mesiánica de conquista del mundo. Conquistamos al mundo, sí, pero es nuestra fe la victoria que vence al mundo45. Y la victoria que la fe realiza sobre elmundo se llama historia, la historia de Dios, cuyos caminos no son los nuestros, pues paraÉl miles de años son como un día   para nosotros46. Así que, aunque no veamos nunca elhecho clamoroso, nuestro camino estará lleno de milagro, es decir, de la esperanza con lacual Dios nos dejará sentir que nuestra vida es la vida verdadera, la vida eterna, a pesarde que el esplendor de nuestra vida sea sólo la espera de Su venida.

    Cristo está junto con la vida, está en todo, con el alimento y con la bebida, y sin embargono lograremos nunca ponerlo dentro de las ideologías mundanas, dentro de la presuncióncon la que la cabeza del hombre trata de poner orden en las cosas. Sólo cuando nosapoyemos del todo sobre el hecho de Cristo podremos acercar las cosas a su lugar y sóloentonces el mundo será más libre.«Como el Padre me envío a mí, así también yo los envío a ustedes»47. Es por esto quesomos cristianos, pues hemos sido elegidos para esta misión. Si este no es el significadode nuestra presencia, entonces nuestra fe se intimidará, se disminuirá y se perderá.

    Intentemos ahora releer el final de la Carta a los Gálatas en términos modernos. Yo creoque aunque la conozcamos bien, nos servirá edificarnos con ella todos juntos:«Miren con cuanta claridad les digo estas cosas. Todos aquellos que quieren ganarse laaprobación y adhesión de ustedes, los obligan a seguir sus ideologías, con el único fin deevitar que ustedes se sientan perseguidos por el ambiente en el cual se encuentran; a finde que se sientan tranquilos, les dicen: síganos, y de ese modo los enredan. En efecto,obsérvenlos: ni siquiera ellos hacen lo que dicen, gritan en contra de quienes seenseñorean por encima de ustedes, pero ellos los instrumentalizan como si fueran susseñores: en un campo diverso, pero se comportan como si fueran sus patrones. Ni siquieramantienen lo que les dicen, sólo quieren que ustedes los sigan para contar con uno más enel momento de sacar ventaja, a fin de tener detrás de sí una multitud [esta es la definición perfecta de la política]. En cuanto a mí, que no me gloríe de ninguna otra cosa que no seala cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y youn crucificado para el mundo [este es el desafío que ponemos frente a la esclavitud delmundo, la nuestra es la liberación; esta es la victoria que vence al mundo: el desafío denuestra fe]. Porque no cuenta ni la izquierda ni la derecha, sino la nueva criatura, y paracuantos sigan lo que les digo, sea la paz y la misericordia. Por lo demás, hermanos, que

    44 Cf. 2 Cor 5, 16.45 Cf. 1 Jn 5, 4.46 Una dies, Cf. Sal 90 (89), 4.47 Jn 20, 21.

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    nadie se ponga a criticarme, porque yo porto dentro de mí la experiencia dolorosa de estafe»48.Afirmar la propia fe, afirmar el «hecho», es el único instrumento de esperanza paranosotros y para el mundo, aunque las consecuencias puedan ser las mismas que ya estánindicadas en el capítulo sexto de la Segunda Carta a los Corintios, cuya lectura y

    meditación les recomiendo.

    Capítulo 8: Del corazón al trabajo, del trabajo a la obra[Intervención en la Asamblea Nacional de la Compagnia delle Opere, Milán, 5 de diciembre de 1987] 

    Lo visible nace de lo invisible: la obra nace de algo que puede parecer sentimental oabstracto y que en cambio no lo es.

    Jesús en el Evangelio da esta definición de Dios : «Mi padre es el eterno trabajador»

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    .Con esta definición indica el trabajo como expresión del ser.El Misterio que hace todas las cosas tiene una dinámica expresiva que se hunde en larealidad trinitaria, pero que se refleja fuera de sí, creando. Y es a partir de esta creación, ala que pertenecemos, que comprendemos las palabras de Jesús: «Mi padre es el eternotrabajador». La palabra trabajo tal como se asigna al Misterio que hace todas las cosas,indica que el ser se expresa. De hecho todo, como una irresistible imitación suya, tambiénse mueve.

    1) También en nosotros el trabajo es la expresión del ser. Esta conciencia da verdaderoaliento, tanto al obrero que se fatiga durante ocho horas sobre la mesa de trabajo, como al

    empresario tenso para desarrollar su empresa.Pero nuestro ser –lo que la Biblia llama «corazón», coraje, tenacidad, astucia, fatiga– essed de verdad y felicidad. No existe obra, desde la que realiza la más humilde ama de casa hasta la del genialarquitecto, que pueda sustraerse a esta referencia, a la búsqueda de una satisfacción plena,a la búsqueda de un cumplimiento humano: sed de verdad, que parte de la curiosidad para

    48 Cf. Gal 6, 11-17.49 Cf. Jn 5, 17.

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    adentrarse en el enigma misterioso de la búsqueda; sed de felicidad que parte del instintoy luego se dilata hasta aquella concreción digna que es el trabajo, concreción que por símisma salva al instinto, que de otro modo se corrompería en un falso y efímero aliento.Es este corazón el que mueve a toda persona, en cualquier empresa que realice. Toda lavida está dictada por esta lógica: no existe ninguna otra fuente de energía que nos permita

    y nos capacite más que ésta a tener cuidado del trabajo en el cual nos comprometemos,hasta en sus más mínimos detalles.Al «corazón» del hombre lo llamamos «sentido religioso»: esa sed de felicidad y deverdad que se dirige hacia el bien último, hacia el significado total, que sobrepasa nuestracapacidad de imaginación y de definición. Una sed que es también la razón de ser de todaacción: el sentido religioso es el vértice de la razón, porque la razón es consciencia de larealidad según la totalidad de sus factores.Ahora bien, la sociedad no satisface la totalidad de nuestros factores: no somos sólo elengranaje de un mecanismo o los ladrillos del edificio social. No nos agotamos en elobjetivo social.El trabajo debe servir además para alcanzar la verdad y la felicidad, el trabajo debe estar

    en función de la felicidad, a la que el hombre aspira personalmente. En este sentido esque la Encíclica  Laborem exercens  afirma que el objetivo del trabajo no es el trabajomismo, sino el hombre50.Por ello es justo decir que «una obra», en el fondo, es una plegaria abierta al sentidoreligioso de quien tiene fe y de quien no la tiene, porque el sentido religioso, tal y comolo hemos descrito, está en cualquiera.

    2) ¿Cómo es posible que el hombre sostenga este corazón frente al cosmos y, sobre todo,frente a la sociedad? ¿Cómo puede hacer el hombre para sostenerse en una positividad yen un último optimismo (porque sin optimismo no se puede actuar )? La respuesta es: nosolo, sino involucrando consigo a otros. Estableciendo una amistad operativa(convivencia, compañía, movimiento), o sea, una más amplia asociación de energías basada sobre un reconocimiento recíproco. Esta compañía es tanto más consistentecuanto más la razón por la que nace es permanente y estable. Una amistad que nacealrededor de un interés económico, tiene la duración de su utilidad. En cambio unacompañía, un movimiento, que nazca de la intuición de que el objetivo de una empresasobrepasa los términos de la empresa misma, y que ella es un intento de responder a algomucho más grande –un movimiento que nazca de la percepción de aquel corazón quetenemos en común y que nos define como hombres–, establece una «pertenencia».Cristo ha establecido en la historia la pertenencia a una realidad en la que la suprema preocupación es aquella del destino, de ese destino que permite la aparición de unainiciativa humana desde su verdadero origen: la Iglesia.En su discurso en el «Meeting» de Rímini (29 de agosto de1982), Juan Pablo II dijo queel objetivo de la Iglesia es construir «una civilización de la verdad y del amor»51. Se tratade un objetivo que también es terreno, porque la documentación de una humanidad mejoren el tiempo y en la historia es lo que nos permite entender la presencia en la mismahistoria de un factor que la supera.

    50 JUAN PABLO II: Laborem exercens, Carta encíclica del 14 de septiembre de 1981, en «La traccia»,(1981), 514ss.51 JUAN PABLO II: Cristo è la più grande «risorsa» dell’uomo, cit., 987.

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    Este es precisamente el concepto evangélico de milagro: milagro es una humanidad queno se habría podido realizar como resultado de un proyecto o de una operación. No porque sea el cumplimiento definitivo (que está al final), sino porque es un anticipo deaquello ya ahora.El cristianismo ve en este mundo el anticipo del paraíso; anticipo que consiste en una

    humanidad que se vuelve mejor, en donde la hipótesis cristiana es aceptada y realizada.En vastos sectores de la Iglesia todo esto es olvidado (si no es que incluso se niegateóricamente). Tal situación pone todavía más en evidencia el valor de los movimientos,o sea, de esos lugares que tienden a dilatarse, y en los cuales el valor humano e históricode Cristo y de su Iglesia es tomado en serio («Quien me sigue, tendrá la vida eterna y elciento por uno aquí»)52.La Compañía de las Obras es la expresión de uno de estos ámbitos.La experiencia originaria del hombre tiende, pues, a un reconocimiento social. Por ello,no es ninguna casualidad que Juan XXIII en la  Mater et magistra  coloque entre losderechos fundamentales del hombre el derecho a la libertad de asociación53. De lo que sesigue que, tanto en el ámbito del Estado como en el de la Iglesia, todo intento de limitar

    la libertad de asociación es una tiranía. En cambio, la pertenencia a la Iglesia, a través deasociaciones, aumenta la libertad expresiva y operativa de los hombres.En la asociación, la libertad encuentra más espacio y seguridad: la libertad es una pertenencia en una actividad libre.Un cristianismo vivido genera un fermento operativo sin límites; que amplía el horizontede la espera humana.En un texto del Samizdat   (los textos clandestinos escritos bajo el régimen soviético) selee: «El único problema verdaderamente importante para los que creen, la salvación deCristo, no nos impide sentir la riqueza y la complejidad de la vida, pero la ilumina conuna nueva luz. Sólo una respuesta universal (a todos los problemas de la existencia) puede ser auténticamente cristiana. El pensamiento cristiano debe ser la voz de la plenaverdad de lo que vive cotidianamente».

    3) Un corolario. La libertad que nos permite movernos imaginativa y operativamente esuna cuestión de vida o muerte para una civilización: y lo es también para la democracia.La libertad de este espacio, el trabajo que nace desde el corazón y que se sostiene c