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9 De cenicienta de Sudamérica a metrópoli modernista 2 L os modestos cambios de la Caracas premetropolitana fueron comparados por el escritor venezolano Ramón Díaz Sánchez con una sinfonía de cuatro movimientos: al alegro fundacional sucedió el adagio de los Austria en la ciudad colonial; el siglo XVIII, por su parte, presenció el scherzo de los Borbones con su minué de En- ciclopedismo, en la diminuta Caracas de Bolívar. Esa primera sinfonía concluyó con el rondó de las reformas urbanas del presidente Antonio Guzmán Blanco, entre las décadas de 1870 y 1880 (Díaz Sánchez, 1954). A pesar de su cuestionable fidelidad musical, la imagen sinfónica de Ramón Díaz Sánchez ilustra la gran importancia conferida al episodio guzmancista en la historia caraqueña anterior a la metrópoli. Mientras los tres primeros movimientos corresponden a las prolongadas eras en la dominación política del país, los 18 años del guzmancismo (1870- 1888) bastaron para determinar un nuevo período en la evolución de la capital. Bajo la égida de Gran Bretaña y Francia, entre otras poten- cias emblemáticas del progresismo decimonónico, el ilustre americano fue quien quebró la inercia poscolonial de dependencia cultural con respecto a España, modernizando la cultura caraqueña con un nuevo 2 Algunos pasajes de esta sección se apoyan en Almandoz (2006: 11-17). Introducción: Caracas, entre la ciudad guzmancista y la metrópoli revolucionaria Arturo Almandoz * * Es profesor titular de la Universidad Simón Bolívar (USB) de Venezuela, sede Caracas. También es titular adjunto de la Universidad Católica de Chile, sede Santiago. Dirección electrónica: [email protected].

Caracas entre la ciudad guzmancista y la metrpoli revolucionaria

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Introducción. Arturo Almandoz

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9De cenicienta de Sudamrica a metrpoli modernista2LosmodestoscambiosdelaCaracaspremetropolitanafueron comparadosporelescritorvenezolanoRamnDazSnchez con una sinfona de cuatro movimientos: al alegro fundacional sucedi el adagio de los Austria en la ciudad colonial; el siglo XVIII, por su parte, presenci el scherzo de los Borbones con su minu de En-ciclopedismo, en la diminuta Caracas de Bolvar. Esa primera sinfona concluy con el rond de las reformas urbanas del presidente Antonio Guzmn Blanco, entre las dcadas de 1870 y 1880 (Daz Snchez, 1954). A pesar de su cuestionable delidad musical, la imagen sinfnica de Ramn Daz Snchez ilustra la gran importancia conferida al episodio guzmancista en la historia caraquea anterior a la metrpoli. Mientras los tres primeros movimientos corresponden a las prolongadas eras en ladominacinpolticadelpas,los18aosdelguzmancismo(1870-1888) bastaron para determinar un nuevo perodo en la evolucin de la capital. Bajo la gida de Gran Bretaa y Francia, entre otras poten-cias emblemticas del progresismo decimonnico, el ilustre americano fuequienquebrlainerciaposcolonialdedependenciaculturalcon respectoaEspaa,modernizandolaculturacaraqueaconunnuevo 2 Algunos pasajes de esta seccin se apoyan en Almandoz (2006: 11-17).Introduccin: Caracas, entre la ciudad guzmancista y la metrpoli revolucionariaArturo Almandoz** Es profesor titular de la Universidad Simn Bolvar (USB) de Venezuela, sede Caracas. Tambin es titular adjunto de la Universidad Catlica de Chile, sede Santiago. Direccin electrnica: [email protected] ALMANDOZ10aparatourbanoimportadodesdeEuropa,especialmentedelParsdel Segundo Imperio. Aunque pueda ser visto como el afrancesado rond de la sinfona espaola de Caracas, el guzmancismo constituy el pri-mermovimientodeunperodoeuropeizadoenlahistoriacapitalina de nales del siglo XIX. No obstante la idea de una nueva era urbana inaugurada por el europesmo guzmancista (Daz Snchez, 1954: 23-27) fue esbozada tambin por otros cronistas caraqueos. Desde un punto de vista socioeconmico, Mariano Picn Salas de-ni ese perodo como el de la ciudad plutocrtica, para resaltar el predominio de la oligarqua terrateniente y comercial, principalmente cafetera,cuyopoderselegitimabaenlaagriculturaquediosustento al pas hasta mediados de los aos veinte (Picn Salas, 1951: 136-139). Respetando las diferencias de escala, esa capital plutocrtica de la Vene-zuela prepetrolera puede entonces considerarse equivalente a la ciudad burguesa, para utilizar as la denominacin de Jos Luis Romero (1984) de forma que englobe otros casos latinoamericanos con mayor base y dinamismo comercial e industrial. Poniendodeladolasreminiscenciasdenumerososcronistasdela Bella poca3, los pensadores venezolanos difundieron tradicionalmente que Caracas permaneci dormida durante las prolongadas dictaduras de Cipriano Castro (1899-1908) y Juan Vicente Gmez (1908-1935); este malentendido fue asumido tambin por reconocidos historiadores de la ciudad4. Sin embargo, y tal como plantean los textos de Gonzlez Casas (2002)yDembo,RosasyGonzlez(2004),recogidosenestelibro, esa capital modesta y rezagada experiment reformas sanitarias, habita-cionales y de infraestructura que preguraron cambios de la dinmica petrolera y urbana por venir.3 Esa dilatada nocin de la Bella poca en tanto perodo de inuencia parisina y europea, contrapuesta a los Aos Locos, de penetracin yanqui, puede verse, entre muchos otros, en Garca de la Concha (1962: 229), Schael (1966: 196-197) y Muoz (1972: 9).4 Vanse,porejemplo,pensadorescomoMijares(1975:55)yUslarPietri(1969:165). Entre las historias de la ciudad que reprodujeron esa idea estn las de Arellano Moreno (1972) y Polanco Alcntara (1983).INTRODUCCIN: CARACAS, ENTRE LA CIUDAD GUZMANCISTA Y LA METRPOLI REVOLUCIONARIA11El oscurantismo atribuido a la Caracas de Gmez termin con la re-novacin democrtica de la prspera capital de Eleazar Lpez Contreras (1936-1941),epitomadaenelPlanMonumentaldeCaracas(PMC), dirigido por el ingeniero francs Maurice Rotival a nales de los aos treinta. Ademsdeloseclcticosecosdeldiseoalestilodelbarn Haussmann, los diversos componentes del urbanismo colonial galo se incluan en el tambin llamado Plan Rotival, cuyo inters estriba hoy ms en su contenido terico que en sus propuestas, la mayora de las cuales no se llev a cabo (Almandoz, 2006; Gonzlez Casas, 2002). Al ser criticado por su eclecticismo arquitectnico y morfolgico, el PMC fue puesto en perspectiva con los posteriores desarrollo y modernidad delaCaracasmetropolitana,loscualessupuestamenteescaparonala miopadeRotival,aquienselerecriminasutrasnochadasujecina los formalismos decimonnicos del urbanismo francs (Zawisza, 1989; Vallmitjana et l., 1991).Ademsdeservistocomoeltmidocomienzodelmodernour-banismo venezolano, el PMC tambin ha sido sealado como un mo-mentodecisivoeneldestinocaraqueo.Estaesunaperspectivaque requiere amplitud en la visin histrica y poltica, la cual solo fue al-canzada por los intelectuales venezolanos que presenciaron el arribo de los urbanistas franceses, pues saban que el PMC representaba una gran oportunidad para que Caracas tuviera un crecimiento menos abrupto y un urbanismo ms orgnico y balanceado, como el de algunas capitales latinoamericanas. Hasta ese punto lleg la tentativa y la posibilidad de asegurarle un porvenir urbano digno a Caracas (Uslar Pietri, 1991: 8), segn la sentencia del humanista Arturo Uslar Pietri, surgida al prologar la revisin nisecular sobre el Plan Rotival y la ciudad que no pudo ser. Con el progresista pero represivo rgimen de Marcos Prez Jim-nez(1952-1958),Caracasseconvirtienunodelosescenariosms representativos y contrastantes de segregacin socioespacial y funcional, pues la avalancha de carros penetr la capital del oro negro a lo largo de avenidas y autopistas que atravesaban la indetenible masa de quintas lu-josas, superbloques diseados por Villanueva y rancheras de inmigran-tes (Almandoz, 2004: 119-126). Por aquellos aos en que la Comisin ARTURO ALMANDOZ12Nacional de Urbanismo (CNU) dise el Plano Regulador (1951), de fuerte inuencia modernista, Caracas emergi como metrpoli sbi-ta en Latinoamrica, segn el planicador californiano Francis Violich, asesor de la CNU, Jos Luis Sert y el mismo Rotival, entre otros (Vio-lich, 1975; Almandoz, 2004). Y as, despus de permanecer como capital de tercera hasta las primeras dcadas del siglo XX, la bonanza petrolera catalizunexplosivocrecimientoquemetamorfosealaotrorace-nicienta de Sudamrica en una urbe novedosa en apariencia, con una modernidad edilicia comparable a la de Brasilia y cruzada por autopistas querivalizabanconlasdeLosngeles,almenosparalosextranjeros que entonces admiraban el milagro venezolano (por ejemplo, Bailey y Nasatir, 1960; Violich, 1975).Gran Venezuela, Viernes Negro y Caracazo5Perolospiesdebarrodeesa ciudadvitrina,comoladenominara Rmulo Betancourt (1958) a su regreso del exilio tras la cada de Prez Jimnez, saltaban a la vista al ser contemplados desde adentro de aquel pas en supuesto despegue econmico, segn la teora desarrollista de Walt Whitman Rostow (1971). A partir de la falta de inversin metro-politana en la democracia reinstaurada, reaccin miope contra la dicta-dura, y pasando por la intensa migracin rural-urbana y el agotamiento de la industrializacin incipiente hasta el colapso del Estado corporativo entre algunas de las razones que se desprenden de los anlisis de Ne-grn (2001) y Fossi Belloso (1989) en este volumen, la modernidad caraqueasetornaramsdramticaycontrastanteenlasdcadasde la llamada democracia de Puntojo6, cuando la dscola metrpoli se satur de rascacielos y centros comerciales, suburbios de clase media y 5 Vase Almandoz (2007).6 El pacto de Puntojo fue un acuerdo poltico suscrito en 1958 por Accin Democrtica (AD) y otros partidos polticos al caer la dictadura de Prez Jimnez. En l anteponan la preservacin de la democracia a sus diferencias ideolgicas y electorales. INTRODUCCIN: CARACAS, ENTRE LA CIUDAD GUZMANCISTA Y LA METRPOLI REVOLUCIONARIA13barriosderanchosqueentraranenconictoalterminarlabonanza econmica de la que haban surgido. Los espejismos de riqueza fcil deslumbraron a nacionales y extran-jerosporigual. Ademsdelainmigracincampesinaquecomenza hacerse presente en Caracas desde la irrupcin petrolera de los treinta, decenas de miles de espaoles, portugueses, italianos y centroeuropeos, ascomoturcosyrabesdelfenecidoImperiootomano,acentuaron ycolorearonladinmicayelcosmopolitismodeaquellametrpoli sbita y bablica, motorizada y dispendiosa. En trminos de diversidad socioespacial,barrioscomoLaCandelaria,SabanaGrandeyChacao absorbieron a muchos de los musies7 y paletos, quienes medraron rpi-damente en las ms variadas empresas, desde las constructoras italianas que cimentaron el furor edilicio de la autocracia perezjimenista, pasan-do por los grandes proyectos industriales de la Gran Venezuela con el primergobiernodeCarlos AndrsPrez(CAP,1974-1978),hastalas ms tradicionales pero mutadas formas del comercio, incluyendo las bo-degas y panaderas regentadas por espaoles y portugueses. Esa inmigra-cin europea, predominante hasta los sesenta, dio paso a incontrolados contingentes andinos y caribeos en los setenta, empujados por las crisis latinoamericanasquecontrastabanconlaboyante Venezuelasaudita8. Muchos de estos engrosaron un sector informal y subempleado que ya haba cebado a la migracin campesina. En trminos de estructura urbana, los escasos atributos del casco his-trico en tanto distrito de espacios pblicos se debilitaron an ms con el crecimiento hacia el este, propuesto en el Plan Rotival, as como con la creacin de la avenida Bolvar y otros grandes corredores comerciales enlasdcadassiguientes.ConelmodernismoalestilodelosCon-gresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM), inspiradores del Plano Regulador, la centralidad caraquea se desdobl en mltiples nodos segn las diferentes funciones urbanas: el casco cvico-histrico; 7Eltrminomusiconnotaalextranjeronorteamericanoyeuropeoengeneral,pero sobre todo a quienes inmigraron tras la segunda posguerra.8 El adjetivo saudita se aplica generalmente en Venezuela para connotar el perodo de bonanza petrolera del pas entre los aos setenta y ochenta.ARTURO ALMANDOZ14la plaza Venezuela, de pequeos rascacielos; el Chacato comercial y de transbordos; las torres del Parque Central gubernamental, que sucedie-ronenlossetentaaesasuertedeRockefellerCenterquehabasido desde los cincuenta el Centro Simn Bolvar; todo esto antes de la consolidacin de Chuao, hacia el sureste, en tanto distrito de ocinas y corporaciones. Tal despliegue de segregacin funcionalista y comunicacin expresa, apoyadasobreunagrantenenciavehicularprivada,causprofundas fracturas espaciales y sociales. Por esto, la Caracas esnobista de los sesen-tay 70 creci sin prestar mayor atencin a los circuitos peatonales y de transporte pblico, y desconoci as la esencial necesidad de vida pblica en plazas, calles y aceras y ocasion las funestas condiciones ambientales y de movilidad que Chacn (2005) y Mund Tejada (2007) describen en los anlisis que constan en este volumen. Al mismo tiempo, el patrn suburbanodedispersindelasfuncionescomercialesllevaprivile-giar, antes que en cualquier otra urbe latinoamericana, el valor de los centros comerciales provenientes de Norteamrica. Desde el psicod-lico pero sobrio Chacato, emblema de la bohemia entre consumista y contracultural de los sesenta, muchos shoppings zonales y metropolitanos aanzaron en las dcadas siguientes el culto al nuevo rico, ms saudita que cosmopolita. El ms faranico templo de ese culto fue el Centro Ciudad Comercial Tamanaco (CCCT), consagrado en la Caracas disco que se deslizaba al Viernes Negro de febrero de 1983, cuando la longeva fortaleza del bolvar frente al dlar comenz a derrumbarse. Antesdelainauguracindelmetroen1983,lainfraestructurade circulacindelasgrandesavenidas,ascomolazonicacincomer-cial y residencial, reejaba en general una segregacin entre la Caracas burguesaysifrinadelesteparautilizarunvenezolanismodemarras que connota todava nueva rica y la ciudad del oeste, ms popular y obrera(Mund Tejada,2007).Sinembargo,convienerecordarque,a diferencia de otras capitales latinoamericanas marcadas por una segre-gacinsocioespacialhemisfricayantagnica,losbarriosderanchos siempreestuvieronyuxtapuestoseintercaladosentrelossectoresfor-males y consolidados de la capital venezolana, como tambin ocurre en INTRODUCCIN: CARACAS, ENTRE LA CIUDAD GUZMANCISTA Y LA METRPOLI REVOLUCIONARIA15Ro de Janeiro, debido en ambos casos a restricciones topogrcas. De esta manera, este y oeste eran hemisferios entreverados que compartan imaginarios urbanos, hasta que la bonanza se agot con el Viernes Ne-gro y las fracturas aoraron, sobre todo a nales de la dcada, tal como lo ilustran los anlisis de Garca-Guadilla (1994) y Rosas Meza (2009). Adems de la ilusin de armona social que hasta entonces envolva al pas, los espejismos capitalinos no solo reejaban la confusin entre consumismo y desarrollo tan profundamente arraigada hasta hoy en la idiosincrasia venezolana, sino tambin la apariencia de una inversin suciente,queenbuenaparteeradeiniciativaprivada,peroqueno alcanzaba a renovar la infraestructura pblica para vivienda y servicios urbanos, tal como demuestra en este libro Fossi Belloso. Aparte del me-tro y del teatro Teresa Carreo, inaugurados en el festivo frenes del bi-centenario de Bolvar, la Gran Caracas no conoci mayores inversiones pblicas en el resto de la dcada de 1980. Con un acelerado deterioro desde entonces, las torres de Parque Central las ms altas de Latinoa-mrica por un tiempotrocaron de smbolo de progreso y bonanza de la Gran Venezuela a mostrenco maniesto de la desinversin urbana que siguiera al Viernes Negro. Fue un destino que tambin haban sufrido muchas de las avenidas y autopistas perezjimenistas desde la restauracin democrtica del 58, en parte como consecuencia de la tozudez de los regmenes empeados en desconocer la realidad de un pas urbanizado en ms del 75% y con uno de los patrones de ocupacin ms concen-trados de Amrica Latina (Negrn, 2001). As, con la notable excepcin del metro y algunos de los espacios pblicosqueaquelpermitirenovardeCatiaeneloesteaSabana Grande en el este, la otrora Caracas modernista y saudita era, para nes de aquellos ochenta heredera del Viernes Negro, una urbe de contrastes socioespacialesymodernidadobsolescente.Sugastadainfraestructura delatabanosolosucondicindemetrpolidel TercerMundo,sino tambin el agotamiento de un Estado rentista y del bipartidismo polti-co que se haba cimentado al establecimiento de Puntojo. La hasta entonces pacca dualidad de la capital venezolana cambi despus del Caracazo de 1989, cuando buena parte de la poblacin de ARTURO ALMANDOZ16los cerros marginales baj a saquear la ciudad consolidada, despus de las austeras medidas promulgadas por el gobierno neoliberal del segun-doCAP(1989-1993). Anunciandoelndeladenostadademocracia bipartidista, en la que AD y el Comit de Organizacin Poltica Elec-toral Independiente (Copei) haban hecho uso alternado e ineciente de la ingente renta petrolera, el Caracazo adeclar al mismo tiempo la irrupcin en la arena pblica de actores sociales excluidos del clientelis-mo partidista y removi la lucha de clases en una sociedad en la que el oro negro la haba escamoteado, a pesar de que la pobreza crtica frisaba ya el 40% (Garca-Guadilla, 1994: 63). El Caracazo tambin aceler va-rios y distorsionados efectos en la estructura y dinmica urbanas, como la colonizacin de espacios pblicos por parte de buhoneros y dems actividades informales (Chacn, 2005), que se apoderaron de las zonas que el metro haba peatonalizado haca menos de una dcada, de Catia a Sabana Grande. Si bien muchas de las ciudades venezolanas se beneciaron del pro-ceso de descentralizacin administrativa de nales de la dcada de 1980, este fue consumido en la capital por los sucesivos efectos de revueltas populares,ascomoporlacristalizacindela ciudadviolentaque, despusdela masicadadeRomero(1984),ubicaGonzlez Tllez (2005: 107-116) por esos aos en el ya turbulento contexto nacional. Losescasosintentosderenovacinespacialestimuladosdesdeeldes-centralizado mbito municipal con Chacao como mejor exponente fueron desbordados por las plagas de la delincuencia y la inseguridad, que han infestado la vida pblica en las grandes ciudades venezolanas y llevado a inusitadas formas de segregacin blindada. Esto se ha mani-festado desde entonces tal como ilustra Garca-Guadilla en este volu-men, ora en las urbanizaciones de clase media y alta del este y sureste, decasasenrejadasyaccesoscontroladosagatedcommunitiesofeudos urbanos,oraenelrenovadoprotagonismodelcentrocomercial,que se ha tornado el nico refugio seguro en medio de calles tomadas por la inseguridad, la buhonera y la basura. Para nales de los noventa, la inauguracin del centro comercial Sambil el de mayor rea de cons-truccinenLatinoamricaycuyoprototipohasidorepetidoincluso INTRODUCCIN: CARACAS, ENTRE LA CIUDAD GUZMANCISTA Y LA METRPOLI REVOLUCIONARIA17comoparquetemticoenlasgrandesciudadesvenezolanas,seguido de El Recreo y Toln, conrma que la segregacin comercial caraque-a absorbe funciones que en otras capitales tienen todava lugar en el espacio pblico. Despus de 1992: Urbe violenta e insurgenteEstallado a pocos das de la suntuosa toma de posesin de Prez en fe-brero de 1989, el Caracazo pregur la agona de la Cuarta Repblica a lo largo de los aos noventa (Sanoja, 2004), cuando muchos de esos conictos y contradicciones se desahogaron por va institucional, mili-tar o subversiva. Mientras CAP II regresaba de un encuentro de lderes neoliberales en Davos, Suiza, los conjurados del ejrcito intentaron per-petrar, en la madrugada del 4 de febrero de 1992, un golpe de Estado desde los cuarteles de Maracay, Valencia y Maracaibo. Sin embargo, el teniente coronel Hugo Chvez no logr completar la toma del palacio deMiraoresenlacapital. Alaparecer,esamaanaantelascmaras televisivas reconociendo que no haba podido cumplir por ahora sus objetivos militares, el comandante Chvez se perl como protagonista de los cambios por venir, mientras la audiencia trasnochada, como hace notar Arriz Lucca, observaba con estupor y hasta con admiracin a un hombre que se haca responsable por su fracaso, cosa infrecuente en la vida pblica venezolana de entonces (Arriz Lucca, 2007: 195). Mien-tras la economa venezolana creca cerca del 10% para nales de aquel ao aciago (1992), los caraqueos tuvimos que presenciar, en la madru-gada del 27 de noviembre, una segunda asonada golpista, perpetrada esta vez por militares de la aviacin. La separacin de CAP del ejecutivo por causa de la partida secreta de 250 millones de bolvares insignicante en comparacin con otros escndalos posteriores fue acaso la estocada nal del vilipendiado statu quo de Puntojo, que curiosamente Rafael Caldera hubo de cerrar en su segunda presidencia (1994-1999), a pesar dehabersidoprotagonistarmantedelpactooriginalydueodela quinta caraquea que le diera nombre (Arriz Lucca, 2007: 197-200).ARTURO ALMANDOZ18Aldecirde TulioHernndez,elCaracazoesun acontecimiento realengo que ha trascendido tanto las interpretaciones simplistas y elu-sivas de los partidos tradicionales como las ideologizadas de la historia bolivariana posterior. Por un lado, en la temprana resaca del gobierno de CAP, aquel acontecimiento tan complejo fue minimizado, obviado y soslayado con tal de seguir a pie juntillas el plan de ajustes econmicos quesehabaconcebidocomopanaceanacional(Hernndez,2007); su incomprensin y obliteracin por parte de polticos que semejaban avestruces o dinosaurios fue la evidencia incontestable de que AD y Copei,ytodaslaslitesqueloscircundabanysenutranparasitaria-mente de su poder, ya no estaban entendiendo nada de lo que ocurra en el pas (Hernndez, 2007). Pero, por otro lado y postreramente, la interpretacin de la metodologa bolivariana, segn la cual el Cara-cazo era un anuncio teleolgico de las asonadas golpistas de 1992, ha probadoser uninmensosubterfugiodramatrgicoparaencontrarles justicacin moral a las razones por las cuales una logia emprendi el fallido golpe de Estado del 4 de febrero de 1992 (Hernndez, 2007).Ms all de la interpretacin que se tome, lo cierto es que, a partir del Caracazo y especialmente despus de las revueltas militares, se vivi en la paranoia de los rumores de toda especie, divulgados la mayor parte de ellos por sectores que comenzaron a invocar las charreteras y mirar aloscuartelescomopanaceanoexentaderomanticismoynostalgia por la ya mtica dcada de Prez Jimnez, sin percatarse ni avizorar que el militarismo latinoamericano tiene rostros menos progresistas y ms aviesos. Mientras las lites polticas y sociales se desplomaban y cunda una ebre reformista (Romero, 1999: 90-95), despus del Caracazo el sistema poltico se volatiliz y cualquier cambio brusco fue posible, lo que reinici la poltica de la calle (Gonzlez Tllez, 2005: 110-111), quenoseveadesdelosaossesenta,dominadosporlaguerrilla. Y, paralelamente, la espiral de violencia criminal en las ciudades venezola-nas en especial el homicidio con armas de fuego, que aument en un 500% entre 1989 y 1999 tuvo en Caracas su escenario protagnico y apocalptico, y despleg un catlogo delincuencial que ha congurado una suerte de nueva urbanidad capitalina (Sanjun, 2000). INTRODUCCIN: CARACAS, ENTRE LA CIUDAD GUZMANCISTA Y LA METRPOLI REVOLUCIONARIA19Sumado a males nacionales como el agotamiento del Estado rentista y del bipartidismo desgastado, la criminalidad urbana termin de abo-nar el terreno para el arribo al poder de Hugo Chvez en 1999, cuyo rgimenhasabidocapitalizarelautoritarismoque,comoclamabala violenta ciudad, deba seguir al Caracazo. Los resultados de su gobierno son polmicos en cuanto a su democracia participativa y claramente decitarios respecto al mantenimiento capitalino, cuyo deterioro se evi-dencia en variables ambientales como las que ilustra Chacn (2005), as como en la falta de inversin en transporte, servicios pblicos y vivienda, tal como es detectado por Mund Tejada (2007) y Rosas Meza (2009). A pesar de las proclamas igualitarias del rgimen, la Caracas del cha-vismo ha acentuado sus segregaciones y fracturas, en buena parte como consecuenciadelainestabilidadpoltica,quealcanzsuspicosentre losabrilesde2002y2003,caracterizadosporenfrentamientosentre faccionesopositorasyocialistasenespaciospblicostradicionalese inusitados.ComoilustranIrazbalyFoley(2008)enestelibro,desde las plazas locales y metropolitanas hasta las urbanizaciones y autopistas, algunas de esas goras improvisadas cobraron nuevos signicados al ser tomadasporlosbandos,peroacabarandebilitndoseentrminosde valores cvicos. Ms all de la inestabilidad poltica, a niveles ms pro-fundos y estructurales, la resentida retrica chavista ha atizado la lucha de clases, latente y preterida, pero sobrellevada por la democracia repre-sentativa de Punto Fijo, y con ello ha retrotrado a Caracas y a Venezuela toda a la inamada antinomia entre oeste pobre y este rico, ahora con una renovada artillera de conictividad y violencia, integralmente ana-lizada por Garca-Guadilla en este volumen. Como capital de un gobierno que pretende fortalecer ejes interur-banos y uviales paralelos al centro-norte costero, pero que desarrolla alavezpolticaspopulistastendentes,porejemplo,aunasaturacin vehicular comparable a la de la Caracas saudita, con niveles de servicio vial que estn ahora entre los ms bajos del continente (Mund Tejada, 2007), es difcil seguir asegurando el supuesto carcter antiurbano de la Revolucin bolivariana. La lobreguez citadina del chavismo ha sido principalmentedenunciadaentrminosdelimaginarioruralquese ARTURO ALMANDOZ20hatradoalcentromismodeCaracasconconucosygallinerosque colindan ahora con una de las chamuscadas torres del Parque Central y rastreada en las mercaderas insalubres y piratas que han colonizado espaciospeatonales,loqueconvierteaCaracasencapitallatinoame-ricanadelabuhoneraylabasura(Negrn,2004).Sinembargo,con susnuevoscentroscomerciales,trenesdecercanasyextensionesdel metro, puede decirse que la enrojecida capital se debate ante un doble discursoocialsobrelourbano,expansivoypunitivoalavez,como acaso conocieron, mutatis mutandis y en las antpodas, la Berln de Speer y la Pekn de Mao. Blandiendo el rojo ocialista con una ferocidad que en la historia del caudillismo latinoamericano hace pensar en Juan Manuel de Rosas y su mazorca policial, las huestes milicianas y las vallas rojas, que ahora campean en Caracas bajo el patronato del Che Guevara y otros santos revolucionarios, completan el tapiz anacrnico y populista de una ciu-dadapocalpticaperoauroralalmismotiempo,porqueproclamaser meca del socialismo del siglo XXI9. La estrafalaria rojez de esa capital insurgente, ensangrentada tambin por las cifras de criminalidad ram-panteeimpune,permiteatribuirleesecolorcomopredominante,as como explicarla y entenderla a travs de la segregacin y la violencia, la obsolescencia y el tercermundismo, distintivos todos de la sbita me-trpoli modernista de otrora trocada hoy en revolucionaria meca roja. Sobre la estructura del libro y los textos compiladosPartiendo de ese imaginario histrico y poltico, social y urbano que he tratado de resumir, sobre todo pensando en el lector forneo, los textos de este volumen ilustran ese ciclo de cambios de la metrpoli caraquea, tal como queda claro en las referencias hechas en esta introduccin, con nfasis en los componentes actuales para la ltima etapa. Para reforzar la perspectiva histrica de ese estadio metropolitano aunque estn consi-9 Tomando una imagen del New York Times citada en el artculo de Irazbal y Foley.INTRODUCCIN: CARACAS, ENTRE LA CIUDAD GUZMANCISTA Y LA METRPOLI REVOLUCIONARIA21derados en algunos captulos la era colonial y los inicios republicanos, seofrecentrespartesquerecogenelprocesodecambio:seabrecon Lorenzo Gonzlez Casas, cuyo captulo conecta las modicaciones del episodio guzmancista sobre la achatada trama colonial y, despus de pa-searse por el higienismo de entre siglos, se cierra con la metrpoli sbita que result de la bonanza petrolera y los primeros planes urbanos. En la parte inicial se recoge tambin el texto de Nancy Dembo, Jos Rosas e Ivn Gonzlez, el cual, sobre un prolijo manejo de fuentes cartogrcas, comoenGonzlezCasas,alcanzaunaaproximacininterdisciplinaria a ese primer modernismo que revisti la mutacin metropolitana. Un brevecaptulodemiautoraintentaencuadraresastransformaciones en el marco poltico del Nuevo Ideal Nacional de Prez Jimnez y las instituciones y tendencias del urbanismo funcionalista. Aunquecentradosenlametrpolicaraquea,loscaptulosdela segunda parte ofrecen cierto alcance nacional, para poner en contexto las implicaciones de la capitalidad a lo largo del siglo XX, especialmente eneldispendiosoperododela Venezuelasauditaquetranscurrien lademocraciarepresentativadePuntojo.Estoscaptulosabordanla primaca demogrca y territorial con respecto al sistema de ciudades y los modelos econmicos como lo hace Marco Negrn, pasan por las polticas pblicas y la inversin en servicios y vivienda como en el captulo de Vctor Fossi Belloso y llegan hasta la segregacin espacial y social capitalina, actualizada suerte del Chicago de marras tal como loanalizaexhaustivamenteMaraPilarGarca-Guadilla.Publicados originalmente desde nales de los ochenta, en la puesta en perspectiva que siguiera al Caracazo, estos textos han sido revisados y actualizados porsusautorescomocasitodoslosdellibroparaconectarseasi-mismoconelciclodecambiospolticosdeentresiglos.Estoresulta especialmente claro en el texto de Garca-Guadilla, cuya actualizacin sirve para conectar esta perspectiva histrica con la acelerada dinmica metropolitana del socialismo del siglo XXI. Sibienmantienenlaperspectivahistrica,sobretodoapartirde las asonadas golpistas de 1992, los artculos de la ltima parte ofrecen un corte ms contemporneo, funcional y transversal para entender la ARTURO ALMANDOZ22Caracas decitaria de hoy. Los componentes considerados incluyen el deterioroylasdiferenciasambientalesentrezonas,enelcaptulode Chacn; los problemas de movilidad y transporte pblico en medio de la inversin decitaria, segn el diagnstico de Josena Mund Tejada en su tesis doctoral; los mecanismos de construccin alternativa en la ciudadinformal,detectadosporIrisRosasMezacomoresultadode otro trabajo doctoral; y las manifestaciones y el signicado de la ciudad violentaquesurgitraselCaracazo,segnlacontinuacinquehace SilverioGonzlez TllezdelatipologadeJosLuisRomero(1984). Finalmente,sibienconciertacondescendenciahaciaelrgimencha-vista, los vertiginosos sucesos polticos de 2002 y 2003 son puestos en perspectiva por Irazbal y Foley en relacin al signicado y al imaginario internacional que ha alcanzado Caracas en tanto metrpoli insurgente y revolucionaria, nueva meca de las izquierdas opuestas al liberalismo y la globalizacin.AdemsdereconocerlainvitacindepartedeOLACCHIpara compilarestevolumen,queremosexpresarunaspalabrasnalespara agradecer los permisos de reproduccin por parte de las revistas y edi-torialesoriginales,ascomolosesfuerzosdelosautoresalrevisarsus textos para esta antologa10. Esperamos que el lector pueda interesarse y disfrutar este libro dedicado a la metrpoli caraquea, a pesar de lo sbito y turbulento de sus cambios.10Sibienlostextosdeestevolumenhancambiadosignicativamenteconrespectoa susversionesoriginales,hepreferidomantenerlasreferenciasdeestasltimasenla bibliografa de esta introduccin, para que el lector pueda ubicar su procedencia. Esas referencias estn asimismo en notas a pie de pgina al inicio de cada captulo.INTRODUCCIN: CARACAS, ENTRE LA CIUDAD GUZMANCISTA Y LA METRPOLI REVOLUCIONARIA23BibliografaAlmandoz, Arturo(2004).Laciudadenelimaginariovenezolano.II:De 1936 a los pequeos seres. Caracas: Fundacin para la Cultura Urbana.Almandoz, Arturo(2006).UrbanismoeuropeoenCaracas(1870-1940). Caracas: Equinoccio/Fundacin para la Cultura Urbana.Almandoz, Arturo (2007). Itinerario segregado hacia la Caracas roja. TodaVa. Pensamiento y cultura en Amrica Latina, N. 17, revistatoda-via.com.ar (visitada el 26 de junio del 2012).Arellano Moreno, Antonio (1972). Caracas, su evolucin y su rgimen legal. Madrid: Edime. Arriz Lucca, Rafael (2007). Venezuela: 1830 a nuestros das. Breve historia poltica. Caracas: Alfa.Bailey, Helen M. y Abraham P. Nasatir (1960). Latin America. The develop-ment of its civilization. Londres: Constable & Co.Betancourt, Rmulo (1958). Posicin y doctrina. Caracas: Cordillera.Chacn, Rosa (2005). 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