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Universidad Nacional de Luján REPÚBLICA ARGENTINA Maestría en Ciencias Sociales con mención en Historia Social Seminario: “Reforma y crisis del Imperio español: experiencias de movilización política” Docente: RAÚL FRADKIN Maestrando: Miguel Eduardo Naistat 1

FORMA DE ACCIÓN POLITICA EN LA BUENOS AIRES REVOLUCIONARIA

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los sectores populares porteños durante la etapa revolucionaria y su papel en la lucha facciosa. El rol de los sectores subalternos y la existencia de una cultura política al respecto

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Page 1: FORMA DE ACCIÓN POLITICA EN LA BUENOS AIRES REVOLUCIONARIA

Universidad Nacional de Luján

REPÚBLICA ARGENTINA

Maestría en Ciencias Sociales con mención en Historia Social

Seminario: “Reforma y crisis del Imperio español: experiencias

de movilización política”

Docente: RAÚL FRADKIN

Maestrando: Miguel Eduardo Naistat

Trabajo final del Seminario:“FORMAS DE ACCIÓN COLECTIVA DE LA “PLEBE” URBANA

EN LA BUENOS AIRES REVOLUCIONARIA. Tradición, lucha facciosa y cultura política en la experiencia porteña, 1806 -1815

2008

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FORMAS DE ACCIÓN POLITICA DE LA “PLEBE” URBANA EN LA BUENOS AIRES REVOLUCIONARIA. Tradición, luchas facciosas y cultura política en la experiencia porteña, 1810 – 1815.

Por Miguel Naistat

“(…) ¿cuál es el uso que la elite política hace de su recién conquistado poder para redefinir su relación con los restantes sectores de la elite como con esos grupos populares

sin cuya acción no habría alcanzado a encumbrarse, pero con los cuales está a menudo poco dispuesta a compartir la gravitación que ha alcanzado? (…)”1

“(…) Para entender el papel de la gente subalterna en la historia, debemos descentrarnuestra visión en el proceso histórico. Para comprender la historia política desde abajo,

debemos descentrar nuestro concepto de la política. Para incorporar la complejidadde la conciencia y de las luchas locales a nuestro entendimiento de la formación del

estado, debemos descentrar nuestro concepto de estado. (…)”2

INTRODUCCIÓN El periodo abierto en mayo de 1810 que puso fin al dominio colonial, como se señala en una obra

fundamental de Tulio Halperin Donghi,3 se caracterizó por el conflicto y la ausencia de estabilidad política.

La seguidilla de gobiernos o ensayos políticos: Junta Provisoria, Junta Grande, Triunvirato y Directorio, sin

mencionar una Asamblea Constituyente, son la muestra que la normalidad institucional fue quebrada y

violentada con frecuencia, en un contexto donde la guerra revolucionaria y la movilización social se repitieron

tanto en el orden local como nacional.

En este contexto de “años revueltos” nos proponemos analizar las formas de acción colectiva de los

grupos subalternos de Buenos Aires, o también denominados “la plebe” o “el populacho”. En especial

analizaremos los que se denominó en algunos documentos de la época, como resalta Fabián Herrero,

“movimientos de pueblo” o también “tumultos de gentes”o “golpes de mano”, Este fenómeno puede ser

definido como “un levantamiento armado que, a veces logra reunir importantes sectores de la sociedad

(civiles y militares) y que tiene como uno de sus principales objetivos aunque no el único, la destitución de las

autoridades de poder”.4 El tumulto será visto y considerado como un practica política y núcleo de la cultura

política de los sectores de la plebe. Raúl Fradkin expone al respecto, que se trata de una típica acción

colectiva de las sociedades que conforman la monarquía hispana, un canal de intervención que resulta

decisivo para la configuración de una cultura política.5

La lucha política tiene dos dimensiones: Primero, un intento de resolver por parte de los

revolucionarios de mayo y sus seguidores, los conflictos que se producen de la coexistencia de una pluralidad

de cuerpos e instituciones heredados del periodo colonial y los nuevos, para ello lograr la legitimidad de

instaurar un sistema legal de división de poderes superador de los anteriores, esto como lo señalara Marcela

1 HALPERIN DONGHI, Tulio: Revolución y Guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla, Buenos Aires, siglo XXI,1979, p 11

2 MALLON, Florencia: Campesino y Nación. La construcción de México y Perú poscoloniales, México, Historia CIESAS, 2003, pp.83-843 HALPERIN DONGHI, Tulio: Revolución y Guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla, Buenos Aires, siglo XXI, 1979.

4 HERRERO, Fabián: Movimientos de Pueblo. La política en Buenos Aires luego de 1810, Buenos Aires, Ediciones Cooperativas, 2007, p. 19

5 FRADKIN, Raúl O., “Cultura política y acción colectiva en Buenos Aires (1806-1829): un ejercicio de exploración”, en Raúl O. FRADKIN (comp.), ¿Y el pueblo dónde está? Contribuciones para una historia popular de la revolución de independencia en el Río de la Plata, Buenos Aires, Prometeo Libros, en prensa. p.

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Ternavasio será toda una novedad.6 En segundo termino y paralelamente, el proceso de reacomodamiento de

las facciones elitistas tiene como componente la búsqueda de la adhesión activa o pasiva de los sectores

plebeyos. Esto es, la utilización de elementos existentes en una “caja de herramientas” de la cultura política

como la amenaza de un tumulto. Este será nuestro tema principal a desarrollar.

Nuestro espacio temporal será acotado al Primer Ciclo Revolucionario: 1810 - 1815, ya señalado por

anteriores historiadores.7 Fabián Herrero enfatiza que los movimientos de esta etapa fueron generalmente

exitosos, logrando su principal objetivo que era la caída de las autoridades cuestionadas y la instauración de

una nueva administración política. Tres puntos críticos serán parte de nuestro análisis: Abril y Septiembre

de1811, desplazamientos de los morenistas y el contragolpe de estos; la “revolución” de octubre de1812,

caída del Primer Triunvirato; y la caída del Directorio de Alvear en 1815.8 Igualmente para nuestro análisis

tomaremos algunos antecedentes como el proceso de abierto por las invasiones inglesas (1806 y 1807) que

derivó en la impugnación del Virrey Sobremonte por un tumulto, y los fusilamientos de Liniers y Álzaga,

héroes populares de la defensa de Buenos Aires.

Un objetivo secundario, pero no menos importante en nuestro análisis, será la posibilidad de

referenciar el proceso porteño-rioplatense con otros ocurridos tanto en la metrópoli del imperio como en el

mundo novohispano y el andino. Annick Lempériere opina que la historiografía reciente demuestra que las

guerras de independencia hispanoamericanas fueron resultado de un proceso revolucionario trasatlántico cuyo

punto de partida se encontraba en Europa, más precisamente en el vacío de poder creado, a partir de la

abdicación de Bayona. Este y otros autores insisten que los procesos no se pueden estudiar por separado por

tratarse de “un fenómeno histórico único, propio de un conjunto imperial multisecular en proceso de

desintegración”9

Para describir a nuestro principal actor social tomaremos las definiciones de plebe que trabaja

Gabriel Di Meglio. Debemos entonces considerar como parte de la plebe a casi la totalidad de los no

considerados blancos (negros, pardos, trigueños) y a los blancos que no pueden utilizar o no se los reconoce

con el apelativo de Don o Doña. Era el sector más bajo de la sociedad porteña, un grupo sumamente muy

heterogéneo, multiocupacional y multiétnico, e internamente jerarquizado, donde por ejemplo las mujeres

estaban subordinadas a sus padres o a sus maridos. Todos los que compartían una posición subalterna en la

sociedad por su color, su ocupación, su falta de “respetabilidad”, su pobreza material, su situación de

dependencia, su imposibilidad de acceso a las áreas de decisión política, su analfabetismo, los espacios

residenciales, los lugares de sociabilidad, la inestabilidad laboral, la movilidad espacial frecuente, y en

muchos casos la imposibilidad de formar un hogar. En definitiva un conjunto que muchos de la mayoría de

los autores consultados los encuentra actuando juntos desde su lugar en la sociedad, en los agitados momentos

de la revolución de mayo.10

6 TERNAVASIO, Marcela: Gobernar la revolución. Poderes en disputa en el Río de la Plata, 1810-1816, Buenos Aires, Siglo XXI, 20077 Nos alcanza con mencionar a dos: uno de ellos es Tulio Haperin Donghi en De la revolución de la independencia a la confederación rosista y el otro es Fabián Herrero en Movimientos de Pueblo. La política en Buenos Aires luego de 1810. 8 Fabián Herrero revisará para este ciclo tumultuario los diferentes componentes que los llevan a cabo y sus características. Ob. Cit. pp. 9 LEMPÉRIERE, Annick: “Revolución, guerra civil, guerra de independencia en el mundo hispánico 1808-1825 en Ayer N° 55, p. 16-1710DI MEGLIO, Gabriel: ¡Viva el bajo pueblo! La plebe urbana en Buenos Aires y la política entre la Revolución de Mayo y el rosismo (1810 – 1929), Buenos Aires, Prometeo, 2006. pp. 15 a 26. También este autor desliza una crítica a José Luis Romero que en su libro Latinoamérica. Las

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En los últimos años a la luz de nueva evidencia y nuevos trabajos, el estudio de las formas de acción

colectiva de estos sectores se ha visto renovada, un poco menos en el ámbito urbano. Historiadores como

Florencia Mallon opinan que para el caso de México, lo indígenas y campesinos han sido parte de las

grandes conflagraciones de la historia mexicana moderna (la independencia, la revolución liberal de Mora de

1855 y la revolución contra el porfiriato de 1910). La participación de estos fue más que como carne de

cañón, a pesar de lo que opinen algunos autores clásicos liberales. En estos hechos motivos como la tierra y la

justicia social son motores movilizadores de los sectores populares. Más que plantear una resistencia en una

crítica a James Scott, los sectores populares pasaran a la acción concreta.

Mallon también resalta que si bien esta participación popular fue determinante para el triunfo de los

movimientos revolucionarios, esta no se vio reflejada en la influencia de estos en las coaliciones que tomaron

el control del estado. Nuestra autora no considera útil la concepción de hegemonía como la creencia en, o la

incorporación de, la ideología dominante.11 Esta autora propone dos definiciones que enriquecen la

gransciana y no son excluyentes: en la primera, la Hegemonía debe pensarse como una serie de procesos

sociales – entrelazados – a través de los cuales se legitima, redefine y disputa el poder y el significado a todos

los niveles de la sociedad (acá se ve una lucha entre facciones); una segunda, plantea que la hegemonía es un

punto de llegada, resultado procesos hegemónicos que resultan en un acuerdo entre las fuerzas en pugna, un

equilibrio dinámico y precario (acá los lideres de un determinado grupo o coalición logran acumular un gran

apoyo y legitimidad frente a sus rivales). Se plasma en un proyecto social y moral común, que incluye

nociones de las culturas políticas tanto populares como de elite.12

La última opción del párrafo anterior es pertinente para el ciclo elegido para este informe. En él, las

facciones revolucionarias se imponen a las del orden colonial y posteriormente siguen sus disputas internas.

La construcción histórica de los “pactos de dominación” involucra a las clases subalternas como actores

concientes, más que como simples victimas o blancos de la acción. Las facciones elitistas saldaran sus

disputas buscando la adhesión activa o pasiva de los sectores plebeyos, como ya lo hemos afirmado más

arriba.

ANTECEDENTES Y NUEVAS EXPERIENCIAS

En el invierno de 1806 una fuerza expedicionaria inglesa de más de 1500 hombres, ocupa la capital del

virreinato, la ausencia de la mejor tropa que había partido a Montevideo y la huida del Virrey parecía coronar

con éxito el asalto, pero a su pesar la ciudad no les fue favorable. Di Meglio nos dice que la primera noticia

que este hecho tiene relación con la plebe es el bando de Beresford que reafirma la condición de los esclavos

ciudades y las ideas, dice que “nadie sabía quién era quién en los sectores medios y populares”11“La hegemonía en Gramsci tiene muchas formas y funciona en varios niveles. Describe el movimiento de lo económico-corporativo a lo político, de lo particular a lo universal (…). Hegemonía también significa la formulación progresiva de alianzas centradas alrededor de un grupo social dado. Un grupo es hegemónico en tanto que ejerce la dirección intelectual y moral sobre otros grupos convirtiendo estos últimos en sus aliados. (…)” en FONTANA, Benedetto: “Gramsci y el estado” en KANOUSSI, Dora (Comp.): Hegemonía, estado y sociedad civil en la globalización, México, Plaza y Valdez, 2001, pp. 18-1912MALLON, Florencia: Campesino y Nación. La construcción de México y Perú poscoloniales, México, Historia CIESAS, 2003, pp. 83-85

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como tales.13 Esto no habría sido una iniciativa de los ocupantes sino un pedido de miembros de la elite, como

Juan Martín de Pueyrredon, ya que con el arrío de la bandera española del fuerte, se comenzaron a detectar

conatos de sublevación esclava.14 Grupos de la plebe atacaban a guardias ingleses apostados cerca de las

pulperías. Estos episodios aparecen como las primeras muestras de resistencia de la ciudad, estos mientras

grupos de la elite, españoles y criollos, preparaban la reconquista. El capitán Alexander Gillespie, dirá en su

diario, donde llama a estos “la hez de la sociedad”, que “correspondiendo con las intrigas de sus superiores,

el populacho lleva el paso con ellas, pero de modo más varonil”15

El francés Santiago de Liniers comandará con tropas traídas de Montevideo y otras que reclutará de

la capital y la campaña la recuperación de la ciudad. Con las primeras victorias sobre los británicos se hizo

evidente que no solo contribuían a ello tropas regulares, sino también otros grupos se movían de manera

autónoma, entre ellos adolescentes, incluso mujeres disparando fusiles, como Manuela la Tucumana.16 Las

tropas de Beresford terminaron acorraladas en el Fuerte e izaron la bandera de parlamento, pero como el

mismo Liniers informo posteriormente a Madrid, la tropa y la multitud con su gritería y su avance decidido

hacia este, acelero los tiempos, haciendo que los invasores cambiaran rápidamente por la bandera española

oficializado la rendición.17

La movilización iniciada con la invasión no termino ese día, siguieron saqueos por una “inmensa

canalla” a las casas que habían ocupado los oficiales ingleses y durante el Cabildo Abierto de dos días

después de la rendición, un tumulto exigió a gritos que no se permitiera la entrada del Virrey a la ciudad, “que

no no no lo queremos muera ese traidor nos ha vendido es desertor” y a renglón seguido “queremos a Don

Santiago de Liniers”.18 Así este oficial francés al servicio de la corona de España surgía como uno de los

primeros ídolos populares de la Buenos Aires virreinal.19 En el análisis de Gabriel Di Meglio la lucha contra

los ingleses, como experiencia, determinó la forma en que los porteños se pensaron y como miraron

posteriormente a los acontecimientos de mayo. La tradición colonial decía que era toda la ciudad, la

comunidad, la que había actuado. Todos los habitantes urbanos se dieron una formación militar de acuerdo a

su lugar de origen,20para defender su patria: Buenos Aires.

La militarización como señala Haperin Donghi esta creando una nueva elite urbana, en la ciudad que

había despreciado tradicionalmente la profesión militar, a la que preferían la tanto más honorable y lucrativa

13 “los esclavos están sujetos a sus amos como antes, y se tomarán medidas severísimas con los que trataran de liberarse” 28 de junio de 1810, General William Carr Beresford14 En 1795 en Buenos Aires se había descubierto lo que se llamo la Conspiración de los Franceses. En este unos esclavos planeaban “capturar las armas del fuerte y realizar un levantamiento contra los españoles el viernes de Semana Santa, a cambio de lo cual se les daría la libertad” DI MEGLIO, ob. Cit., pp. 78-7915 GILLESPIE, Alexander: Buenos Aires y el Interior, Buenos Aires, Hyspamerica, 1986, pp. 75-77;citado por DI MEGLIO, Gabriel: ob. Cit., p. 7916 DI MEGLIO, ob. Cit., pp. 79-8017 “que labio podrá explicar / ni que brillante elocuencia / los gritos y aclamaciones / al ver tan gloriosa seña” en Romance Heroyco citado por DI MEGLIO, ob.cit., p. 8118Diario de un Soldado, Ministerio del Interior, Buenos Aires, 1960, pp. 39-40 citado por FRADKIN, Raúl, ob. Cit., p. 5 y también por DI MEGLIO, ob. Cit., pp. 81-8219 El Virrey Ceballos había gozado de esa popularidad tras sus victorias contra los portugueses20 Se formaron tres batallones de Patricios (nacidos en la patria, Buenos aires), un batallón de Arribeños (originarios de las provincias “de arriba”, del norte), un batallón de infantería y un cuerpo de artillería de Naturales y Castas (separados internamente en indios, pardos y morenos libres), una compañía de Granaderos de Liniers, cinco tercios de peninsulares, Vizcaínos, Andaluces, Gallegos, Catalanes (o Miñones) y Montañeses (o Cántabros), y se montó un cuerpo de esclavos armados con lanzas y cuchillos. Se sumaron a estos cuerpos de caballería ( Húsares, Migueletes, Quinteros o Labradores) en DI MEGLIO: ob. Cit. p. 82

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carrera mercantil. Los jefes son elegidos por la tropa, incluso algunos prósperos comerciantes y gentes de

razón no dudaran de poner a las órdenes de labradores plebeyos más expertos que ellos en cosas de armas. 21

Este fenómeno mantiene y estructura la movilización política, dotándola de consecuencias duraderas y por

añadidura institucionalizando los canales de vinculación entre la nueva elite y las masas urbanas así

organizadas. Las plebe no solo se militariza, también se politiza.22

1807 encuentra a Buenos Aires mejor preparada, pero con evidentes chisporroteos entre el Cabildo y

Liniers. La táctica del ataque inglés le da nuevamente el protagonismo a las milicias urbanas y a la

población en general, que se baten en las calles de la ciudad infligiendo a los invasores cuantiosas perdidas.

Quien ha organizado la heroica defensa es el alcalde de primer voto y comerciante vascongado Martín de

Álzaga, que disputara desde ahí popularidad con el comandante francés y futuro Virrey interino. Esa

popularidad sellará el destino de ambos durante el proceso revolucionario.

La lucha callejera por la defensa de Buenos Aires tuvo un fuerte significado para la perspectiva de los

porteños. Whitelocke en su juicio en Londres se justificara diciendo que “por la muy hostil disposición de su

habitantes hacía que no valiera realmente la pena conservarla”23, también agregaría que “los dueños de

casa, con sus esclavos negros, defendieron sus hogares, convertidos en fortalezas y quizás no sea mucho

decir que toda la población masculina de Buenos Aires tomó parte en la defensa”.24 Como sostiene Gabriel

Di Meglio: nativos y avecindados afianzaron a partir de los dos triunfos la identidad localista porteña que

jugaría un rol muy importante durante un periodo muy extenso. Buenos Aires se revistió de una sensación de

grandeza que marcó a la sociedad entera. En 1808 la Plaza Mayor pasó a denominarse “Plaza de la

Victoria”.25

Los peninsulares solicitaron a Liniers el licenciamiento de las tropas criollas, incluso ofreciéndose a

costear guarniciones hasta que España enviara refuerzos. Estos eran obviamente concientes del poder que

determinados sectores habían logrado. El nuevo aparato militar, que ninguna autoridad intentará desarmar

todavía, se convertirá – como ya dijimos – en un nuevo canal de comunicación entre la plebe urbana y la elite

local, por fuera de la administración imperial. El equipamiento y el prest de los milicianos se convirtieron en

dos de los gastos más importantes de la Real Caja de Buenos Aires y provocaron un traslado de recursos hacia

la plebe urbana. Para muchos plebeyos se convirtió el servicio en su principal medio de subsistencia.

La decisión de Liniers de no desmovilizar a las milicias criollas pronto tendrá su recompensa. La

prisión de Fernando VII agravo el tradicional enfrentamiento colonial entre Virrey y Cabildo, el 1° de enero

de 1809 el cabildo convocó a la población con sus campana para solicitar el relevo de Liniers y la formación

de una junta. La grita decía “¡Viva el Cabildo y muera el mal gobierno!”, esa agitación contó con el apoyo

21HALPERÍN DONGHI, Tulio, “Militarización revolucionaria en Buenos Aires, 1806-1815”, en Tulio HALPERÍN DONGHI (comp.), El ocaso del orden colonial en Hispanoamérica, Buenos Aires, Sudamericana, 1978, pp. Y HALPERIN DONGHI, Tulio: Historia Argentina 2. De la revolución de la independencia a la confederación rosista, Buenos Aires, Paidós, 1998, p. 29 “(…) los comandantes fueron en casi todos los casos reclutados en los sectores altos”

22 HALPERIN DONGHI, Tulio, ob.cit., p3023 Whitelocke a Windham, 10 de julio de 1807, citado por LYNCH, John: Las Revoluciones Hispanoamericanas, 1808 – 1826, Barcelona, Ariel, 2008, p. 47. 24 FONDERBRIDER, J.(Comp.) La Buenos Aires ajena. Testimonios de extrajeros de 1536 hasta hoy, Buenos Aires, Emece, 2001, p. 68; citado por DI MEGLIO, Gabriel: ob. Cit., p. 8425 DI MEGLIO, Gabriel, ob. Cit., p. 85

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de los milicianos peninsulares, pero la superioridad y la fidelidad de las distintas milicias criollas al Virrey

aseguraron el triunfo de este y la disolución de las que habían apoyado al Cabildo. Esta definición mostraba

una novedad, que la lucha facciosa requeriría de ahí en más la participación miliciana.

Raúl Fradkin advierte una manera de entender los nuevos tumultos: los enemigos de este serán los

encargados de acusar la presencia de “mucha gente de la chusma en la plaza” y otros imputaran a Liniers

haberla movilizado él. Esto es, “la legitimidad del tumulto dependía de la composición que se le adjudicara y

su invalidación requería destacar su composición plebeya”. Los que destaca este autor, más que la magnitud,

es la experiencia política que este fenómeno significa para el conjunto de la comunidad. La participación de

miembros de la elite y por un momento haber sidos aceptados sus reclamos legitimaban la practica

tumultuaria.26

TRADICIONES, REVOLUCIÓN Y LA LUCHA FACCIOSA

La noticia sobre la caída de la junta de Sevilla agitó las ya turbias aguas del Río de la Plata y su

capital del virreinato en particular. El resultado fue la convocatoria a un Cabildo Abierto, bajo la amenaza de

un tumulto, esto no fue un elemento menor de los episodios.27 El 22 de mayo de 1810 existía una

preocupación muy grande por vincular lo que se estaba haciendo a una tradición española. Este

procedimiento o normativa legal se impondrá de manera imperativa y arbitraria.28 El resultado de esa agitada

semana de mayo fue la creación de la Junta provisional gubernativa de la capital del Río de la Plata en

nombre del rey Fernando VII.29

En lo anterior se destacan dos elementos: la formación de juntas y la defensa de la figura del

monarca. En España la prisión de Fernando VII, como lo ha estudiado Richard Hocquellet, provocó el

desarrollo de jornadas de manifestación en las ciudades, mostrando que el objetivo fundamental es la

conservación de la monarquía; la gente pide la formación de una junta que se encargue de la autoridad

suprema en nombre del rey.30 Esto sería un hecho revolucionario en el sentido de la ruptura del poder: la

soberanía cambia de titular, el pueblo que reivindica la voluntad de defender a la patria.

Las juntas eran órganos de poder y debían ejercer su autoridad completa sobre la comunidad. En

España y en América los “pueblos” asumen en estas juntas provisionales de gobierno, las prerrogativas o

regalías que eran distintivas del monarca: declarar la guerra, levantar hombres para formar ejércitos, exigir

recursos para financiar el conflicto, estableces relaciones diplomáticas, etc. Para Hocquellet la legitimidad de

las juntas procedía más de la suma de las legitimidades de sus diferentes miembros. Las juntas supremas de

1808, que se instalaron en la capital de los reinos, son como cortes sin rey. Estos principios tienen su origen y

26 FRADKIN, Raúl, ob. Cit., p.627 “En el primer movimiento del 21 de mayo se juntaron frente al ayuntamiento menos de mil personas, muchas de ellas reclutadas entre el bajo pueblo por algunos agitadores. (…) La multitud fue suavemente dispersada por los patricios, más la petición que elevó solicitando un Cabildo Abierto fue aceptada” DI MEGLIO, Gabriel, ob. Cit., p. 9128 La discusión se planteo sobre que debía ocurrir con la autoridad del virrey, el obispo Lue de postura conservadora planteo que este debía seguir en sus funciones y Juan José Castelli que debía cesar inmediatamente, al fin primó la portura de jefe de las milicias Cornelio Saavedra29 El 24 de mayo los miembros del Cabildo en su mayoría españoles habían urdido una artimaña para nombrar una junta presidida por Cisnero al que apodaban “el sordo”. La maniobra fue desactivada por la intervención de la plebe y su gritería. Como resultado se conformo la nueva junta.30HOCQUELLET, Richard , “Los reinos en orfandad y la formación de las juntas supremas en España en 1808”, en Marta Terán y José A. Serrano Ortega (eds.), Las guerras de independencia en la América española, México, El Colegio de Michoacán/Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/ CONACULTA-INAH, 2002, p. 23

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su justificación en la doctrina pactista, todavía operativa en el imaginario político de los españoles.31 La

mayoría de las juntas, España y en América, son resultados de tumultos.

El movimiento juntista rioplatense y el americano en general, en opinión de Annick Lempériere ,

fueron en primer lugar una imitación del juntismo español, basado en el supuesto de la devolución de la

soberanía a los pueblos en ausencia del rey legitimo y la igualdad política de los reinos americanos y

españoles, fue también una reacción de desconfianza hacia la Regencia para la que no habían sido

consultados. Pero también las juntas se crean por una fuerte preocupación por el orden público y la

conservación de las leyes, los derechos colectivos, los usos y costumbres propios de los reinos32.

De este lado del Atlántico no existió la amenaza de un ejército extranjero, pero si surgió un

conflicto de lealtades.33 Las guerras en la América española se caracterizaron por ser internas, se enfrentaron

ciudades y regiones que reconocían o no la autoridad de la Regencia y las Cortes, tomando características de

guerra civil. Un ejemplo es el del Virreinato del Perú que se enfrentó en una “guerra continental” a los

gobiernos juntistas vecinos.34

La monarquía española había logrado llegar hasta 1808 bajo la forma de un Imperio compuesto por

múltiples cuerpos políticos agregados cuya unidad descansaba en la lealtad compartida hacia dos figuras

trascendentes y estrechamente vinculadas: Dios y el Rey.35 Con respecto a esto último, la mayoría de los

movimientos insurgente mantuvo expresamente la lealtad a la figura de Fernando VII, algunos historiadores

han utilizado la caracterización de“mascara” ya que consideran esto como un ardid y una estrategia de

propaganda. Este fenómeno se extendió por todo el mundo hispano, incluso antes de la entrada en crisis del

sistema imperial. En su análisis de la insurgencia mexicana, Marco Antonio Landavazo desmiente la

afirmación del carácter propagandístico de la utilización del nombre del rey, según él, pulsiones como la

esperanza, el temor y la compasión integraron las actitudes colectivas en Nueva España a partir de 1808 y

potenciaron las ideas, las creencias y los valores en torno a la fidelidad al monarca y el apego a la religión. El

motín de Aranjuez, que produjo la asunción de Fernando VII al trono, fue acompañado por un enorme gozo

y “jubilo general”. El adjetivo utilizado era el del “deseado” como la “esperanza de una nación oprimida”.

La invasión francesa también produjo temor y compasión: temor por una posible e imaginaria invasión a

América del odiado ateísmo francés y sus ejércitos y compasión por un rey prisionero. En este último caso

Fernando aparecía como victima de una conjura urdida por Godoy y Napoleón.

La hipótesis de la mascara se sostiene en la idea de que, por consideraciones tácticas, era necesario

ocultar las intenciones independentistas postulando la defensa del rey, lo que supone una contradicción entre

uno y otro planteamiento. Pero contradiciendo esto el discurso de la independencia se hizo público a la vez

que se reconocía la autoridad de Fernando VII ya que los españoles eran “traidores”. Entonces el grito de

31 Varela Suanzes, Joaquín: La teoría del Estado en las Cortes de Cádiz, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1983, pp. 19-22, citado por HOCQUELLET, Richard, ob. Cit, p. 2532 LEMPÉRIERE, Annick, ob. Cit., p. 2333 La experiencia vivida por Buenos Aires en 1806 y 1807 revelan que posiblemente este argumento – la amenaza de un ejército extranjero – no este del todo correcto, pero en todo caso la capital del virreinato del Río de la Plata constituiría una excepción.34 LEMPÉRIERE, Annick, ob. Cit., p. 2435 LEMPÉRIERE, Annick, ob. Cit., p. 20

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Dolores de “¡Viva Fernando VII!, ¡Viva la América!, ¡Viva la religión!, ¡Muera el mal gobierno!” exponía

que los gachupines no lo defendían con su “mal gobierno”, se habían olvidado de él y que los rebeldes

americanos asumían esa responsabilidad, la mayoría de ellos lo creía verdaderamente.36

En la rebelión encabezada por Tupac Amaru a finales del siglo XVIII en el Virreinato del Perú,37

éste justificaba el ahorcamiento del corregidor Arriaga, por que el del rey se lo había ordenado, y que

también mandaba “que no hubiera alcabala, aduanas, ni mina en Potosí”. También era anuncio del rey

terminar con la mita y a que los indios vivera en unión y armonía con los criollos. La constante apelación de

los rebeldes a la figura del rey hace pensar a Charles Walter que no necesariamente el movimiento era

reformista, combatir en nombre del rey no necesariamente era una adhesión al colonialismo , según él, Tupac

Amaru busca incorporar tanta gente como sea posible.38 El resultado no fue ese, los criollos temieron y

desconfiaron de la posible unidad de indios y no toda la insurrección cumplió la orden de no atacar criollos.

Las tensiones raciales debilitaron la solidaridad de clase y esto fue una propaganda en contra de la unidad

racial y la rebelión, cosa que fue muy provechosa para el Estado español.

La utilización del nombre del rey era un recurso aglutinador, que se extendió a los largo del

proceso, si bien la rebelión de Tupac Amaru es diferente y en su caso otro es el rey, su figura es puesta por

encima de los españoles, incluso se obvia el carácter propio de español. La imaginería incluso en México, lo

ponía cabalgando junto a los insurgentes y escondiéndose para que los gachupines no lo supieran. Para el Río

de la Plata algunos autores como es el caso de John Lynch toma la tesis que la utilización de la “mascara de

Fernando” era una táctica temporal, para lograr que los revolucionarios capitalizaran los restos de los

sentimientos realistas del pueblo. Esto “no suponía un gran compromiso, ningún sacrificio real, invocar la

soberanía de un hombre que ya no era un soberano”.39 Sin embargo, al ver que más de la veces la lealtad al

rey era más débil en las elite que en el “bajo pueblo” y que a diferencia de lo que este autor piensa no era tan

fácil manipular, la situación es más compleja que una simple táctica.

Raul Fradkin resalta que el Río de la Plata no fue ajeno al regocijo por la entronización de

Fernando VII,“esclavos, domesticos, soldados, oficiales, magistrados, mugeres llevaban la efigie ó

escarapela del amado monarca”. Como en la defensa heroica contra los ingleses la comunidad toda

participaba de estos festejos. La unión entre tumulto y rey se articulaba en torno a la noción del “buen

gobierno”, la piedra angular de la monarquía paternalista y católica. Es el mismo argumento de Tupac

Amaru para explicar el ajusticiamiento de españoles y es como en Nueva España el nombre del rey aparece

asociado a la idea de un orden justo contra los gachupines que quieren entregar el reino.

36 LANDAVASO, Marco Antonio: “Fernando VII y la insurgencia mexicana: entre la mascara y le mito” en TERAN, M & SERRANO ORTEGA, J.A. (editores): Las guerras de independencia en la América española, México, El colegio de Michoacán/Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/ CONACULTURA- INAH, 2002.37 Para Sergio Serulnikov la rebelión fue producto de una creciente crisis de autoridad colonial y va atener como resultado el surgimiento de lo que llama “imaginación colonial” en la emergencia de formas de conciencia y solidaridades étnicas. Con la introducción de la Reformas Borbónicas se producen mutaciones en el rol de la administración debido a las tensiones surgidas entre instancias imperiales, regionales y locales de gobierno, a las disputas entre el Estado y la Iglesia Católica y a la expansión del clima de agitación rural. SERULNIKOV, Sergio: “Introducción” en Conflictos sociales e insurrecciones en el mundo colonial tradío. Norte de Potosí en el siglo XVIII, Buenos Aires, FCE, 2006, 1738 WALKER, Charles: “La rebelión de Tupac Amaru: Protonacionalismo y revitalismo Inca” en De Tupac Amaru a Gamarra. Cusco y la formación del Perú republicano, Lima, CBC, 2004, 39 LYNCH, John, ob. Cit., p. 59

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El nuevo Régimen porteño se volverá implacable contra los “enemigos del sistema del día”, esta

medida era un factor cohesionante. La plebe acompañó y se volvió revolucionaria y se identifico plenamente

con la insurrección antiespañola. La junta igualmente no perderá la oportunidad de asegurar ese apoyo, los

fusilamientos de Álzaga y de Liniers van en esa dirección, no es solamente imprimirle a la revolución un

rumbo irrefrenable, sino también quitarse de encima a aquellos que pueden competir por el fervor popular.

Estos dos personajes era ídolos indiscutidos de la plebe, para Tomás Guido, “La masa de los proletarios que

constituye la fuerza de la provincia, consagra una especie de culto al general Liniers, en quién no ven el

odioso instrumento del absolutismo peninsular, sino al libertador de Buenos Aires, (…) atacar esta autoridad

sería concitar contra nosotros una fuerza invisible”.40 Raúl Fradkin en su trabajo sobre el fusilamiento de

Dorrego dice marcando la diferencias de aquellos con éste, que la decisión de fusilarlos, como practica

política de un grupo político triunfante para acabar con lideres opositores, desembarazaba a la junta

revolucionaria de naturales jefes de la oposición, “enemigos de temer, quizás los únicos que podían darles a

las fuerzas contrarrevolucionarias un basamento popular”.41

El gobierno revolucionario intento ganarse el apoyo de toda la sociedad porteña, incluyendo a la

plebe, pero fue precavido ya que su intención era mantener el orden establecido. Los miedos de una posible

movilización popular eran palpables antes los ejemplos de Haití y el levantamiento de Tupac Amaru. La

diferencia con ellas también eran palpables, ya que en Buenos Aires las tensiones sociales no eran tan

pronunciadas como esas regiones con mayores diferencias étnicas. La necesidad de legitimidad, hizo la

búsqueda de apoyos plebeyos un elemento necesario y en la mayoría de los casos definitorio.

Entre los recursos para dirigirse y atraer a la plebe encontramos la utilización de la iglesia

espontánea intermediaria desde el púlpito.42 Para la disciplina el régimen colonial heredó el sistema de

alcaldes y tenientes alcaldes. La movilización impuso una mayor necesidad de vigilancia política, y la

revolución se hace sentir autoritariamente aun sobre esa población marginal urbana que sus anteriores

administradores coloniales ignoraban, el apoyo de estos grupos debe ser permitido, pero disciplinado.

También el pasado indígena es reivindicado, los primeros morteros fundidos en Buenos Aires son bautizados

Tupac Amaru y Magoré, pero a pesar de esta muestra de orgullo colectivo de las hazañas políticas y

militares de la ciudad, con respecto al orden social los revolucionarios se muestras cautos.43 Como afirma

Halperin Donghi en Revolución y Guerra: “(…) la revolución no sólo se inhibe de innovar frente a las más

significativas de las diferencias sociales heredadas; todavía, de manera análoga al antiguo régimen, las

recoge en la imagen que propone el cuerpo político”.44

40 Guido, 1960, citado por Fradkin, Raúl, ob. Cit., p. 741 Fradkin, Raúl: ¡Fusilaron a Dorrego!, Buenos Aires, Sudamericana, 2008, p.17. En la misma pagina agrega: “ Sin duda, trayectorias políticas de Liniers o Álzaga tenían poco que ver con Dorrego pero, sin embargo, algo las unía, en su momento y a su modo, un enorme ascendiente en los sectores bajos de la sociedad y por eso eran temibles”42 DI STEFANO, Roberto: “El fin del mundo (1810 – 1820)” en El Púlpito y la Plaza. Clero, sociedad y política de la monarquía católica a la república rosista, Buenos Aires, 2004, pp. 91- 151.43 HALPERIN DONGHI, Tulio: Revolución y Guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla, Buenos Aires, siglo XXI, 1979, PP. 170 - 174

44 HALPERIN DONGHI, Tulio: Revolución …, ob. Cit., p. 175

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Muchos testimonios la consideración de la dirigencia política revolucionaria hacia la plebe. Manuel

Moreno en 1812 opinaba sobre el fracaso revolucionario en México con las siguientes palabras: “como la

revolución sostenida por el bajo pueblo, la de Méjico ha sido funesta”,45 ya que entendía este que la habían

llevado adelante componentes exclusivamente plebeyos. Belgrano, comandante de la segunda expedición

argentina al Alto Perú, señalaba que “los negros y mulatos son una canalla que tiene tanto de cobarde como

de sanguinaria (…) sólo me consuela saber que vienen oficiales blancos”.46 Otro ejemplo es la organización

son los agasajos que ofrecía Beruti en el segundo aniversario de la represión del motín de Álzaga. Se

observan tres niveles distintos, según el rango social de los participantes: 1) una esplendida comida al clero y

a “varios ciudadanos de condecoración”, 2) un “refresco general” de chocolate, bizcochos y licores a un grupo

más numeroso y menos distinguido, y finalmente 3), se distribuye dinero arrojado a la calle a la “gente

común” desde el estrado por parte de algunos patriotas entusiastas.47

La disputas dentro de a junta revolucionaria en 1811 se vieron potenciadas por las no halagüeñas

noticias del frente de guerra: la expedición al Paraguay había sido derrotada, Montevideo con el nuevo Virrey

le declaraban la guerra a Buenos Aires y el ejército en el Alto Perú estaba estancado. Dentro de la nueva elite

dirigente se observaba el fraccionamiento entre grupos Saavedristas y Morenistas. Los últimos formaban el

grupo más radical en cuanto a las ideas: independencia y republica. Este grupo no buscó movilizar a la plebe

a su favor, 48 intentaron excluirla de sus proyectos radicales. Los saavedristas de ambiciones moderadas

contaban con el apoyo de los pueblos del interior que se estaban uniendo a la Junta Grande, de casi todos los

jefes milicianos porteños y de la mayoría de los alcaldes de barrio. Concretamente no buscaban la

movilización popular, pero estaban en mejores condiciones de influir sobre los plebeyos.

El 6 de abril una multitud de “tropa” y “gente campestre” se presentaron en el Cabildo con un

petitorio dirigido a la Junta, que terminó en la expulsión de los vocales morenistas. Para algunos observadores

Saavedra y otros habían llevado un golpe de mano contra estos apelando “a los hombres de poncho y chiripa

contra los hombres de capa y de casaca”.49 La denuncia afirmaba la participación el alcalde de barrio Don

Tomás Grigera, dirigiendo como a mil quinientos hombres que van a pedir a gritos que se reúna el cuerpo

municipal. Para los golpeados se trataba de “una población cándida e incauta, pura en materia de

agitaciones políticas”, presuponen una manipulación saavedrista. Según afirma Fradkin queda expuesta,

para todos, vencedores y vencidos, la participación de un actor imprevisto e indeseable, la plebe.

Para Saavedra esa “plebe en la plaza y tropas sosteniéndola” habían causado el cambio. El tumulto se

convertía definitivamente en una forma legítima de acceso al poder, el ciclo tumultuario forjaría una nueva

tradición política, basada en modelos antiguos que servían para resolver problemas nuevos. Por otra parte, el

tumulto que expulsó a los morenistas, había cumplido ,en palabras de Fradkin, con “el guión” arraigado en

la tradición política: 1) reunir a “tropa” y “pueblo”, lo que algunos burlonamente llamaban esa “nueva

45 citado por FRADKIN, Raúl, ob.cit., p. 746 Belgrano a San Martín, Jujuy, 25 de diciembre de 1813, citado por LYNCH, John: ob. Cit., p. 86

47 Beruti, Memorias curiosas, citado por HALPERIN DONGHI, Tulio: Revolución …, ob. Cit., p. 17548 La excepción va ser Juan José Castelli que en el Alto Perú intentó ganar a los indígenas para la causa revolucionaria, DI MEGLIO, ob. Cit.,p. 98 49 Ignacio Nuñez, citado por DI MEGLIO, Gabriel, ob. Cit., p. 99

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alianza de charreteras y chiripas”,50 la politización popular es paralela a la militarización; y ese proceso en

Buenos Aires ya lleva algunos años de maduración; 2) hacerse presente de una manera “escandalosa” con una

presencia multitudinaria que hiciera publica y visible las disputa política, contradiciendo la discreción que las

normas vigentes estipulaban; y finalmente 3) la necesidad de exteriorizar el “clamor general” a través de

peticiones y representaciones, 51 en estas, como apunta Herrero, “se precisaba el reclamo que los incitaba y

animaba a la acción” así “cuestionaba la actitud arbitraria y caprichosa que asume la autoridad central o

provincial” Argumentos como estos le daban una cierta dosis de legitimidad a la irrupción violenta.52

El petitorio de abril de 1811 definió a la plebe urbana como pueblo. También puso en evidencia la

concepción de pueblo de los golpeados. Beruti, enemigo de los saavedristas, afirmaba que el Cabildo había

cedido ante quien no era el verdadero pueblo. Para este la plebe no era parte del pueblo, el cual “ha tenido

que callar, por temor a la fuerza”.53 Sin embargo, la aceptación del petitorio mostraba que los plebeyos

también podían ser pueblo.

1809 y 1810 habían mostrado el peso de las milicias, pero para remover a vocales lícitos, la plebe doto

de legitimidad el movimiento. Esto era producto de la coexistencia en el espacio publico de formas de

procedimientos políticos: un grupo accede al poder por el sistema de representación y otro intenta derrocarlo

como “nueva autoridad” legitimada por el movimiento de pueblo.

La particularidad de los hechos de abril de 1811 es ver a los sectores más moderado apoyados por el

“populacho” remover de la junta a sus rivales con los cuales tenía afinidades sociales. También un poco la

explicación de esta supuesta alianza es que los morenistas comenzaron una publica defensa de los españoles,

la antinomia americano – peninsular era parte de una tradición política antigua en Buenos Aires. Otro

elemento que también contribuyo fue la derrota militar de la expedición de Belgrano al Paraguay. Herrero

ya lo había señalado que una lógica de las escenas revolucionarias era que las derrotas en el campo de batalla

desacredita la maquinaria estatal. Entonces dos categorías de fenómenos se entrecruzan y se superponen: 1)

los conflictos políticos producidos en Buenos Aires, movimientos de pueblo, tumultos, conspiraciones, golpes

e estado; 2) el curso de la guerra revolucionaria (Alto Perú, Paraguay, Banda Oriental, Chile) ejerce una

poderosa influencia en los humores populares. Para los instigadores de abril tras el éxito, se observaba que la

combinación plebe-tropas-fracción del grupo dirigente era incontrastable. El mismo gobierno se dio a la tarea

de desmontar los mecanismos que acababa de inventar. Una de esas medidas fue quitarle poder a los alcaldes

de barrio.

La derrota del ejército del norte afectó el clima ya tenso de la Junta Grande. Saavedra tuvo que partir

para supervisar en persona la precaria situación de las tropas, también Funes parte a Montevideo. La

oposición que había aprendido la lección, también comenzó a considerar la posibilidad de movilizar a la plebe

si era necesario. Así el 18 de septiembre unos cincuenta agitadores presionaron al Cabildo en la Plaza de la

Victoria a lo que se sumo la presencia de lo que se denomino“mirones”, unos trescientos. Las modificaciones

50 Beruti, citado por Di Meglio, ob. Cit. p. 10251 FRADKIN, Raúl, ob. Cit., pp. 14-1552 HERRERO, Fabián, ob. Cit., p.1753 Beruti, citado por DI MEGLIO, ob. Cit., p. 103

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gubernamentales se volvían otra vez turbulentas, se creo un Triunvirato a partir de complejas elecciones, y

este va a coexistir, por un breve tiempo, con una Junta Conservadora de los derechos de Fernando VII.54 El

movimiento de septiembre no logró ser diferente del de abril, la presencia plebeya era insoslayable, ya sea

como “mirones” o no. El Cabildo Abierto se había convertido en un arma de doble filo para la elite, ya no

eran muy claros los límites de aquellos que podían acudir. Necesario era evitar esos eventos. Abril y

septiembre habían mostrado la cara más evidente de la lucha facciosa, con la circulación de rumores, la

pegatina de carteles, la acción de predicadores, los intentos de “seducción” de tropas, el ataque al enemigo, los

juicios contra los opositores, la propaganda en el periódicos. En todos ellos la presencia plebeya, alertó

también a las elites, ya que el aprendizaje que realizaron las distintas facciones en la utilización del los

tumultos, era paralelo al aprendizaje que también estaba haciendo el bajo pueblo.55

Otra medida para contener la “caja de Pandora” abierta es señalada por Halperin Donghi, donde las

milicias comienzan a transformarse en un ejército regular, con oficialidad profesionalizada, es una manera

certera de quitarle autonomía a cuerpos populares armados. La guerra se anunciaba larga y los problemas de

indisciplina y deserción no eran tolerados. El motín más famoso de esta época fue conocido como el “motín

de las trenzas”, sargentos, cabos y soldados defendieron sus reclamos y lo hicieron con las ramas. La

represión fue ejemplificadota. Al respecto Di Meglio resalta que más allá de la indudable conexión de

Saavedra con los Patricios, la cuestión de las trenzas parece ser fundamental, pues el levantamiento se

originó por la diferencia entre milicia y ejército regular. Los amotinados dejaron claro en el petitorio que

actuaban ala sentir que sus derechos como milicianos no eran respetados. El cuerpo era el más importante de

la ciudad hasta ese momento, pero miliciano, es decir integrado por habitantes de la ciudad y no por soldados

veteranos del cuerpo regular. La reconquista, la defensa y la revolución habían creado un espíritu que

movilizo para la lucha por la independencia a estos patricios, pero ya estaba perdiendo impulso.56

Después de la conspiración de Álzaga de abril 1812, una nueva facción opositora, encabezará en

octubre un exitoso Movimiento de Pueblo. Estará formada por la organización secreta Logia Lautaro, 57 la

Sociedad Patriótica, encabezada por Bernardo de Monteagudo,58 un grupo liderado por Juan José Paso,59 y

como afirma Fabián Herrero otro de “extracción artiguista”. Todos coincidieron en que el Triunvirato no

avanzaba en la dirección que ellos consideraron correcta y que se podía impulsar un cambio de gobierno por

medio de una acción de tropas y plebe. Cuerpos militares ocuparon la plaza de la Victoria junto a grupos

plebeyos y un conjunto de gente decente que llevaba la voz cantante conducidos por Monteagudo. Beruti dirá

54 La junta cesó y en su lugar se estableció un triunvirato formado por Juan José Paso, José Chiclana y Manuel Sarratea, “esto era lo que la plaza pedía y quería” DI MEGLIO, Gabriel, o. cit., p. 11255 FRADKIN, Raúl, ob. Cit., p. 2556 DI MEGLIO, Gabriel, ob. Cit., pp. 118 a 12057 Integraban la Logia Lautaro militares recién llegados como Carlos de Alvear, José de San Martín y Matías Zapiola: impulsaron el triunfo en la guerra y la declaración de la independencia58 Agrupación de seguidores de Mariano Moreno, plantean la necesidad de la independencia y la de redactar una constitución.59 “Hablar de Paso, en términos generales, es hablar de un notable de la política porteña, de un reconocido integrante de los distintos elencos gobernantes de los primeros años revolucionario. (…) Sus partidarios son reclutados de diferentes lugares: en las zonas de la periferia de la ciudad, en las quintas,…” HERRERO, Fabián: “Sobre algunos temas políticos en la trayectoria de Bernardo Monteagudo, 1810 -1815” Dimensión antropológica, volumen N° 35, periodo octubre, año 2005, p. 3

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al respecto que el golpe lo había concretado la acción de la tropa “unida con el pueblo”, esta vez, a diferencia

de abril de 1811, reconoció a la plebe como pueblo, ya que coincidía con la causa de estos.

Una vez más se utilizaba el recurso de la representación colectiva presentando un petitorio al Cabildo,

solicitándole que se hiciera cargo del gobierno. Algunos grupos para reforzara la intimidación apedrearon la

casa de Pueyrredon, poniendo en práctica otro rasgo de la cultura política: la de personificar las categorías

políticas. Ni la Logia, ni la Sociedad Patriótica alentaron la participación de la plebe. Quien sí los había

convocado fue la agrupación de Paso, quién gracias a estos apoyos permanecerá en el próximo Triunvirato,

junto con dos miembros de la Logia, Rodríguez Peña y Alvarez Jonte. La combinación de parte de la gente

decente, tropas y plebeyos movilizados era una formula muy efectiva para realizar transformaciones políticas.

La consecuencia política más importante de este movimiento fue la convocatoria de la Asamblea

Constituyente de 1813.

El movimiento de octubre de 1812 mostró que las facciones ya no eran meras divisiones del grupo

dirigente, sino que la integraban plebeyos y miembros de sectores medios. Los contactos de Paso con la

periferia, las quintas y algunos de sus personajes, alertan la existencia de contactos de miembros de la elite

que manejaban por fuera de ella, fundamentales para lograr el reclutamiento de una clientela política.60 Sin

embargo a Logia, el grupo hegemónico entre el 1813 y 1815,61 excluirá deliberadamente cualquier intento de

ampliar la participación plebeya. Esto fue acompañado de un reforzamiento del control estatal sobre la

ciudad. La demanda creciente de una guerra cada vez más complicada, hizo posible como objetivo clave para

el control urbano, el reclutamiento de soldados sobre los vagos sin ocupación fija, también se reforzó la

presión reclutadora sobre los africanos.

La llegada de Alvear al Directorio coincidió con la profundización de la crisis del gobierno

revolucionario. Era un gobierno impopular entre el bajo pueblo, y los impuestos al pan y a la carne eran solo

un motivo de ello. Seguramente parte del apoyo plebeyo al Cabildo que destituirá a Alvear vendrá de aquí.

En abril, tras una rebelión de la tropas que marchaban a Santa Fe, Alvear deja la ciudad y nuevamente se

escucha la campana del Cabildo, “y asumiendo el mando en sí, disolviendo y quitándole la autoridad a la

Asamblea”,62 llama a los tercios cívicos a la defensa del la ciudad contra el Director depuesto que después a

cambio de su vida marchará al exilio. Así terminaba un lustro en el que Buenos Aires había impuesto las

líneas de la política revolucionaria a buena parte del ex Virreinato.

Finalmente, las nuevas autoridades concientes de que levantamiento de de 1815 había revestido un

gravedad superior al los de 1811 y 1812 intentaron aplacar sus causas, entre ellas reduciendo la presión del

reclutamiento urbano que desde ahí caería sobre la campaña y por otro lado la expresa prohibición de exportar

harina y carnes para evitar el malestar popular.

A MODO DE CONCLUSIÓN

60 DI MEGLIO, Gabriel, ob. Cit., p. 12861 “La ausencia de movilizaciones antigubernamentales con participación plebeya entre enero de 1813 y abril de 1815 se debió principalmente a que ninguna facción porteña procuró disputarle el poder a la Logia” pero también otros hechos como “la caida de Montevideo en junio de 1814 y la “libertad de vientres decretada por la asamblea” DI MEGLIO, Gabriel, ob. Cit., p. 129 62 Beruti citado por DI MEGLIO, Gabriel, ob. Cit., 133

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La revolución fue creando nuevos lazos entre los miembros de la plebe y generando diferentes géneros

de acciones colectivas, más allá de lo estrictamente militar que impuso la guerra de independencia. Estas

acciones fueron claves para la participación plebeya en la política porteña y para los destinos de Buenos

Aires. El bajo pueblo no fue un “eco”, ni “carne de cañón”, ni mero “espectador”que apareció de tanto en

tanto a resonar con algunas acciones de la elite dirigente, sino que a través de su intervención en las luchas

facciosas, su movilización para la guerra, su presencia constante en las celebraciones públicas, la propagación

de rumores y noticias en espacios de sociabilidad plebeya y la adopción de la causa en contra de los

peninsulares y los gobernantes poco decididos, los miembros de la plebe urbana signaron las características

del proceso político.

Para explicar las motivaciones de la plebe, podemos ver ciertos elementos: la defensa de los derechos

que consideraban ultrajados, la oposición al aumento del pan, las deserciones y aposición a la recluta

indiscriminada, etc. La mayoría consideró la nueva realidad abierta por la revolución como mejor a la

colonial. Las acciones de estos grupos buscaron asegurar la nueva situación, presionando a los gobiernos en

contra de los peninsulares, festejando los logros de la patrio, pero increpando las derrotas y acudiendo en

defensa de la patria amenazada. El amor a la tierra de origen era una característica extendida en el mundo

colonial hispanoamericano y la plebe lo había glorificado en Buenos Aires en las exitosas reconquista y

defensa de la ciudad contra los invasores británicos.63

En este lustro estudiado las trasformaciones en la cultura política plebeya operaron con mucha rapidez.

Un ejemplo es: el pasaje del entusiasmo fernandiano a un repudio a la monarquía y una adhesión

incondicional al republicanismo. La formula que unía al Rey con el “buen gobierno” era reemplazada por el

de la patria y esa idea del “buen gobierno” evolucionará según Fradkin al grito de “¡Viva la Santa

Federación!”.64 Las concepciones y expectativas del mundo popular enfrentaron en este ciclo al rey con el

“buen gobierno”, pero esto no significa que esas aspiraciones se hubiesen perdido. El proceso abierto en las

invasiones inglesas, generaron una acumulación de experiencia de movilización. La militarización y los

tumultos deben haber sido decisivos en la conformación de la cultura política de toda una generación plebeya.

Estos cambios dentro del ciclo tumultuario no fueron ajenos a la elite que tempranamente supo del

poder que representaba el apoyo de los grupos subalternos, pero paralelamente creció la conciencia de la

peligrosidad de estos movimientos. Utilidad y peligrosidad, ponía a estos grupos en una situación difícil. Las

fuentes que provienen de estos sectores, tanto en América como en la Metrópoli, aplicaban a la hora de

explicar estos movimientos un sentido común elitista, hablaban de “contagio” de propagación de “un fuego

eléctrico” de “seducción”, la posibilidad de movilización autónoma se desdibujaba en estas explicaciones.

No han faltado historiadores que han tomado este tipo de explicaciones adhiriendo “cándidamente” a la tesis

de la “manipulación”.

En lo visto hasta ahora, las facciones elitistas estaban aprendiendo a utilizar los tumultos y la

movilización de grupos subalternos para resolver sus disputas, abril y septiembre de 1811 son una prueba

63 Ver sexta conclusión de DI MEGLIO, Gabriel, ob. Cit., p. 315.64 FRADKIN, Raúl, ob. Cit., p. 22

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palpable de ello, pero también la plebe hacia sus propios aprendizajes. “Engañar” y “seducir” no fue una

tarea fácil la necesidad de “promesas”, incluso “dinero” mostraba que no bastaba con las relaciones

jerárquicas de obediencia. Como Paso en su momento, había que contar con “una trama de mediadores y

articuladores sociales”,65 ya que la experiencia les indicaba a los sectores subalternos que los grupos dirigente

tenían una necesidad creciente de su apoyo. El proceso revolucionario, e incluso la instauración de un

regimen republicano, fue una empresa colectiva que excedió a la elite que la dirigió. Finalmente en palabras

de Di Meglio: “El poner el eje en la plebe para el periodo no es entonces un mero intento de ‘escuchar’ a los

que siempre fueron poco considerados por la historiografía sino que es necesario para comprender el

período formativo de la política porteña y también argentina”.66

Agosto de 2008

BIBLIOGRAFÍA

65 FRADKIN, Raúl, ob. Cit., p. 2566 DI MEGLIO, Gabriel, ob. Cit., p. 318

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