Un Saboteador A Bordo - Maclean, Alistair.odt

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Una historia de violencia y traición a bordo del buque hospital de la armada británica . El "San Andreas", patrulla las aguas de la costa noruega. Allí se desarrollará un peligroso juego de sabotaje, en el cual habrá que descubrir al traidor dentro de la tripulación del barco. Esa persona tiene el poder de entregar al barco "San Andreas" a las manos del enemigo.

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UN SABOTEADOR A BORDO

ALISTAIR MACLEAN

PRLOGO

En esta historia hay tres elementos distintos pero inevitablemente relacionados entre s: la Marina Mercante (oficialmente la Marina Mercantil) y los hombres que servan en ella; las naves Liberty (Liberty Ships; naves mercantes norteamericanas de alrededor de diez mil toneladas de porte, construidas en grandes cantidades durante la Segunda Guerra Mundial) y las unidades de las fuerzas alemanas submarinas, de superficie y del aire, cuya nica misin era encontrar y destruir a los tripulantes y las naves de la Marina Mercante.

1. Al estallar la guerra en septiembre de 1939, la Marina Mercante britnica estaba en un estado verdaderamente peligroso, lamentable sera un trmino ms adecuado. Casi todos los buques eran viejos, muchos no estaban en condiciones de navegar y algunos no eran ms que cascos oxidados acosados por interminables problemas mecnicos. Aun as, el estado de esas naves era relativamente bueno si se lo comparaba con las espantosas condiciones de vida de aquellos que tenan la desventura de prestar servicio a bordo de ellas.La razn de esta terrible negligencia tanto de naves como de hombres podra resumirse en una palabra: codicia. Los propietarios de las flotas de antao y ms de uno de los de las actuales eran avaros y mezquinos, y estaban totalmente dedicados a su nico culto: las ganancias a cualquier costo, siempre y cuando ese costo no recayera sobre ellos. Centralizacin era la contrasea de la poca, la adquisicin de monopolios que se superponan por unas pocas manos rapaces. Mientras que los salarios y las condiciones de vida de la tripulacin quedaban reducidos al mnimo indispensable para la supervivencia, los propietarios se enriquecan, al igual que algunos de los indeseables directores de las compaas y un nmero considerable de accionistas favorecidos y cuidadosamente escogidos.Los poderes dictatoriales de los propietarios, ejercidos con discrecin, por supuesto, eran poco menos que absolutos. Las flotas eran sus satrapas, sus feudos, y las tripulaciones, sus sirvientes. Si un siervo decida rebelarse contra el orden establecido, peor para l. El nico recurso que le quedaba era abandonar la nave, cambiarla por un virtual olvido absoluto, pues aparte del hecho de que automticamente se le aplicaba bolilla negra, el ndice de desempleo era alto en la Marina Mercante y las pocas vacantes disponibles se reservaban para siervos sumisos. En tierra firme haba ms desempleo todava y aun de no haberlo habido, para los hombres de mar resultaba notoriamente difcil adaptarse al modo de vida de los que viven en tierra firme. Al siervo rebelde no le quedaba adnde ir. Pero eran muy pocos los que se rebelaban. La gran mayora era consciente de su lugar en la vida y lo mantena. Las historias oficiales tienden a paliar esta situacin o a pasarla por alto y esta miopa no resulta del todo incomprensible. El trato que se les daba a los marineros mercantes entre las dos guerras y, de hecho, durante la Segunda Guerra Mundial, no constituye uno de los captulos ms gloriosos de los anales navales britnicos.Los sucesivos gobiernos entre las dos guerras tenan plena conciencia de las condiciones de vida en la Marina Mercante (tendran que haber sido ms que estpidos para no tenerla), de modo que dichos gobiernos, actuando con una cabal hipocresa destinada a hacerlos quedar bien, creaban una serie de reglamentos que establecan especificaciones mnimas acerca de alojamiento, comida, higiene y seguridad. Tanto los gobernantes como los propietarios saban muy bien (y sin duda estos ltimos se regocijaban ante ese conocimiento) que los reglamentos no son leyes y que no pueden ser puestos en ejecucin por la fuerza. Las recomendaciones (porque al fin y al cabo no eran ms que eso) se pasaban por alto casi por completo. Un capitn responsable y meticuloso que tratara de hacerlas cumplir corra el riesgo de encontrarse sin una nave que comandar.Informes de testigos presenciales registrados sobre las condiciones de vida a bordo de las naves de la Marina Mercante en los aos inmediatamente previos a la Segunda Guerra Mundial (y no hay razn para cuestionar esos informes, sobre todo porque el tono de los mismos es tristemente unnime) califican el alojamiento de la tripulacin como tan primitivo y atroz que no hay palabras para describirlo. Inspectores mdicos declararon que en algunos casos, las habitaciones de la tripulacin no estaban en condiciones de alojar a animales y mucho menos a seres humanos. El lugar donde se alojaba la tripulacin era invariablemente reducido y estaba desprovisto de cualquier tipo de comodidad. Las cubiertas estaban mojadas, la ropa de los hombres tambin y los colchones y frazadas, cuando se contaba con semejantes lujos, por lo general estaban empapados. Las instalaciones sanitarias eran primitivas o inexistentes. El fro se colaba por todas partes y cualquier tipo de calefaccin excepto estufas a carbn humeantes y malolientes era muy poco frecuente, como lo era, de hecho, cualquier forma de ventilacin. Y la comida, que segn dijo un escritor, no hubiera sido tolerada ni en un asilo para desposedos, era aun peor que el lugar de alojamiento.Lo que acaba de describirse puede sobrepasar los lmites de la credulidad o, al menos, parecer rebuscado, pero, respectivamente, no debera hacerlo ni parecerlo. Nunca se ha acusado de falta de precisin a la Escuela Londinense de Higiene y Medicina Tropical ni a la Oficina de Estadsticas. La primera, en un informe previo a la guerra declar categricamente que el ndice de mortalidad antes de los cincuenta y cinco aos era doblemente alto para los hombres de mar que para el resto de la poblacin masculina y los datos emitidos por la Oficina de Estadsticas indican que el ndice de mortandad de hombres de mar de todas las edades superaba en un cuarenta y siete por ciento el promedio nacional. Las causas eran tuberculosis, hemorragia cerebral y lcera gstrica o duodenal. La incidencia de la primera y la ltima es ms que comprensible y no hay duda de que la combinacin de stas contribua notablemente a la anormal frecuencia de derrames cerebrales.El principal agente de la muerte era, incuestionablemente, la tuberculosis. Cuando uno echa una mirada a la Europa Occidental de hoy, donde los sanatorios destinados al tratamiento de tuberculosis estn, felizmente, en rpida va de extincin, es difcil imaginar hasta qu punto dicha enfermedad era un terrible flagelo hace poco ms de una generacin. No es que la tuberculosis haya sido eliminada en un nivel mundial: en muchos pases subdesarrollados todava es un flagelo terrible y la principal causa de muerte. En los primeros aos de este siglo, la tuberculosis segua siendo el asesino principal en Europa Occidental y Norteamrica. Esto ya no es as desde que los cientficos descubrieron la forma de debilitar y destruir el bacilo de la tuberculosis. Pero en 1930 eso no haba sucedido: el descubrimiento de los agentes quimioteraputicos, rifamicina, cido paraaminosaliclico, isoniacida y especialmente estreptomicina, todava estaban ms all del lejano horizonte.Era de esos hombres de mar enfermos de tuberculosis, mal alojados y psimamente alimentados, que Gran Bretaa dependa para hacer llegar alimentos, petrleo, armas y municiones a las costas aliadas. Era el conducto sine qua non, la arteria, la lnea vital de la que Gran Bretaa dependa en forma absoluta; sin esas naves y esos hombres, Inglaterra se hubiera hundido sin ninguna duda. Vale la pena acotar que los contratos de esos hombres vencan cuando estallaba un torpedo, una mina o una bomba. Tanto en tiempos de guerra como de paz, los propietarios protegan sus intereses hasta el amargo final: los salarios de los marinos terminaban en forma abrupta cuando la nave se hunda, sin importar dnde, cmo ni en qu circunstancias inimaginables suceda. Cuando la nave se hunda, el propietario no derramaba lgrimas amargas, ya que los buques estaban asegurados y a veces, muy por encima de su valor. Cuando el barco se hunda, los tripulantes quedaban despedidos.El gobierno, el Almirantazgo y los propietarios de esa poca tendran que haberse sentido profundamente avergonzados de s mismos; si lo estaban, disimulaban su angustia con hombra. Comparadas con el prestigio, la gloria y los intereses, las condiciones de vida y los horrores de la muerte de los hombres de la Marina Mercante eran consideraciones de ndole secundaria.No se puede condenar al pueblo britnico. Con excepcin de los familiares y amigos de la Marina Mercante y las esplndidas organizaciones voluntarias de caridad que se crearon para ayudar a los sobrevivientes (nimiedades humanitarias como stas no preocupaban en absoluto a los propietarios o a Whitehall), muy pocos saban o sospechaban siquiera lo que estaba sucediendo.

2. Como lnea de vida, conducto y arteria, las naves Liberty estaban a la misma altura que la Marina Mercante britnica: sin ellas, Gran Bretaa sin duda se hubiera hundido en la derrota. Todos los alimentos, las armas y municiones que los pases de ultramar especialmente los Estados Unidos estaban dispuestos a proveer eran intiles si no se contaba con barcos para transportarlos. Al cabo de menos de dos aos de guerra, se torn tristemente obvio que debido al desgaste mortal de las flotas mercantes britnicas, pronto no quedaran buques para transportar nada y que Gran Bretaa rpida e inexorablemente, se vera obligada a rendirse a causa de la escasez. En 1940, aun el indomable Winston Churchill temi no poder sobrevivir y mucho menos lograr la victoria definitiva. Como era caracterstico, su perodo de desesperanza fue breve, pero Dios fue testigo de que tena razones para sentirse as.En novecientos aos, Inglaterra, entre todos los pases del mundo, nunca haba sufrido una invasin, pero en los das ms oscuros de la guerra, dicha invasin pareca no slo peligrosamente cercana sino inevitable. Al mirar atrs despus de un lapso de ms de cuarenta aos, parece inconcebible e imposible que Inglaterra haya sobrevivido; si los hechos hubieran sido revelados pblicamente, cosa que no sucedi, sin duda no habra podido.Las prdidas navales britnicas fueron abrumadoras y desafan aun a la imaginacin ms activa. En los primeros once meses de guerra, Gran Bretaa perdi 1.500.000 toneladas en naves. En los primeros meses de 1941, las prdidas llegaron a promediar las 500.000 toneladas. En 1942, el perodo ms negro para la guerra en el mar, 6.250.000 toneladas se fueron a pique. Aun trabajando a toda mquina, los astilleros britnicos podan reemplazar slo una pequea fraccin de esas enormes prdidas. Eso, unido al hecho de que la cantidad de submarinos alemanes en ese mismo ao sombro aument de 91 a 212, determin que, segn la regla de disminucin de utilidades, la Marina Mercante britnica con el tiempo dejara de existir, a no ser que ocurriera un milagro.El nombre del milagro fue naves Liberty. Para cualquiera que pueda recordar esos das, el trmino naves Liberty se relacionaba inmediata y automticamente con Henry Kaiser. Kaiser (resultaba irnico que su apellido fuera el ttulo del difunto emperador alemn) era un ingeniero norteamericano de genialidad incuestionable. Hasta ese entonces, su carrera haba sido descollante: fue figura clave en la construccin de los diques Hoover y Coulee y del puente de San Francisco. Lo que es cuestionable es si Henry Kaiser hubiera podido disear un bote de remos, pero eso no tena importancia. Por cierto, comprenda mejor que cualquier otra persona de esa poca la prefabricacin basada en un diseo estndar y repetible, y no vacil en enviar contratos de construccin de partes a fbricas en los Estados Unidos que quedaban a miles de kilmetros del mar. Esas secciones se transferan a los astilleros para ser montadas, originariamente en Richmond, California, donde Kaiser diriga la Compaa de Cemento Permanente y, con el tiempo, a otros astilleros controlados por Kaiser. La cantidad y la velocidad de produccin de Kaiser llegaron hasta el lmite de lo creble: hizo para la produccin de naves mercantes lo que las lneas de montaje de Henry Ford hicieron para el Modelo Ford T. Hasta el momento, en lo que se refera a naves ocenicas, la produccin masiva haba sido un concepto impensado.Errnea aunque comprensible, exista una difundida creencia acerca de que las naves Liberty se originaron en las oficinas de diseo de los astilleros Kaiser. Los diseos y prototipos eran, de hecho, britnicos y haban sido concebidos por el equipo de diseo de los constructores navales J.L. Thompson de North Sands, Sunderland. Primero de lo que se convertira en una lnea muy larga, el Embassage se complet en 1935 la palabra Liberty no se us hasta siete aos despus, y entonces, slo para algunas de las naves construidas por Kaiser. El Embassage, de 9.300 toneladas, con una proa inclinada, una popa redondeada y tres mquinas a carbn de expansin triple, no fue un pionero de la esttica, pero suceda que la empresa J.L. Thompson no estaba interesada en la esttica; su objetivo haba sido construir un buque de carga moderno, prctico y econmico y lo logr en forma admirable. Veinticuatro naves ms se construyeron antes de que estallara la guerra.Esas naves se construyeron en Gran Bretaa, Estados Unidos y Canad, mayormente en los astilleros Kaiser. Los diseos del casco se mantuvieron idnticos, pero los norteamericanos y nada ms que los norteamericanos introdujeron dos cambios que consideraron mejoras. Uno de ellos, el de utilizar petrleo como combustible en lugar de carbn, puede muy bien haberlo sido; el otro, que concerna el alojamiento de los oficiales y la tripulacin, no lo fue. Mientras que los ingleses y los canadienses mantuvieron el concepto original de dejar el alojamiento en proa y popa, los norteamericanos optaron por alojar tanto a oficiales como a marineros y tambin el puente de mando en una superestructura que rodeaba la chimenea. En retrospectiva (las miradas al pasado y la amarga experiencia son magnficos conductores de sabidura tarda), fue un error. Los norteamericanos tenan todos los huevos en una sola canasta.Las naves estaban armadas hasta cierto punto. Posean bateras antiareas de cuatro pulgadas, ngulo bajo y proyectiles de doce libras, ninguna de las cuales era demasiado efectiva, junto con Bofors y Oerlikons de tiro rpido; los Oerlikons eran letales en manos entrenadas... pero no haba muchas de ellas a bordo. Tambin posean armas extraas tales como paracadas lanzados por medio de cohetes, que llevaban rollos de alambre y granadas. Estos eran tan peligrosos para los que los utilizaban como para el avin al que supuestamente tenan que derribar. Algunas de esas naves posean aviones Hurricane lanzados con catapultas, lo ms parecido a los suicidas Kamikaze japoneses que los britnicos llegaron a tener. Los pilotos no podan, por supuesto, regresar a las naves; tenan la incmoda opcin de huir o abandonar el avin. En el rtico, durante el invierno, el ndice de supervivencia de esos pilotos no era alto.3. Desde el aire, sobre el agua y debajo de ella, los alemanes, a veces brillantemente, siempre con tenacidad y persistencia, utilizaban todos los medios a su alcance para destruir los convoyes de la Marina Mercante.Bsicamente, utilizaban cinco tipos de aeronaves. Su bombardero convencional era el Dornier, que volaba a alturas fijas y dejaba caer las bombas en trayectorias tambin fijas; eran aviones tiles y daban resultado, pero no eran particularmente efectivos.Mucho ms temidos, en orden ascendente, eran el Heinkel, l Heinkel III y el Stuka. El Heinkel era un lanzatorpedos que atacaba a nivel del agua. El piloto lanzaba el torpedo en el ltimo minuto, luego utilizaba el peso aligerado de la aeronave para elevarse por encima del buque al que atacaba. Esos aviones tenan un grado inusual de inmunidad a la destruccin; cuando los artilleros de las naves mercantes escudriaban por encima de las miras de los Oerlikons, Bofors o pompoms (caones de dos libras), la idea de que "O me la da o se la doy" no ayudaba a lograr el grado de serenidad y sangre fra que hubiera resultado til en las circunstancias. En el invierno rtico, los aviones lanzatorpedos solan estar en desventaja, al igual que los valientes pero desafortunados pilotos que los comandaban: el hielo poda congelar el mecanismo que liberaba el torpedo y en consecuencia, a la pesada aeronave le era imposible elevarse por encima del blanco. Eso no haca mucha diferencia para los igualmente desafortunados tripulantes de las naves mercantes: estuviera o no el torpedo unido a la aeronave cuando se estrellaba contra el buque, los efectos eran igualmente devastadores.Los Heinkel III eran bombarderos planeadores. Estos eran muy efectivos, exponan a los pilotos a un grado de riesgo muy inferior y una vez que las bombas se soltaban, era casi imposible derribarlos. Afortunadamente para la Marina Mercante, los alemanes tenan pocos de estos aviones altamente especializados.El Stuka, el bombardero en picada Junker 87, formado por dos superficies planas, con alas parecidas a las de una gaviota, era el ms temido de todos. Solan volar a gran altura en formacin y luego separarse sucesivamente en picadas casi verticales. Cuarenta aos ms tarde los marinos y soldados que sobrevivieron a esos ataques y todava estn vivos, jams olvidarn el chillido fantasmagrico de las sirenas que accionaban los pilotos de los Stuka al iniciar las picadas. El ruido era enloquecedor y reduca considerablemente la eficacia de los que disparaban las bateras antiareas. La Marina Real utiliz reflectores, por lo general de un metro diez de dimetro, en un intento de encandilar a los pilotos de los Stuka, hasta que se le hizo notar que los pilotos, que estaban al tanto de esa tctica, llevaban anteojos oscuros para reducir el brillo enceguecedor a meros puntos luminosos que les permitan apuntar aun mejor al blanco. Desde el punto de vista alemn, los Stuka tenan una sola desventaja: eran aviones de poco alcance y podan operar con eficacia slo contra convoyes que avanzaban hacia el norte cae Noruega, en camino a Murmansk y Arcngel.Pero, curiosamente, la mejor arma area que posean los alemanes era el FockeWulf Condor 200, que era en esencia, no combativo. Por cierto, poda llevar (y llevaba) bombas de doscientos kilos y tena un despliegue formidable de ametralladoras, pero al quitar las bombas y reemplazarlas por tanques de combustibles adicionales, se converta en una valiossimo avin de reconocimiento. Para esa poca, en los albores de 1940, cuando volar todava era algo relativamente nuevo, el alcance de ese avin era notable. Los Condors volaban casi diariamente desde Trondheim en Noruega ocupada por los alemanes, bordeando la costa occidental de Gran Bretaa hasta Francia, tambin ocupada por los alemanes. Pero ms importante an, podan patrullar el Mar Barents, el mar de Groenlandia y lo peor de todo, el temido estrecho de Dinamarca, entre Islandia y Groenlandia, ya que era por ese estrecho que pasaban los convoyes que enviaban Estados Unidos y Canad hacia Rusia. Para cualquiera de esos convoyes, divisar un Condor significaba un desastre inevitable.Volando alto y fuera del alcance del fuego antiareo, el Condor rodeaba literalmente al convoy y los pilotos tomaban nota del nmero de naves, de la velocidad del convoy, de su curso y de la longitud y latitud exactas. Esa informacin se transmita por radio a Alta Fjord o a Trondheim y luego se enviaba a Lorient, el cuartel general en Francia del Almirante Karl Doenitz, casi sin duda el mejor comandante en jefe de submarinos de su poca o de cualquier otra. Desde all, la informacin se retransmita a la hambrienta jaura de submarinos, instruyndolos acerca de las posiciones exactas a tomar para interceptar el convoy.En cuanto a naves de superficie, los alemanes estaban ms que bien preparados al estallar la guerra. Segn el Tratado Anglo-Alemn de 1937, Alemania poda construir el cien por ciento del equivalente britnico en submarinos, pero slo el treinta y cinco por ciento en naves. De hecho, construyeron el doble de submarinos y pasaron por alto completamente la otra restriccin del treinta y cinco por ciento. El Deutschland Admiral Graf Spee y el Admiral Scheer eran naves de diez mil toneladas, rpidas y poderosas. En realidad, eran buques de guerra de bolsillo, de mucho ms tonelaje del que se daba a entender. El Scharnhorst y el Gneisenau, buques de guerra de veintisis mil toneladas, se terminaron en 1938 y fue en ese mismo ao cuando el Bismarck y el Tirpitz fueron construidos en los astilleros Blohm y Voess en Hamburgo. Fueron los mejores y ms poderosos buques de guerra que jams se construyeron y esta aseveracin es vlida an hoy. Por las limitaciones del tratado se los restringi a treinta y cinco mil toneladas; de hecho, eran de cincuenta y tres mil.El Bismarck tuvo una carrera breve y espectacular; el Tirpitz, ninguna. Pas la guerra hibernando en el norte de Noruega, donde no obstante, cumpli con la invalorable funcin de obstaculizar a importantes unidades de la Flota DomsticaBritnica, que tema que el gigantesco buque de guerra pudiera zafar de las amarras en Alta Fjord y salir al Atlntico. Fue en esas mismas amarras que el Tirpitz fue finalmente destruido por bombas de diez toneladas arrojadas por Lancasters de la Real Fuerza Area.Si bien los ingleses llevaban una ventaja muy considerable en cuanto a buques de guerra, stos, individualmente, no estaban a la altura de los barcos alemanes, como se comprob en forma trgica cuando el Bismarck hundi con una sola salva de artillera al Hood, orgullo y nia de los ojos de la Marina Real.Debajo del agua, los alemanes utilizaban minas y submarinos. Menos de tres meses luego del estallido blico, los alemanes sacaron a relucir un artefacto harto desagradable: la mina magntica. A diferencia de la mina convencional, que tena que entrar en contacto fsico con el barco para ser activada, la mina magntica quedaba accionada por la corriente elctrica generada por el casco del navo. Esas minas podan ser colocadas por aviones y por barcos, y en los cuatro primeros das luego de su aparicin, hundieron no menos de quince embarcaciones; el hecho de que casi todas fueron neutrales no pareca preocupar demasiado a los alemanes: las minas magnticas eran dispositivos muy inteligentes, pero no lo suficiente como para discriminar entre una nave neutral y una enemiga. Los ingleses lograron recuperar una mina intacta, la desarmaron (no sin un riesgo considerable para los que lo hicieron) y crearon medidas de defensa electrnicas que permitan a los dragaminas detonar la mina magntica a una distancia prudente.Los submarinos, por supuesto, eran los enemigos ms letales con que la Marina Mercante tena que lidiar. Las bajas en los tres primeros aos de guerra fueron increblemente cruentas. No fue hasta comienzos del verano de 1943 que se pudo controlar la amenaza de alguna manera, pero slo a fines de 1944 durante 194344, se destruyeron cuatrocientos ochenta submarinos alemanes esos sigilosos perseguidores y silenciosos asesinos dejaron de ser un factor de importancia.Era inevitable que los submarinos alemanes fueran elegidos como el blanco de odios profundos y sus tripulantes, descritos durante la guerra y despus de ella como asesinos astutos, traicioneros y malvados, todos ellos nazis fanticos, que perseguan a vctimas inocentes, atacaban sin piedad ni remordimientos y luego proseguan, silenciosos, su camino. Hasta cierto punto, ese punto de vista era vlido. Las bases de esa creencia quedaron sentadas el primer da de guerra, cuando el crucero Athenia fue torpedeado. De ninguna manera poda haberse confundido al Athenia por otra cosa de lo que era: una pacfica embarcacin de pasajeros, atestada de civiles: hombres, mujeres y nios. Eso deba de saberlo muy bien el perverso Oberleutnant Fritz Julius Lemp, comandante del submarino alemn que hundi el Athenia. No existen pruebas de que Lemp haya sido castigado por esa accin.Tambin poda decirse que los submarinos aliados eran implacables, en un grado menor, por cierto, y slo porque tenan una eleccin de blancos mucho ms limitada.La imagen global de los submarinos alemanes es falsa. Pueden haber existido nazis implacables entre las tripulaciones, pero eran una pequea minora; lo que motivaba principalmente a los hombres era un intenso orgullo por las tradiciones de la Marina Imperial Alemana. Por cierto que hubo actos de brutalidad cometidos por algunos comandantes de submarinos, pero tambin hubo actos de valenta, humanidad y compasin. Lo que era innegable era el inmenso coraje y espritu de sacrificio de esos hombres. No debe olvidarse que de un total de cuarenta mil tripulantes de submarinos, treinta mil murieron; es ste el ms horrendo nmero de bajas en la historia de la guerra naval. Si bien no hay que condonar las acciones de esos hombres, los hombres mismos no deber ser condenados. Eran implacables, s la naturaleza del trabajo lo exiga pero eran valientes ms all de lo creble.As eran, entonces, las condiciones en que los hombres de la Marina Mercante tenan que vivir y morir. As eran, tambin, sus enemigos, que buscaban inexorablemente su destruccin. Las probabilidades de que los hombres de la Marina Mercante sobrevivieran a las condiciones de vida y al enemigo eran pocas; su situacin era difcil vista desde cualquier ngulo. Sin embargo, era un hecho sorprendente pero comn ver que hombres que haban sobrevivido a dos o tres ataques de torpedos y hundimientos, buscaban, no bien regresaban a Inglaterra, otra nave en la que volver a hacerse a la mar. Por definicin, esos hombres eran no combatientes, pero su resistencia, tenacidad y determinacin palabras como coraje o valenta los hubieran hecho rer, estaban a la altura de las de aquellos que los perseguan.

UNO

En forma sbita y silenciosa, como en cualquier corte de energa abrupto e inesperado en una ciudad, las luces a bordo del San Andreas se apagaron una hora antes del amanecer. Apagones de esa ndole eran poco frecuentes, pero no desconocidos y no causaban alarma particular en lo que se refera al manejo y la navegacin del buque. En el puente, la luz de bitcora que iluminaba la brjula, la luz de la mesa de navegacin y la lnea telefnica que comunicaba con la sala de mquinas quedaron intactas, porque como operaban con bajo voltaje, posean su propio generador. Las luces de arriba funcionaban con el generador principal, pero eso no tena importancia, ya que estaban apagadas; el puente siempre quedaba a oscuras por las noches. Lo nico que dej de funcionar en el puente de mando fue la pantalla Kent, una placa circular de vidrio empotrado directamente delante del timonel que rotaba a gran velocidad y ofreca un campo de visin ntido en cualquier tipo de condiciones. El tercer oficial Batesman, el oficial de guardia, no se preocup; por lo que sabia, no haba ni tierra ni barcos a cien millas a la redonda, con excepcin de la fragata HMS Andover. No tena idea de dnde poda estar la fragata y no le importaba; la fragata siempre saba dnde estaba l, pues posea un radar altamente sofisticado.En el quirfano y en la sala de recuperacin fue un caso de rutina. Aunque el cielo y el mar estaban oscuros como si fuera medianoche, no era una hora temprana; en esas altas latitudes y en esa poca del ao, la luz del da, o lo que se haca pasar por ella, llegaba alrededor de las diez. En esos dos ambientes, los ms importantes en una nave hospital, pues eso era el San Andreas, luces a batera se encendan en forma automtica cuando haba un corte de energa. En el resto del barco, haba luz de emergencia provista por lmparas de nquel y cadmio, operadas manualmente; al girar la base de dichas lmparas, se obtena un mnimo de iluminacin.Lo que caus preocupacin fue el apagn total de las luces de la cubierta superior. El casco del San Andreas estaba pintado de blanco, para ser precisos, lo haba estado en un principio, pero el paso del tiempo, el granizo, la nieve y el hielo de las tormentas rticas haban erosionado el color original, convirtindolo en una mezcla de blanco sucio y gris claro. Una banda verde daba toda la vuelta al casco. Haba grandes cruces rojas pintadas sobre los lados y las cubiertas de proa y de popa. Durante la noche, potentes reflectores iluminaban las cruces; y en esa estacin, la oscuridad reinaba durante veinte horas diarias.Las opiniones respecto de esas luces estaban divididas en forma bastante pareja. Segn la Convencin de Ginebra, las cruces rojas garantizaban inmunidad contra ataques enemigos y como hasta el momento el San Andreas haba dado pruebas de dicha inmunidad, los que estaban a bordo y no haban sufrido nunca un ataque enemigo tendan a creer en la validez de la Convencin de Ginebra. Pero los miembros de la tripulacin que haban servido a bordo antes de su transformacin de barco de carga en buque hospital, miraban la Convencin con ojos muy cnicos. Navegar de noche iluminados como un arbolito de Navidad iba contra todos los instintos de hombres que durante aos haban credo y con razn que encender un cigarrillo sobre la cubierta superior significaba atraer la atencin de algn submarino alemn. No confiaban en las luces. No confiaban en las cruces rojas. Y por sobre todas las cosas, no confiaban en los submarinos. Su cinismo estaba justificado: saban que otros buques hospitales no haban sido tan afortunados como ellos, pero nunca se haba sabido si los ataques haban sido deliberados o accidentales. En alta mar no hay cortes de justicia ni testigos independientes. Ya fuera por delicadeza o porque no tena sentido hacerlo, los miembros de la tripulacin nunca hablaban del asunto con los que segn ellos vivan en el paraso de los inocentes: los mdicos, las cabas, las enfermeras y los asistentes de sala.La puerta de estribor del puente se abri y entr una figura con una linterna en la mano. Batesman dijo:Capitn?As es. Un da de estos podr terminar mi desayuno en paz. Consiga unas lmparas, quiere, Batesman?El capitn Bowen era de estatura mediana, con tendencia a la obesidad, fornido era su palabra preferida. Tena un rostro alegre enmarcado por una barba blanca y ojos muy azules. Haba pasado haca tiempo la edad de retirarse, pero nunca haba querido hacerlo y tampoco se lo haban solicitado; la Marina Mercante haba sufrido importantes bajas tanto en hombres como en naves y saba que un barco se haca en una mnima fraccin del tiempo que llevaba formar a un buen capitn. No quedaban muchos como el capitn Bowen.Las tres lmparas de emergencia no iluminaban mucho ms de lo que lo hubieran hecho tres velas, pero la luz alcanz para que se viera con qu rapidez se haba cubierto de nieve el abrigo del capitn Bowen en los pocos segundos que le haba llevado cruzar desde el saln. Se quit el abrigo, lo sacudi afuera y cerr la puerta de inmediato.El maldito generador tuvo otro de sus ataques dijo Bowen, No pareca demasiado alterado, pero a decir verdad, nadie nunca lo haba visto alterarse por algo. La pantalla del radar no funciona, por supuesto. No servira de nada, de todos modos. Nevada copiosa, viento de treinta nudos y visibilidad cero. Haba una cierta satisfaccin en la voz de Bowen y ni Batesman ni Hudson, el timonel, tuvieron que preguntar cul era el motivo. Los tres pertenecan al grupo que no crea en la Convencin de Ginebra: ningn avin, barco o submarino podra localizarlos en esas condiciones, Ya habl con la sala de mquinas?No respondi Batesman con vehemencia y Bowen sonri. El jefe de mquinas, Patterson, un nativo del nordeste, de la zona de Newcastle, se enorgulleca de su indudable habilidad, tena un carcter explosivo y senta una profunda aversin por las preguntas sobre su trabajo provenientes de un ser tan insignificante como el tercer oficial. Llamar al jefe, seor.Y lo hizo. Bowen tom el telfono y dijo:Ah, John. No estamos teniendo demasiada suerte en este viaje, eh? El alambre conductor sobrecargado? Escobillas? Fusible? Ah, el auxiliar, entonces... Espero que no nos hayamos quedado otra vez sin combustible. El capitn Bowen hablaba con tono de honda preocupacin y Batesman sonri. Todos los miembros de la tripulacin, hasta el ayudante de cocina saban que el jefe Patterson careca totalmente de sentido del humor. La referencia que Bowen haba hecho al combustible se refera a la ocasin en que no estando el jefe Patterson de turno, el generador principal se haba descompuesto y el joven maquinista a cargo se haba olvidado de pasar la vlvula de la lnea de combustible al generador auxiliar. Los comentarios de Patterson fueron predecibles. Con una expresin de sufrimiento en el rostro, Bowen alej el telfono de su oreja hasta que los chasquidos cesaron, volvi a hablar luego brevemente y cort la comunicacin.Creo que al jefe Patterson le est costando ms trabajo de lo habitual localizar la falla elctrica. Tardar diez minutos, dice.Pero el telfono son al cabo de solamente dos minutos.Cinco dlares a que son malas noticias. Bowen levant el telfono, escuch por un momento y luego dijo: Dices que quieres hablar conmigo, John? Pero si ests hablando conmigo... Ah, ya veo. Muy bien. Cort. El jefe quiere mostrarme algo.Bowen no fue a la sala de mquinas, como Batesman podra haber supuesto, sino que se dirigi a su camarote, donde al cabo de un minuto se le uni el jefe de mquinas. Hombre alto y enjuto, con un rostro que no llamaba la atencin, sola, como muchos hombres que no poseen sentido del humor y no se dan cuenta de ello, sonrer a intervalos frecuentes y por lo general, en momentos poco apropiados. Sin embargo, no estaba sonriendo en ese momento. Extrajo tres trozos de algo que pareca ser carbn y los acomod sobre la mesa del capitn para que formaran una figura alargada.Qu piensa de esto, eh?Me conoces, John, soy slo un simple marino. La escobilla de un dnamo o generador o algo as?Exactamente. A Patterson le quedaba mucho mejor la expresin sombra que la sonrisa.De all el corte de energa?Nada que ver con el corte de energa. Sobrecarga en el alambre conductor. Un cortocircuito en alguna parte. Jamieson fue a localizarlo. No le llevar mucho tiempo hacerlo.Bowen estaba ms que dispuesto a creerle. Jamieson, el segundo maquinista, era un joven muy inteligente que contaba con la inusual distincin de ser un M.A.I.I.E. Miembro Asociado del Instituto de Maquinistas Elctricos. Bowen dijo:As que esta escobilla viene del generador auxiliar; est rota y pareces molesto por eso, por lo que deduzco que es poco comn.Poco comn? Es algo nunca visto. Al menos, yo nunca lo he visto. La escobilla est bajo presin de resorte constante contra la faz de la armadura. No hay modo de que pueda haberse roto de esta forma.Bueno, pero se rompi. Hay una primera vez para todo. Bowen toc los pedazos rotos con el dedo. Una falla de fbrica?Patterson no respondi. Busc en un bolsillo del overol, extrajo una cajita de metal, le quit la tapa y puso la caja sobre la mesa junto a la escobilla rota. Las dos escobillas que contena eran idnticas en forma y tamao a la que Patterson haba vuelto a armar. Bowen los contempl, frunci los labios y luego mir a Patterson.Repuestos?Patterson asinti. Bowen tom una, pero slo una mitad qued en su mano; la otra permaneci en el fondo de la caja.Nuestros nicos dos repuestos dijo Patterson. No vale la pena examinar el otro?No. Se revisaron los dos generadores y se encontraron en buen estado cuando estbamos en Halifax... y hemos usado el auxiliar dos veces desde que partimos de all.Una escobilla rota podra ser un golpe de mala suerte extraordinario. Tres ni siquiera llegan a ser una coincidencia ridcula. Esto ni siquiera da lugar a que nos frotemos el mentn con aire pensativo, John. Tenemos un pillo malintencionado entre nosotros.!Pillo! Saboteador, querr decir.Bueno, s, supongo que s. Al menos, alguien que no est bien dispuesto hacia nosotros. 0 hacia el San Andreas. Pero saboteador? No s. Los saboteadores prefieren diversas formas de destruccin en gran escala. Romper tres escobillas del generador no puede considerarse destruccin en gran escala. Y a menos que el individuo responsable sea un demente, no va a mandar el San Andreas al fondo; no con l a bordo. Por qu, John? Por qu?Seguan sentados all, cavilando, cuando son un golpe a la puerta y entr Jamieson. Joven, efervescente y con una actitud despreocupada hacia la vida, se lo vea cualquier cosa menos efervescente y despreocupado en ese momento: tena un aire serio y ansioso, totalmente ajeno a su personalidad.En la sala de mquinas me dijeron que los encontrara aqu. Pens que deba venir de inmediato.Como portador de malas noticias dijo el capitn Bowen, ha descubierto dos cosas: la ubicacin del corto circuito y evidencia de, digamos, sabotaje?Cmo diablos...? Lo siento, seor, pero cmo pudo...?Dselo, John respondi Bowen.No es necesario. Esas escobillas rotas son suficientes. Qu encontraste, Peter?En proa. En la carpintera. Un cable de plomo que atraviesa un mamparo. Los ganchos a cada lado parecen haberse aflojado donde pasaba por el orificio en el mamparo.Bowen dijo:Vibracin normal del barco, movimiento climtico... no es demasiado difcil erosionar plomo blando.El plomo es ms duro de lo que cree, seor. En este caso, un par de manos ayudaron a la erosin natural. Aunque eso no es lo importante. Adentro del forro de plomo, la goma alrededor del cable se quem.Cosa que sera normal en un cortocircuito?S, seor. Slo que conozco el olor a goma quemada por electricidad y no huele a azufre. Alguien us una o varias cabezas de fsforos para hacer el truco. Dej a Ellis haciendo el trabajo de reparacin. Es simple y debera de estar por terminar.Vaya, vaya. De modo que es tan simple como eso acabar con la energa elctrica de un barco.Casi, seor. Era necesario hacer otro trabajito. Hay una caja de fusibles justo afuera de la carpintera y sacaron el fusible adecuado antes de comenzar a trabajar. Luego regresaron a la caja y cortaron la lnea con pinzas aislantes o un destornillador aislante, cualquier cosa hubiera servido y despus volvieron a colocar el fusible. Si hubieran vuelto a colocar el fusible antes de cortar la lnea, se habra quemado, dejando intacto el resto del sistema elctrico. Tericamente, claro est. Muy de tanto en tanto, el fusible no es tan amable y no se quema. Jamieson sonri levemente. El asunto es que si yo hubiera estado resfriado, podran haberse salido con la suya.El telfono son. El capitn Bowen lo levant y se lo pas a Patterson, que escuch y dijo:Seguro. Ahora. Devolvi el telfono. Sala de mquinas. La electricidad est volviendo.Transcurri aproximadamente medio minuto, luego el capitn Bowen terci:Saben, no creo que est volviendo realmente.Jamieson se puso de pie y Bowen dijo:Adnde va?No lo s, seor. Bueno, en primer lugar a la sala de mquinas, a buscar a Ellis y luego no s. Parecera que el viejo Pie Sigiloso tiene ms de una cuerda en su arco.El telfono volvi a sonar y Bowen, sin responder, se lo alcanz a Patterson, que escuch brevemente y dijo:Gracias. El seor Jamieson ya baja. Devolvi el telfono y agreg: Otra vez lo mismo. Me pregunto en cuntos lugares nuestro amigo intervino y est esperando la oportunidad para activarlos.Jamieson vacil en la puerta.Esto queda entre nosotros?En absoluto. Bowen habl con determinacin. Lo transmitimos a todos los rincones. Por supuesto que Pie Sigiloso, como usted lo llama, quedar prevenido y podr armarse de antemano, pero la idea de que hay un saboteador a bordo har que todos miren a su vecino y se pregunten qu aspecto tiene un saboteador. En cualquier caso, tornar a este muchacho mucho ms circunspecto y, con suerte, sus actividades se vern considerablemente reducidas. Jamieson asinti y se march.Creo, John dijo Bowen, que podras duplicar la vigilancia en la sala de mquinas, o al menos traer a dos o tres hombres adicionales, no para las tareas de rutina, entiendes?Entiendo. Cree que quiz...?Si quisieras sabotear, incapacitar un barco, adnde te dirigiras?Patterson se puso de pie, fue hasta la puerta y al igual que lo haba hecho Jamieson, se detuvo y se volvi.Por qu? dijo Por qu, por qu, por qu?No s el porqu. Pero tengo un feo presentimiento acerca del dnde y el cundo. Aqu en los alrededores, antes de lo que pensamos y ms rpido de lo que deseamos. Alguien dijo el capitn Bowen, a modo de explicacin acaba de pasar sobre mi tumba. Patterson lo mir largamente y cerr la puerta con suavidad cuando se march.Bowen tom el telfono, marc un solo nmero y dijo:Archie, mi camarote. No bien colg, el telfono volvi a sonar. Era el puente. Batesman no pareca demasiado feliz.La tormenta de nieve se est disipando, seor. El Andover puede vernos ya. Quiere saber por qu no mostramos ninguna luz. Le dije que tenamos un corte de energa y luego lleg el siguiente mensaje hace unos instantes: por qu demonios estamos tardando tanto en repararlo?Sabotaje.Cmo dijo, seor?Sabotaje. S de Sally, A de Arthur, B de Bobby, 0 de...Dios Santo! Qu demonios... digo, por qu...?No lo s. El capitn Bowen habl con una cierta reserva. Dgales eso. Le dir lo que s que es prcticamente nada cuando suba al puente. En cinco minutos. Quiz diez.Archie McKinnon, el contramaestre, entr. El capitn Bowen consideraba al contramaestre al igual que muchos otros capitanes consideran a sus contramaestres como el miembro de la tripulacin ms importante. Era nativo de las islas Shetland, meda ms de un metro ochenta y su contextura fsica era adecuada a su altura. Tendra unos cuarenta aos, tez color ladrillo, ojos azules y pelo rubio los dos ltimos heredados sin duda de antepasados vikingos que haban pasado por su isla mil aos antes.Sintese, sintese. Bowen suspir. Archie, tenemos un saboteador a bordo.No me diga. Arque las cejas. Nada de exclamaciones sorprendidas por parte del contramaestre; nunca. Y qu ha estado haciendo, capitn?Bowen se lo cont y dijo:Puede deducir algo ms que yo, lo que equivale a cero?Si usted no puede, capitn, yo tampoco. La estima que se tenan el capitn y el contramaestre era totalmente mutua. No puede querer hundir el barco, estando l a bordo y la temperatura del agua bajo el punto de congelamiento. No puede querer detener el barco hay media docena de formas en que un hombre astuto podra hacerlo. Lo que estoy pensando es que lo que quera hacer era apagar las luces que de noche, al menos nos identifican como una nave hospital.Y por qu querra hacerlo, Archie? Era parte de su tcito entendimiento que el capitn siempre lo llamara "contramaestre", excepto cuando estaban solos.Bueno... El contramaestre cavil. Usted sabe que no soy de las tierras altas de Escocia ni de las islas occidentales, de modo que no puedo jactarme de poseer facultades sobrenaturales o extrasensoriales. Haba una levsima mezcla de reprobacin y superioridad en la voz del contramaestre, pero el capitn evit sonrer; saba que, en esencia, los nativos de las islas Shetland no se consideran escoceses y se mantienen fieles a sus islas. Pero como usted, capitn, tengo buen olfato para los problemas y puedo decirle que no me gusta lo que huelo. En media hora o quiz cuarenta minutos cualquiera podr ver que somos una nave hospital. Call y mir al capitn con lo que podra haber sido un dejo de sorpresa, que era lo ms parecido a la emocin que poda esperarse del contramaestre. No me imagino por qu, pero tengo el presentimiento de que alguien intentar atacarnos antes del amanecer. 0 al amanecer.Tampoco imagino el porqu, Archie, pero tengo el mismo presentimiento. Alerte a la tripulacin, quiere? Que se preparen para ocupar los puestos de emergencia. Haga correr la voz de que hay un electricista ilegal entre nosotros.El contramaestre sonri.As se vigilan mutuamente. No creo, capitn, que encontremos al hombre entre los miembros de la tripulacin. Han estado con nosotros mucho tiempo.Espero que no y creo que no. Es decir, me gustara creer que no. Pero fue alguien que conoca bien el barco. Sus salarios no son exactamente principescos. Se sorprendera al enterarse de lo que puede hacer una bolsa de dinero con la lealtad de un hombre.Luego de veinticinco aos en el mar, no hay mucho que pueda sorprenderme. Esos sobrevivientes que rescatamos del buque petrolero anoche.., bueno, no considerara a ninguno como mi hermano de sangre.Vamos, contramaestre, un poco de espritu de caridad cristiana, por favor. Era un buque petrolero griego se supone que Grecia es nuestra aliada, por si no lo recuerda y la tripulacin obviamente iba a ser griega. Bueno, griega, chipriota, libanesa, hotentote, s as lo prefiere. No puede pretender que todos parezcan de las Shetland. No vi a ninguno llevando una bolsa llena de monedas de oro.No. Pero algunos de ellos los heridos, quiero decirllevaban valijas.Y algunos llevaban abrigos y al menos tres tenan corbata. Y por qu no? El Argos pas seis horas flotando por all luego de haber sido tocado por una mina; tiempo ms que suficiente para que cualquiera empaque sus pertenencias terrenales, o al menos las pocas pertenencias que parecen tener los marinos griegos. Sera demasiado pedir, creo, Archie, que un buque petrolero griego averiado en el Mar de Barents tuviera a bordo un tripulante con una bolsa de oro que casualmente fuera un saboteador entrenado.S, no es una combinacin que uno esperara encontrar todos los das. Alertamos al hospital?S. Qu es lo ltimo que se sabe de all? El contramaestre invariablemente conoca el estado de todo lo que iba a bordo del San Andreas, se refiriera o no a su rea especfica. El doctor Singh y el doctor Sinclair acaban de terminar de operar. Un hombre con fractura de pelvis, el otro con quemaduras extensas. Estn ahora en la sala de recuperacin y no deberan tener problemas. La enfermera Magnusson est con ellos.Cielos, Archie, por cierto que parece estar bien informado.La enfermera Magnusson es de las islas Shetland dijo el contramaestre, como si eso lo explicara todo. Siete pacientes en la Sala A, que no estn en condiciones de moverse. El peor es el primer oficial del Argos, pero no est en peligro, dice Janet. Janet?La enfermera Magnusson. Era difcil apartar al contramaestre de su camino. Diez en la Sala B de recuperacin. Los sobrevivientes del Argos estn en las literas de babor. Bajar hasta all ahora. Vaya a alertar a la tripulacin.Cuando haya terminado, venga al compartimiento de enfermos... y traiga a un par de sus hombres. Compartimiento de enfermos? El contramaestre contempl al capitn. Ser mejor que no permita que la caba Morrison lo oiga llamarlo as.Bowen sonri.Ah, la formidable caba Morrison. De acuerdo, el hospital. Hay veinte hombres enfermos all abajo. Sin contar las cabas, enfermeras y asistentes de sala que...Y mdicos.Y mdicos que nunca han odo un disparo en su vida. Espera lo peor, capitn?No espero lo mejor replic Bowen con pesar.El rea del hospital del San Andreas era notablemente aireada y amplia, lo que no era sorprendente, puesto que el San Andreas era principalmente un hospital y no un barco y ms de la mitad de la cubierta inferior haba sido cedida para las instalaciones mdicas. La demolicin de mamparos estancos una nave hospital, en teora, no necesitaba mamparos estancos y aument la sensacin de espacio y de hecho, el espacio real. El rea estaba ocupada por dos salas, un quirfano, una sala de recuperacin, un depsito medicinal, un dispensario, una cocina separada e independiente de la cocina de la tripulacin camarotes para el personal mdico, dos comedores (uno para el personal y otro para los pacientes) y una pequea sala o vestbulo. Fue all adonde el capitn Bowen se dirigi.Encontr a tres personas tomando el t: el doctor Singh, el doctor Sinclair y la caba Morrison. El doctor Singh era un hombre afable de origen paquistan, de mediana edad. Llevaba anteojos sin patillas y era una de esas pocas personas que se ven perfectamente cmodas con ellos. Era un cirujano capaz y eficiente al que no le gustaba que lo llamaran "seor". El doctor Sinclair, rubio y tan afable como su colega, tena veintisis aos, haba abandonado su segundo ao de residencia en un importante hospital escuela para ofrecerse como voluntario para la Marina Mercante. Nadie podra haber acusado a la caba Morrison de ser afable: tena aproximadamente la misma edad que Sinclair, pelo castao, grandes ojos castaos y una boca generosa que no concordaba con su habitual expresin severa, ni con los anteojos con marco de acero que a veces usaba y ni con el leve pero inconfundible aire de desdn aristocrtico. El capitn Bowen se pregunt cmo se la vera al sonrer, si es que alguna vez sonrea.Explic, en forma breve, el porqu de su visita. Las reacciones de los tres fueron predecibles. La caba Morrison frunci los labios, el doctor Sinclair arque las cejas y el doctor Singh esboz una media sonrisa y dijo:Vaya, vaya. Saboteador o saboteadores, espa o espas a bordo de un navo britnico. Increble, Cavil unos instantes Pero claro, no todos los que estn a bordo son estrictamente britnicos. Yo no lo soy, para empegar.Su pasaporte dice que lo es. Bowen sonri, como estaba operando en el quirfano en el momento que nuestro saboteador estaba operando en otra parte, eso lo borra automticamente de la lista de potenciales sospechosos, Es cierto, doctor Singh; tenemos un considerable nmero de personas que no nacieron en Gran Bretaa. Tenemos dos indios, dos goaneses, dos nativos de Ceiln, dos polacos, un portorriqueo, un irlands del sur y. por alguna extraa razn, un italiano, que, como enemigo oficial, debera ser prisionero de guerra o estar en un campo en alguna parte. Y, por supuesto, los sobrevivientes del Argos son todos extranjeros.Y no se olvide de m dijo la caba Morrison con frialdad. Soy mitad alemana.De veras? Con un nombre como Margaret Morrison? Ella frunci los labios, un gesto que pareca natural. Cmo sabe que mi nombre es Margaret?Un capitn tiene la lista de la tripulacin. Le guste o no, usted es un miembro de ha tripulacin. No es que tenga importancia. Los espas saboteadores pueden ser de cualquier nacionalidad y cuanto menos probable es que se sospeche de ellos en este caso sera de los britnicos ms eficientemente pueden trabajar. Como digo, esto por el momento no es importante. Lo que es importante es que el contramaestre y dos de sus hombres estarn aqu dentro de muy poco. Si surgiera alguna emergencia, l se har cargo de todo excepto, por supuesto, del manejo de los pacientes graves. Supongo que todos conocen al contramaestre?Un hombre admirable dijo el doctor Singh. Muy tranquilizador, muy competente, no me imagino a ninguna persona mejor para tener cerca en momentos de necesidad.Todos lo conocemos. La caba Morrison era tan buena para hablar con tono helado como para fruncir los labios. Dios es testigo de que anda por aqu con bastante frecuencia,Visitando a los enfermos?!Visitando a los enfermos! No me gusta la idea de que un marino comn ande molestando a una de mis enfermeras.El seor McKinnon no es un marino comn. Es un marino extraordinario y nunca ha molestado a nadie en su vida. Traigamos a Janet aqu para ver si corrobora sus absurdos alegatos.Usted... usted sabe su nombre.Por supuesto que s su nombre. Bowen sonaba cansado. No vena al caso, pens, mencionar el hecho de que hasta haca cinco minutos, nunca haba odo hablar de una persona llamada Janet. Son nativos de la misma isla y tienen mucho de qu hablar. Sera bueno, seorita Morrison, que usted se interesara tanto por su personal como yo por el mo,Fue una buena frase de despedida, pens Bowen, pero no se sinti particularmente orgulloso de s mismo. A pesar de la forma en que ella hablaba, senta simpata hacia la chica porque sospechaba que la imagen que proyectaba no era la real y que podra haber una muy buena razn para eso; pero ella no era Archie McKinnon.El primer oficial, Geraint Kennet, un nombre poco comn, pero que segn l, provena de un linaje antiguo y aristocrtico, estaba en el puente aguardando la llegada de Bowen. Kennet era gals, delgado de cuerpo y de cara, muy moreno y muy irreverente.Est perdido, Kennet? pregunt Bowen. Bowen haba abandonado tiempo atrs la vieja costumbre de llamar seor al primer oficial.Cuando suena la hora, seor, Kennet est all. Escuch cosas acerca de alarmas y excursiones de boca del joven Jamie. "El joven Jamie" era Batesman, el tercer oficial. Se prepara algo siniestro, deduzco.Deduce bien. Cun siniestro, no lo s. Describi lo poco que haba sucedido. As que dos cortes de electricidad, s es que se los puede llamar as y un tercero que est siendo investigado.Y sera muy ingenuo suponer que el tercero no est conectado con los otros dos?Muy ingenuo.Esto presagia algo ominoso.Por cierto que les ensean a hablar en esas escuelas galesasS, seor. Lleg a alguna conclusin y no es precisamente agradable?El telfono son. Batesman lo tom y se lo alcanz a Bowen, que escuch unos instantes, agradeci al que llamaba y cort.Jamieson. En la cmara frigorfica, esta vez. Cmo pudo alguien entrar all? El cocinero es el nico que tiene la llave.Muy fcil dijo Kennet. Si un hombre es un saboteador, entrenado en su arte, si es que puede usarse esa palabra, sera lgico que fuera un experto con la ganza o que al menos llevara un manojo de llaves maestras. Con respeto, seor, creo que eso no es lo que importa. Cundo atacar otra vez este villano?Me gustara saberlo. Pie Sigiloso, as lo llama Jamieson, parece ser un villano de recursos y previsin considerables. Es muy probable que tenga ms sorpresas. Jamieson opina lo mismo. Si hay otra falla de electricidad cuando vuelvan a conectar, dice que va a recorrer cada centmetro de cable con no s qu herramienta.Es un instrumento para detectar prdidas de voltaje ya sabe, bloqueos en un circuito. Se me ha ocurrido...Spenser, el primer oficial operador de radio apareci en la escotilla de su oficina, con un papel en la mano.Mensaje del Andover, seor.Bowen ley:"Ausencia continuada de luces muy grave. Esencial resolver asunto. Apresaron ya al saboteador?"Nos da pie, creo, para mascullar furiosamente por lo bajo coment Kennet.Es un imbcil dijo Bowen. Me refiero al comandante Warrington, capitn de la fragata. Spenser, enve esto: "Si tienen miembros de la Divisin Especial o del Departamento de Investigaciones Criminales a bordo, son bienvenidos aqu. En caso contrario, por favor abstenerse de enviar mensajes intiles. Qu diablos creen que estamos haciendo?"En estas circunstancias, seor, opino que es un mensaje muy educado. Como estaba por decirle...El telfono volvi a sonar. Batesman atendi, escuch, agradeci, cort y se volvi hacia el capitn.Sala de mquinas, seor. Otra falla elctrica. Jamieson y el tercer maquinista Ralson se disponen a subir con sus herramientas.Bowen extrajo su pipa sin decir nada. Daba la impresin de haber enmudecido temporariamente. Kennet no haba enmudecido. Eso jams le suceda.Uno nunca llega a terminar una frase en este puente. Ha llegado a alguna conclusin, seor, por ms desagradable que sea sta?Conclusin, no. Corazonada, sospecha, s. Desagradable, tambin. Apostara a que aproximadamente a la madrugada, alguien nos va a atacar,Por fortuna replic Kennet, no me gusta el juego. De todos modos, no apostara contra mis propias convicciones. Que son las mismas que las suyas, seor.Somos una nave hospital, seor dijo Batesman. Ni siquiera sonaba esperanzado.Bowen le dirigi una mirada sombra.Si se es inmune al sufrimiento de los desvalidos y moribundos y se desea ejercitar una lgica cruenta y retorcida, entonces somos enemigos, aunque estemos completamente indefensos. Porque, qu es lo que hacemos? Llevamos a nuestros enfermos y heridos a casa, los ponemos nuevamente en condiciones y los mandamos de nuevo al frente o al mar para luchar otra vez contra los alemanes. Si se quiere estirar la conciencia lo suficiente, es posible alegar que permitir que una nave hospital llegue a su patria es lo mismo que ayudar al enemigo. El Oberleutnant Lemp nos hubiera torpedeado sin pensarlo dos vecesEl Oberleutnant qu?Lemp. El tipo que hundi el Athenia, y Lemp saba que el Athenia no llevaba ms que civiles como pasajeros, hombres, mujeres y nios que, y esto lo saba muy bien, jams se usaran para luchar contra los alemanes. El Athenia era un caso mucho ms digno de compasin que nosotros, no le parece, Batesman?Me gustara que no hablara de esa manera, seor Batesman se vea no slo tan sombro como el capitn, sino tambin lgubre. Cmo sabemos que este tipo Lemp no anda merodeando all afuera, justo del otro lado del horizonte?No tema dijo Kennet. El Oberleutnant Lemp hace tiempo que fue a reunirse con sus ancestros, por lo que uno no puede sentir ms que un cierto grado de compasin. No obstante, puede tener un hermano mellizo o algunas almas gemelas all afuera. Como infiere el capitn con tanta suspicacia, vivimos en tiempos turbulentos e inciertos.Batesman mir a Bowen.Est permitido, capitn, pedirle al primer oficial que se calle?Kennet sonri ampliamente, pero dej de hacerlo cuando son el telfono. Batesman fue a atender, pero Bowen se le adelant.Privilegio del jefe, Batesman. Las noticias pueden ser demasiado duras para un hombre joven como usted. Escuch, maldijo en voz alta y cort. Cuando se volvi se lo vea y sonaba fastidiado.El maldito bao de oficiales!Pie Sigiloso? pregunt Kennet.Quin cree que fue? Santa Claus?Una acertada eleccin dijo Kennet juiciosamente. Muy acertada. En qu otro lugar puede un hombre trabajar con tanta paz, privacidad y, por un perodo indeterminado, inmunidad a cualquier interrupcin? Hasta podra tener tiempo de leer un captulo de su novela de suspenso favorita, como es la costumbre de un joven oficial de este barco que permanecer en el anonimato.El tercer oficial est en su derecho dijo Bowen. Quiere callarse de una vez?Si, seor, Ese era jamieson?Deberamos tener noticias de Ralson en cualquier momento.Jamieson ya habl con l. Bao de marineros esta vez, a babor.Por una vez, Kennet no hizo comentarios durante casi un minuto hubo silencio en el puente, por la sencilla razn de que no pareca haber nada que decir. Inevitablemente, fue Kennet el que por fin rompi el silencio.Unos minutos ms y ser mejor que nuestros benemritos maquinistas se den por vencidos. O es que soy el nico que ha notado que lleg el amanecer?Era cierto. Hacia el sudeste ms all de los baos a babor, el cielo haba cambiado de negro a un gris oscuro y se iluminaba cada vez ms Dej de nevar, el viento disminuyo a veinte nudos y el San Andreas cabeceaba con las olasque venan del noroeste.Quiere que ponga un par de vigas adicionales, seor? Uno en cada alern?Y que pueden hacer esos vigas? Hacerles morisquetas al enemigo?No pueden hacer mucho ms que eso, es verdad. Pero si alguien nos va a atacar, ser ahora. En un Condor que vuela alto, por ejemplo, casi se pueden ver las bombas saliendo de las compuertas y hay probabilidad de una accin evasiva. Kennet no pareca demasiado entusiasmado ni convencido.Y si es un submarino, un bombardero en picada o torpedero?Igual pueden darnos un aviso y tiempo para rezar. Por cierto, sera una plegaria muy corta, pero una plegaria al fin. Como quiera, Kennet.Kennet hizo una llamada y al cabo de tres minutos sus vigas llegaron al puente, abrigados hasta las cejas, segn las instrucciones de Kennet. McGuigan y Jones, un irlands del sur y un gals, no eran ms que unos muchachos que no pasaban los dieciocho aos. Kennet los equip con prismticos y los situ en los alerones del puente, Jones, a babor y McGuigan, a estribor. Unos instantes despus de cerrar la puerta de babor, Jones volvi a abrirla.Barco, seor! A babor. Su voz sonaba ansiosa, excitada. Es un buque de guerra, creo.Tranquilcese dijo Kennet. Dudo que sea el Tirpitz. Menos de media docena de personas a bordo saban que el Andover los haba acompaado durante la noche. Sali y regres casi de inmediato. El buen pastor dijo. A tres millas.Ya casi hay luz repuso el capitn Bowen. Podramos estar equivocados, Kennet.La escotilla de la sala de radio se abri con un golpe y apareci la cara de Spenser.El Andover, seor. Bandido, bandido, un bandido... 045... diez millas... mil quinientos metros.Ah est dijo Kennet. Saba que no nos habamos equivocado. A toda mquina, seor? Bowen asinti y Kennet dio las instrucciones necesarias.Accin evasiva? Bowen esbozaba una semisonrisa; el conocimiento, por ms desagradable que sea, siempre llega como un alivio luego de la incertidumbre. Un Condor, cree adivinar?No adivino, seor. En estas aguas, slo el Condor vuela solo. Kennet abri la puerta de babor y escudri el cielo. La capa de nubes es bastante delgada ahora. Deberamos poder ver a nuestro amigo acercndose. Tendra que estar prcticamente a popa. Salimos, seor?En un minuto, Kennet. Dos minutos. Juntemos flores mientras podamos o al menos, mantengmonos al calor lo ms posible. Si el destino nos ha abandonado, estaremos congelndonos dentro de muy poco. Dgame, Kennet, se le ha ocurrido algn pensamiento profundo?Se me han ocurrido muchos, pero no dira que son profundos.Cmo diablos cree que ese Condor nos localiz? Un submarino? Podra haber salido a la superficie y transmitido el mensaje a Alta Fjord.No, un submarino, no. El equipo sonar del Andover lo habra captado. Ni aviones ni naves de superficie, de eso estoy seguro.Kennet frunci el entrecejo por unos instantes, luego sonri.Pie Sigiloso dijo con seguridad. Una radio.No necesariamente eso, Un pequeo dispositivo elctrico, probablemente accionado por nuestros propios sistemas, que transmite una seal continua.De modo que si sobrevivimos hay que salir a pasar el rastrillo?Por cierto. Hay que salir a...Andover, seor. Era Spenser otra vez. Cuatro bandidos, repito cuatro bandidos... 310... ocho millas... novecientos metros.Me pregunto qu habremos hecho para merecer esto? Kennet sonaba casi lgubre. Tenamos ms razn de lo que suponamos, seor. Torpederos o planeadores bombarderos, seguro, atacando desde la oscuridad al noroeste y nosotros recortados contra la luz del amanecer.Los dos hombres salieron por la puerta de babor. El Andover segua de ese lado, pero se haba acercado hasta quedar a menos de dos millas de distancia. Un banco de nubes bajas, a aproximadamente la misma distancia, oscureca la visin hacia popa.Oye algo, Kennet? Ve algo?Nada, nada. Al diablo con esa nube! Si, ahora s. Lo oigo. Es un Cndor.Es un Cndor. Una vez que se lo ha odo, no es fcil olvidar el clamor mal sincronizado del motor de un FockeWulf 200. Y me temo Kennet, que habr que postergar su accin evasiva para otro momento. Parece que este muchacho viene muy bajo.S, viene volando bajo. Y s por qu. Kennet habl con amargura, lo que no era nada comn en l. Su intencin es hacer bombardeo de precisin. Tiene rdenes de detenernos o estropearnos el barco, pero no de hundirnos. Apuesto a que ese malnacido de Pie Sigiloso se siente seguro como en su casa.Est en lo cierto, Kennet. Podra detenernos bombardeando la sala de mquinas, pero eso es casi una garanta de que nos vamos a pique. All viene.El Condor FockeWulf atraves la nube y se dirigi directamente hacia la popa del San Andreas. El Andover sac a relucir todos los caones posibles no bien el FockeWulf atraves el banco de nubes, y al cabo de unos segundos el lado de estribor del Andover estuvo envuelto en humo. Para una fragata, el fuego antiareo que posea era formidable: bateras de ngulo bajo, pompoms, Oerlikons y las igualmente letales torrecillas BoultonPaul Defiant que disparaban 960 vueltas por minutos. El FockeWulf debi de recibir varios impactos, pero la capacidad del enorme Condor para absorber el castigo era legendaria. Sigui adelante, a no ms de sesenta metros sobre las olas. El sonido de los motores pas de ser clamoroso a atronador.Este no es lugar para un par de marinos honestos, Kennet. El capitn Bowen tuvo que gritar para hacerse or. Pero creo que ya es demasiado tarde.Me parece que s, seor.Dos bombas, slo dos, se desprendieron perezosamente del Condor envuelto en humo.

DOS

Si los norteamericanos hubieran mantenido el diseo ingls original en lo que se refera al alojamiento a bordo de las naves Liberty, la tragedia, aunque no hubiera dejado de serlo, al menos se habra visto minimizada. Los planes originales de Sunderland ubicaban los camarotes tanto en proa como en popa: los diseadores de Henry Kaiser, creyendo usar su sentido comn que result ser disparatado ubicaron los camarotes de oficiales y tripulantes y el puente de mando agrupados en una nica superestructura que rodeaba la chimenea.El contramaestre, con el doctor Sinclair a su lado, lleg a la cubierta superior antes de que el Condor alcanzara al San Andreas; casi de inmediato se les uni Patterson, para quien los disparos del Andover haban sonado como una serie de pesados golpes metlicos del lado de la sala de mquinas.Abajo! grit el contramaestre. Dos fuertes brazos sobre los hombros de Patterson y del doctor Sinclair los arrojaron al suelo; el FockeWulf haba alcanzado al San Andreas antes de que lo hicieran las bombas y el contramaestre saba muy bien que el Condor posea un despliegue letal de ametralladoras que no vacilaba en usar cuando la ocasin lo requera. En esa oportunidad, sin embargo, las ametralladoras permanecieron en silencio, posiblemente porque los artilleros tenan rdenes de no disparar, ms probablemente porque stos estaban muertos, pues era obvio que el Condor, arrastrando un enorme penacho de humo era imposible adivinar si provena del fuselaje o de los motores y virando con violencia hacia estribor, estaba tambin a punto de morir.Las dos bombas se estrellaron hacia proa y hacia popa de la chimenea, estallaron simultneamente, enseguida luego de pasar a travs de los desprotegidos camarotes, haciendo volar los mamparos destrozados hacia afuera y llenando el aire de esquirlas de metal y vidrios rotos, ninguno de los cuales alcanz a los tres hombres tirados boca abajo sobre la cubierta. El contramaestre levant la cabeza con cautela y contempl con incredulidad cmo la chimenea, al parecer intacta, pero cercenada en la base, caa lentamente al mar por el lado de babor. Cualquier ruido que pudiera hacer al chocar contra el agua se ahog bajo el rugido de nuevos aviones.Abajo, mantngase abajo! Tendido sobre la cubierta, el contramaestre gir la cabeza hacia la derecha. Cuatro lanzatorpedos Heinkel en formacin, a media milla de distancia y menos de siete metros sobre el agua, se dirigan directamente a la banda de estribor del San Andreas. Diez segundos, pens, doce como mximo y los muertos en el osario que era esa superestructura destrozada tendran compaa de sobra. Por qu se haban callado los caones del Andover? Se volvi hacia la izquierda para observar la fragata y de inmediato comprendi la razn. Era imposible que los artilleros del Andover no oyeran el ruido de los Heinkel que se aproximaban, pero era igualmente imposible que los vieran. El San Andreas estaba directamente en lnea entre la fragata y los bombarderos que volaban a una altura inferior que la de la cubierta superior.Volvi a girar la cabeza hacia la derecha y con asombro momentneo, vio que se ya no era el caso. Los Heinkels se estaban elevando con la intencin de volar por encima del San Andreas, cosa que hicieron al cabo de unos segundos, a no mucho ms de cuatro metros sobre la cubierta, dos a cada lado de la superestructura retorcida. El San Andreas no haba sido el blanco, sino el escudo para los Heinkels: la fragata era el blanco y los bombarderos estaban a mitad de camino entre el San Andreas y el buque de guerra antes de que los confundidos artilleros comprendieran lo que estaba sucediendo.Cuando lo hicieron, la reaccin fue rpida y violenta. El armamento principal era virtualmente intil. Lleva tiempo apuntar y elevar un arma de cualquier tamao y contra un blanco que se acerca a gran velocidad, el tiempo no alcanza. Las bateras antiareas, los caones de dos libras, los Oerlikons y las Defiants montaron una barrera considerable, pero los lanzatorpedos eran blancos notoriamente difciles, a lo que se agregaba el hecho de que los artilleros tenan plena conciencia de que la muerte estaba a pocos segundos, lo que disminua su eficacia.Los bombarderos estaban a menos de trescientos metros cuando el avin en el flanco izquierdo de la formacin se elev y vir hacia la izquierda para alejarse de la popa del Andover: seguramente ni el avin ni el piloto haban sido daados. Como sola suceder, el mecanismo de liberacin del torpedo se haba congelado, impidiendo la cada del mismo. Aproximadamente en el mismo momento, el avin a la derecha descendi en suave picada hasta que toc el agua sin duda el piloto haba muerto. Una victoria, s, pero prrica. Los otros dos Heinkels liberaron sus torpedos y se elevaron, alejndose del Andover.Tres torpedos estallaron contra el Andover casi simultneamente: los dos que haban sido liberados sin problemas y el que estaba todava sujeto al avin que haba cado al agua. Los tres torpedos detonaron, pero hubo poco estruendo y onda expansiva: el agua siempre ahoga las explosiones submarinas. Lo que s hubo, sin embargo, fue una gran cortina de agua y espuma que se elev a sesenta metros y luego cay lentamente. Cuando por fin desapareci, el Andover estaba semisumergido en el agua. Al cabo de veinte segundos, con slo un leve siseo producido por el agua que invadi la sala de mquinas y con muy pocas burbujas, el Andover se desliz bajo la superficie del mar.Dios mo, Dios mo, Dios mo! El doctor Sinclair, tambalendose levemente, se haba puesto de pie. Como mdico, haba tomado contacto con la muerte, pero no en esa forma horrenda: todava estaba aturdido y no tena plena conciencia de lo que suceda a su alrededor. !Santo Cielo, ese enorme avin est volviendo hacia aqu!El enorme avin, el Condor, regresaba, pero no significaba una amenaza para ellos. Con un humo denso brotndole de los cuatro motores, complet un semicrculo y se acerc al San Andreas. A menos de media milla toc la superficie del agua, se hundi momentneamente y luego volvi a aparecer. Ya no haba humo.Dios lo guarde dijo Patterson. Estaba casi anormalmente sereno. Una expedicin para control de daos, primero, que vean si hacemos agua, aunque no creo que se sea el caso.S, seor. El contramaestre contempl lo que quedaba de la superestructura. Quizs una expedicin de control de incendio. Hay muchas frazadas, colchones, ropa y papeles all adentro, sabe Dios qu estar ardiendo ya.Cree que habr sobrevivientes all?No me atrevera a adivinar, seor. Si los hay, es una suerte que seamos un buque hospital.Patterson se volvi hacia el doctor Sinclair y lo sacudi con suavidad.Doctor, necesitamos su ayuda. Hizo un gesto con la cabeza en direccin a la superestructura. Usted y el doctor Singh... y los asistentes de sala. Mandar unos hombres con martillos y barras de hierro.Y un soplete de oxiacetileno? dijo el contramaestre. Por supuesto.Tenemos suficiente equipo y material mdico a bordo como para equipar el hospital de un pequeo poblado dijo Sinclair. Si hay sobrevivientes, todo lo que necesitaremos sern algunas jeringas hipodrmicas. Pareca haberse recuperado. No llevamos a las enfermeras?Por Dios, no. Patterson sacudi la cabeza con vehemencia. Le aseguro, ni a m me gustara entrar all. Si hay sobrevivientes, ya tendrn ellas su cuota de horror ms tarde.McKinnon dijo:Permiso para sacar la lancha salvavidas, seor? Para qu?Podra haber sobrevivientes del Andover. Sobrevivientes! Se hundi en treinta segundos.El Hood se desintegr en un segundo. Hubo tres sobrevivientes.Por supuesto, por supuesto. No soy marino, contramaestre. No necesita pedirme permiso a mi.Si, lo necesito, seor. El contrmaestre seal la superestructura. Todos los oficiales de cubierta estn all. Usted est al mando.iSanto Cielo! La idea jams se le haba ocurrido a Patterson. Qu forma de asumir el mando!Y hablando de mando, seor, el San Andreas ya no est bajo control. Est virando rpidamente hacia babor. El mecanismo de navegacin en el puente debe de estar destruido.La navegacin puede esperar. Detendr las mquinas.Tres minutos ms tarde, el contramaestre accion la palanca y dirigi la lancha salvavidas hacia una balsa inflable que cabeceaba pesadamente cerca del lugar donde haba estado el Condor. Haba slo dos hombres en la balsa, el resto de la tripulacin del avin se habra hundido con el FockeWulf, supuso el contramaestre. De todos modos, probablemente ya estaban muertos. Uno de los hombres, un jovencito muy mareado y con expresin atemorizada tena todo el derecho de sentirse atemorizado, pens el contramaestre estaba sentado muy erguido, aferrado a una soga. El otro estaba tendido de espaldas en el fondo de la balsa: en la parte superior izquierda del pecho, brazo izquierdo y muslo derecho, la tela de su overol estaba empapada en sangre. Tena los ojos cerrados.Jess! El marinero Ferguson, que tena un acento de Liverpool y cuya cara surcada de cicatrices hablaba con elocuencia de batallas perdidas y ganadas, principalmente en bares, mir al contramaestre con una mezcla de incredulidad e indignacin. Jess, contramaestre, no ir a recoger a esos canallas? Acaban de tratar de hundirnos. A nosotros! Una nave hospital!No le gustara saber por qu bombardearon un barco hospital?Es cierto, es cierto. Ferguson tendi el bichero y acerc la balsa hasta hacerla quedar junto a la lancha salvavidas.Alguno de ustedes habla ingls?El hombre herido abri los ojos, que tambin parecan llenos de sangre.Yo.Parece que est mal herido. Quiero saber dnde antes de tratar de llevarlo a bordo.Brazo izquierdo, hombro izquierdo y muslo derecho. Y creo que tengo algo en el pie derecho. Su ingls era muy fluido y si haba algo de acento, ste era del sur de Inglaterra, no alemn.Usted es el comandante del Condor, por supuesto. S. Sigue queriendo llevarme a bordo?El contramaestre hizo un gesto a Ferguson y a los otros dos marineros que haban venido con l. Los tres hombres subieron al piloto herido con el mximo cuidado posible, pero con el bote y la balsa cabeceando en las olas era imposible ser muy cuidadosos. Lo recostaron sobre el fondo, cerca de donde estaba sentado el contramaestre junto a los controles. El otro sobreviviente se acurruc tristemente en el medio del bote. El contramaestre se dirigi hacia el lugar donde calcul que se haba hundido el Andover.Ferguson mir al hombre herido que yaca de espaldas, con los brazos en cruz. Las manchas rojas se estaban agrandando.Poda ser que estuviera sangrando profusamente, pero tambin poda ser el efecto del agua de mar.Cree que ha muerto, contramaestre?McKinnon tendi la mano y toc el costado del cuello del piloto y al cabo de unos segundos localiz el pulso, rpido, dbil y errtico, pero pulso al fin.Inconsciente. Desmayado. El trasbordo no debe de haber sido fcil para l.Ferguson observ al piloto con un cierto respeto involuntario,Quiz sea un maldito asesino, pero es endemoniadamente duro. Debi de estar agonizando pero ni siquiera grazn. No deberiamos llevarlo de regreso al barco, primero? Darle una oportunidad, por decirlo as?Lo pens. No. Quizs haya sobrevivientes del Andover, y si los hay, no duraran mucho. La temperatura del agua est justo por debajo del punto de congelamiento. Por lo general, los hombres mueren al cabo de un minuto. Si hay alguien, retrasarse un minuto puede significarle la muerte. Les debemos esa oportunidad. Adems, el viaje de regreso al barco ser muy rpido.El San Andreas, virando hacia babor, haba trazado un semicirculo y se estaba deteniendo por accin de la marcha atrs. Sin duda, Patterson lo habra hecho para maniobrar la nave temporariamente sin timn y acercarla lo ms posible al lugar donde se haba hundido el Andover.Slo un pattico montn de objetos sealaba dnde haba desaparecido la fragata: trozos de madera, algunos barriles, flotadores, boyas y chalecos salvavidas vacos y cuatro hombres. Tres de ellos estaban juntos. Uno del grupo, un hombre que pareca llevar un gorro gris, sostena la cabeza de otro hombre, inconsciente o bien muerto, fuera del agua; con la otra mano hacia seas en direccin a la lancha que se acercaba.Los tres llevaban chalecos salvavidas y mucho ms importante an, trajes de agua, lo que les haba permitido seguir con vida luego de quince minutos en las aguas heladas del invierno rtico.Los tres hombres fueron subidos a la lancha. El joven al que haba ayudado el hombre con gorro gris estaba inconsciente, no muerto. Tena una gran hinchazn, de la que todava brotaba sangre, justo por encima de su sien derecha. El tercer hombre pareca por dems incongruente en las circunstancias llevaba la gorra en pico de un comandante naval. La gorra estaba completamente empapada, El contramaestre fue a quitrsela, pero cambi de idea al ver la sangre en la parte trasera de la gorra; probablemente la tuviera pegada a la cabeza. El comandante estaba conseiente, agradeci gentilmente al contramaestre por haberlo sacado del mar, pero tena los ojos vacos, vidriosos y perdidos. McKinnon le pas una mano delante de los ojos, pero no hubo reaccin. Por el momento al menos, el comandante estaba ciego.Aunque saba que estaba perdiendo el tiempo, el contramaestre se dirigi hacia el cuarto hombre que estaba en el agua, pero retrocedi cuando todava estaba a unos metros. Aunque tena la cara en el agua, no se haba ahogado sino que haba muerto por congelamiento; no llevaba traje de agua. El contramaestre vir la lancha hacia el San Andreas y toc el hombro del comandante con suavidad.Cmo se siente, comandante Warrington?Qu? Cmo me siento? Cmo sabe que soy el comandante Warrington?Todava lleva la gorra, seor. El comandante atin a tocarse la visera pero McKinnon lo detuvo. Djela, seor. Se ha herido la cabeza y tiene la gorra pegada a la piel. Lo tendremos en el hospital dentro de quince minutos. Hay mdicos y enfermeras de sobra para encargarse de eso, seor.Hospital. Warrington sacudi la cabeza como para aclararse la mente. Ah, claro. El San Andreas. Usted debe de ser de all.Si, seor. Soy el contramaestre.Qu sucedi, contramaestre? Con el Andover, digo. Warrington se toc el costado de la cabeza. Estoy algo confundido.Como para no estarlo. Tres torpedos, seor, casi simultneamente. A usted debieron de volarlo del puente, o quiz se cay, o ms probablemente lo arrastr el agua cuando su buque se hundi. Se fue a pique en poco ms de veinte segundos.Cuntos de nosotros... bueno, a cuntos encontraron?Solamente a tres, seor. Lo siento.Dios todopoderoso. Slo a tres. Est seguro, contramaestre?Me temo que s, seor.Mi encargado de seales...Aqu estoy, seor.Ah, Hedges. Gracias a Dios. Quin es el tercero? Oficial de navegacin, seor. Tiene un golpe muy feo en la cabeza.Y el primer teniente? Hedges no respondi; haba hundido la cabeza entre las manos y la sacuda de lado a lado.Me temo que Hedges est algo alterado, comandante. El primer teniente llevaba un chaleco salvavidas rojo? Warrington asinti. Entonces lo encontramos, seor. Me temo que se congel.Qu irona. Congelarse, digo. Warrington sonri levemente. Siempre se burlaba de nuestros trajes de agua. Llevaba una pata de conejo con l y deca que era todo lo que necesitaba.

El doctor Singh fue el primero que sali al encuentro del contramaestre cuando ste baj de la lancha. Patterson estaba con l, al igual que dos asistentes de sala y dos fogoneros. El contramaestre mir a los fogoneros y se pregunt por un instante qu estaban haciendo en la cubierta, pero slo por un instante: sin duda estaban haciendo el trabajo de un marinero porque quedaban muy pocos marineros para hacerlo. Ferguson y sus dos compaeros haban estado en la expedicin de control de incendios en proa y quiz fueran los tres nicos que quedaban; todos los otros marineros haban estado en la superestructura en el momento del ataque.Cinco dijo el doctor Singh. Slo cinco. De la fragata y el avin, slo cinco.S, doctor, Y aun ellos tuvieron una suerte endemoniada. Hay tres en condiciones bastante malas. El comandante parece estar bien, pero creo que est peor que los dems. Aparentemente est ciego y tiene una herida en la nuca. Hay una conexin, no es as, doctor?Oh, Dios. S, hay una conexin. Haremos todo lo posible.Patterson dijo:Un momento, contramaestre, por favor. Se apart hacia un costado y McKinnon lo sigui. Estaban a mitad de camino hacia la superestructura cuando Patterson se detuvo.Tan grave es, seor? pregunt el contramaestre. No quiere espas. Pero tenemos que confiar en alguien.Supongo que s. Patterson pareca cansado. Pero en muy pocos. Sobre todo luego de lo que vi en esa superestructura. Y de una o dos cositas que descubr. Comencemos por el principio. El casco est estructuralmente sano. No hay grietas. No cre que fuera a haberlas. Estamos arreglando un control de timn temporario en la sala de mquinas; probablemente podamos reconectar con el puente, que es la parte menos daada de la superestructura. Hubo un pequeo incendio en el comedor de la tripulacin, pero logramos controlarlo, Asinti en direccin a la triste masa de hierros retorcidos delante de ellos. Roguemos para que haya buen tiempo. Jamieson dice que los soportes estructurales estn tan debilitados que todo puede caer por la borda si nos tocan marejadas turbulentas. Quiere entrar?Querer? No. Pero debo hacerlo. El contramaestre vacil, sin deseos de or la respuesta a la pregunta que tena que hacer. Cuntas son las bajas hasta ahora, seor?Hasta el momento hemos encontrado trece muertos. Hizo una mueca. Y trozos y fragmentos. Decid dejarlos donde estaban por ahora. Puede haber ms personas con vida.Ms? Encontr algunas?Cinco, Algunas de ellas, en muy malas condiciones. Estn en el hospital. Entr primero en la retorcida entrada de popa de la superestructura. Hay dos grupos con oxiacetileno all adentro. Es un trabajo lento. No hay vigas cadas ni escombros propiamente dichos, slo puertas retorcidas y trabadas. Algunas, por supuesto me refiero a las puertas sencillamente volaron por el aire. Como sta, por ejemplo,La cmara frigorfica, bueno, al menos no haba nadie ell adentro. Pero haba tres semanas de provisiones de todo tipo de carne, pescados y otros alimentos perecederos; en un par de das tendremos que comenzar a echarlos por la borda. Avanzaron lentamente por el pasadizo. La alacena est intacta, seor, aunque no creo que una dieta fija de frutas y vegetales vaya a tener mucho xito. Dios Santo!McKinnon contempl la cocina que quedaba del otro lado del corredor, frente a la alacena. Las superficies de los hornos estaban extraamente torcidas, pero todos los armarios y las dos mesas estaban intactos. Pero lo que haba horrorizado al contramaestre no haban sido los muebles sino los dos hombres que yacan en el suelo. Parecan ilesos, salvo por un pequeo hilo de sangre que les corra desde los odos y la nariz.Netley y Spicer susurr McKinnon. No parecen... estn muertos?Contusin. Fue instantneo respondi Patterson.El contramaestre sacudi la cabeza y sigui avanzando.El paol de comida enlatada dijo. Intacto. Qu irona. Y el paol de bebidas alcohlicas tambin. No hay ni una lata abollada ni una botella rota. Hizo una pausa. Con su permiso, seor, creo que ste es un muy buen momento para hacer uso de las bebidas alcohlicas. Un buen trago de ron para todos, o al menos para los hombres que estn trabajando aqu. Es un trabajo bastante desagradable y es una costumbre de la Marina Real cuando hay tareas desagradables que hacer.No sabia que hubiera estado en la Marina Real, contramaestre.Doce aos. Por mis pecados.Una idea excelente. Yo ser su primer cliente. Siguieron por un corredor torcido pero utilizable hacia la siguiente cubierta; McKinnon llevaba una botella de ron en una mano y media docena de jarritos colgados de un alambre en la otra. En esa cubierta se alojaba la tripulacin y no ofreca un espectculo agradable. El pasillo estaba curvado como una S, y la cubierta presentaba una serie de ondulaciones. En el extremo de proa del pasillo, dos equipos de oxiacetileno se encontraban en plena tarea, cada uno atacando una puerta trabada. En el corto espacio entre el comienzo del pasadizo y el lugar donde trabajaban los hombres haba ocho puertas, cuatro de las cuales colgaban de las bisagras, y las otras cuatro haban sido forzadas por los sopletes. Siete de !os camarotes haban estado ocupados y los ocupantes seguan all; haba doce en total. En el octavo camarote encontraron al doctor Sinelair inclinado sobre un paciente postrado pero completamente consciente, al que le estaba administrando una inyeccin de morfina. Esa plena conciencia quedaba demostrada por el hecho de que diriga un monlogo irreproducible a nadie en particular.McKinnon dijo:Cmo se siente, Chips? Chips era Rafferty, el carpintero del barco.Me estoy muriendo. Vio la botella de ron en la mano del contramaestre y su expresin angustiada desapareci. Pero podra recuperarme rpidamente...Este hombre no est moribundo dijo el doctor Sinclair. Tiene una simple fractura de tibia, eso es todo. Nada de ron. La morfina y el alcohol no son buenos compaeros. Ms tarde. Se enderez y trat de sonrer. Pero me vendra bien un trago, si le parece, contramaestre. Uno abundante. Siento que lo necesito. Eso era cierto, a juzgar por su cara cansada y plida. Nada en la breve carrera mdica del doctor Sinclair lo haba preparado siquiera remotamente para la experiencia que estaba viviendo. McKinnon le sirvi una generosa medida de ron, hizo lo mismo para Patterson y para s y luego pas la botella y los jarritos a los hombres con sopletes y a los asistentes de sala que aguardaban tristemente, con la camilla lista; no se los vea mucho mejor que el doctor Sinclair, pero se alegraron bastante al ver el ron.En la cubierta superior estaban los camarotes de los oficiales. Los daos en ella tambin eran serios, pero no tan devastadores como los de la cubierta inferior. Patterson se detuvo delante del primer camarote; la puerta haba volado hacia adentro y pareca como si un manaco hubiera atacado el camarote con una maza. McKinnon saba que era el camarote del Jefe de Mquinas.No me gusta mucho estar en una sala de mquinas, seor dijo, pero hay momentos en que tiene sus ventajas. Contempl el camarote vaco y semidestrozado del segundo maquinista, que quedaba frente al de Patterson. Al menos Ralston no est aqu. Dnde est, seor?Est muerto.Est muerto repiti McKinnon lentamente.Cuando estall la bomba, todava estaba en el bao de los marineros, arreglando ese cortocircuito.Lo siento muchsimo, seor. Saba que Ralston haba sido el nico amigo que Patterson tena a bordo.Si dijo Patterson con gesto vago. Tena una mujer joven y dos nios, bebs, a decir verdad.McKinnon sacudi la cabeza y revis el siguiente camarote, perteneciente al segundo oficial.Por lo menos el seor Rawlings no est aqu.No. No est aqu. Est arriba en el puente. El contramaestre lo mir, luego se volvi y entr en el camarote del capitn que, curiosamente, pareca casi intacto. McKinnon fue directamente a un pequeo armario de madera, extrajo su cuchillo, abri el pasador e insert la punta justo debajo de la cerradura del armario.Rompiendo e invadiendo, contramaestre? La voz del jefe de mquinas no contena reproche, pero s perplejidad: conoca lo suficiente a McKinnon como para saber que nunca haca nada sin un motivo lgico.Romper e invadir es para puertas cerradas y ventanas, seor. Simplemente llmelo vandalismo. La puerta se abri y el contramaestre extrajo dos pistolas del armario. Colt 45 de la Marina. Sabe algo acerca de pistolas, seor?Jams tuve una en la mano. Usted sabe de pistolas... como de ron?S sobre pistolas. Este pequeo interruptor que est aqu... se aprieta as. Entonces desactiva la traba de seguridad. Eso es todo lo que se necesita saber sobre pistolas. Mir el armario roto, luego las pistolas y sacudi la cabeza nuevamente. No creo que al capitn Bowen le hubiese molestado.Que le moleste. No que le hubiera molestado. Que le moleste.El contramaestre dej las pistolas con cuidado sobre la mesa del capitn.Me est diciendo que el capitn no est muerto? No. Y tampoco lo est el primer oficial.McKinnon sonri por primera vez esa maana, luego mir a Patterson con ojos acusadores.Podra habrmelo dicho, seor.Supongo que s. Podra haberle dicho una docena de cosas. Creo que estar de acuerdo conmigo, contramaestre, en que los dos tenemos muchas cosas en la mente. Ambos estn en el hospital, con quemaduras horribles en la cara, pero no corren peligro, al menos segn lo que dice el doctor Singh. Los salv el hecho de haber salido al alern de babor del puente: estaban lejos de los efectos directos de la explosin.Y por qu se quemaron tanto, seor?No lo s. Casi no pueden hablar, tienen los rostros totalmente vendados. Parecen momias egipcias ms que otra cosa. Le pregunt al capitn y murmuraba algo como Essex o Wessex o algo as.McKinnon asinti.Wessex, seor. Cohetes. Bengalas de emergencia. Hay dos juegos en el puente. El impacto debi de activar algn mecanismo de disparo y se incendiaron prematuramente. Qu golpe de mala suerte.De buena suerte, si quiere mi opinin, contramaestre. Al menos comparado con los que estaban en !a superestructura. El... l ya lo sabe?No pareca ser el momento indicado para decrselo. Haba otra cosa que segua repitiendo, como si fuera urgente. "Seal gua, seal gua", algo as. Una y otra vez. Quiz no estaba lcido, o quiz yo no comprend bien. La nica parte de la cara que no tienen cubierta por las vendas es la boca, pero los labios estn muy quemados. Adems, por supuesto, estn cargados de morfina. "Seal gua". Significa algo para usted?Por el momento, no.Un fogonero joven y diminuto apareci en la puerta. McCrimmon de unos veinticinco aos, era una persona poco querible, ya que sus caractersticas principales y permanentes eran goma de mascar en la boca, un estado de nimo truculento, el entrecejo fruncido y una boca como una cloaca; en este momento, ostentaba las primeras tres.Ese lugar, all abajo, es asqueroso. Igual que un maldito cementerio.Morgue, McCrimmon, morgue dijo Patterson. Qu quiere?Yo? Nada, seor. Jamieson me mand. Dijo algo acerca de que los telfonos no funcionaban y que quiz necesitaran un mensajero."Seor" Jamieson para usted, McCrimmon. Patterson mir al contramaestre. Muy considerado de parte del seor Jamieson. No necesitamos nada de la sala de mquinas, excepto que arreglen ese timn. En la cubierta, contramaestre?Dos vigas, aunque quin sabe qu esperan encontrar. Dos de sus hombres, seor, los dos asistentes de sala de abajo, el marinero Ferguson y Curran. Curran es o sola ser fabricante de velas. No le envidio su oficio, pero le dar una mano, Curran sabr qu traer. Sugiero, seor, que despejemos la cubierta del comedor de la tripulacin.Para depsito de cadveres?S, seor.Oy, McCrimmon? Cuntos hombres?Ocho, seor.Ocho. Dos vigas. Los dos marineros para que traigan el velamen y lo que se necesite. Los otro